1990–1999
¿Llevamos El Mismo Paso De Nuestros Líderes?
Octubre 1998


¿Llevamos El Mismo Paso De Nuestros Líderes?

“Todo consejo … debe estar esforzándose mancomunadamente por hollar las formas de ser más eficaces en la tarea de preparar a nuestros miembros … para disfrutar todas las bendiciones de la Iglesia y … del templo”.

En nuestra última conferencia general, el presidente Gordon B. Hinckley hizo el histórico anuncio de que se construirían treinta o más templos más pequeños en todo el mundo. El primero de esos templos fue dedicado este verano en Monticello, Utah. Como saben, la meta que expuso el presidente Hinckley es tener por lo menos cien templos en funcionamiento para finales de este siglo. Conociendo al presidente Hinckley como le conozco, estoy seguro de que la meta se alcanzara o, incluso, se superara.

El presidente Hinckley ha calificado esta extraordinaria obra de la construcción de templos como “un proyecto extraordinario. Nada, ni siquiera parecido, se había intentado antes”1. Desde ese anuncio sensacional, he pensado en la extraordinaria confianza que el Señor y Su Profeta tienen en ustedes y en mi. ¡Qué gran responsabilidad descansa ahora sobre todos nosotros de prepararnos tanto nosotros mismos como a los demás para ser dignos de recibir las bendiciones de esos santos templos!

Las Autoridades Generales han estado enteradas desde hace bastante tiempo de que muchos de nuestros miembros viven en lugares del mundo muy distantes del templo más cercano. El corazón de ellos es fiel, tienen una gran fe con respecto a la misión de la Iglesia, aman al Señor y desean hacer Su voluntad. ¡Qué bendición serán estos bellos templos para esos dedicados santos!

Vuelvo a citar las palabras del presidente Hinckley: “Si las ordenanzas del templo son parte esencial del Evangelio restaurado, y yo les testifico que si lo son, es entonces imprescindible que proporcionemos los medios para que puedan llevarse a cabo … Las ordenanzas del templo se convierten en las bendiciones supremas que la Iglesia tiene para ofrecer”2.

Hay un apremio en esta obra que nos motiva a hacer llegar las bendiciones del templo a tantos hijos de nuestro Padre Celestial como sea posible. Me impresionó la experiencia que tuvo el presidente Wilford Woodruff y que él contó de una visita que recibió del profeta José Smith algún tiempo después de que el Profeta fue martirizado. Según el propio relato del presidente Woodruff: “ [José Smith] vino a mí y me habló; me dijo que no podía detenerse a hablar porque tenía prisa. El otro hombre que vi fue el padre del profeta José, que no pudo hablar conmigo porque tenía prisa. Vi a media docena de hermanos que habían ocupado elevados cargos en la tierra, y ninguno de ellos pudo detenerse a hablarme porque todos andaban apresurados. Me quedé muy asombrado. A la larga, vi al Profeta otra vez y tuve el privilegio de hacerle la pregunta.

“Le dije: ‘Quisiera saber por que anda usted le prisa. Yo he andado apresurado toda mi vida y esperaba que los apremios acabaran cuando llegase al Reino del Cielo, si llegaba’.

“José me dijo: ‘Se lo diré, hermano Woodruff. Cada dispensación que ha tenido el sacerdocio en la tierra y que ha ido al Reino Celestial ha tenido cierta cantidad de trabajo que hacer a fin de prepararse para ir a la tierra con el Salvador cuando La vaya a reinar a la tierra. Cada dispensación ha tenido abundante tiempo para realizar esta obra; pero nosotros no. Somos la última dispensación y tanto es el trabajo que queda por hacer que tenemos que apresurarnos para realizarlo’.

“Naturalmente, esa respuesta fue satisfactoria”, concluyó el presidente Woodruff, “pero esa era doctrina nueva para mí”3.

