“No Tendrás Dioses Ajenos Delante De Mi”
“Los mandamientos de Dios sirven de guía para saber que tiene prioridad. El respeto que tengamos al primer mandamiento amoldará nuestros sentimientos con respecto a todos los demás.”
Al mirar hacia esta congregación, siento el peso de la responsabilidad que se me ha confiado. De la misma forma, al mirar ustedes hacia las Autoridades Generales y los oficiales de la Iglesia, también tienen una responsabilidad. En realidad, todos tenemos el deber de poner en practica las verdades que se enseñen.
Al estar enfrente de ustedes, recuerdo mi servicio militar hace ya mucho tiempo cuando a nuestro pelotón el sargento le gritaba: “¡Atención!”, “¡a la derecha!”, “¡a la izquierda!”, “¡media vuelta!” Aprendimos a obedecer esas órdenes con instantánea precisión. Al pensar en aquello, no recuerdo haber oído nunca la orden de “mirar hacia arriba”. Sin embargo, las Escrituras nos dicen “[acude] a Dios para que vivas” (1).
El tema que trataré en esta ocasión tiene que ver con el primero de los Diez Mandamientos del Señor: “No tendrás dioses ajenos delante de mi” (2). Tal vez este mandamiento sea mas conocido que obedecido. Quisiera sugerirles lo que a mi me ha resultado útil al poner a prueba mi lealtad para con este mandamiento. Cuando debo tomar una decisión difícil, me pregunto: “¿Hacia dónde estoy dirigiendo la mirada?”
La Vida Sin Dirigir La Mirada Hacia Dios
Es triste, pero hay muchas personas que no saben dónde buscar a Dios y lo excluyen de su vida. Al surgirles una necesidad espiritual, tal vez dirijan la mirada a la izquierda, a la derecha o alrededor de ellos; pero el acudir a otras personas que se hallen en el mismo nivel no satisfará las necesidades espirituales. Cuando el espíritu inmortal pasa hambre, ese hambre no se sacia así como así, sino que pide algo mas que lo satisfaga. Aunque se obtenga la riqueza, hay un doloroso vacío, ello es, si al vivir bien no le acompaña el vivir como corresponde. La paz interior no se encuentra en la opulencia que marcha al paso con la indigencia espiritual.
La Invitación De Venir Al Señor
Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días invitan a todas las personas a venir a Cristo y disfrutar del banquete espiritual que brinda Su evangelio. Los santos saborean un grato alimento espiritual que los sostiene a lo largo de la vida, y ese sustento lo reciben porque han hecho convenio de tomar sobre si el nombre del Señor y de esforzarse por obedecer Sus preceptos. Se recibe fortaleza cuando se reconoce y se siente agradecimiento por las dádivas del Señor de la inmortalidad y de la oportunidad de alcanzar la vida eterna.
Ciudadanos Leales
Esas dádivas están al alcance de todos. Ciudadanos de muchos países son miembros de la Iglesia. Sea cual fuere su bandera o su tipo de gobierno, descubren que la lealtad al Señor no les impide ser ciudadanos leales de sus naciones. La fidelidad a Dios le hace a uno cultivar una lealtad mas profunda a su patria y ser mejor ciudadano.
Además de su ciudadanía nacional, los miembros de la Iglesia también son ciudadanos del Reino de Dios (3). Sin embargo, la dedicación de ellos a este varía. La gran mayoría busca “primeramente edificar el reino de Dios, y establecer su justicia” (4). Algunos dejan que su lealtad a Dios y Su reino pase a segundo plano ante otros intereses de su vida: es que aun no han decidido hacia dónde dirigir la Mirada (5).
Representantes Del Señor
Advertí cierta confusión en los pensamientos de un periodista que le preguntó a unos de nuestros lideres cuando un representante de tal o cual país llegaría a ser Autoridad General. Mientras se le contestaba la pregunta, pensé en nuestras amadas Autoridades Generales que han nacido en países de Asia, de Europa, de Norte, Centro y Sudamérica, y de las islas del mar. Si bien esos hermanos provienen de muchas naciones y hablan diversos idiomas, ni uno solo de ellos ha sido llamado a representar a su país natal. Los quórumes presidentes de la Iglesia no son asambleas representativas . Cada uno de los lideres ha sido llamado para dirigir a la gente como representante del Señor y no como representante de la gente.
