1990–1999
El Templo Del Señor
Abril 1993


El Templo Del Señor

“El presidente Benson siempre ha amado los templos y la obra de los templos … el y la hermana Benson asistían cada viernes para participar en una sesión”.

Mis amados hermanos y hermanas, se acostumbra que el presidente de la Iglesia inaugure cada conferencia, salude a los santos de todo el mundo y establezca la dignidad del momento. Debido a que al presidente Benson no le. es posible acompañarnos, respondo a la invitación que me ha hecho de hablar en su nombre. En su mayor parte, repetiré sus mismas palabras.

El miércoles pasado, el presidente Hinckley y yo visitamos al presidente Benson. Nos saludó amablemente, con esa sonrisa que a todos tanto nos gusta y nos hizo sentir muy bienvenidos. Cuando el presidente Hinckley le explicó los planes de la conferencia y le preguntó si era su deseo que siguiéramos adelante con el programa e hiciéramos llegar su amor a todos, respondió con un firme “¡Sí!” Nosotros entendemos su interés, compartimos su amor.

Les traemos sus bendiciones. Este gigante del Señor merece nuestras oraciones constantes y nuestra fe permanente.

El viernes 26 de marzo mi esposa y yo asistimos y participamos en la ceremonia formal de dedicación de una magnifica exposición en el museo, al lado oeste de la Manzana del Templo. Se intitula: “La montaña de la Casa del Señor” y representa una historia fascinante de los cuarenta años que se requirieron para la construcción del Templo de Salt Lake. De acuerdo con las posibilidades que tengan, les recomiendo a todos ustedes que visiten esa exposición y disfruten de su espíritu. El jueves 6 de abril el Templo de Salt Lake celebrara su cumpleaños: habrán pasado cien años desde aquel día glorioso en que se dedicó.

Mientras visitaba la exposición, un reportero me preguntó: “¿Cree que al presidente Benson le gustaría esta exposición?” Mi respuesta fue “¡Le encantaría!”

El presidente Benson siempre ha amado los templos y la obra de los templos. Cuando se sentía mejor, el y la hermana Benson asistían cada viernes para participar en una sesión, y en esas oportunidades sabíamos que debíamos postergar la reunión de los miembros de la Primera Presidencia. Una mañana comente que debía encontrar tiempo para hacer la obra por algunos familiares cuyos nombres tenia ya preparados. Con una sonrisa y cierta picardía en la mirada, el presidente dijo: “Hermano Monson, si usted esta muy ocupado, ¿por que no deja que mi esposa y yo le hagamos esa obra?” De mas esta decir que encontramos tiempo para hacerla nosotros mismos.

Las propias expresiones del presidente Benson demuestran el amor que tiene por los templos. El dijo: “Recuerdo que cuando era niño, después de las tareas del campo, emprendía el regreso a la vieja casa de la granja; podía escuchar a mi madre cantando ‘¿He hecho hoy un bien?’ Me la puedo imaginar inclinada sobre la tabla de planchar, con gotas de sudor en la frente. Planchaba largas piezas de genero blanco, poniendo periódicos en el suelo para que no se ensuciaran. “Cuando le pregunte que estaba haciendo, dijo: ‘estos son mantos del templo, hijo, tu padre y yo iremos al templo en Logan’.

“Después puso la antigua plancha de acero sobre la estufa, acercó una silla hacia la mía y me habló de la obra del templo: lo importante que era ir al templo y participar en las ordenanzas sagradas que se hacían allí. También expresó su esperanza ferviente de que algún día sus hijos, nietos y bisnietos tuvieran la oportunidad de disfrutar esas bendiciones inapreciables. Estoy feliz de reconocer que sus grandes esperanzas se han llevado a cabo en gran medida”.

En otra oportunidad, el presidente Benson nos instruyo de esta forma: “A veces, en la paz de los amados templos se encuentran las soluciones a grandes problemas de la vida. A veces el conocimiento puro nos llega por medio del Espíritu. Estoy agradecido al Señor por los templos. Las bendiciones de la Casa del Señor son eternas; son

de la mayor importancia para nosotros porque es en los templos donde obtenemos las mayores bendiciones de Dios que tienen que ver con la vida eterna. Los templos son, en verdad, las puertas del cielo.

“Ruego que siempre recordemos, al visitar o trabajar en esos gloriosos templos, que el velo que separa este mundo del mundo espiritual es sumamente delgado. Yo se que esto es verdad. Es importante también que recordemos que todo es un gran programa, en ambos lados del velo, y no tiene demasiada importancia si servimos aquí o allí, siempre que sirvamos con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerza” (The Teachings of Ezra Taft Benson [Salt Lake City: Bookcraft, 1988], pág. 164).

Presidente Benson, sus palabras son bienvenidas; las hemos escuchado y las seguiremos. Ellas, como los templos que usted tanto ama, son como un refugio de las tempestades de la vida, aun como una luz que nos guía a un lugar seguro. Hago eco de los deseos de todos, presidente Benson, al decirle que le amamos y que oramos por usted. En el nombre de Jesucristo. Amen.