Otros profetas de los últimos días nos han motivado del mismo modo para hacernos avanzar con mayor rapidez en la realización de la trascendental obra de esta última gran dispensación. El presidente David O. McKay animó a cada miembro a ser misionero4. El presidente Spencer W. Kimball nos instó a alargar el paso5. El presidente Howard W. Hunter dijo: “Estamos en una época en la historia del mundo, así como en el progreso de la Iglesia, en que debemos dedicarnos a pensar mas en las cosas sagradas y a comportarnos mas como el Salvador espera que Sus discípulos lo hagan”6. Y ahora, el presidente Gordon B. Hinckley nos pide “seguir adelante”, hacer mejor las cosas, hacer más. Él dijo: “Tenemos mucho por hacer, muchísimo. Por tanto, arremanguémonos y pongamos manos a la obra con mas dedicación y depositando nuestra confianza en el Señor … Podemos lograrlo si oramos y somos fieles”7.

Evidentemente el poder del Señor esta haciendo avanzar a los lideres de la Iglesia, impulsándolos con la misma urgencia que parecía motivar a José Smith en la visión de Wilford Woodruff. El presidente Hinckley esta haciendo todo lo que puede por acelerar la obra; viaja por el mundo en una proporción sin precedentes para fortalecer y edificar a los santos y animarlos a elevarse y a seguir adelante. Se ha puesto a la disposición de los medios de comunicación del mundo a fin de dar a conocer el mensaje de la Restauración ante el mayor publico posible, y esta supervisando la época de construcción de mayor numero de templos de la historia en el intento de agilizar nuestra capacidad de realizar la enorme cantidad de trabajo que se nos ha designado efectuar en esta dispensación de los tiempos.

Nuestro Presidente esta dinámicamente en la fila delantera mostrando el camino. La pregunta que todos debemos hacernos es: “¿llevamos el mismo paso que él?”. Cada uno de nosotros debe estar preparado para contestar a esa pregunta. Les aseguro que es un tema de considerables deliberaciones entre los miembros del Quórum de los Doce Apóstoles. Espero que así sea también en todo consejo de todo barrio y de toda estaca en la Iglesia. Esta no es época para reposar ni para no hacer esfuerzos en nuestros llamamientos. Todo consejo de la Iglesia debe estar esforzándose mancomunadamente por hallar las formas de ser más eficaces en la tarea de preparar a nuestros miembros para ser dignos de disfrutar todas las bendiciones de la Iglesia y sobre todo las bendiciones del templo.

Nos vamos acercando rápidamente al momento en que el número de templos en funcionamiento en todo el mundo será el doble de lo que era hace tan sólo cuatro años. Esta es una buena ocasión para preguntar: presidentes de estaca y obispos, ¿qué están haciendo sus consejos de estaca y de barrio para llenar esos templos de miembros dignos y de suficientes y dedicados obreros de templo? ¿Están funcionando sus quórumes del sacerdocio con la mayor eficiencia? ¿Están los maestros orientadores y las maestras visitantes prestando servicio a las familias a las que han sido asignados? ¿Están sus organizaciones auxiliares intensificando activamente la fe y los testimonios? ¿Tienen las actividades de su estaca y de su barrio el objetivo de fortalecer la familia y a cada miembro? ¿Están coordinando con esmero la obra proselitista con los misioneros regulares y los de estaca, ayudándoles a encontrar, a enseñar y a bautizar a muchas personas mas? ¿Están sus consejos encargándose de ayudar a que cada nuevo converso y cada miembro menos activo sea totalmente hermanado y esté completamente afianzado en las doctrinas de la Iglesia?

Hermanos y hermanas, es mucho lo que tenemos que hacer para efectuar la obra que el Señor ha asignado a esta dispensación. Debemos concentrar la atención en nuestra obra y trabajar de un modo más ingenioso a fin de llevar a cabo nuestra función de preparar a todos los miembros de la Iglesia para recibir las bendiciones del templo. Los lideres de la Iglesia, hombres y mujeres, pueden y deben extender el radio de su alcance e intensificar el poder de su influencia. Debemos ser prudentes para proteger y enseñar primero a nuestras familias, y, en seguida, aprovechar al máximo el inspirado sistema de consejos de la Iglesia para lograr resultados más satisfactorios en la obra que nuestro Padre Celestial nos ha encomendado realizar y dentro del margen de tiempo que Él nos ha dado para efectuarla.

