“Se Vuelva Como Un Niño”
“Sólo después de la prueba de [nuestra] fe (Eter 12:6) es que recibimos la plenitud del testimonio, y muchas veces ‘un niño [nos] pastoreará” (Isaías 11 :6).
Agrego mi cálida bienvenida a los recién sostenidos miembros de los Setenta y les prometo mi amistad durante los años que pasaremos juntos en lo futuro.
Primero, mis hermanos y hermanas, daré algunos ejemplos que ilustran los retos que enfrentamos al encontrarnos en esta jornada por el Sinaí de secularismo mundano y luego describiré cómo los niños inspirados ayudan en esa jornada.
Por todos lados vemos la amarga y abundante cosecha del libertinaje. Una persona muy perceptiva dijo al respecto:
“… la lucha por vivir con ética pero sin Dios no nos ha dejado en el orden justo y moral que imaginamos, sino en medio de desorden y confusión. Algo se ha malogrado radicalmente en el secularismo, y el problema presenta su aspecto irónico porque el orden secular ha terminado por convertirse en una especie de religión … la transición es completa: el Estado se ha convertido en iglesia” (Peter Marin, “Secularism’s Blind Faith”, Harper’s Magazine, septiembre de 1995, pág. 20).
Cuanto mas se trate de reemplazar lo que Dios ha declarado correcto con lo que el mundo ve como correcto, tanto menos eficaz será la forma de enfrentar los problemas humanos, lo que nos recuerda la metáfora que utilizó C. S. Lewis refiriéndose a los que corren con extinguidores de incendios en tiempos de inundación. Por ejemplo, las víctimas de la violencia y el crimen aumentan continuamente; sin embargo, se da gran importancia a los derechos de los criminales; junto con una creciente adicción a la pornografía se levantan voces que protestan contra la censura. Los nacimientos ilegítimos que van en aumento destruyen a las familias y amenazan con agotar los fondos para los sistemas de asistencia publica de los gobiernos, y, sin embargo, la castidad y la fidelidad son objeto de burlas. Estas y otras consecuencias emiten una estridente cacofonía. Cuando Nerón tocó la lira mientras Roma ardía, menos dejó oír algunas melodías! No tengo duda alguna de que, si no se detiene, al fin de su jornada el libertinaje hará que la humanidad contemple con ojos incrédulos las terribles consecuencias.
Irónicamente, al volverse mas duras, algunas personas emplean palabras mas suaves para describir los actos tenebrosos. Esto también es como un sedativo que administra el secularismo. Por ejemplo, el aborto innecesario es “un procedimiento médico de la reproducción”, expresión que resulta aun mas delicada que “terminación del embarazo” (George McKenna, “On Abortion: A Lincolnian Position”, Atlantic Monthly, septiembre de 1995, págs. 52, 54). A la condición de ilegitimidad se le da el nombre mas aceptable de “hijo de padres solteros”, o “alternativa para los padres” (Ben J. Wattenberg, Values Matter Most, 1995, pág. 173) .
Los miembros de la Iglesia vivirán en estas condiciones de trigo y cizaña hasta el Milenio. Algunas cizañas se hacen pasar por trigo, incluso uno pocos que están ansiosos por enseñar al resto de nosotros las doctrinas de la Iglesia en las que ellos ya no creen; critican el empleo de los recursos de la Iglesia a los cuales ya no contribuyen; tratan con condescendencia de aconsejar a las Autoridades Generales a quienes ya no sostienen. Críticos, excepto de si mismos, por supuesto, dejan la Iglesia pero no pueden dejar a la Iglesia en paz (véase Ensign, nov. de 1980, pág. 14). Como los de la multitud que estaba en los muros del “edificio grande y espacioso”, están muy ocupados en señalar con un dedo de escarnio a los que se aferran a la barra de hierro (1 Nefi 8:26-28, 33). En vista de ese interés tan grande y continuo, uno se pregunta: “¿No habrá disponible ninguna otra forma de diversión en un edificio tan grande, algo como una bolera?” Tal vez detrás de las burlas se esconden las dudas que tienen sobre sus propias dudas. De todos modos, dados los peligros de la popularidad, Brigham Young advirtió que “es preciso mantener a esta gente donde el dedo del escarnio pueda señalarla.(Discourses of Brigham Young, sel. John A. Widtsoe [1941], pág. 434).
Por lo tanto, la bondad humilde debe permanecer, aun cuando, como se ha profetizado, haya quienes sientan ira hacia lo que es bueno (véase 2 Nefi 28:20); por el mismo motivo, los creyentes deben enfrentar la arrogancia de los críticos con mansedumbre y clara elocuencia. Aunque estemos a veces rodeados de resentidos, debemos tratar de ayudarlos, especialmente a los de manos caídas (véase D. y C. 81:5). Si nuestros puntos débiles, como pueblo de la Iglesia se hacen destacar, hagamos lo posible por mejorar.