Las Autoridades Generales son “llama[das] por Dios, por profecía y la imposición de manos, por aquellos que tienen la autoridad “6 . Son llamadas a ser “testigos especiales” (7) en todo el mundo, a enseñar y testificar del Señor Jesucristo (8).
La Obediencia A Los Mandamientos Del Señor
No importa dónde vivamos ni que cargo ocupemos, todos debemos determinar hacia dónde dirigir la mirada. Los mandamientos de Dios sirven de guía para saber que tiene prioridad. El respeto que tengamos al primer mandamiento amoldará nuestros sentimientos con respecto a todos los demás. Consideremos el mandamiento de santificar el día de reposo, por ejemplo (9). Vivimos en una época en la que muchas gentes de todo el mundo han trasladado su lealtad al día de reposo, de los lugares de adoración a Dios, a lugares de diversión. De nuevo pregunto: “)Hacia dónde estamos dirigiendo la mirada?” (10)
Las Escrituras nos alientan a hacer lo correcto: “Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad …
“Entonces te deleitaras en Jehová” (11).
La propia estimación también se robustece mediante la obediencia a los mandamientos de Dios con respecto a la castidad (12). Sin embargo, en nuestra época, esos mandamientos se han atacado y se les ha restado importancia. La virtud de la autodisciplina con el debido “freno de los apetitos de la carne se ha descrito popularmente como malsana y se ha indicado que deshumaniza”. La verdad es que lo que “deshumaniza es el definirnos a nosotros mismos sólo por nuestros apetitos” (13). Todo ser humano es hijo de DiosC creado a Su imagenCcon apetitos naturales que debe dominar.
Si quebrantamos el primer mandamiento de Dios, no podemos eludir el justo castigo. Si ponemos cualquier otra persona o motivo antes que nuestra lealtad a El, cosecharemos amargura. Pablo previó la “perdición” de aquellos “cuyo dios es el vientre” (14). (Yo incluiría toda clase de afectos anatómicos.) Los que escojan dar “culto a las criaturas antes que al Creador” (15) se privan de la recompensa espiritual.
Por eso, evaluemos de continuo y honradamente a que damos prioridad desde el punto de vista de ese primer mandamiento. Si es preciso cambiar la dirección, tendremos que darnos la orden de dar “(media vuelta!” El hacerlo agradaría al Señor, que ha dicho: “Convertíos, y volveos de vuestros ídolos, y apartad vuestro rostro de todas vuestras abominaciones” (16),
Los árboles buscan la luz y, al hacerlo, crecen. Lo mismo nos ocurre a nosotros, que somos hijos e hijas de Padres Celestiales. El mirar hacia arriba nos proporciona una perspectiva mucho mas elevada que el mirar hacia la derecha o hacia la izquierda. El mirar hacia arriba en busca de la santidad nos brinda fortaleza y dignidad como discípulos de Dios (17).
El Mirar Hacia Nuestra Familia
El mirar hacia arriba es decisivo para ser buenos padres. La familia merece la guía que proviene del cielo. Los padres no pueden aconsejar adecuadamente a sus hijos basándose sólo en su experiencia, temor o entendimiento personales (18). Pero si los padres miraran a sus hijos como lo haría el Creador que les dio la existencia, serían dotados de una sabiduría que excedería en gran forma la suya propia. Las madres y los padres sabios enseñarán a sus hijos a escoger lo que han de hacer basándose en la ley divina (19). Les enseñarán que “esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios” (20). Les enseñarán que las decisiones de índole moral y espiritual que tomen no pueden basarse en la libertad de escoger sin responder por ellas ante Dios (21). Con ese entendimiento, padres e hijos serán galardonados con fortaleza de carácter, paz interior, alegría y regocijo en su posteridad (22).
El Mirar Hacia Nuestros Semejantes
Del mismo modo, se realzaran nuestras relaciones con vecinos, amigos y conocidos al acercarnos a ellos con “el amor puro de Cristo” (23). El deseo de imitar al Señor brinda una poderosa motivación para hacer el bien. Nuestro anhelo de compasión nos hará actuar de acuerdo con la Regla de Oro (24). Si así lo hacemos, hallaremos regocijo al dar de comer al pobre, al cubrir al desnudo y al prestar valioso servicio voluntario.
