“Nadie más como tú”, Para la Fortaleza de la Juventud, julio de 2022.
Ven, sígueme
Ester
Nadie más como tú
El Señor preparó a Ester para la obra tan importante que tenía que realizar, y Él hace lo mismo por ti.
Haz algo raro en este momento, ¡cualquier cosa! Mueve los brazos por encima de la cabeza, da vueltas o grita algunas palabras absurdas como: “¡Me encanta el pan de banana!”.
¿Ya lo has hecho todo? Genial, acabas de realizar algo que nunca se había hecho antes. Por extraño que parezca, lo que acabas de hacer —incluso si solo pensaste en ello sin llegar a hacerlo— nunca se ha efectuado exactamente y del mismo modo en toda la historia, ni tampoco en el mismo lugar en el que te encuentras, ni en este preciso momento, y no ha sido hecho por ti.
Este pequeño y alocado ejercicio resalta un punto importante: que no hay nadie más que sea exactamente como tú, ni con las mismas circunstancias; ni aun tus hermanos. En todo el mundo, nadie más que tú posee la combinación precisa de talentos, habilidades, amistades, familia, dones espirituales y perspectivas personales que tienes tú.
Al igual que Ester, del Antiguo Testamento, estás capacitado de manera única en “esta hora” (Ester 4:14) para ejercer una influencia profunda para bien en la vida de todos los que conoces.
¡Tienes cosas importantes que hacer!
De la orfandad a la realeza
A medida que estudies el Antiguo Testamento este mes como parte de Ven, sígueme, aprenderás acerca de una joven judía extraordinaria que se llamaba Ester. En algún momento de su juventud, Ester quedó huérfana y la crio un pariente lejano, Mardoqueo. Creció en una época en la que los judíos habían sido llevados cautivos por una nación extranjera.
Como niña huérfana que vivía en una tierra extraña, es muy probable que nunca hubiera adivinado que algún día llegaría a ser reina, pero eso es justo lo que sucedió (véase Ester 2), la escogieron para ser la esposa del rey Asuero.
Sin embargo, un día se enfrentó a un desafío terrible: el pueblo de Ester, los judíos, estaban en peligro y a punto de ser exterminados. Su esposo, el rey, después de escuchar el consejo de sus asesores, aprobó el decreto de que todos los judíos de la ciudad fueran asesinados en una fecha específica que él señaló.
Había muchas personas viviendo en la ciudad, entre ellas muchos judíos, pero solo había una reina Ester, y ella era la única persona que podía hacer algo para detener ese desastre.
Al igual que la reina Ester, solo hay un solo tú. Eres la única persona que puede hacer las cosas que tú puedes hacer, cosas que el Señor necesita que hagas y que pueden conducir a la salvación de muchas personas.
Respuestas a las oraciones
Por fortuna, no hay muchas posibilidades de que tengas que lidiar con algo tan peligroso y aterrador como lo que Ester afrontó, pero eso no significa que tu propósito en la vida sea menos importante.
Al igual que Ester, se te ha guiado y preparado para ser lo que eres ahora, y esa preparación continuará a medida que sigas a Jesucristo. Tú puedes ser la respuesta a las oraciones diarias de muchas personas.
Por supuesto, incluso con todos tus talentos y habilidades, siempre es mejor pedir ayuda espiritual a lo largo del camino como lo hizo Ester.
Fe, convicción y tú
Ester sabía que tenía que tratar de salvar a su pueblo, y sabía asimismo que necesitaba la fe y el apoyo adicionales de su pueblo al buscar la ayuda de Dios. “Ve y reúne a todos los judíos que se hallan en Susa, y ayunad por mí”, le dijo Ester a su pariente, “y no comáis ni bebáis en tres días, ni de noche ni de día. Yo también ayunaré con mis doncellas igualmente, y así entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca” (Ester 4:16).
Cuando la vida se vuelve difícil, los fieles acuden aún con más fervor a Dios. Ester necesitaba toda la ayuda posible; no solo ayuda para convencer a su esposo de que anulara el decreto, sino que también tenía que arriesgar su propia vida por tan solo comparecer ante el rey sin que la convocaran primero (lo cual era contrario a la ley, incluso para la reina).
¿Has captado su convicción y fe? Vale la pena leerlo por segunda vez: “… si perezco, que perezca”, dijo Ester. Sadrac, Mesac y Abed-nego repitieron esas poderosas palabras al rey Nabucodonosor cuando se negaron a adorar la imagen de oro del rey.
Aunque él amenazó con arrojarlos al horno por desobedecer, dijeron con valentía: “Si es así, nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiente; y de tus manos, oh rey, él nos librará.
“Y si no, has de saber, oh rey, que no serviremos a tus dioses ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado” (Daniel 3:17–18, cursiva agregada).
“Y si no” y “si perezco, que perezca” son declaraciones de fe increíbles. Este tipo de fe poderosa existe independientemente de los resultados. ¡La valentía de Ester terminó salvando a su pueblo! Aun así, ella sabía desde el principio, al igual que Sadrac, Mesac y Abed-nego, que aunque los resultados de elegir tener fe no siempre se pueden predecir con certeza, hacer lo bueno siempre es la decisión correcta.
Es probable que haya momentos en tu propia vida en los que escoger el camino correcto podría resultar difícil, porque ninguno de nosotros está libre de las pruebas turbulentas de la vida terrenal; pero tú también puedes elegir ser como Ester. Haz tú lo justo por más que te cueste.
Después de todo, eres el único tú que existirá, y “esta hora” para que hagas del mundo un lugar mejor es justo ahora.