Por otra parte, el regocijo de ser discípulos excede a sus cargas. De ahí que, mientras estemos atravesando nuestro Sinaí, nos nutrimos en los oasis abundantes de la Restauración. En esos oasis, algunas de nuestras primeras impresiones son mas pueriles que duraderas. Al rozar de continuo esa exuberante vegetación, sus perfumes se nos pegan; nos colmamos los bolsillos con sus variados y excelentes frutos y nos sentimos llenos de regocijo. No hay forma de describirlo todo. No es de sorprender que, en medio de nuestra gratitud, algunos confundamos un árbol determinado con todo el oasis o un manantial particular de doctrina con toda el agua viva de la Restauración. Quizás en nuestro entusiasmo inicial haya habido incluso algunas exageraciones involuntarias. Hemos visto mucho y participado de mucho, de ahí que no podamos “expresar ni la mas mínima parte de lo que” sentimos (Alma 26:16).
Además de esos oasis, el Señor ha “proveído todo lo necesario” para nuestra jornada, como la familia, los amigos y los compañeros que sirven a nuestro lado (Enseñanzas del Profeta José’ Smith, pág. 267); cada uno de ellos tiene por objeto fortalecernos, edificarnos, instruirnos, consolarnos e inspirarnos, mientras estemos “unidos en amor” (Colosenses 2:2). De ese modo, experimentamos el contagio de la dedicación en la trama de esa unión.
Hace unos doce años, estuve en un partido de tenis con dos médicos miembros de la Iglesia y un estudiante de medicina de Brasil, que no era miembro. El mes pasado, en Curitiba, Brasil, Valentim Goncalves estuvo junto a mi de nuevo, pero no en un partido de tenis sino en una conferencia regional de la Iglesia, sirviéndome de interprete. Gracias a su bondad innata y a la buena labor de otras personas, el oftalmólogo Goncalves no sólo es miembro sino que es también presidente de estaca en Curitiba. El hermano Goncalves y la esposa, una mujer especial, se han sellado en el templo y han sido bendecidos con tres hermosos hijos. Aquella hermosa reunión hizo aumentar mi agradecimiento y asombro ante las obras de la mano del Señor (véase D. y C. 59:21) .
Los niños inspirados ayudan muchas veces a mostrar el camino en el desierto; uno de los motivos por los que pueden hacerlo esta implícito en esta inquisitiva pregunta del rey Benjamín:
“Porque ¿cómo conoce un hombre al amo a quien no ha servido, que es un extraño para el, y se halla lejos de los pensamientos y de las intenciones de su corazón?” (Mosíah 5: 13) .
A menudo, los niños tienen “los pensamientos” y “las intenciones de su corazón” puestos en el Maestro. Aunque tengan pocos años, esos niños tienen mucha fe. Son demasiado pequeños para tener llamamientos oficiales en la Iglesia, pero han sido, llamados para ser ejemplos, y lo hacen particularmente bien cuando han sido bendecidos con “buenos padres” (1 Nefi 1:1).
Tal como lo aseguran las Escrituras, “muchas veces les son dadas a los niños palabras” (Alma 32:23). Por ejemplo, el Jesús resucitado reveló cosas a los niños nefitas que ellos después enseñaron a los adultos y a los padres, “mayores aun” que las que El había enseñado (véase 3 Nefi 26: 14) .
He tenido el privilegio de sellar varios hijos adoptivos a Nan y Dan Barker, que ahora viven en Arizona. Hace un tiempo, su hijito Nate, que tenía apenas tres años, le dijo a la madre: “Mami, hay otra nenita para nuestra familia. Tiene pelo y ojos oscuros y vive muy lejos de aquí”. La prudente madre le preguntó: “¿Cómo lo sabes?” “Jesús me lo dijo, en el piso alto”. La madre pensó: Nosotros no tenemos piso alto, pero percibió la importancia de lo que había oído. Después de muchas dificultades y oraciones, la familia Barker se encontró en una sala de sellamientos del Templo de Salt Lake, a fines de 1995, donde una niñita de pelo y ojos negros, de Kazajtan, Rusia, fue sellada a ellos por esta vida y toda la eternidad.
Los niños inspirados todavía les dicen a sus padres “cosas grandes y maravillosas” (3 Nefi 26:14).
