1990–1999
“¿Con Qué Potestad … Habéis Hecho Vosotros Esto?”
Octubre 1998


“¿Con Qué Potestad … Habéis Hecho Vosotros Esto?”

“El sacerdocio de Dios se ha convertido en el poder eminente para bien en el mundo … Este gran poder para bien nos ha sido confiado; no debemos debilitarlo al no cumplir nuestras responsabilidades.”

Mis amados hermanos, les expreso mi amor y mi agradecimiento por su devoción y fidelidad como los poseedores del sacerdocio de Dios.

A principios de este año, mis tres hijos y yo visitamos Francia, donde mi padre luchó en el ejército de los Estados Unidos, en la Primera Guerra Mundial. Grandes fueron los sufrimientos y terribles las consecuencias de todos los que participaron en esa guerra. Millones perdieron la vida. Aun cuando a mi padre no lo mataron, le quedaron cicatrices mentales y físicas hasta el día de su muerte. A pesar de sus experiencias aterradoras, empezó su diario personal de la siguiente manera: “Si tuviera que hacerlo de nuevo, lo haría porque es mi deber”1. Al viajar a través de esos hermosos campos 80 años mas tarde, visitamos los lugares en que ocurrieron las batallas y los cementerios donde se encuentran sepultados combatientes de ambos lados. En el cementerio militar ubicado en las afueras de París, apoyándome con la mano sobre la cruz de Stanford Hinckley, le llamé al presidente Hinckley desde un teléfono celular para expresarle lo que yo sentía en esa ocasión.

La Primera Guerra Mundial fue trágica en particular para nuestra familia, porque mi padre tenía algunos primos segundos que servían en el ejército contrario, en los mismos lugares de batallas en general. Finalmente, llegamos a conocer a esos parientes y nos dimos cuenta de que eran cristianos decentes, temerosos de Dios. No tenían nada que ver con la geopolítica monumental ni con las causas de la guerra. Al igual que mi padre, servían a su país porque era su deber. La Primera Guerra Mundial y las guerras subsiguientes causaron enorme sufrimiento y fueron la causa de la muerte de innumerable gente inocente. En términos muy sencillos, las guerras muy a menudo son el resultado de una gran ambición de poder.

Esta noche deseo hablarles a ustedes, hombres jóvenes del sacerdocio, sobre el poder y el uso adecuado del sacerdocio, y sobre su compañero, el cumplimiento del deber. El poder es sumamente atractivo; puede ser bueno o malo. En sus años de crecimiento, ustedes los jóvenes se sienten atraídos por personajes que, de una forma u otra, Son poderosos. Estos a menudo son ídolos deportivos, artistas, gente de recursos y aquellos que tienen poder político. Lamentablemente, algunos jóvenes, en especial aquellos a quienes no les va bien en sus estudios, o que no quedaron en el equipo o no fueron elegidos para cantar en un coro seleccionado, se pueden sentir rechazados y atraídos hacia grupos que ellos consideran que van a compensar esa ineptitud. Esa necesidad imperiosa de ser aceptados o de obtener poder los lleva, como la polilla a la luz de la vela, a unirse a pandillas callejeras u otras asociaciones que pueden ser violentas y alentarles a adquirir hábitos peligrosos para el cuerpo y para el alma.

Ustedes, jóvenes poseedores del sacerdocio, tienen acceso a la mayor fuente de poder en el mundo: el sacerdocio de Dios. En completo contraste con otras fuentes de poder, el santo sacerdocio, al ejercerse debidamente, continúa edificando fortaleza espiritual y física que perdurara a través de las eternidades. Esta “inseparablemente unido a los poderes del cielo” y puede ser gobernado “conforme a los principios de rectitud”2. Con respecto al sacerdocio, el profeta José Smith declaro: “Es el medio por el cual todo conocimiento, doctrina, plan de salvación y cualquier otro asunto importante es revelado de los cielos … Es la vía mediante la cual el Todopoderoso … ha seguido revelándose a los hijos de los hombres hasta el tiempo actual, y es el instrumento por el que dará a conocer sus propósitos hasta el fin del tiempo” 3.