Consideremos, por ejemplo, la función fundamentalmente importante del consejo de barrio en la labor de hermanar a todo converso y de activar a los menos activos. Como cada miembro lo sabe ahora, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles están sumamente interesados en el bienestar de todo miembro nuevo y de todo miembro menos activo de la Iglesia. Ningún consejo de barrio ni de rama debe permitir que un nuevo converso se sienta inseguro como miembro nuevo de la Iglesia. Todavía hay demasiados de ellos que no se sienten acogidos con cariño.

Hace poco un miembro nuevo me escribió: “A veces … pienso que cometí un error al bautizarme. Sé que esta Iglesia es verdadera y tengo un firme testimonio, pero todavía pongo en duda … Cuando investigaba, todos los del barrio se acercaban a mí y siempre me hablaban y deseaban ayudarme … Pero, desde que me bauticé, es como si ni siquiera notaran cuando voy a la Iglesia y cuando no voy. Casi no se nada de nadie … simplemente no entiendo por que la gente de mi barrio me ha olvidado así como así. Me siento tan solo y confuso … No le puedo hablar al obispo porque … no tengo ningún contacto con él; ni siquiera se acordaba de mí cuando volví a la Iglesia. Por favor, ayúdeme si puede”.

Hermanos y hermanas, en tanto que se ha logrado un progreso admirable, ha llegado el momento en que debemos movilizar todos los recursos para hermanar a todos los conversos y bendecir la vida de muchos mas de los hijos de nuestro Padre Celestial. Esto se logra con mayor eficacia cuando los miembros de los consejos de barrio se encargan de que cada organización haga su parte para asegurarse de que los nuevos miembros tengan amigos, tengan una asignación y sean nutridos por la buena palabra de Dios. Cada alma es muy valiosa para nuestro Padre Celestial. Nunca debemos olvidar que, por medio de la Expiación, el Señor Jesucristo pagó un gran precio por la redención de cada uno de nosotros. Su padecimiento no debe ser en vano porque dejemos de nutrir y de enseñar a los que se esfuerzan por ser activos en la Iglesia.

Ustedes, las hermanas, pueden edificar un testimonio personal en cada mujer, en cada jovencita y en cada niño del barrio. ¡Cuán agradecidos estamos por su fortaleza! Hermanas, conversen en sus consejos sobre la forma de quererse, de apoyarse y de enseñarse las unas a las otras las hermosas bendiciones y promesas del Evangelio. Que maravilloso sería si todas las mujeres del mundo comprendieran su verdadero destino, el cual se expresa en el lema de las Mujeres Jóvenes: “Somos hijas de un Padre Celestial que nos ama y nosotras lo amamos a Él. Seremos ‘testigos de Dios a todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar’ a medida que procuremos vivir de acuerdo con los Valores de las Mujeres Jóvenes, que son: fe, naturaleza divina, valor individual, conocimiento, elección y responsabilidad, buenas obras e integridad”8. El aprender y poner en practica esos valores salvara y bendecirá tanto a las mujeres jóvenes como a las mayores.

Ustedes, los miembros del obispado y de la presidencia de los Hombres Jóvenes, háganse amigos de cada joven y ayúdenle a ser digno de ser ordenado, a la edad correspondiente, al oficio del sacerdocio respectivo. Esta es una parte importante de su obra y la obra de todos los miembros del consejo de barrio. Ningún joven que comience como diácono en el Sacerdocio Aarónico debe dejar de ser ordenado élder ni se le debe dejar de invitar a cumplir una misión regular.

Los quórumes del Sacerdocio de Melquisedec tienen la responsabilidad del bienestar espiritual y temporal de todos los varones y las familias de ellos. Gran parte de la obra que se realiza entre las familias del barrio y que actualmente llevan a cabo los miembros del obispado podrían apropiadamente llevarla a cabo hombres del Sacerdocio de Melquisedec siempre que ello se analice y se coordine debidamente en las reuniones de consejo.

Presidentes de estaca y obispos, si sus consejos no están concentrados en este mas elevado nivel de poder y dirección espirituales, ni funcionando a ese nivel, les ruego que hagan todo lo que este a su alcance por lograr que los consejos comprendan la forma de combinar todos los recursos para preparar espiritualmente a su gente.

