2021
Nuestro regalo de esperanza
Diciembre de 2021


“Nuestro regalo de esperanza”, Para la fortaleza de la juventud, diciembre de 2021.

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Nuestro regalo de esperanza

Doctrina y Convenios 137–138

La experiencia de un profeta nos muestra que Dios puede darnos esperanza si nos centramos en Jesucristo.

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El nacimiento

Behold the Lamb of God [He aquí el Cordero de Dios], por Walter Rane

¿Alguna vez has tenido un día que parecía que no iba a terminar nunca? Estoy seguro de que puedes responder: “¡Sí!”. Todos experimentamos días en los que las cosas no salen como esperamos. Quemar las tostadas en el desayuno, sacar un mal resultado en un examen o discutir con un amigo ciertamente puede hacer que tengamos un mal día.

Pero también hay otros retos, más difíciles. Podemos perder a un ser querido, padecer alguna enfermedad grave o ver que alguien a quien queremos deja la Iglesia. Pruebas como esas pueden parecer demasiado difíciles de afrontar y pueden durar mucho más que un día. Y hay tantos problemas en el mundo que a veces podemos sentir que las cosas no tienen solución.

Pero la verdad es que siempre tenemos un motivo para tener esperanza. Mormón dijo: “He aquí, os digo que debéis tener esperanza, por medio de la expiación de Cristo” (Moroni 7:41). Por esa razón, el presidente Russell M. Nelson ha dicho: “Independientemente de lo desesperadas que puedan parecer las cosas, recuerden: siempre podemos tener esperanza. ¡Siempre!”1.

¿Qué mejor momento para recordarlo que en Navidad, cuando celebramos el nacimiento de “la luz, la vida y la esperanza del mundo”?2. Las Escrituras están llenas de relatos que nos recuerdan nuestra esperanza en Jesucristo. De hecho, las Escrituras se escribieron para dar testimonio de Él, para que “tengamos esperanza” (Romanos 15:4).

Uno de esos mensajes de esperanza llegó hace poco más de cien años. Llegó en un momento oscuro de la historia, a un profeta de Dios que estaba pasando por un momento difícil en su vida. Nos enseña que podemos encontrar nuestra mayor esperanza en el Padre Celestial y en Jesucristo debido a Su amor perfecto por nosotros y a la gracia expiatoria del Salvador.

Una visión para un mundo necesitado

El año 1918 fue una época difícil y llena de pruebas. El mundo estaba sufriendo una pandemia global, igual que nos pasa a nosotros. Esa pandemia, causada por la gripe, se extendió por todo el mundo y mató a millones de personas. La Primera Guerra Mundial también había hecho estragos desde 1914. La crueldad de aquella guerra causó destrucción, muerte y dolor inimaginables.

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Fotografía histórica de 1918 de enfermeras con mascarillas
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Fotografía histórica de la Primera Guerra Mundial

Fotografías de Getty Images

Ante esas calamidades mundiales, muchos se preguntaban: “¿Hay vida después de la muerte? ¿Qué pasa cuando morimos? ¿Volveré a ver a mis seres queridos?”.

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Joseph F. Smith

El presidente Joseph F. Smith (1838–1918), sexto Presidente de la Iglesia, también vivió una tragedia personal en 1918. Su hijo mayor, el élder Hyrum Mack Smith, que era un Apóstol, murió inesperadamente. Unos meses después, la esposa de Hyrum, Ida, falleció, dejando cinco hijos3.

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La familia de Hyrum Mack Smith

El presidente Joseph F. Smith sufrió una tragedia personal en 1918. Su hijo mayor, el élder Hyrum Mack Smith, murió inesperadamente. Unos meses después, la esposa de Hyrum, Ida, falleció, dejando cinco hijos.

El presidente Smith ya había perdido a seres queridos anteriormente. Solo tenía cinco años de edad cuando su padre, Hyrum Smith, y su tío, el profeta José Smith, murieron como mártires en la cárcel de Carthage. Su madre, Mary Fielding Smith, falleció cuando él tenía 13 años. El presidente Smith también perdió a su esposa, Sarah, y a 13 hijos4.

