José, El Hombre Y El Profeta1
“El profeta José no tuvo buenos ejemplos en que basarse para aprender a ser Profeta … Aprendió de mensajeros celestiales y de la cosecha de sus dones espirituales especiales.”
En este hermoso domingo, día de la Pascua de Resurrección, he decidido hablar sobre el profeta José Smith y hacer hincapié en algunos aspectos de su vida que son menos conocidos y que reafirman su llamamiento profético.
Durante mis estudios universitarios en la Universidad Brigham Young, me familiarice con la Historia de la Iglesia, una compilación editada de los escritos de José Smith y de otras personas. Luego de graduarme en la facultad de derecho, lleve a cabo una lectura exhaustiva de los siete tomos; también hice investigaciones personales en los registros originales que se encuentran en el estado de Illinois, donde vivió el Profeta los últimos cinco años de su vida.
El hombre que llegue a conocer de esa forma no era el mismo que yo había imaginado. De niño, siendo miembro activo de la Iglesia, me lo imagine como un hombre de edad, serio y reservado; pero el José Smith que conocí por medio de mis lecturas e investigaciones personales era un hombre de las regiones en proceso de colonización: joven, emotivo, dinámico, y tan amado y accesible para su gente que muchos lo llamaban “hermano José”. Mis estudios fortalecieron mi testimonio de su llamamiento profético. ¡Que hombre tan extraordinario! Al mismo tiempo, pude ver que era un ser mortal como otros, y, por lo tanto, sujeto al pecado y al error, al dolor y a la aflicción.
Lo que mas sobresale en todo el ministerio del profeta José es su juventud, su poca educación académica y su increíble capacidad para adquirir conocimiento y madurez. Tenía catorce años cuando tuvo la Primera Visión y diecisiete en la ocasión de la primera visita del ángel Moroni; tenía veintiún años cuando recibió las planchas de oro y sólo veintitrés cuando terminó la traducción del Libro de Mormón (en menos de sesenta días de trabajo). Recibió mas de la mitad de las revelaciones de nuestro libro Doctrina y Convenios cuando tenía veinticinco años o menos; tenía veintiséis cuando se organizó la Primera Presidencia y treinta cuando se dedicó el Templo de Kirtland. Tenía poco mas de treinta y tres años cuando escapó de la cárcel de Misuri y reasumió el liderazgo de los santos que se reunían en Nauvoo. Fue asesinado seis meses después de cumplir los treinta y ocho años.
José Smith sufrió mas aflicciones que la mayoría de la gente. Cuando tenía unos siete años fue sometido a una operación sumamente dolorosa: le sacaron pedazos del hueso de una pierna sin anestesia, y, como consecuencia, se vio forzado a usar muletas la mayor parte de los siguientes tres años. Debido a la pobreza de su familia, recibió escasa instrucción escolar y se vio obligado a trabajar largas horas con el fin de ayudar a proveer comida para la familia. Los tres primeros hijos que tuvo con su amada Emma murieron al nacer; mas tarde tuvieron otro que también murió al nacer y, además, perdieron uno en los primeros años de la infancia; sólo cuatro de los nueve hijos que tuvieron pasaron de la niñez. También adoptaron a unos gemelos, uno de los cuales murió prematuramente .
En muchas oportunidades se atacó físicamente a José Smith. A menudo se le acosó con falsas acusaciones. En forma casi continua estaba al borde de la ruina económica. En medio de sus esfuerzos por cumplir la enorme responsabilidad de su sagrado llamamiento, debió trabajar como granjero y mercader para proveer las cosas necesarias para su familia, y lo hizo sin poder contar con los maravillosos dones espirituales que lo sostenían en su llamamiento profético. El Señor le había advertido que “para los trabajos temporales no tendrás fuerza, porque este no es tu llamamiento” (D. y C. 24:9).
