El Ejemplo Del Maestro
“Al aprender de El, al creerle y al seguirle, desarrollamos la capacidad de llegar a ser como El es.”
Durante el último ministerio del Señor en Judea, “un interprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo que cosa heredaré la vida eterna?
“El le dijo: ¿Que esta escrito en la ley? ¿Cómo lees?
“Aquel respondiendo, dijo: Amaras al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
“Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
“Pero el, queriendo justificarse a si mismo, dijo a Jesús: ¿Y quien es mi prójimo?
“Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
“Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo.
“Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo.
“Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de el, y viéndole, fue movido a misericordia;
“y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de el.
“Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de mas, yo te lo pagaré cuando regrese.
“¿Quien, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
“El dijo: El que usó de misericordia con el. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tu lo mismo”’.1
Las épocas cambian, los años van pasando y las circunstancias varían, pero el consejo del Maestro al abogado se aplica a todos nosotros de la misma manera que si oyéramos Su voz hablándonos directamente en esta mañana de Pascua.
¿Cómo podríamos cumplir hoy con la primera parte del divino mandamiento de amar al Señor nuestro Dios?
El Señor dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ese es el que me ama” (2); “Ven, sígueme” (3); “Yo os he dado el ejemplo” (4); “Yo soy la luz que debéis sostener en alto: aquello que me habéis visto hacer” (5). ¿Y que hizo El?
Nacido en un establo, con un pesebre por cuna, dio cumplimiento a las antiguas profecías. Los pastores se acercaron para adorarle; los magos del Oriente le llevaron preciosos regalos; y así amaneció el meridiano de los tiempos.
Con el nacimiento del niño en Belén, emergía una magna investidura, un poder mas grande que el de las armas, una riqueza mas perdurable que las monedas del Cesar. Ese niño habría de ser el Rey de reyes y el Señor de señores, el Mesías prometido: Jesucristo, el Hijo de Dios.
Las Santas Escrituras nos indican que “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (6); fue bautizado por Juan (7); y “anduvo haciendo bienes” (8). En Nain levantó de los muertos al hijo de la viuda y se lo entregó a ella (9); en Betesda tuvo compasión del hombre enfermo que no tenía esperanza alguna de llegar hasta el estanque de la promesa; el Señor extendió su mano, lo levantó y lo sanó de su enfermedad (10).
Después vino el huerto de Getsemaní con su terrible angustia. Allí llevó a cabo la grandiosa Expiación al tomar sobre si los pecados de todos. El hizo en nuestro favor lo que nosotros mismos no podíamos hacer.
Mas tarde, llegó el momento de la cruel cruz del Gó1gota. En sus horas finales como ser mortal, dio consuelo al malhechor, diciendo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (11). Recordó a Su madre en aquella elocuente expresión de amor personificado:
“Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien el amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.
“Después dijo al discípulo: he ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa” (12).
¡Y murió! El Redentor murió.
Dos preguntas, formuladas durante Su ministerio, resuenan con estruendo en nuestros oídos: “¿Que pensáis del Cristo?” (13) y “¿Que, pues [haremos] de Jesús?” (14). Quisiera hacer tres sugerencias:
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Aprendamos de El. “… Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón” dijo; “y hallaréis descanso para vuestras almas” (15).
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Creamos en El. El autor de los proverbios nos instó, diciendo:16
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Sigámosle. El le dio significado a la palabra compasión; nos mostró el camino y marcó la senda que debemos seguir. Su vida se caracterizó por el servicio abnegado.
Al aprender de El, al creerle y al seguirle, desarrollamos la capacidad de llegar a ser como El es. Puede que el rostro cambie, que el corazón se ablande, que el paso se haga mas rápido y que la perspectiva mejore; así la vida se transforma en lo que debe ser. Hay veces que el cambio es imperceptible, pero tiene lugar.
Todo el ministerio del Señor fue un ejemplo de amor al prójimo, la segunda parte de la lección enseñada al inquisitivo interprete de la ley, a la cual se le conoce como “la ley real” (17).
El ciego a quien devolvió la vista, la hija de Jairo a quien levantó de los muertos y los leprosos a quienes sanó, todos ellos eran prójimos de Jesús; también lo fue la mujer junto al pozo de agua. El, el varón perfecto, extendió Su mano a aquella que había confesado ser pecadora; ella era el viajero; El era el buen samaritano. Y estos son sólo algunos de los muchos ejemplos de Su bondad.
¿Que podemos decir sobre nosotros? ¿Espera nuestro prójimo que le demos nuestro amor, nuestra bondad y nuestra ayuda?