Benjamín Ballam es el hijo especial de Michael y Laurie Ballam, afectado de espina bífida, y ha sido una bendición para ellos y para otras personas. Por ser espiritualmente precoz, Benjamín es una fuente constante de amor y confianza; el resistente niño ha tenido diecisiete operaciones y no hay nada que no sepa sobre hospitales y doctores. Una vez, cuando una enfermera expresó su frustración -no hacia el sino por circunstancias difíciles-, el pequeño Benjamín, de tres años, ejemplificó las palabras de otro Benjamín sobre la importancia de ser “como un niño … lleno de amor” (Mosiah 3: 19); extendiendo una mano, acarició a la irritada enfermera y le dijo: “Yo te quiero igual”. Algo similar ocurrió hace poco en un hospital de Israel, cuando el pequeñito, que tenía que pasar un procedimiento médico necesario pero muy doloroso, empleó las mismas palabras de amor para tranquilizar a un médico. No es de extrañar, mis hermanos y hermanas, que en ciertos momentos pensemos que los niños son espiritualmente superiores a nosotros.
Joseph y Janice Clark fueron bendecidos con dos hijos, Jacob y Andrew. Hace cinco años, Joseph enfermó súbitamente y, hospitalizado, quedó paralizado del cuello para abajo. Estando en el hospital, acostado, muchas veces acunaba a sus hijos en los brazos y siempre sonreía, aunque no podía hablar. A los ojos del mundo, la suya fue una enfermedad catastrófica; sin embargo, el, la angelical esposa y los dos hijos, con el apoyo de los padres y familiares, la enfrentaron valientemente durante cinco años. Por confiar en Dios en cuanto a lo que les sucedía, como Job, no atribuyeron “a Dios despropósito alguno” (Job 1:22).
En medio de todos sus problemas graves e incesantes, muchos observamos a Janice y Joseph poniendo en practica las palabras del rey Benjamín con su disposición a “someterse a cuanto el Señor” les impusiera (Mosíah 3:19). El animoso Joseph falleció hace poco. Al día siguiente, el perceptivo Jacob, de nueve años, que había sentido el efecto de la naturaleza generosa y amante de su padre, le dijo a la mama: “¡Estoy seguro de que papa ya tiene un montón de amigos en el cielo!” Pocos días después, Andrew, de siete años, que se había esforzado mucho con una tarea escolar en la computadora, le dijo a su madre: “Pensé en papa, y el me ayudó”.
Una niña brasileña de cuatro años, Mayara Fernanda Dos Santos, que sufría de leucemia y tenía que estar con oxígeno, recibió recientemente una bendición que le dimos el elder Claudio Costa y yo en Curitiba, Brasil. Después de la bendición, son riendo la comprensiva Mayara le secó unas lágrimas que corrían por las mejillas de su madre. Con una sabiduría natural superior a sus años, ella sabe cómo “consolar a los que necesitan de consuelo” (Mosiah 18:9), entre ellos sus preciados padres, que anhelan servir al Señor.
El elder Craig Zwick y yo compartimos un momento especial en Fortaleza, Brasil, donde tuvimos el privilegio de bendecir a un niñito especial de siete años, que estaba a punto de morir de leucemia. Su nombre, Jared Ammón, dice bastante sobre sus padres y su familia. Nos acompañaban los atentos presidentes de la misión y de la estaca, y apenas había lugar en el diminuto cuarto para que los cuatro rodeáramos la cama, mientras su fiel hermanita de catorce años lo sostenía en los brazos; tenía el abdomen sumamente hinchado. Cuando el presidente de la estaca le levantó la máscara de oxígeno para preguntarle si quería una bendición, Jared contestó: “Sí, por favor”. Fue un privilegio bendecirlo y llamarlo al servicio del otro lado del velo; nos corrían las lágrimas, porque se sentía muy fuerte el Espíritu. Al levantar otra vez la máscara para preguntarle si deseaba que hiciéramos algo mas por el, humildemente nos pidió que le cantáramos “Soy un hijo de Dios” (Himnos, núm. 196). Sollozando, accedimos a ese ultimo deseo del manso niño, y dos horas mas tarde Jared Ammón partió de esta vida.
Al día siguiente, antes de tomar el avión, fuimos al velatorio en la capilla, donde se hallaban sus extraordinarios padres, llenos de fe, tranquilos y dispuestos reverentemente “a someterse” (Mosiah 3:19); SU hermanita que lo había tenido en los brazos piensa ser misionera de este lado del velo mientras Jared lo es del otro lado.
Mis hermanos, no es de sorprender que el consejo divino sea de que nos volvamos “como un niño” (Mosiah 3:19); esa santidad nos sostendrá al atravesar nuestro propio Sinaí, incluso en los momentos en que debamos recordar esta admonición: “Estad quietos, y conoced que yo soy Dios” (Salmos 46:10). La quietud sumisa es necesaria, porque el proceso de la consagración no puede explicarse. Sólo “después de la prueba de [nuestra] fe” (Eter 12:6) es que recibimos la plenitud del testimonio, y muchas veces “un niño [nos] pastoreará” (Isaías 11:6).
Gustosamente testifico de la verdad de esta obra y de la naturaleza maravillosa de ella, mientras nos guía tan sabiamente el presidente Hinckley. En el nombre de Jesucristo. Amen.