2000–2009
La fe de nuestros profetas
Octubre 2001


La fe de nuestros profetas

“Lo que necesitamos es la fe de Brigham Young, la fe de Gordon B. Hinckley y la fe de los que son nuestros profetas y líderes“.

Espero que hayan sentido un pequeño ardor en su corazón, como yo lo he sentido al levantar la mano para sostener al presidente Hinckley como Presidente de la Iglesia y como profeta, vidente y revelador; así como a los demás oficiales que se les han presentado. ¡Qué oportunidad grande y maravillosa tenemos al poder sostener hoy a nuestro profeta viviente sobre la tierra!; pero no sólo al estar sentados aquí y levantar la mano de manera indiferente, sino sentir en el corazón y en el alma que no sólo lo sostenemos, sino que aprobamos lo que ha estado haciendo por nosotros al representarnos ante el mundo. Estamos agradecidos por la forma maravillosa e inspirada en la que él se ha comunicado y ha hablado al mundo, en particular en los últimos días y semanas.

Hace ya unos años, cuando Arturo Toscanini era el director de la Orquesta Filarmónica de Nueva York, él auspiciaba un programa radial los sábados por la tarde. Un día, entre la correspondencia que recibió, había una pequeña nota arrugada, escrita en papel color café, que decía:

“Estimado Sr. Toscanini: Soy un pastor solitario de las montañas de Wyoming; tengo dos preciadas posesiones: un violín y una radio a pilas. Las pilas están por gastarse y el violín está tan desafinado que ya no puedo tocarlo más. ¿Podría tocar un La el próximo sábado en su programa?“.

La semana siguiente, en el programa, Arturo Toscanini anunció: “Para un nuevo amigo oriundo de las montañas de Wyoming, la Orquesta Filarmónica de Nueva York tocará ahora, al unísono, un perfecto La“; e interpretó un perfecto La. Entonces, ese solitario hombre pudo afinar el La, luego el Mi, el Re y el Sol a partir de ese perfecto La.

¿No es interesante reflexionar en nuestra propia vida y en la de mucha gente que me escucha en este momento —aquellos cuyos violines o vidas puedan estar un tanto desafinados— que podemos participar de la conferencia general de la Iglesia y escuchar los mensajes maravillosos que se presentan? Aquellos de nosotros que tenemos la oportunidad de hablar rogamos con fervor a fin de tener la energía, la fortaleza y la vitalidad, tal como yo lo hago, al entrar en el ocaso de mi vida, de ponernos de pie y dar testimonio de la veracidad de esta obra, puesto que soy testigo de ella.

He tenido la oportunidad, como muchos de ustedes, y como muchos de ustedes lo habrían deseado, de ser criado en un hogar mormón, y de ser fruto de la Iglesia, y de haber tenido la oportunidad de vivir en el mundo y tratar a gente de muchos lugares, tanto en el gobierno como en el mundo corporativo o de otro tipo, y de asociarme con gente y compartir con esa gente los sentimientos que uno tiene en el corazón.

Con frecuencia, el presidente Hinckley nos ha dicho en algunas de nuestras reuniones, y creo que lo ha hecho saber públicamente, que detrás de su escritorio tiene una pintura de Brigham Young y, a veces, cuando el presidente Hinckley ha tenido un día muy ocupado, un día en el que haya tenido que tomar muchas, muchas decisiones difíciles, él se da vuelta en la silla y contempla la pintura de Brigham que está detrás y pregunta ya sea en voz alta o en su mente: “Hermano Brigham, ¿qué hubiera hecho usted?“ o, “¿qué consejo me daría?“.

Piensen en lo que ha ocurrido en los últimos años. Ustedes saben muy bien toda la inspiración y la dirección que el presidente Hinckley ha recibido en cuanto a la expansión de la Iglesia: la edificación de templos y la remodelación del antiguo Hotel Utah en lo que es ahora el Edificio Conmemorativo José Smith, ahora con ese nombre; y por esta incomparable estructura, el Centro de Conferencias, en el que hoy nos encontramos, que probablemente no tiene parangón en el mundo. Incluso para nosotros que por varios años hemos trabajado a la par del presidente Hinckley, que le hemos escuchado y nos hemos asociado con él, ¡qué experiencia maravillosa hemos tenido y qué bendición ha sido en nuestra vida porque hemos visto y sentido, y hemos formado parte de la inspirada expansión que él hallevado adelante!

