“Siete adolescentes que están cambiando el mundo”, Para la Fortaleza de la Juventud, diciembre de 2023.
Siete adolescentes que están cambiando el mundo
¿Qué te inspiran a hacer estos jóvenes?
Lucy B.,
14 años, California, EE. UU. Le gusta el teatro musical y jugar al fútbol.
Cuando tenía ocho años, le pedí a mi mamá que me enseñara a coser una manta. Empecé a hacer mantas para regalar a todos mis amigos.
Luego mi mamá y yo decidimos regalar una manta en Instagram. Recibimos dieciséis solicitudes. No podía escoger solo a una persona, así que enviamos una manta a cada una de ellas. Las solicitudes siguieron llegando y seguimos haciendo mantas. En los últimos cinco años, hemos hecho 1121 mantas, las cuales hemos enviado a veintinueve países.
La mayoría de las mantas son para niños enfermos. Lo más difícil para mí es cuando algún niño fallece antes de recibir la manta. A veces me reprocho a mí misma y siento mucha culpa y remordimiento, pero cuando me siento así, oro y siento paz.
He visto a algunos niños que pasan por cosas muy difíciles. Conocí a una joven que acababa de salir de una cirugía cerebral, pero tenía un espíritu muy feliz, a pesar de todo. Aquello me inspira a estar agradecida por todo lo que tengo.
A veces, las personas me preguntan: “¿Por qué lo haces?”. Creo que si Jesucristo estuviera aquí, estaría sirviendo a los demás. Procuraría que todos se sintieran amados. Entonces yo puedo ser Sus manos; puedo ayudarlo a hacer Su obra.
Nate W.,
14 años, Hawái, EE. UU. Le gusta jugar al baloncesto y al fútbol, leer e ir a la playa con amigos.
Hace unos años, llovió mucho donde vivo, y una parte de la ciudad se inundó muchísimo. Algunas personas incluso tuvieron que nadar para salir de sus casas y llegar a sus autos.
Nuestro barrio organizó una actividad de servicio para tratar de ayudarlos, aunque esa mañana me pregunté por qué tenía que ayudar. Quería jugar en el parque, donde la gente se deslizaba por una colina mojada y resbaladiza sobre pequeñas tablas de surf.
Decidí ir con el barrio; limpiamos la basura y nos aseguramos de que todos estuvieran bien. Ayudé a ordenar las cosas de las personas y me aseguré de saber a quién pertenecía cada cosa.
Había una madre cuya casa se había inundado. Estaba de pie en el pórtico con sus hijos y observaba cómo trabajaban todos. Comenzó a derramar lágrimas de gratitud. Estaba muy contenta de que la gente la estuviera ayudando.
Sentí que estaba haciendo lo correcto al ayudar. Me sentí reconfortado y bien en mi interior. Definitivamente valió la pena.
Grant E.,
17 años, Texas, EE. UU. Le gusta jugar al tenis y al baloncesto, correr carreras de atletismo y escuchar música.
Hace poco organicé una colecta de ropa con algunos jóvenes de mi estaca y de la escuela secundaria. Juntamos cajas de ropa poco usada a fin de enviarlas a los almacenes de ropa de beneficencia de la zona para ayudar a las familias necesitadas y a los niños con discapacidades o necesidades especiales. Mi hermano menor tiene una enfermedad autoinmune, así que tengo un rincón en el corazón reservado para los niños que pasan por desafíos similares.
Aunque el resultado de aquella actividad de servicio era importante para mí, también se trataba de unir a las personas y de crear un sentido de propósito y de pertenencia a la comunidad. Al trabajar juntos, pudimos hacer nuevas amistades y crear lazos. Experimenté un sentimiento de satisfacción al hacer algo bueno por los demás.
Aquella experiencia me recordó lo importante que es amar a Dios mediante el servicio a los demás. Es fácil enfrascarse en nuestra propia vida y nuestros propios problemas, pero cuando ponemos a los demás en primer lugar y seguimos las impresiones del Espíritu de servir, podemos brindar gozo y amor al mundo.
Milagros H.,
16 años, Santa Ana, Argentina. Le gusta leer, escuchar música y escribir poesía.
Hace poco empecé a visitar la biblioteca local y me di cuenta de que no estaba en buen estado. La bibliotecaria es una mujer mayor y las personas no siempre cuidan mucho de los libros que toman prestados.
Soy presidenta de clase de las Mujeres Jóvenes de mi rama, y algunas de las jovencitas y yo fuimos a la biblioteca un sábado para ordenar uno de los estantes. Pusimos los libros que las personas no habían consultado durante bastante tiempo en cajas, para donarlos. Luego organizamos el resto de los libros alfabéticamente.
La bibliotecaria estaba muy agradecida por nuestra ayuda. Incluso nos trajo unos deliciosos panecillos llamados criollitos. Creo que nuestro servicio ayudó a mejorar su percepción de la Iglesia.
Todavía hay muchos estantes que organizar, así que decidí enviar el proyecto a SirveAhora. Ahora las personas de mi ciudad pueden encontrar el proyecto en SirveAhora y ofrecerse como voluntarios para ayudar.
