Nuestro deber a Dios
“El que ustedes posean el sacerdocio y cumplan con su deber a Dios no es sólo una seria responsabilidad sino también un privilegio extraordinario“.
De joven me impresionó la historia de Samuel en el Antiguo Testamento, cuya vida había dedicado a Dios su agradecida madre Ana. Cuando todavía era un jovencito, se fue a vivir y a servir en el templo. Una noche, el Señor lo llamó tres veces, y cada vez contestó: “Heme aquí“1, pensando que lo llamaba su maestro, el sumo sacerdote Elí. El sabio Elí, sabiendo que el pequeño “Samuel no había conocido a Jehová, ni la palabra de Jehová le había sido revelada“2, entendió que el Señor había llamado al joven. Por lo tanto, enseñó a Samuel cómo responder y, cuando lo llamó la voz nuevamente, Samuel contestó: “Habla, porque tu siervo oye“3.
Al prestar atención a la vida de Samuel, vemos que cumplió su deber a Dios y que “Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras“4. A consecuencia de ello, Samuel llegó a ser un gran profeta y líder.
Espero que ustedes, jóvenes del Sacerdocio Aarónico, entiendan hoy que, al igual que Samuel, también tienen un deber sagrado para con Dios. Samuel tenía una buena madre, Ana, y un gran líder del sacerdocio, Elí. La mayoría de ustedes, jóvenes, también tienen padres maravillosos y líderes inspirados del sacerdocio que están al cuidado de ustedes y están listos para ayudarles tanto a ustedes como a sus padres en su tarea de cumplir su deber a Dios.
El presidente Gordon B. Hinckley ha dicho lo siguiente de ustedes y de su generación de jóvenes: “[Siento] gran amor por los jóvenes y las jovencitas de esta Iglesia… Les amamos mucho y oramos constantemente para tener la inteligencia para ayudarles. Su vida está llena de decisiones difíciles, de sueños, esperanzas y anhelos para encontrar aquello que les traerá paz y felicidad…
“Les hago la promesa de que Dios no los abandonará si caminan por Sus senderos con la guía de Sus mandamientos“5.
Con esa promesa del profeta en mente, permítanme recordarles, como lo mencionó el élder Hales y la carta de la Primera Presidencia, sobre los recursos que la Iglesia tiene disponibles para ayudarles a cumplir su deber a Dios. Los objetivos del Sacerdocio Aarónico les sirven para:
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Convertirse al Evangelio de Jesucristo y vivir sus enseñanzas.
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Servir fielmente en sus llamamientos del sacerdocio y cumplir las responsabilidades de los oficios del sacerdocio.
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Prestar servicio significativo.
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Prepararse y vivir dignamente para recibir el Sacerdocio de Melquisedec y las ordenanzas del templo.
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Prepararse para servir una misión regular honorable.
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Obtener tanta educación como sea posible.
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Prepararse para llegar a ser esposos y padres dignos.
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Mostrar el debido respeto por las mujeres, las jovencitas y los niños.
El programa Premio Mi Deber a Dios les servirá para lograr esos objetivos del Sacerdocio Aarónico. A fin de reunir los requisitos necesarios para obtener el Premio Mi Deber a Dios, deben lograr y completar los objetivos del Sacerdocio Aarónico, además de participar en actividades familiares, actividades específicas de quórum, un proyecto de servicio Mi Deber a Dios, llevar un diario personal y cumplir las metas de cada una de las cuatro categorías siguientes:
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Desarrollo espiritual
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Desarrollo físico
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Desarrollo educativo, personal y profesional
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Desarrollo civil y social
Donde se disponga del programa Scout, notarán que muchos de los requisitos scout pueden contar para el Premio Mi Deber a Dios. Tanto las actividades de Mi Deber a Dios como las de escultismo nos enseñan a prepararnos en “todo lo que fuere necesario“6. Los premios Mi Deber a Dios y Scout águila [o premios similares] son complementarios, no competitivos.
La Primera Presidencia y el Quórum de los Doce les aman y desean fortalecerlos en estos tiempos cada vez más difíciles. Con ese amor y deseo han preparado la revisión del folletoPara la fortaleza de la juventud: Cumplir nuestro deber a Dios, además de materiales adicionales para los Hombres Jóvenes, las Mujeres Jóvenes, los padres y los líderes.