Al contemplar a Brigham Young y reflexionar en la inspiración y dirección que recibió ese hombre tan singular, recordamos cómo pudo llenar el trágico vacío causado por el fallecimiento del profeta José Smith, la manera que tomó su lugar y cómo pudo, bajo inspiración y revelación, guiar y dirigir la clausura de Nauvoo y planificar la jornada al Oeste. Nos acordamos de la obra continua que se llevaba a cabo allí, en el Templo de Nauvoo, y la forma en que fue organizada para seguir adelante; las caravanas de carromatos cruzando el Oeste hacia el valle del Lago Salado en lo que llegaría a ser Sión, donde podrían adorar, enseñar, predicar, edificar centros de reuniones y todo lo que sería necesario para esta civilización y para esta cultura que hoy tenemos, y para extenderse y progresar aquí.

Piensen en la inspiración que recibió el profeta Brigham Young para esas personas: que no sólo edificaran una gran ciudad en Salt Lake, sino que se dirigieran hacia otros asentamientos. él tuvo la inspiración de que la gente fuera en busca de esos valles y esas regiones apartadas de Salt Lake City, sitios adonde los pioneros que vinieran a este valle pudieran ir y poblar, y donde podrían edificar sus hogares, ciudades y comunidades, así como forjar su personalidad y su carácter y desarrollar sus talentos. Fue así que bajo su liderazgo, en lugar de tener una gran ciudad en Salt Lake City, surgieron unas 360 comunidades en Wyoming, Nevada, Arizona y el sur de Idaho, así como en Utah.

A medida que la gente iba mudándose y estableciéndose en esas pequeñas comunidades, desarrollaron talentos y aptitudes al prestar servicio en mesas directivas escolares, en municipios, o llegaron a ser líderes del pequeño asentamiento; los pobladores se convirtieron en ciudadanos de esos lugares y comenzaron a construir escuelas y a expandir esas comunidades. Hoy podemos apreciar lo que ocurrió en esos lugares que Brigham Young previó y ayudó a poner en marcha. Imaginemos cómo surgió, o como se desarrolló la creación de una comunidad, por ejemplo, Las Vegas, Nevada, ciudad que sería un peldaño para que la gente pudiera llegar a San Bernardino, California: la gente podía llegar por barco a San Pedro, California, ir a San Bernardino para equiparse y tener lo que fuera necesario para llegar al valle de Salt Lake; y más tarde, a las comunidades adyacentes, al condado de Sanpete o hacia el norte, a Idaho u otros sitios.

Yo mismo soy fruto de eso, porque cuando la familia de mi madre llegó aquí, a Salt Lake City, se le envió a colonizar el poblado de Tooele; más tarde, se le envió a Idaho, donde se requería construir un aserradero y un molino. La familia de mi padre se había establecido en Farmington, Utah, que era parte de esa colonización a la que me estoy refiriendo, una que hizo que las personas llegaran a ser más fuertes y les ofreció oportunidades. En lugar de hallarse perdidos en una gran ciudad, se les pidió que se mudaran a una comunidad más pequeña, donde podrían desarrollar sus aptitudes, donde habría más escuelas y mayor necesidad de maestros, y donde la gente con talentos podría desarrollarlos. Al final, se le pidió a mi familia que abandonara Farmington y Tooele, es decir, que vendiera sus verdes acres y se fuera al sur de Idaho, donde en aquel tiempo no había más que artemisa.

En ese tipo de poblado pequeño, mi padre y mi madre se enamoraron. Cuando tenían 20 años y estaban listos para contraer matrimonio, ¿dónde se iban a casar? En el Templo de Logan, Utah. ¿Cómo llegarían allí? En calesa. ¿Cuánto tiempo les tomaría? Entre cinco, seis o siete días. ¿Había autopistas o buenos caminos? Por supuesto que no; viajaban por caminos que los carromatos habían abierto entre laartemisa, en medio de los arbustos y sobre las rocas. ¿En dónde contraerían matrimonio? ¿En dónde se sellarían? En un solo lugar: en el templo. Y allí se dirigieron, en calesa.

