Una Época De Oportunidades
“Es una época para tender la mano y mantenernos en contacto con otra persona; una época para comprometernos a santificar el día de reposo, y una época para que las luces de nuestros templos sigan brillando con intensidad”.
Hace poco, en una reunión sacramental, una amorosa jovencita sugirió que un buen discurso debería comenzar con una pizca de humor o con una falsedad estrafalaria. Prácticamente no tengo ningún talento de humorista; pero puedo decir con profunda sinceridad que me siento perfectamente cómodo y libre de temor al estar ante este estrado.
Al concluir la celebración del sesquicentenario, nuestro amado Profeta volvió a centrar nuestra atención cuando dijo: “Ha llegado el momento de dejar de mirar el pasado y ver el futuro. Esta es una época con miles de oportunidades; depende de nosotros el utilizarlas y avanzar. ¡Qué maravilloso es el que cada uno de nosotros haga su pequeña parte para hacer avanzar la obra del Señor hacia su magnifico destino (Gordon B. Hinckley, “Miren hacia el futuro”, Liahona, enero de 1998, pág. 79).
Todos nosotros enfrentamos desafíos en nuestro diario vivir; a pesar de eso, en los desafíos se encuentran nuestras oportunidades más grandes. Al reconocer y al actuar de acuerdo con ellas obtendremos progreso, felicidad y crecimiento espiritual. Debemos participar en llevar la obra del Señor adelante y aunque las oportunidades disponibles son innumerables, quisiera sugerir algunas de ellas.
Se nos ha recordado una y otra vez desde este púlpito la necesidad de la observancia plena del día de reposo. Si no estamos santificando el día de reposo, hoy es una hermosa oportunidad de comprometernos para aprovechar esa oportunidad a fin de recibir las bendiciones prometidas que se reciben por medio de su observancia.
Muchos piensan que los términos “día de reposo” y “día de diversión” son sinónimos. Un amigo que administra varios almacenes pequeños en comunidades en donde predominan los Santos de los Últimos Días, me dice que él puede decir con precisión cuando terminan los servicios de adoración del domingo porque la cantidad de clientes que visitan sus negocios aumenta extraordinariamente. El recreo, en sus variadas formas, se ha convertido en “el rey del día de reposo”.
Cuando mi esposa y yo éramos recién casados, vivíamos en la parte sudeste del Valle del Lago Salado. Una vez, al hacer las compras en un pequeño almacén del vecindario, vimos al presidente Joseph Fielding Smith y a su esposa que hacían sus compras en el mismo lugar. Después de notar que acostumbraban visitar ese negocio, me arme de valor para preguntarle al presidente Smith por que iban desde el centro de la ciudad, pasando por una docena de almacenes, para comprar en ese almacén en particular. Mirando por sobre sus anteojos respondió enfáticamente: “¡Hijo! (lo que captó de inmediato mi atención), la hermana Smith y yo auspiciamos los establecimientos que santifican el día de reposo”.
La necesidad de reverenciar el día de reposo no es un consejo nuevo; se nos dice hoy lo que los profetas han dicho a las generaciones de su época, y lo han confirmado innumerables veces los profetas de nuestros días. Las Escrituras de los Últimos días contienen la siguiente admonición: “Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, iras a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo; porque, en verdad, este es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y rendir tus devociones al Altísimo” (D. y C. 59: 9-10).
Ahora bien, se que es difícil, sobre todo para nuestra gente joven, tomar la determinación de guardar el día de reposo cuando los equipos deportivos en los que tanto desean participar programan SUS juegos el domingo. Sé que a muchos que necesitan tan sólo unas pocas cosas les parece trivial el detenerse rápidamente en un almacén de paso y hacer una compra el domingo; pero también sé que guardar el día de reposo es uno de los mandamientos más importantes que podemos observar a fin de prepararnos para recibir los susurros del Espíritu.
Esta es una época de oportunidades para que la familia viva correctamente y sea contada entre los fieles que obedecen el cuarto gran mandamiento: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajaras, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios (Éxodo 20: 8-10).
Hace algunos años, el presidente Hinckley respondió a una observación concerniente a las dedicaciones y a las rededicaciones de los templos en las que él había participado durante su período de Autoridad General; señaló que era su deseo continuar participando en la dedicación de templos hasta que, por lo menos, tengamos cien templos en funcionamiento. Al escuchar esa declaración, no pude evitar el plantear unas cuentas y recordar que la suma de los templos en funcionamiento, mas el número de proyectos de templo que entonces teníamos, era mucho menos que cien. Siendo que el Obispado Presidente tiene la responsabilidad de velar por la construcción de templos cuando estos se anuncian, recuerdo, como si fuera ahora, haberle dicho al profeta:
“Presidente, ruego que el Señor le bendiga con una larga vida”.