Hablando de los años de adolescencia que siguieron a la Primera Visión, José Smith escribió:
“… frecuentemente cometía muchas imprudencias y manifestaba las debilidades de la juventud y las flaquezas de la naturaleza humana, lo cual, me da pena decirlo, me condujo a diversas tentaciones, ofensivas a la vista de Dios”. Pero se da prisa en agregar que su comportamiento no incluyó “pecados graves o malos” dado que “jamas hubo en mi naturaleza la disposición para hacer tal cosa” (José Smith Historia 1:28).
Su ingenuidad con respecto a sus deficiencias se hace evidente en el hecho de que una de las primeras revelaciones que registró por escrito y publicó al mundo tenía que ver con una abrumadora reprimenda que recibió del Señor. Las primeras ciento dieciséis páginas del manuscrito de la traducción del Libro de Mormón se habían perdido porque el, que a la fecha tenía veintidós años, había cedido a los ruegos de Martin Harris y se las había prestado.
“Y he aquí”, declaró el Señor, “con cuanta frecuencia has transgredido los mandamientos y las leyes de Dios, y has seguido las persuasiones de los hombres” (D. y C. 3:6).
El Señor le dijo que se arrepintiera o seria relevado de su llamamiento de Profeta. En cuatro revelaciones que se recibieron mas tarde, también publicadas por el, en una se le mandaba: “… que te arrepientas y camines mas rectamente” (D. y C. 5:21); en otras dos se menciona que “ha pecado” (D. y C. 64:7; véase también D. y C. 90:1) y en otra se le reprende por no guardar los mandamientos (véase D. y C. 93:47).
El profeta José no tuvo buenos ejemplos en que basarse para aprender a ser Profeta y líder del pueblo del Señor. Aprendió de mensajeros celestiales y de la cosecha de sus dones espirituales especiales. Se vio obligado a confiar en amigos que tampoco tenían ejemplos que emular; juntos lucharon y aprendieron, y el progreso del Profeta fue extremadamente rápido.
Cuando José Smith amonestó a los santos en cuanto a sus imperfecciones, no se enalteció diciendo que era mejor que ellos, y por eso lo amaron mas. A un grupo de santos que acababan de llegar a Nauvoo les advirtió sobre la tendencia a sentirse descontentos si no se hacían las cosas con toda perfección.
“… Les dije que yo no era sino hombre, y no debían … esperar que yo fuese perfecto; si exigían la perfección de mi, yo la exigiría en ellos; pero si soportaban mis debilidades y las debilidades de los hermanos, en igual manera yo soportaría sus debilidades” (Enseñanzas del Profeta José’ Smith, pág. 328).
José Smith tenía un “jovial temperamento natural” (J.S. Historia 1:28) y le encantaba estar en la compañía de sus amigos. “Jugaba con la gente”, recordaba una conocida, “y siempre andaba de buen humor y feliz” (Rachel Ridgeway Grant, “Joseph Smith, The Prophet”, Young Woman’s Journal 16, diciembre de 1905, pág. 551). Amaba a los niños pequeños y a menudo jugaba con ellos en una forma que resultaba chocante para algunos que estaban acostumbrados a una sobriedad exagerada en otros ministros religiosos. Esas cualidades cálidas y humanas fueron la razón de que algunos negaran el papel profético de José Smith; pero para otros, fueron motivo del gran amor que le tenían. Nuestros registros cuentan con numerosos tributos de amor, como el de otra conocida que dijo: “El amor que tenían los santos por el era inexpresable” (Mary Alice Cannon Lambert, Young Woman’sJoumal, 16:554).
A pesar de su estilo familiar y amigable, el profeta José Smith se había impuesto la resolución de cumplir con su deber. Durante una reunión en la que se consideró disciplinar a un hombre que había rechazado el consejo de la Primera Presidencia y de los Doce, el declaró:
“Los santos no deben pensar que porque soy amigo de ellos, y porque juego y soy alegre, ignoro lo que pasa a mi alrededor. No se puede aceptar ninguna clase de iniquidad en la Iglesia y no se aceptara donde yo este; porque tengo la determinación de que mientras guíe la Iglesia, la guiaré bien” (History of the Church, 5:411).