Pero aquellas muertes de 1918 le produjeron un dolor adicional. En busca de consuelo para su pesar, el presidente Smith se dedicó a estudiar las Escrituras y orar. Mientras leía el Nuevo Testamento y reflexionaba sobre la expiación de Jesucristo (véase Doctrina y Convenios 138:1–3) tuvo una visión del mundo de los espíritus. Vio a los espíritus justos que anticipaban con esperanza su liberación de la muerte (véase Doctrina y Convenios 138:11–15). También vio al Salvador predicando el Evangelio a los que estaban en el mundo de los espíritus en el lapso entre Su muerte y Su resurrección (véase Doctrina y Convenios 138:19). Y fue testigo de cómo el Salvador enviaba siervos justos para enseñar a los que no tuvieron la oportunidad de escuchar el Evangelio en esta vida.

Esta visión se produjo cuando el mundo tenía una enorme necesidad de esperanza. El presidente M. Russell Ballard, Presidente en Funciones del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó que esa visión “reveló más plenamente la profundidad y la amplitud del plan del Padre Celestial para Sus hijos, el amor redentor de Cristo y el inigualable poder de Su expiación”5.

Verdades esperanzadoras

Los espíritus que el presidente Smith vio en visión consideraban la separación de sus espíritus y sus cuerpos al morir “como un cautiverio” (Doctrina y Convenios 138:50). La visión del presidente Smith nos asegura que este “cautiverio” no es permanente. Por medio del Salvador, tenemos la esperanza de que un día resucitaremos y “recibir[emos] una plenitud de gozo” (Doctrina y Convenios 138:17).

La visión también nos brinda la seguridad de que el Padre Celestial y Jesucristo han preparado el camino para que cada alma tenga la oportunidad de recibir la gloria celestial y la felicidad eterna con Ellos, lo cual sucederá incluso con aquellos que han vivido y “han muerto sin el conocimiento de este evangelio, quienes lo habrían recibido” (Doctrina y Convenios 137:7).

No tenemos que esperar hasta la otra vida para tener esperanza; podemos sentir esperanza ahora al poner nuestra fe y confianza en Jesucristo. La esperanza es un don del Espíritu (véase Moroni 8:26) y nos llega gracias a la expiación de Cristo.

Una forma especial de sentir esperanza

Mientras el presidente Smith meditaba sobre el Evangelio y la expiación del Salvador, recibió una revelación que le trajo consuelo y esperanza a él y al atribulado mundo. Meditar es más que tan solo pensar. Significa reflexionar sobre algo en profundidad; y puede ayudarte a sentir más esperanza. Reserva un tiempo esta Navidad para meditar sobre el Salvador.

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una mujer joven lee las Escrituras

Piensa en lo que significa para ti Su nacimiento, Su vida, Sus enseñanzas y Su Expiación. Aquello puede abrirte el corazón y permitir que el Espíritu Santo “habl[e] paz a tu mente” (véase Doctrina y Convenios 6:23); puede bendecir tu vida con luz y esperanza, incluso cuando esta sea difícil.

Se nos anima a “seguir adelante con firmeza en Cristo, teniendo un fulgor perfecto de esperanza y amor por Dios y por todos los hombres”. Y si “march[amos] adelante, deleitándo[nos] en la palabra de Cristo, y persever[amos] hasta el fin, he aquí, así dice el Padre: Tendr[emos] la vida eterna” (2 Nefi 31:20).

Notas

  1. Russell M. Nelson, “The Power of Hope”, New Era, julio de 2017, pág. 3.

  2. Véase “El Cristo Viviente: El testimonio de los Apóstoles”, LaIglesiadeJesucristo.org.

  3. Véase George S. Tate, “I Saw the Hosts of the Dead”, Ensign, diciembre de 2009, pág. 54.

  4. Véase George S. Tate, “I Saw the Hosts of the Dead”, pág. 55.

  5. Véase M. Russell Ballard, Conferencia General de octubre de 2018 (Liahona, noviembre de 2018, pág. 73).

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