1990–1999
“Vosotros Daréis Testimonio También”
Octubre 1998


“Vosotros Daréis Testimonio También”

“Hay muchas personas en la tierra que desean un testimonio de la verdad y que de todo corazón buscan la paz y el regocijo prometidos por el Salvador”.

Hace unos años, entreviste a una joven con objeto de extenderle una recomendación para el templo para recibir su propia investidura y casarse y ser sellada por esta vida y por la eternidad. Al terminar la entrevista y firmar la recomendación, a ella le rodaban las lágrimas por las mejillas. Le dije: “Por favor, dígame que le pasa”. Precedió entonces a relatarme lo siguiente:

Desde que era joven, había estado en busca de la verdad y de dirección en su vida; había añorado encontrar paz y felicidad, pero a pesar de sus esfuerzos, no había podido encontrarla. Llego a un punto en que se sintió muy angustiada, y pensó que en realidad no había nada en la vida que valiera la pena u ofreciera satisfacciones. Con esa actitud, una noche, mientras visitaba a una querida amiga, y al relatarle las preocupaciones y la desesperación que sentía, me dijo: “Mire detrás del sofá donde estaba sentada, hacia los estantes. Pose la mirada en un libro en particular, y en ese momento experimente el fuerte sentimiento de que tenía que averiguar lo que estaba escrito en sus páginas”.

Ella sacó el libro y leyó el titulo: El Libro de Mormón. Le preguntó a su amiga dónde lo había conseguido; esta le dijo que dos jóvenes misioneros la detuvieron en la calle y le dieron el libro, pero sólo después de que se comprometió a leerlo. Por falta de tiempo, simplemente lo había puesto en la biblioteca.

“Empecé a leerlo”, dijo, “y no podía dejarlo a un lado”. Le sobrevino un sentimiento que nunca había tenido. La amiga le dijo que podía llevarse el libro. Entonces, fue a casa y continuó leyéndolo durante la noche. A la mañana siguiente, salió a la calle a buscar a los dos jóvenes misioneros y no le tomó mucho tiempo el encontrarlos. Ellos accedieron a enseñarle el Evangelio, y en unas semanas, estuvo lista para bautizarse en la Iglesia.

Sin dejar de llorar, me explicó que desde aquel día había encontrado un gozo y una paz interior que jamas creyó posible lograr.

Por vivir en un pequeño pueblo con pocos miembros de la Iglesia e incluso menos oportunidades para casarse dentro de ella, no se atrevía a esperar que algún día se pudiera casar en el templo. Pero ella sabia que por medio de la guía del Santo Espíritu había conocido a un joven mientras pasaba unas vacaciones en otro país. Él era miembro de la Iglesia y honraba su sacerdocio; se habían enamorado, y él le había pedido que se casara con él en el templo. La idea de que ahora podría ir a la Casa del Señor y ser sellada por esta vida y por la eternidad, le brindó a su alma gozo y sentimientos de gratitud indescriptibles.

Ella dijo: “Continuo preguntan dome a mi misma: ¿por que yo? ¿Por que yo? Soy tan bendecida”.

Su humilde y dulce espíritu y testimonio me conmovieron profundamente. Antes de irse, ambos derramamos lágrimas de gozo y de agradecimiento.

Con frecuencia he pensado en esa experiencia, y cada vez que lo hago, siento un profundo sentimiento de gratitud por nuestro Salvador y por lo que El ha hecho por nosotros, por el precio que Él pagó para hacer posible que cada uno de nosotros encuentre paz interior en un mundo de tribulación.

El presidente David 0. McKay escribió: “Desde el ayuno de cuarenta días en el monte de la tentación hasta el momento en que estaba en la cruz cuando exclamó triunfante: ‘Consumado es’, la vida de Cristo fue un ejemplo divino de sumisión y superación. De gran significado son las palabras de despedida que pronunció a Sus discípulos: ‘Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo’ (Juan 16 33)”1.

La paz a la que Él hizo referencia la define un escritor del siguiente modo: “El verdadero gozo es intensa paz y felicidad interiores …”2

Es la paz de la que habló Pablo: “… la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”3. El Evangelio de Jesucristo brinda paz interior, sana el alma y calma el corazón atribulado; define el propósito de la vida y le da significado, la seguridad espiritual de que Dios vive y de que Jesús es el Cristo.

El gozo y la paz interior, que desean encontrar las personas que andan en busca de la verdad por todo el mundo, se hallan únicamente al conocer los principios del Evangelio y vivirlos. El Salvador dijo: “Si guardaréis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo este en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”4.

El élder Franklin D. Richards extendió una invitación a todos los que buscan el verdadero gozo, con estas palabras: “Aquellos que busquen un plan de vida que les brinde paz, alivio de las tensiones internas, felicidad, progreso y desarrollo, lo encontraran en el Evangelio restaurado de Jesucristo”. Continuo diciendo: “Los invitamos a que den a ello su sincera y devota consideración”5.

Tal vez haya personas que piensen que están perdidas o que ya no tienen remedio para recibir las grandes bendiciones que ofrece el Evangelio, pero el élder Spencer W. Kimball escribió: “La esencia del milagro del perdón es que trae paz al alma previamente ansiosa, inquieta, frustrada y tal vez atormentada. En un mundo de tumulto y contiendas, esta paz ciertamente es un don de valor incalculable”6.

Después de que el Salvador instruyó a Sus discípulos en cuanto a la paz que dejaría con ellos y al Consolador que les enviaría del Padre, les mando lo siguiente, diciendo: “Y vosotros daréis testimonio también …”7. Les enseñó que “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto …”8.

Hermanos y hermanas, hay muchas personas en la tierra que desean un testimonio de la verdad y que de todo corazón buscan la paz y el regocijo prometidos por el Salvador, pero “… que son cegados por la sutil astucia de los hombres … y no llegan a la verdad sólo porque no saben donde hallarla”9.

Vivimos en un mundo en donde muchos oyen acerca de Cristo, pero no le conocen. Tenemos la responsabilidad, como miembros de la Iglesia, de compartir nuestro testimonio con los demás. Con humildad, testificamos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Si tan solo abren SUS corazones para recibirlo, encontraran la seguridad, la paz y el gozo que brinda Su Evangelio. Encontraran la fortaleza para hacer frente a los retos de la vida en un mundo difícil, y si aceptan Sus enseñanzas y guardan Sus mandamientos, serán herederos de Sus bendiciones prometidas.

De esto doy mi humilde testimonio, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Obert C. Talmer, Christ’s Ideals for Living, 1955, pág. 379.

  2. Hoyt W. Brewster Jr., Doctrine and Covenants Encyclopedia, 1988, pág. 287.

  3. Filipenses 4:7.

  4. Juan 15:10-11.

  5. Conferencia de abril, 1970.

  6. El Milagro del Perdón, pág. 371.

  7. Juan 15:27.

  8. Juan 15:8.

  9. D. y C. 123:12.