“Alguna gran cosa”, Para la Fortaleza de la Juventud, julio de 2022.
Ven, sígueme
Alguna gran cosa
Resulta que las cosas pequeñas y sencillas son muy importantes.
Digamos que tienes un problema de salud que no desaparecerá y alguien te habla de un hombre que puede curarte. Él vive lejos, pero tú le escribes y luego haces el viaje para poder verlo y escuchar lo que él tiene para decir.
Cuando llegas a su casa, su asistente sale y te dice que su jefe dice que vayas a darte un baño en un río cercano.
Se da la vuelta y te deja sintiéndote decepcionado. Piensas: “¿He venido para esto?”.
Expectativas
Eso fue lo que le sucedió a Naamán. Era un capitán sirio, un hombre muy respetado y con muchas responsabilidades, pero tenía lepra, una terrible enfermedad de la piel.
Aunque no era israelita, había oído hablar acerca del profeta Eliseo gracias a una joven sierva que era israelita. Naamán creyó en el testimonio de ella sobre Eliseo y el Dios de Israel, así que fue a verlo. Cuando Naamán llegó a la casa de Eliseo, este envió a un mensajero quien le dijo que se lavara en el río Jordán siete veces para ser sanado.
Naamán estaba enojado. Se había imaginado que conocería a Eliseo y que este le pondría la mano en el lugar de la piel enferma, invocaría a Dios y lo sanaría milagrosamente. Incluso pensaba que donde él vivía había ríos mucho mejores en los que podría haberse lavado.
Naamán se había creado expectativas; él esperaba que Eliseo saliera y lo viera. Esto pudo deberse a que Naamán tenía una posición muy alta y estaba acostumbrado a recibir cierto respeto. También esperaba una solución a su problema más milagrosa o impresionante de la que se le había dado. Tal vez eso fue por los relatos que había oído acerca de Eliseo, así que su experiencia lo hizo sentir muy enojado.
Humildad
Sin embargo, el relato de Naamán no termina allí. Uno de sus siervos le dio un consejo muy sabio:
“… [S]i el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¡Cuánto más si solo te ha dicho: Lávate, y serás limpio!” (2 Reyes 5:13).
Naamán se dio cuenta de que el siervo tenía razón. Si el profeta le hubiera pedido que hiciera algo grande, lo habría hecho; entonces, ¿por qué no hacer esa cosa sencilla? Se humilló, se lavó siete veces en el río Jordán y sanó.
Las cosas pequeñas y sencillas
En ocasiones, el Señor puede pedirle a una persona que haga “alguna gran cosa”, pero por lo general no es así como obra Él. La mayoría de las veces utiliza “cosas pequeñas y sencillas” para llevar a cabo “grandes cosas” en nuestra vida (Alma 37:6).
A veces, nuestras expectativas o nuestro orgullo pueden hacernos pensar que la manera del Señor es demasiado sencilla o pequeña para que valga la pena dedicarle nuestro tiempo (véase 1 Nefi 17:40–41), pero Él puede ayudarnos a superar esos sentimientos y a humillarnos. Él nos ama y desea bendecirnos y ayudarnos a llegar a ser más como Él (véase Moisés 1:39).
Estos son solo algunos ejemplos de cosas pequeñas y sencillas que el Señor nos pide que hagamos para acercarnos más a Él y recibir Sus bendiciones:
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Orar y leer las Escrituras a diario (véase 2 Nefi 32:3, 9).
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Arrepentirte cuando hayas pecado (véase Doctrina y Convenios 1:31–32).
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Asistir a la Iglesia y participar de la Santa Cena semanalmente (véase Moroni 6:5–6).
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Pagar el diezmo (véase Malaquías 3:8–10).
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Vivir la Palabra de Sabiduría (véase Doctrina y Convenios 89).
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Ser honrado (véase Doctrina y Convenios 51:9).
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Ser bondadoso (véase Efesios 4:32).
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Servir a los demás (véase Mateo 25:34–40).
Probablemente podrás pensar en algunas cosas más.
Así que, cuando te encuentres con algo pequeño y sencillo, presta atención. Podría ser una pauta en el cuadernillo Para la Fortaleza de la Juventud, algún consejo en un discurso de conferencia o algo que tu obispo te haya pedido que hagas. Sea lo que sea, recuerda a Naamán y simplemente hazlo. Podrá ser pequeño, pero las bendiciones serán grandes.