“La Navidad es esperanza, paz y amor”, Para la Fortaleza de la Juventud, febrero de 2024.
La Navidad es esperanza, paz y amor
En la época navideña, nos centramos en la esperanza, la paz y el amor que Jesucristo ofrece al mundo.
El nacimiento prometido de Jesucristo trajo “gran luz” (Isaías 9:2) y “nuevas de gran gozo” (Lucas 2:10) al mundo. La época navideña es la oportunidad perfecta para centrar nuestro corazón y nuestra mente en el Niño Jesús, que nació hace tanto tiempo, y en la esperanza, la paz y el amor que el mensaje de Su evangelio nos trae al corazón conforme lo seguimos voluntariamente.
Esperanza en el Salvador
Hace unos años, a Hope Gentile, una niña de diecinueve meses, se le diagnosticó un tumor en la parte inferior de la espalda. “Durante los siguientes cinco meses de cirugías y quimioterapia, la batalla de Hope por la vida creó un caleidoscopio de experiencias”, dijo Nicholas, padre de Hope.
Una noche, durante el segundo período de cinco días de quimioterapia de Hope, el hermano Gentile notó cuánto cabello había perdido. Los mechones rubios cobrizos que le quedaban le recordaban dolorosamente su condición mortal. No obstante, hallaba solaz en la promesa del Señor de que “ni uno de sus cabellos caerá a tierra inadvertido” (Doctrina y Convenios 84:116).
“Sentí que Jesucristo tenía muy presente la travesía de Hope y nuestro pesar”, dijo el hermano Gentile. “No nos dejó ‘huérfanos’” (Juan 14:18).
Una noche, a la hora de dormir, mientras el hermano Gentile le leía un libro de cuentos a Hope, preguntó con una voz divertida: “¿Qué dice el búho?”. Riéndose, Hope respondió: “¡Buuu, buuu!”. Entonces preguntó: “¿Qué dice la vaca?”. Hope contestó con orgullo: “¡Muu, muu!”.
En ese momento, un cuadro del Salvador que había en el dormitorio de Hope captó la atención del hermano Gentile. El Espíritu lo inspiró a preguntar: “Hope, ¿y qué dice Jesús?”.
Hope se acurrucó en su hombro, abrió sus grandes y azulados ojos, y susurró: “‘Te abrazo’. Jesús dice: ‘Te abrazo’”.
El hermano Gentile abrazó con suavidad el cuerpecito de Hope y sollozó profundamente. Mientras Hope le devolvía el abrazo, susurró: “Te quiero, papi”.
La prueba y el futuro incierto de Hope hicieron que el hermano Gentile, su esposa, Christina, y su familia se acercaran más el uno al otro y al Salvador. “Jesús abrazaba a nuestra familia con Sus amorosos brazos”, dijo el hermano Gentile. “He meditado sobre la tierna verdad que Dios me enseñó por medio de las palabras de mi hija: Jesús nos abrazará y bendecirá durante nuestras pruebas, si se lo permitimos”1.
Paz en Cristo
Me complace informar que la fe y las oraciones de la familia Gentile fueron contestadas. Hoy en día, Hope es una niña de diez años, sana y feliz.
Pero, ¿y aquellas ocasiones cuando la respuesta de Dios no es la que habíamos esperado? ¿Se puede recibir paz en medio del dolor personal?
¡Sí! La paz siempre se halla al tornarnos al Salvador, cuyo nacimiento en Belén celebramos en estas fechas. En Navidad, nuestras pruebas, dolores y enfermedades personales a veces pueden parecer incompatibles con nuestras celebraciones navideñas. Pero nuestro testimonio del nacimiento, la muerte y la resurrección del Salvador nos brinda paz y gozo.
Nuestro amado profeta, el presidente Russell M. Nelson, nos enseñó:
“… Así como el Salvador nos brinda una paz que ‘sobrepasa todo entendimiento’ [Filipenses 4:7], también nos brinda una intensidad, profundidad y amplitud de gozo que desafía la lógica humana o la comprensión mortal. Por ejemplo, no parece posible sentir gozo cuando un hijo padece una enfermedad incurable, o cuando perdemos el empleo […]. Sin embargo, ese es precisamente el gozo que brinda el Salvador. Su gozo es constante, asegurándonos que nuestras ‘aflicciones no serán más que por un breve momento’ [Doctrina y Convenios 121:7] y que serán consagradas para nuestro provecho [véase 2 Nefi 2:2]”2.
Cuando el Señor habla de consuelo a nuestras almas, podemos unirnos a la “multitud de las huestes celestiales, que alab[an] a Dios y d[icen]: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:13–14). Podemos “veni[r] […] con alegre canto”3 a Cristo y sentir Su “paz”4.
El don del amor
El Padre te conoce perfectamente: tus pruebas e imperfecciones, tus anhelos y pérdidas. Como te ama, Él te ha dado el don más grande que podrías recibir.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Como el Hijo también te ama, Él dio voluntariamente Su vida por ti.
El don del Hijo Unigénito de Dios significa esperanza y paz duraderas, que son posibles mediante la expiación y resurrección del Salvador. “La razón principal por la que celebramos la Navidad es debido a la Pascua”, nos recuerda el presidente Nelson. “Gracias a Jesucristo, podemos arrepentirnos y ser perdonados de nuestros pecados. Gracias a Él, cada uno de nosotros resucitará”5.
Leer los sagrados relatos del nacimiento del Salvador en el Nuevo Testamento es la esencia de muchas de nuestras tradiciones navideñas favoritas, pero no olvidemos que no tendríamos la Navidad sin Su expiación y resurrección. El Libro de Mormón testifica de la realidad del Cristo resucitado, así como de la riqueza y profundidad de Su doctrina. Si utilizas las verdades sobre Cristo que se encuentran en sus páginas durante la época navideña y las compartes con otras personas, añadirás más significado a tus celebraciones navideñas.
Testifico que el amor del Salvador y su función central en el Plan de Salvación brindan paz (véase Juan 14:27) y “una esperanza más excelente” (Éter 12:32), en la época navideña y siempre.