Este poder llega en forma proporcional a nuestra fidelidad en el cumplimiento de nuestros deberes. Como el profeta José observo: “El Señor nos dio poder en proporción a la obra que se estaba por hacer, y fortaleza de acuerdo con la carrera que yacía por delante, y gracia y ayuda según lo requirieron nuestras necesidades”4. A modo de ejemplo, el profeta Elías, utilizando su sacerdocio, pudo hacer descender fuego del cielo para demostrar el poder de Dios.

Antes de ser Autoridad General, el presidente Hugh B. Brown sirvió en Inglaterra como oficial del ejército canadiense y tenía gran poder. Los hombres se cuadraban ante él y lo llamaban “señor”. Un día, el hermano Brown recibió un mensaje que indicaba que lo necesitaban en el hospital. Al llegar allí, alguien lo llevó a un pequeño cuarto donde yacía un joven. El hermano Brown recordó que una vez había sido maestro de ese muchacho en la Escuela Dominical. “Hermano Brown”, dijo el joven, ¿podría utilizar su autoridad en mi favor? Los doctores dicen que no viviré; ¿me puede dar una bendición?” Todo el poder que el hermano Brown sentía al usar el uniforme del rey desapareció cuando puso las manos sobre la cabeza del muchacho y le dio una bendición. La ayuda que el joven necesitaba no provenía de ninguna autoridad de un oficial del ejército del rey, sino de la autoridad del sacerdocio5.

El poder del sacerdocio conlleva importantes responsabilidades. En realidad, podemos disfrutar del poder del sacerdocio sólo cuando cumplimos con nuestro deber. En el pasado, el sacerdocio de esta Iglesia ha aprendido lecciones difíciles con respecto a su deber. Los primeros hermanos no habían sido puestos a prueba; bajo el liderazgo del profeta José Smith, el Señor les enseñó y los seleccionó. Fueron perseguidos y dispersados implacablemente en el aprendizaje de su deber. Muchos fracasaron. Algunos de los primeros hermanos soportaron en tres ocasiones tribulaciones severas y refinadoras antes de que finalmente pudieran encontrar refugio en los valles de estas montañas.

La primera de estas pruebas fue el Campo de Sión, en la primavera y el verano de 1834. La segunda se recibió sólo cuatro años después, al llevar a miles de santos del estado de Misuri a Illinois. Doce años mas tarde se realizó el épico éxodo desde Illinois hasta Winter Quarters y al año siguiente hacia los valles de las montañas de la parte oeste del continente.

El Campo de Sión se formó para restablecer a los santos en el condado de Jackson, Misuri. En este “esfuerzo de redimir a Sión”6, unos doscientos hombres marcharon mas de mil quinientos kilómetros en las circunstancias más difíciles bajo el liderazgo personal del profeta José Smith.

George A. Smith, de dieciséis años de edad, fue seleccionado para ir con el campo y registró algunos de los sufrimientos, pruebas y problemas que soportaron los hermanos. Anotó que el 26 de mayo de 1834, “el día estaba excesivamente caluroso y sufrimos mucho debido a la sed, por lo que nos vimos obligados a beber agua de pantanos llenos de bichos. Aquí aprendí a colar insectos con mis dientes”. Al día siguiente, Solomon Humphrey, sumamente fatigado, se tiro al suelo y se quedó dormido. “Al despertar, vio a una serpiente cascabel a pocos centímetros de su cabeza, enroscada entre él y su sombrero, que había tenido en la mano cuando se quedó dormido. Los hermanos se reunieron a su alrededor diciendo ‘es una serpiente cascabel, matémosla’, pero el hermano Humphrey dijo: ‘¡no! Yo la protegeré; no pueden dañarla, porque ella y yo tuvimos una buena siesta juntos’’7. ¡Yo no tengo ningún deseo de dormir una siesta con una serpiente cascabel!