Poco sabía que, tal vez, en esa época, nuestro Profeta estaba recibiendo inspiración del cielo sobre la forma de proporcionar a los Santos de los Ultimos Días dignos mas oportunidades de participar en las bendiciones relacionadas con la adoración en el templo. Me emocioné y regocijé tanto como ustedes cuando en la última conferencia de abril el presidente Hinckley dijo: “… en estos últimos meses hemos estado viajando por muchos lugares donde residen miembros de la Iglesia. He estado con muchos que poseen muy poco en lo que respecta a bienes materiales, pero que tienen en el corazón una ardiente fe acerca de esta obra de los últimos días; aman a la Iglesia … aman al Señor, y desean hacer Su voluntad. Ellos pagan su diezmo, por modesto que este sea; hacen tremendos sacrificios para poder ir al templo, viajando días enteros en autobuses incómodos y en botes viejos, además de ahorrar dinero y privarse de muchas cosas para lograrlo.
Ellos necesitan templos mas cerca … Por lo tanto, aprovecho la oportunidad para anunciar a toda la Iglesia un programa para construir de inmediato treinta templos más pequeños … Estos templos se agregaran a los diecisiete edificios que se encuentran en vías de construcción … Con eso se alcanzará un total de cuarenta y siete templos nuevos además de los cincuenta y uno que se encuentran en funcionamiento.
Pienso que sería una buena idea que agregáramos dos mas con el fin de llegar a los cien para el fin de siglo” (“Nuevos templos para proporcionar ‘las bendiciones supremas’ del Evangelio”, Liahona, julio de 1998, pág. 95).
Al comienzo de esta dispensación, nuestros antepasados fueron bendecidos con la oportunidad de sacrificarse enormemente para construir templos: ofrecían generosamente de sus pobres medios económicos y de los frutos de la labor física. Al finalizar el templo de Kirtland, y mas tarde el de Nauvoo, el sacrificio de los santos fue inmenso; eran bendecidos en la medida que respondían. Luego de la migración de los santos a la cima de los montes, los templos comenzaron a aparecer en varios lugares del oeste. Cada proyecto de templo representaba un gran sacrificio. Las bendiciones divinamente prometidas, esperaban a aquellos que se concedían a sí mismos la oportunidad de participar en la construcción de los templos.
La época de oportunidades que nos espera hoy en el servicio del templo es diferente a la del pasado: no se espera que martillemos clavos, ni que esculpamos la piedra, que cortemos madera, que hagamos los cimientos o que participemos físicamente en la construcción de templos; sin embargo, se nos ha extendido la magnifica oportunidad de pagar fielmente nuestros diezmos para que la construcción de templos y la obra del Señor continúe adelante; asimismo, se nos ha desafiado a ser dignos para ofrecernos en el servicio de proporcionar las ordenanzas sagradas salvadoras a aquellos que nos han precedido. En pocas palabras, la gran oportunidad de las familias Santos de los Ultimos Días es ver que las luces de nuestros templos permanezcan mañana, y tarde en la noche; tal vez podamos crear la necesidad de que sus luces permanezcan encendidas toda la noche, como hoy en día ocurre en varios templos los fines de semana.
Hace unos años, una compañía importante de comunicaciones empleaba en sus avisos una frase que decía: “Tienda la mano y manténgase en contacto”. El presidente Hinckley nos ha recordado repetidas veces las muchas oportunidades que tenemos de tender la mano y mantenernos en contacto con los demás. Al hablar de aquellos que hace poco se han unido a nosotros, él ha hablado sobre la necesidad de extender nuestra amistad y de comunicarnos con amor y hermandad; para aquellos que están alejados se requiere un toque de aliento, de amor incondicional y una medida plena de perdón, según sea necesario; para nuestros vecinos, compañeros de trabajo y amigos que no son de nuestra fe, la bendición que significa recibir la influencia del Espíritu Santo debido a nuestras palabras y nuestros hechos.