Eso pasó a ser parte de mi patrimonio; y así la gente progresó en esas pequeñas poblaciones. Más tarde, la Iglesia decidió dar apertura a algunas academias, alrededor de 30 de ellas en esas remotas áreas. Una de esas pequeñas academias se inauguró en nuestro pueblo, y se convirtió en un lugar al que vendría mucha gente de lugares vecinos para tener acceso a una educación académica superior. Naturalmente, esa educación académica superior representaba tan sólo una escuela de nivel secundario, pero se hacía referencia a ella con el nombre de academia.

Me refiero a la inspiración que recibió el profeta Brigham Young hace años sobre el asentamiento, sobre el desarrollo de la zona intermontañosa que hoy se halla en torno a Salt Lake City. Hoy pienso en quienes somos y en la forma en que esto ha progresado, y en la bendición que hemos recibido en nuestra vida por tener al presidente Hinckley como nuestro profeta, vidente, revelador y líder y también al contemplar lo que está ocurriendo y lo que ocurrirá en el futuro si tenemos la fe de continuar aquello que se ha empezado; piensen en lo que ocurrirá y en lo que se está llevando a cabo.

El presidente Hinckley a menudo habla con respecto a desarrollar más fe en lo que respecta a nuestra gente. Esa fe es el resultado de vivir los principios del Evangelio, de vivir de la forma en que debemos y de criar a nuestros hijos como debemos; y de verlos crecer y desarrollar su carácter y personalidad de manera que lleguen a ser un ejemplo de lo que creemos y de lo que tenemos la esperanza de hacer y de lograr.

Todos recordarán el hombre que tenía un hijo que era lunático; el hombre se acercó al Salvador y le pidió que bendijera al muchacho a fin de que le quitara ese espíritu malo. Y el hombre le dijo al Salvador: “…lo he traído a tus discípulos pero no lo han podido sanar“. El Salvador bendijo a ese pequeño muchacho y el demonio salió de inmediato y los discípulos del Salvador vinieron a él y dijeron: “¿Por quénosotros no pudimos echarlo fuera? (véase Mateo 17:14 –21). El Salvador también ha dicho: “…hombres de poca fe“ (Mateo 16: 8).

Si tuvieran la fe de una pequeña… (estoy tratando de pensar en el nombre de ese árbol pequeño…) [El presidente Hinckley entonces dice: “mostaza“.] ¡Mostaza! ¡Gracias presidente! (Tengo al presidente cerca para ayudarme.) Si tuvieran la fe de una semilla de mostaza. Tal vez no muchos hayan visto una semilla de mostaza. Hace algunos años, en Jerusalén, íbamos en un auto y el conductor dijo: “Ah, ése es un árbol de mostaza“. Le dije: “Vayamos a verlo“. Así lo hicimos, y vimos que ese árbol tenía una pequeña vaina que luego abrí. La vaina es similar a la de una acacia blanca o algarrobo y vi esas semillitas, que no eran más grandes que un grano de pimienta.

Imaginen la analogía a la que el Salvador recurrió para enseñar a la gente. Si tan sólo tuvieran tanta fe como esa pequeñísima semilla —recuerdo que al tenerla en la mano, apenas podía verla— si tuvieran esa gran medida de fe, entonces podrían decirle al monte “pásate de aquí allá“, y se pasaría… si tuvieran esa gran medida de fe… (véase Mateo 17:20). “…hombres de poca fe“, nos dijo él.

Por lo tanto, lo que necesitamos es la fe de Brigham Young, la fe de Gordon B. Hinckley y la fe de los que son nuestros profetas y líderes.

Dios vive. Sé que él es real, que él es nuestro Padre y sé que nos ama. Lo sé. Y sé que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; he sentido esa influencia. Soy un testigo de ella. Sé que el profeta José Smith y todos los acontecimientos históricos que tenemos sobre lo que él hizo como el instrumento de la Restauración son verdaderos, y que los profetas que con los años le sucedieron, incluso el presidente Hinckley, son llamados por Dios. La obra es verdadera. Les dejo mi amor, mi testimonio, el testimonio que arde en mi corazón. Espero que todos los días de mi vida pueda decir a alguien y ayudarle a entender que esta obra es verdadera; en el nombre de Jesucristo. Amén.