Del mismo modo, nosotros, como personas y como familias debemos reunirnos en consejo para examinarnos detenidamente nosotros mismos y examinar nuestra dedicación personal y familiar al Evangelio de Jesucristo. Ese examen es particularmente esencial para los que hemos hecho convenios de consagración y de sacrificio en la Casa del Señor. Debemos preguntarnos: ¿Estamos dando el ejemplo de virtud cristiana y de fidelidad al Evangelio en nuestras vidas y en nuestros hogares? ¿Estamos mostrando interés por nuestros amigos, familiares y vecinos inactivos y por los que no son miembros de la Iglesia, y haciéndolo con amor? ¿Estamos expresando nuestro testimonio con valentía?

Conozco el poder que constituyen hombres y mujeres inspirados que en unión se esfuerzan por fortalecer familias y miembros individuales de la Iglesia. Por favor, utilicen plenamente sus aptitudes para bendecir la vida de cada persona- hombre o mujer, adolescente o niño, que sea o no miembro de la Iglesia-que viva dentro de los limites del barrio. Hermanos y hermanas, unámonos como nunca antes a fin de hacer nuestra parte, individual y colectivamente, para preparar a nuestra gente para recibir las bendiciones que sólo se pueden dar en la casa del Señor.

Esta es nuestra hora, hermanos y hermanas: la época que previeron los santos profetas que han existido desde el principio del mundo; es la dispensación del cumplimiento de los tiempos en la que se verificaran las últimas escenas de la historia de este mundo. Nuestros profetas de los últimos días, desde José Smith hasta Gordon B. Hinckley, nos han exhortado con respecto a la solemne y seria obligación que tenemos de prepararnos para “el día de Jehová, grande y terrible”9. Ese día se viene acercando inexorablemente, y todavía hay mucho que queda por hacer. Debemos estar preparados para llevar el mismo paso de nuestros lideres y alargar el paso al igual que lo hacen ellos. Quizás como nunca antes debemos concentrar nuestros esfuerzos en las cosas que son más importantes y evitar pasar el tiempo en las cosas que son de poca trascendencia y de escasa magnitud.

Dijo el profeta José Smith: “Hermanos, ¿no hemos de seguir adelante en una causa tan grande? Avanzad, en vez de retroceder. ¡Valor, hermanos; e id adelante, adelante a la victoria! ¡Regocíjense vuestros corazones y llenaos de alegría! …

“He aquí, esta a punto de llegar el gran día del Señor … Ofrezcamos, pues, como iglesia y como pueblo, y como Santos de los Últimos Días, una ofrenda al Señor en rectitud; y presentemos en su santo templo … un libro que contenga el registro de nuestros muertos, el cual sea digno de toda aceptación”10.

Ruego que nos unamos, hermanos y hermanas, para hacer nuestra parte a fin de preparar a cada familia, a cada adulto, a cada joven y a cada niño para que un día sea digno de recibir todas las bendiciones del templo que el Evangelio brinda. Doy mi testimonio de que el Señor Jesucristo vive; es por medio de El que las ordenanzas eternas del templo vienen a los miembros fieles de la Iglesia. Que el Señor nos bendiga con el deseo, la sabiduría y la dedicación de seguir haciendo avanzar esta gran obra con entusiasmo en el seno de nuestras respectivas familias y en la Iglesia, ruego humildemente en el nombre de Jesucristo. Amen.

  1. Presidente Gordon B. Hinckley, “Nuevos templos para proporcionar ‘las bendiciones supremas’ del Evangelio”, Liahona, jul. de 1998, pág. 96.

  2. Ibíd.

  3. Discourses of Wilford Woodruff, págs. 288-289.

  4. Conference Report, abril de 1959, pág. 122.

  5. The Teachings of Spencer W Kimball (1982), págs. 174-175.

  6. Presidente Howard W. Hunter, “Sigamos al Hijo de Dios”, Liahona, enero de 1995, pág. 100.

  7. Presidente Gordon B. Hinckley, “Tenemos mucho por hacer”, Liahona, julio de 1995, pág. 100.

  8. Manual para líderes de las Mujeres Jóvenes (33750 002), pág. 4.

  9. Malaquías 4:5.

  10. D. y C. 128:22, 24.