En otra oportunidad escribió: “Soy amante de la causa de Cristo y de la castidad virtuosa, y del curso recto y constante de conducta, y de un andar en santidad; desprecio al hipócrita o al que rompe los convenios” (Dean C. Jessee, ed., The Personal Writings of Joseph Smith, Salt Lake City: Deseret Book Co., 1984, pág. 246).
Toda su vida José Smith vivió en tierras de colonización, donde los hombres tenían que ejercer la fuerza bruta contra la naturaleza y a veces unos contra otros. Era un hombre alto, fuerte y físicamente activo. Le deleitaban los deportes competitivos, entre los que estaba el de ‘tirar de la vara’, una prueba de fortaleza física (véase History of the Church, 5:302). Nuestros archivos contienen muchos recuerdos de cuando jugaba a la lucha libre con sus amigos y conocidos. Un domingo el y Brigham Young predicaron a los santos de Ramus, estado de Illinois, a una distancia de un día cabalgando desde Nauvoo. El lunes, antes de salir de Ramus, el Profeta midió sus fuerzas como luchador con un hombre que alguien describió como “el matón de Ramus” (véase “Joseph Smith Journal”, 13 de marzo de 1843, registrado por Willard Richards, Joseph Smith Collection, Archivos de la Iglesia). José Smith ganó la lucha. A mi me agrada saber que el horario de nuestras conferencias actuales no permite a los miembros medirse así con las Autoridades Generales que los visitan.
Como la mayoría de los lideres de esas regiones, José Smith tampoco se achicaba ante las confrontaciones físicas y tenía la valentía de un león. Una vez fue secuestrado por dos individuos que le pusieron en la cabeza las pistolas amartilladas y en repetidas ocasiones le amenazaron disparar si movía un músculo. El Profeta aguantó esas amenazas por un tiempo y luego les desafió, diciendo: “iDisparen! He soportado tanta persecución y opresión que ya no me importa la vida. Por que no disparan y terminan de una vez, en vez de hablar tanto?” (en Joumal of Discourses, 2:167; véase también History of the Church, 5:440).
El profeta José Smith experimentó severa oposición y persecución durante su vida entera, pero en medio de todo ello, se mantuvo firme en su divino llamamiento.
Brigham Young, por su parte, dijo: “No creo que haya nadie en la tierra que lo conociera [a José Smith] mejor que yo. Y me atrevo a decir que, con la excepción de Jesucristo, no ha vivido ni vive en esta tierra un hombre mejor que el” (citados por el presidente Gordon B. Hinckley en “La sombra prolongada de la mano de Dios”, Liahona, julio de 1987, pág. 54).
Como otros fieles miembros de la Iglesia, yo he basado mi vida sobre el testimonio y la misión del profeta José Smith. En todas mis lecturas e investigaciones originales, nada me ha disuadido jamas del testimonio que tengo de su llamamiento profético y de la restauración del evangelio y del sacerdocio que el Señor inicio por intermedio de el. Solemnemente respaldo el testimonio que expreso José Smith en su famosa carta a Wentworth, en 1842:
“El estandarte de la verdad se ha levantado. Ninguna mano impía puede detener el progreso de la obra. Podrá rugir la persecución, combinarse los populachos, reunirse los ejércitos y difamar la calumnia, pero la verdad de Dios continuara su avance valiente, noble e independiente, hasta que haya penetrado todo continente, ido a toda región, abarcado toda nación y resonado en todo oído; hasta que se hayan cumplido los propósitos de Dios y el gran Jehová declare que la obra se ha llevado a cabo” (History of the Church, 4:540; véase también Times and Seasons, lg de marzo de 1842, pág. 709; Encyclopedia of Mormonism, ed. por Daniel H. Ludlow, 5 vol., 1992, 4:1754) .
En el nombre de Jesucristo. Amén.