El hermano George A. Smith escribió: “El profeta José llevó a cabo una porción considerable de las faenas de toda la jornada. Además de estar a cargo de proveer para el campo y presidir sobre él, camino la mayor parte del tiempo y muchas veces tenía los pies ampollados, adoloridos y ensangrentados, que era el resultado natural de caminar entre 40 a 60 kilómetros al día en una época calurosa del año. Pero durante todo el viaje jamas se quejo o reclamo, mientras que la mayoría de los hombres del campamento protestaban por … Las escasas provisiones, la mala calidad del pan … el tocino y el queso agusanado, etc … Sin embargo, éramos el Campo de Sión, y muchos de nosotros no orábamos, no meditábamos, éramos negligentes, irresponsables, necios y maliciosos … José tenía que aguantarnos y cuidarnos como niños. 8Pero, no obstante, había muchos en el campo que jamas se quejaron y que siempre estuvieron listos y dispuestos a hacer lo que nuestros lideres deseaban”9.

Aun cuando a los del Campo de Sión no les fue posible restablecer a los santos a sus tierras de Jackson, Misuri, fue una severa experiencia de valor incalculable; aprendieron que la fe es más importante que la vida misma. En una conferencia que se llevó a cabo el 14 de febrero de 1835, se eligió al Quórum de los Doce Apóstoles y a los Setenta de entre los hombres que habían servido en el Campo de Sión. Esos valientes hermanos dirigieron la Iglesia durante los cincuenta años que siguieron.

El Señor enseñó otra gran responsabilidad del sacerdocio durante ese período de la historia de la Iglesia. En la sección 104 el Señor estableció el orden de la Iglesia con respecto a los pobres: “De manera que, si alguno toma de la abundancia que he creado, y no reparte su porción a los pobres y a los necesitados, conforme a la ley de mi evangelio, en el infierno alzara los ojos con los malvados, estando en tormento”10. Con este precedente, en enero de 1839, durante el éxodo desde Misuri, muchos de los hermanos hicieron convenio de “esperar y ayudar a los demás … hasta que no hubiera nadie que deseara abandonar el estado”11.

En el crudo frío de febrero de 1839, Daniel Stillwell Thomas escribió: “Antes de cruzar [el río Misisipi] descargamos nuestro carromato y lo enviamos de vuelta para ayudar a evacuar a los pobres y así salvarles la vida, ya que todavía estaban bajo la amenaza del populacho”12. Daniel Thomas tenía cinco hijos y un solo par de zapatos entre todos; sin embargo, de todas maneras envió su carreta para salvar a los santos destituidos.

Mas tarde, el 6 de octubre de 1845, un grupo del sacerdocio se reunió en el Templo de Nauvoo y firmó en forma solemne un convenio escrito de proporcionar los medios para llevar a los pobres y a los destituidos con el grupo de santos en la gran emigración hacia el oeste. En 1846, el Consejo decidió que los fideicomisarios incluso podrían vender los templos de Nauvoo y de Kirtland y todas las propiedades de la Iglesia para ayudar a los santos a trasladarse hacia el oeste13.

El deber continuo del sacerdocio de la Iglesia hoy día es velar por todos los miembros, incluso los pobres y los necesitados, las viudas, los huérfanos y las madres solas y sus respectivas familias. En nuestra época, tenemos un deber adicional de intensificar nuestra labor para amar a los hermanos que sean espiritualmente pobres, para que ellos y sus familias puedan disfrutar de “la paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero”14.

Ustedes, jóvenes del Sacerdocio Aarónico, han tenido una percepción fugaz de la satisfacción que se obtiene por medio del justo ejercicio de su sacerdocio. Este sacerdocio tiene “la llave del ministerio de ángeles”15. A los presbíteros se les permite llevar a cabo la sagrada ordenanza del bautismo para quitar nuestros pecados. El Sacerdocio Aarónico administra y reparte los sagrados emblemas de la Santa Cena; ambas ordenanzas se relacionan directamente con la expiación del Salvador. Además, como compañeros de orientación familiar, ustedes deben ayudar a velar por la Iglesia, exhortando a los miembros a “orar … y a cumplir con todos los deberes familiares”16.