A medida que ustedes, jóvenes del Sacerdocio Aarónico, se esfuerzan por lograr el Premio Mi Deber a Dios y las Jovencitas trabajan en sus objetivos del Progreso Personal, ustedes se unirán a ellas para ser también testigos de Dios. Ese testimonio se expresa por lo que dicen y también por la forma en que viven y guardan los mandamientos.
Ustedes saben que recibir el Premio Mi Deber a Dios no es la meta final, sino más bien el incorporar en su vida los atributos que les ayudarán a centrarse en forma más clara en su deber a Dios. Esas características les mantendrán en el sendero para ser dignos y capaces de cumplir con las tareas y las oportunidades sagradas que les esperan. Les servirán para ser felices, limpios y fuertes ahora, y para prepararse para los acontecimientos de importancia eterna, como recibir las bendiciones del sagrado templo, servir misiones y, finalmente, ser sellados a una compañera digna en la Casa del Señor.
Mientras Alma enseñaba en la tierra de Gedeón, dijo claramente en palabras eternas: “Y ahora bien, mis queridos hermanos, os he dicho estas cosas a fin de despertar en vosotros el sentido de vuestro deber para con Dios, para que andéis sin culpa delante de él, para que caminéis según el santo orden de Dios, conforme al cual se os ha recibido“7.
Ustedes que han recibido el sacerdocio desearán ceñirse a ese “santo orden“ al que han sido llamados y ordenados. Ustedes entienden que cada bendición prometida conlleva responsabilidades. Al cumplir esas responsabilidades, se les dan oportunidades de servir a los demás y desarrollarse espiritualmente. Esos son pasos esenciales en su progreso para ser más como Jesús.
El Salvador, que sufrió todas las cosas por nosotros8, enfrentó desafíos similares a los que enfrentamos en nuestros años en el Sacerdocio Aarónico. Recordarán la experiencia que tuvo Jesús aproximadamente a la edad en la que la mayoría de nosotros llegamos a ser diáconos. Había ido con su familia y otra gente al templo. Cuando llegó la hora de regresar a casa, no estaba con María ni con José. Ellos deben haber supuesto que él estaba con otras personas de confianza u otros familiares. Sólo cuando realmente se percataron de Su ausencia, se alarmaron. Como padres responsables, María y José hicieron lo que los padres de ustedes habrían hecho en circunstancias similares: fueron a buscarlo. Cuando encontraron a Jesús en el templo, sólo los padres y los abuelos pueden apreciar realmente los sentimientos confusos de alivio que sintieron al enterarse de que estaba a salvo, pero quizás también se hayan sorprendido un poco por la reacción de él. ¿Ha tenido alguien una experiencia así? Todos conocemos el diálogo que siguió: “Y cuando lo vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿Por qué nos has hecho así? He aquí tu padre y yo te hemos buscado con angustia. Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?“9.
Jesús pudo haber dicho: “¿No saben que estoy cumpliendo con mi deber a Dios?“
El presidente Harold B. Lee enseñó que el significado de la pregunta de Jesús se encuentra en la sección 64 de Doctrina y Convenios10. El presidente Lee dijo: “Cuando uno llega a ser poseedor del sacerdocio, se convierte en agente del Señor. Debe considerar su llamamiento como si se encontrara en los asuntos del Señor. Eso es lo que significa magnificar el sacerdocio. Piensen que el Maestro le pregunte a cada uno de ustedes, como ese jovencito preguntó a José y a María: ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? Lo que hagáis conforme a la voluntad del Señor es asunto del Señor“11. De modo que, el que ustedes posean el sacerdocio y cumplan con su deber a Dios no es sólo una seria responsabilidad sino también un privilegio extraordinario.
A veces ustedes pueden considerar que sus padres y líderes responden como lo hicieron María y José. Después de que Jesús contestó haciendo esa importante pregunta sobre los asuntos de Su Padre, Lucas dice: “Mas ellos no entendieron las palabras que les habló“12.
No obstante, ¡pongan cuidadosa atención a lo que Jesús hizo! Es un ejemplo de lo que debemos hacer si realmente hemos de cumplir nuestro deber a Dios. “Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos… Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres“13.
Deben recordar que su deber a Dios está claramente vinculado a sus deberes para con los miembros de su propia familia, en particular sus padres. No sólo al estar debidamente sujetos y sumisos a Dios, sino también a los padres y líderes del sacerdocio, podemos en verdad cumplir nuestro deber a Dios. Ruego que todos seamos como Samuel, que dijo al Señor: “Habla, porque tu siervo oye“14. En el nombre de Jesucristo. Amén.