Las Escrituras dicen que Jesucristo anduvo haciendo bienes (véase Hechos 10:38). Tal vez mi actividad de servicio no haya tenido un gran impacto en el mundo, pero para la bibliotecaria y las personas que van a la biblioteca marcó la diferencia.
Telia L.,
17 años, Saskatchewan, Canadá. Le encanta cantar; el taekwondo; el boxeo; y tocar el ukelele, la guitarra y el piano.
Mi mamá nos ha llevado a mis hermanos y a mí a cantar y bailar en hogares de ancianos desde que yo tenía seis años. ¡Es nuestra manera de compartir el Evangelio! Hace poco cantamos “Más cerca, Dios, de Ti”, y una señora que estaba en la parte posterior comenzó a llorar. Es una de mis canciones favoritas.
En otra ocasión, tuve la sensación de que debíamos cantar “You Are My Sunshine” [Eres la luz de mi vida]. Lo cantamos y todo el público comenzó a cantar con nosotros. Algunos lloraban. Fue una experiencia que me cambió la vida. Me alegró mucho haber prestado atención a la impresión de cantar esa canción.
Además de cantar en hogares de ancianos, también he realizado algunas actividades de servicio en mi ciudad, como llevar comida a personas sin hogar, por ejemplo. También soy voluntaria en dos organizaciones como mentora de niños que desean planificar sus propios proyectos de servicio.
Creo que, en general, he aprendido que muchas personas en el mundo tienen dificultades. Aunque no siempre lo veamos, los sencillos actos de servicio como cantar canciones o bailar danzas, pueden hacer sonreír a las personas.
Creo que todos debemos prestar servicio, ya sea en nuestra comunidad o incluso en nuestra propia familia. El servicio brinda felicidad, tanto a las personas a las que ayudas, como a ti. Cuando prestas servicio a los demás, estás sirviendo a Dios y ayudando a Sus hijos, a quienes Él ama mucho (véase Mosíah 2:17).
Luca M.,
16 años, Alberta, Canadá. Le gusta reír, aprender y preparar hamburguesas perfectas.
Mientras crecía, mis padres eran muy activos en la Iglesia. A menudo sentía que me arrastraban a las actividades de servicio sin que yo pudiera elegir. Al crecer y seguir prestando servicio, me he dado cuenta de que cambié para bien. Al centrarme menos en mí mismo, soy más feliz.
Una vez tuve la oportunidad de ir al centro de la ciudad con unos cuantos jóvenes más para ayudar a las personas sin hogar. Un hombre de El Salvador me contó cómo tuvo que abandonar su país de origen debido a la violencia y cómo terminó viviendo en las calles de Canadá. También conocí a un hombre que me recordó que no debía dejar los estudios ni menospreciar las oportunidades que tengo.
Escuchar sus historias de vida y ver su perseverancia y humildad tuvo un profundo efecto en mí. Es fácil ignorar a las personas sin techo y suponer que han traído sobre sí su condición actual. Pero Isaías habla de cómo Jesucristo llevó sobre sí nuestros pesares y fue rechazado por los hombres (véase Isaías 53:3). Creo que, como discípulos de Jesucristo, no debemos desatender a los que son rechazados como Él lo fue.
Aunque tal vez no pueda resolver todos sus problemas, sé que incluso los actos de servicio más pequeños pueden marcar una gran diferencia en la vida de alguien.
Limna C.,
16 años, Ciudad de México, México. Le encanta tocar la guitarra, cantar, leer, andar en bicicleta y ama a su perro, Loki.
Durante la pandemia, vi la invitación de la Presidencia General de las Mujeres Jóvenes a compartir el Evangelio por medio del servicio. Pensé en el modo en que los médicos y trabajadores de la salud sacrificaban tiempo y arriesgaban la vida para ayudarnos. Pensé que tal vez podía sacrificar un poco de tiempo y dinero para ayudarlos.
Tenía un trabajo en el que hacía y vendía galletas y postres. Decidí utilizar parte de mis ahorros para comprar alimentos y hacer bolsas con almuerzo para los trabajadores de la salud. Mis padres y abuelos me ayudaban a preparar los almuerzos, que contenían un sándwich, una manzana, una barra de granola y una botella de agua. Luego escribía gracias en cada bolsa. Preparamos 150 bolsas, así que se me cansaba la mano por escribir tanto.
El presidente de estaca me ayudó a obtener un permiso para entregar la comida al hospital. Aunque no pude llevar la comida adentro, él me mostró fotos de las personas cuando recibieron la comida. Me puse muy feliz al ver sus rostros sonrientes.
A veces siento frustración hacia algunas personas y olvido tratarlas como lo haría el Señor. El Salvador era bondadoso con todos, aun cuando estuvieran enojados o fueran malvados con Él. Si tratamos de ver a los demás con el amor del Salvador, podemos marcar una diferencia en la vida de las personas. Podemos ser una luz en un mundo lleno de dudas. En ocasiones, podemos sentir que no marcamos ninguna diferencia, pero es suficiente con intentarlo.