Hace unos años leí un relato periodístico sobre un vuelo de las Aerolíneas Alaska entre las ciudades de Anchorage, Alaska, y Seattle, estado de Washington, en el cual iban ciento cincuenta pasajeros. El avión tuvo que desviarse hasta un lugar remoto para recoger a un niño gravemente accidentado. Elton Williams, un niñito de dos años, se había perforado una arteria del brazo al caer sobre un trozo de vidrio mientras jugaba cerca de su casa, en Yakutat, unos 725 kilómetros al sur de Anchorage; el personal de emergencia del lugar había pedido a la aerolinea que lo recogiera, y, por eso, el vuelo entre Anchorage y Seattle se desvió a Yakutat.
Los paramédicos indicaron que el pequeño sangraba profusamente y que tal vez no llegaría con vida a Seattle, así que el avión se dirigió a Juneau, a unos 320 kilómetros, que era la ciudad mas próxima que tenía un hospital. Después, el vuelo continuó con sus pasajeros, los cuales iban a llegar a Seattle con dos horas de retraso y perder sus respectivas conexiones; pero nadie se quejó; mas aun, entre todos hicieron una colecta para el niño y su familia.
Poco después, cuando el avión se aprestaba a aterrizar en Seattle, los pasajeros celebraron efusivamente cuando el piloto anunció que había recibido un mensaje por radio de que el niño había llegado a tiempo al hospital y que se recuperaría. Es evidente que esas personas sentían amor por su prójimo.
Una vez se le preguntó a un hombre: “¿Quien es su vecino de al lado?”
“No se cómo se llama”, respondió, “¡pero los niños corren por mi césped y el perro no me deja dormir por las noches!”
Otro hombre, con una actitud diferente, escribió en su diario una noche: “Hasta ayer creía que la casa de enfrente estaba desocupada; pero al notar un crespón negro en la puerta, me di cuenta de que alguien había estado viviendo allí”.
Un poeta puso en forma de verso el pesar de oportunidades desperdiciadas para siempre:
A la vuelta de la esquina un amigo tengo yo,
en la ciudad en que vivo, de tan grande extensión;
pero un día. y otro pasan, y las
semanas también,
y de pronto me doy cuenta de que un año ya se fue.
No he ido a ver a mi amigo, tan bueno y tan fiel,
pues esta vida es carrera vertiginosa y cruel.
Mas el sabe que lo quiero igual que ayer,
cuando yo iba a su casa y a la mía venia el.
Entonces éramos jóvenes y teníamos mucho tiempo,
ahora que soy un hombre no me detengo un momento.
Cansado estoy ya de este juego sin sentido;
cansado del esfuerzo por alcanzar el prestigio.
“Mañana”, digo, “mañana a mi amigo iré a ver,
solo para demostrarle que sigo pensando en él”.
Pero un mañana viene y otro mañana se va,
y la distancia entre ambos aumenta cada vez mas.
A la vuelta de la esquina. . (parece tan lejos ser!
De pronto, alguien me avisa: “Murió tu amigo José”.
Esta tristeza tan grande me la tengo merecida:
Que mi amigo ya no esta a la vuelta de la esquina (18).
Hace muchos años me conmovió una historia que ilustraba el amor al prójimo entre un niño de nombre Paul y una operadora de teléfono a quien el nunca había conocido. Esos eran los días que muchos recordaremos con nostalgia, pero que la nueva generación jamas vivirá.
Paul relató la siguiente historia:
“Cuando yo era apenas un niño, habían instalado en mi casa uno de los primeros teléfonos del vecindario. Recuerdo que el brillante auricular colgaba del costado de la caja. Yo era muy pequeño para alcanzar el teléfono, pero me fascinaba oír a mi mama hablar por el. Un día descubrí que dentro de ese maravilloso aparato vivía una encantadora persona que se llamaba ‘Numero por favor’; no había nada que ella no supiera;
‘Numero por favor’ sabia todos los numeros de teléfono y también la hora exacta.
“Descubrí que si me paraba sobre un banco podía alcanzar el teléfono, así que llamaba a ‘Numero por favor’ para muchas cosas. Un día le pedí que me ayudara con las tareas de geografía, y ella me dijo dónde se encontraba Filadelfia; me ayudó también con la aritmética.
Recuerdo bien el día en que murió Petey, nuestro canario, y llame a ‘Numero por favor’ para contarle lo que había sucedido; ella me escuchó y después me dijo esas cosas que dicen los adultos para consolar a un niño. Pero yo estaba inconsolable. ¿Por que han de cantar tan bonito los pájaros, llevando alegría a la familia con la que viven, para terminar convertidos en un montón de plumas, con las patitas para arriba, en el fondo de la jaula?, le pregunte.