El servicio a los semejantes adquiere un nuevo relieve si primero miramos hacia Dios. En la Iglesia, si los lideres del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares miran hacia sus congregaciones, quórumes y clases como lo haría el Señor, aprenderán que no importa donde sirvan, sino como. Los cargos de la Iglesia no ensalzan a nadie, pero la fidelidad si lo hace. Por otra parte, el aspirar a un cargo notorioCel esforzarse por llegar a ser amo o maestro en lugar de siervoC destruirá el espíritu del trabajador y de la obra.
De vez en cuando, se produce confusión con respecto a siervos y amos o maestros. La Biblia nos informa que unos hombres “habían disputado entre si, quien había de ser el mayor” entre ellos. Y Jesús les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos” (25).
¿Pedía Jesús a Sus discípulos que prestaran atención a las demandas fortuitas de la gente o que sirvieran a la mesa de cualquiera que se lo pidiese? (26) ¡No! El les pedía que sirviesen según la manera de El. Los demas no habían de ser amos o maestros de Sus discípulos. El Señor es su Maestro.
Al prestar servicio a los demas, ¿hacia dónde debemos mirar? De la derecha o de la izquierda no podemos mas que empujar o tirar. Solo podremos levantar desde un plano mas alto. Para llegar a el, no miremos hacia los lados; miremos hacia nuestro Maestro. Así como debemos mirar hacia Dios para vivir bien, de la misma forma debemos mirar hacia Dios para servir bien.
La Actitud De Los Discípulos Eficaces
Si se nos llama a cargos de liderazgo, tendremos que responder a nuestro Salvador por los actos que efectuemos en ese oficio. Esos actos los moldean las actitudes, y las actitudes se elevan cuando inclinamos la cabeza en humilde oración. Así lo dice la letra del himno “A ti, Señor”:
Oh alza ya, alma, tu faz;
la aflicción deja atrás;
deja las sendas del error;
recibe ya a tu Señor.
Al renacer por tu bondad,
y al luchar con la maldad,
tu protección dame, Señor;
concédeme tu gran amor (27).
La oración nos ayuda a hacer frente a las pruebas de la vida. La oración centra nuestras actitudes con exactitud y, así, no deambulamos hacia la derecha ni hacia la izquierda por un terreno minado con las trampas de la tentación. Los discípulos no juegan con el peligro a la orilla de un precipicio. Los alpinistasexperimentados no se apoyan en los riscos o bordes peligrosos sino que se amarran con cuerdas y con otros medios de protección a aquellos en los que confían. Lo mismo se aplica a nosotros. Cuando escalemos las montañosas pruebas de la vida, apoyémonos en nuestro Maestro y sujetémonos a El, aferrándonos con fuerza a la barra de hierro del evangelio, a nuestra familia y a nuestros amigos de confianza.
El presidente David 0. McKay enseñó lo siguiente acerca de los bordes: “Muchos de nosotros, por egoísmo, nos acercamos al borde del reino animal donde la ley de la Naturaleza nos exige hacer todo por nuestro propio yo” (28).
El Señor ha dicho: “Elevad hacia mi todo pensamiento; no dudéis; no temáis” (29). He aprendido que la fe proporciona un poder emancipador. Al mirar hacia Dios primero, decidamos con resolución lo que no haremos, y entonces estaremos libres para dedicarnos a hacer lo que debemos hacer.
Hace poco, el presidente Gordon B. Hinckley dijo:
“El amor de Dios es la fuente de toda virtud, de todo lo bueno, de toda fortaleza de carácter, de toda fidelidad para hacer lo correcto. Amen al Señor su Dios y amen a Su Hijo, y siempre siéntanse agradecidos por el amor de Ellos por nosotros. Cada vez que otro amor se desvanezca, existirá ese radiante, extraordinario y sempiterno amor de Dios por cada uno de nosotros, así como el amor de Su Hijo, que dio Su vida por nosotros”(30).
Hermanos y hermanas, la raza, la nacionalidad, el trabajo y demas intereses no deben obstaculizar el camino. Todos podemos mirar hacia el Señor. Todos podemos darle el primer lugar en nuestra vida. Los que así lo hagan y permanezcan fieles se harán merecedores de Su sublime promesa:(31)
“… toda alma que deseche sus pecados y venga a mi, invoque mi nombre, obedezca mi voz y guarde mis mandamientos, vera mi faz y sabrá que yo soy …” (32) Ese glorioso destino puede ser nuestro, de lo cual testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.