En una capacitación reciente de consejo de estaca y de barrio que tuvimos come parte de una conferencia de estaca a la que asistí, las presentaciones, muy bien preparadas, se centraron en la manera de “incluir” (en lugar de “excluir”) al extender nuestra mano de amistad a los que nos visitan por primera vez, a los menos activos y a aquellos que no son miembros de nuestra Iglesia. La hermana Laura Chipman, presidenta de las Mujeres Jóvenes de una estaca sugirió las cinco “ies” que nos ayudaran a incluirlos en nuestro cometido. Estas son: 1. Introspección: ¿estamos, sin querer, demostrando una actitud de exclusión? 2. Identificación: ¿conocemos a los que acaban de bautizarse, a los menos activos o a las personas que no son miembros de la Iglesia que residen en nuestros vecindarios y comunidades? 3. Individualización: ¿tratamos de conocer los intereses, los talentos y las actitudes de aquellos que deseamos hermanar? 4. Invitación: incluimos a nuestros vecinos y amigos en actividades apropiadas? 5. Inclusión: ¿hay formas de utilizar los talentos, las aptitudes y las habilidades de aquellos a quienes deseamos “incluir”?
Hace poco, asistí al funeral de uno de mis amigos de la infancia; este hermano había sido discapacitado de nacimiento. Comprendía los conceptos bastante bien, pero no podía leer o escribir; su habla se limitaba a algunas pocas palabras y un lenguaje propio. Algunos de los de nuestro grupo podían reconocer un poco de lo que decía; sin embargo, casi todos podíamos determinar si expresaba sus inquietudes o su gran capacidad para amar debido al tono de sus palabras. La mayor parte de los primeros años de la vida de Lynn transcurrieron en una escuela especial, lejos de casa, aunque pasaba los veranos y muchas vacaciones con su familia. Durante los últimos 17 años, Lynn, quien había sobrevivido a toda su familia, residía en un centro de cuidados, en donde muchas de sus necesidades podían ser satisfechas.
Luego de la muerte de Lynn, uno de sus amigos hizo los preparativos para el funeral en el centro de reuniones al que asistíamos cuando éramos jóvenes. Allí se encontraban presentes sus queridos amigos y el personal del centro de cuidados, algunos miembros del barrio que lo conocían desde hacia muchos años, y más o menos una docena de amigos de la infancia con sus respectivas familias. Varios hermanos que habían permanecido cerca de Lynn durante su larga espera en el centro de cuidados ofrecieron tiernos comentarios.
Durante el transcurso del servicio, se hizo mención de muchas memorias. Un amigo recordó que en una ocasión nuestro maestro de la escuela dominical nos invitó a dar nuestro testimonio en clase y, al llamarnos por turnos, sin querer no tuvo en cuenta a Lynn, tal vez pensando que el no podría responder apropiadamente. Muy indignado, Lynn le hizo saber al maestro que el también esperaba la oportunidad de expresarse por si mismo y, aunque no entendimos mucho de lo que dijo, sentimos el amor y la profundidad de un gran espíritu trágicamente encerrado en un cuerpo que no podía funcionar plenamente. ¡El Espíritu que hubo en esa clase fue muy fuerte!
Mientras el personal y los buenos amigos del centro de cuidados expresaban su amor incondicional por Lynn, era evidente que él, de manera humilde, había hecho un esfuerzo y había influido en sus vidas. Durante el curso del funeral, era obvio que por lo menos tres de nuestros amigos de la infancia y sus familias habían hecho un esfuerzo para ministrar a Lynn mediante visitas regulares, largos paseos en automóviles, invitaciones a cenar en ocasiones especiales y fiestas de cumpleaños.
Cuando los relatos y los recuerdos terminaron, todos nos dimos cuenta de que nuestro amado amigo angelical con dificultades físicas nos había dado a nosotros, y a las maravillosas familias compasivas que habían expresado su amor, mucho mas de lo que él había recibido.
Si, hoy es, en verdad, una época de muchas oportunidades, es una época para tender la mano y mantenernos en contacto con otra persona; una época para comprometernos a santificar el día de reposo, y una época para que las luces de nuestros templos sigan brillando con intensidad; y sólo menciono algunas de ellas. Testifico de un Padre Viviente en los cielos, y de Su Hijo, nuestro Salvador y Redentor, quienes nos aman incondicionalmente y anhelan que alcancemos las oportunidades que Ellos nos han proporcionado. Reconozco y expreso mi amor a nuestro querido Profeta, quien, con gran fervor, porta nuestro estandarte con valentía y majestad; en el nombre de Jesucristo. Amén.