“Ella debe de haber percibido mi profundo pesar, porque me dijo con una voz muy suave: Paul, siempre recuerda que hay otros mundos en donde cantar. Y eso me hizo sentir mejor.
“Todo esto sucedió en una pequeña comunidad, cerca de Seattle. Mas adelante nos mudamos a Boston, que esta en el otro extremo del país, y realmente eche mucho de menos a mi amiga. ‘Numero por favor’ había quedado en aquella vieja caja de madera en la otra casa y, no se por que, nunca se me ocurrió llamarla. Los recuerdos de aquellas conversaciones de la infancia jamas se apartaron de mi y, muchas veces, en momentos de duda y perplejidad, volvía a sentir la apacible seguridad que aquellas conversaciones me habían inspirado. Había llegado a apreciar cuan paciente, comprensiva y bondadosa era aquella persona al haber dedicado su tiempo a un niño.
“Años después, cuando fui a la universidad, el avión hizo escala en Seattle,” continua relatando Paul. “Llame a ‘Numero por favor’ y, después de darme a conocer, la pregunte si tenía ella una idea de lo importante que había sido para mi en aquellos años.
“Me pregunto, me respondió, si tu tienes idea de lo que significaron para mi tus llamadas. Nunca tuve hijos, así que aguardaba ansiosa nuestras conversaciones. Le dije cuan a menudo había pensado en ella a lo largo de los años y le pregunte si le parecía bien que la llamara cada vez que pasara por allí.
“Claro que si, me contestó. No tienes mas que pedir para hablar con Sally.
“Apenas tres meses mas tarde estuve otra vez de paso por Seattle. Llame, pero respondió una voz diferente, así que pedí para hablar con Sally. ¿Es usted amigo de ella?, me preguntó la mujer. Si, un viejo amigo, le conteste.
“Siento mucho tener que decirle que Sally estuvo bastante enferma y falleció hace cinco semanas. Pero después, antes de que colgara, me dijo: ¡Aguarde! ¿dijo que se llama Paul? Le respondí que si.
“Sally dejó un mensaje para usted. Aquí esta; se lo leo: Dígale que todavía creo que hay otros mundos en donde cantar. El sabrá a que me refiero.
“Le agradecí y colgué. Sabia muy bien a que se refería Sally”.
Sally, la operadora de teléfonos, y Paul, el niñoCel hombreCfueron realmente buenos samaritanos el uno para el otro.
Por cierto que hay otros mundos en donde cantar. Nuestro Señor y Redentor nos dio a conocer la realidad de esta verdad. A la acongojada Marta consoló, diciéndole:
“… Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mi, aunque este muerto, vivirá.
“Y todo aquel que vive y cree en mi, no morirá eternamente” (19).
Si realmente buscamos a nuestro Señor y Salvador, por cierto que le hallaremos. Tal vez El se nos presente como un desconocido, sin nombre, así como a la orilla del mar se les presentó a aquellos hombres que no lo conocieron. A nosotros, nos dirige las mismas palabras: “Sígueme tu” (20), y nos pide que llevemos a cabo la tarea que El tiene que cumplir en nuestros días. El manda, y a aquellos que lo obedezcan, ya sean personas instruidas o no, se revelara en las penurias, los conflictos y los sufrimientos que pasaran por ser Sus discípulos; y por propia experiencia sabrán quien es El.
En este domingo de Pascua, recordamos a seres queridos que ya no están entre nosotros. Los atesorados recuerdos de días felices, seguidos por noches de soledad, largos años y pensamientos meditabundos, vuelven nuestro corazón a Aquel que prometió:
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (21).
“En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.
“… para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (22).
Aquel que nos dijo que amáramos al Señor nuestro Dios de todo corazón, con toda el alma, con todas nuestras fuerzas y con toda la mente, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos, es un Maestro de la verdad, pero es mas que un maestro; El es el Ejemplo de una vida perfecta, pero es mas que un ejemplo; El es el Gran Médico, pero es mas que un médico. Es literalmente el Redentor del mundo, el Hijo de Dios, el Príncipe de Paz, el Santo de Israel, el mismo Señor resucitado, el que dijo:
“He aquí, yo soy Jesucristo, de quien los profetas testificaron que vendría al mundo.
“… soy la luz y la vida del mundo” (23).
“Soy el primero y el ultimo; soy el que vive, soy el que fue muerto; soy vuestro abogado ante el Padre” (24).
Esta mañana de Pascua, en calidad de testigo Suyo que soy, les testifico que El vive y que por medio de El, nosotros también viviremos. En el nombre de Jesucristo. Amen.