Hay otro deber que en particular les atañe a ustedes, maravillosos jóvenes: es el deber de seguir el consejo de los que tienen autoridad sobre ustedes. Escuchen a sus padres; obedézcanlos, ya sea que estén o no de acuerdo con ellos. Ellos les aman mas que nadie y desean lo mejor para ustedes. Escuchen a su presidente de quórum, a su obispo, a su presidente de estaca, a los apóstoles, videntes y reveladores, y en forma especial al presidente Hinckley y a las demás Autoridades Generales de la Iglesia. Ellos los llevaran por los caminos de la rectitud.

El sacerdocio de Dios se ha convertido en el poder eminente para bien en el mundo. Ya no somos mas un puñado de personas al margen de la sociedad. Este gran poder para bien nos ha sido confiado; no debemos debilitarlo al no cumplir nuestras responsabilidades. Debemos ceñirnos con la armadura de la rectitud. Tenemos el deber de ser dignos en todo respecto para poder invocar todos los grandes poderes del sacerdocio. Debemos ser completamente honrados en nuestros tratos; debemos ser moralmente limpios; debemos ayudar al pobre y al necesitado. Por ser el gran ejército de Dios, tenemos el encargo de fomentar la causa de la verdad y de la rectitud en todo el mundo.

Hermanos, nosotros somos los siervos autorizados del Cristo resucitado, y esa autoridad conlleva el deber de hacer avanzar esta obra sagrada en todo el mundo. Somos parte de la mayor hermandad en el mundo y se nos hará responsables de lo que hagamos con las llaves, el poder y la autoridad que se nos han otorgado. Debemos ser leales en todo sentido a esta gran confianza.

Al mirar hacia el futuro, continuaremos teniendo obstáculos, dificultades, retos y oposición. Satanás tiene mas recursos a la mano que nunca antes, para engañar, distraer y corromper a la gente. Continuaremos enfrentando pruebas; y un día futuro, habremos de dar cuenta por intermedio del presidente Gordon B. Hinckley, al profeta José [Smith] de lo que hemos hecho con este gran poder que el Señor ha investido en nosotros.

Estamos agradecidos de que la obra de Dios avanza con tanto poder como lo hace bajo el liderazgo del presidente Gordon B. Hinckley. Después de la muerte del Salvador, Sus apóstoles hicieron cosas prodigiosas y maravillosas en Su nombre. Caifás y los sumos sacerdotes preguntaron a Pedro y a Juan: “¿Con qué potestad … habéis hecho vosotros esto? ”17. Al igual que Pedro, declaramos al mundo que todo esto sucede por medio del poder del sagrado sacerdocio y en el “nombre de Jesucristo de Nazaret”18.

Este es mi solemne testimonio, en el nombre de Jesucristo. Amen.

  1. Diario de George A. Faust, pág. 1.

  2. D. y C. 121:36.

  3. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 198.

  4. History of the Church, 1:176.

  5. Adaptado de Hugh B. Brown, “Be What You Will to Be”, Brigham Young University Speeches of the Year, 14 feb., 1967, págs. 8-9.

  6. B. H. Roberts, introducción a History of the Church, 3:xl.

  7. “ History of George Albert Smith”, copia a maquina, Departamento Histórico, División de Archivos, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pág. 7.

  8. History of George Albert Smith, pág. 10

  9. History of George Albert Smith, pág. 33.

  10. D. y C. 104:18.

  11. History of the Church 3:251C255.

  12. “Carta al editor y a los lectores del Lehi Post” [MI 7323, pág. 3-4].

  13. Véase de Brigham Young, Manuscript History of Brigham Young, 1846-1847, compilación de Elden J. Watson, pág. 145.

  14. D. y C. 59:23.

  15. D. y C. 84:26.

  16. D. y C. 20:51.

  17. Hechos 4:7.

  18. Hechos 4:10.