2000–2009
“Como huerto de riego“
Octubre 2001


“Como huerto de riego“

“Debemos pagarlos [diezmos y ofrendas] como una expresión personal de amor hacia nuestro generoso Padre Celestial“.

Segura y firmemente, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días se extiende de manera profética por toda la tierra. En el lenguaje de Daniel es como una piedra “que del monte fue cortada… no con mano“.1La mejor expresión que encontró Isaías para describir lo que vio fue “un prodigio grande y espantoso“.2¡Yesun prodigio! Esta restauración y propagación del Evangelio de Jesucristo está llena de milagros, revelaciones y manifestaciones de todas clases, muchos de los cuales han surgido en nuestros tiempos.

Yo cumplí diecisiete años antes de que hubiera una estaca de Sión fuera de Norteamérica; ahora hay más de mil estacas en los otros continentes y en las islas del mar. Tenemos actualmente ciento veinticinco templosen funcionamiento o anunciados, más de la mitad de los cuales (64) están fuera de los Estados Unidos. Más aún, yo tenía casi dieciséis años antes de que hubiera un solo templo fuera de los estados y provincias de los Estados Unidos y Canadá.

Hemos visto en nuestra época que la revelación ha extendido el sacerdocio a todos los hombres dignos, de edad apropiada, una bendición que ha acelerado la obra en muchas partes del mundo. Hemos visto en esta época la publicación de nuestras Escrituras en casi cien idiomas, ya sea completas o en parte. Hemos visto en esta época la creación, largo tiempo esperada, de los Quórumes de Setentas, con grandes hombres provenientes de muchas naciones y, a su vez, enviados a prestar servicio en muchas naciones. Hace poco, el presidente Hinckley anunció el “Fondo perpetuo para la educación“, que tiene la posibilidad de bendecir a muchas personas aun en los lugares más distantes de la tierra. Y así continúa la internacionalización de la Iglesia.

Doy este breve resumen para destacar otro milagro, otra revelación por así llamarle, que puede haber pasado inadvertida para los miembros de la Iglesia en general; en cierto sentido, se esperaba que pasara inadvertida al público. Me refiero a la decisión de las Autoridades Generales, hace poco más de diez años, de suprimir cualquier asignación especial u otras obligaciones monetarias que tuvieran los miembros locales, tanto aquí como en otros países.

Puesto que dicha decisión se tomó precisamente en medio del progreso internacional que acabo de describir, ¿cómo podía financiarse éste? ¿Cómo podíamos ir a localidades aun más distantes y en general mucho más pobres al mismo tiempo que suprimíamos toda obligación monetaria adicional de nuestra gente? En esa situación, la lógica habría dictado un curso de acción exactamente opuesto.

¿Cómo se llevó a cabo? Les diré cómo: con la convicción absoluta de parte de las autoridades presidentes de que hasta el más nuevo de los miembros de la Iglesia honraría el principio del diezmo y de las ofrendas voluntarias dado por el Señor, y que la lealtad a ese principio divino nos sostendría económicamente.

Yo no formaba parte del Quórum de los Doce cuando se tomó esa importante decisión, pero me imagino las conversaciones que habrán tenido lugar y el acto de fe que se requeriría de estos hombres amorosos y prudentes. ¿Y si la Iglesia suprimiera las asignaciones y los santosno pagaranlos diezmos y las ofrendas? ¿Qué pasaría? Que yo sepa, nunca se consideró seriamente esa posibilidad. Las Autoridades Generales prosiguieron con fe; fe en Dios, fe en los principios revelados, fe en nosotros, los miembros. Nunca dudaron. Aquel fue un día magnífico (aunque casi inadvertido) en la maduración de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos Días como institución.

Pero para honrar esa decisión, también nosotros, los miembros de la Iglesia, debemos ser maduros individualmente. Quisiera sugerir cinco razones por las cuales todos nosotros, ricos o pobres, miembros de hace mucho tiempo o nuevos conversos, debemos pagar fielmente nuestros diezmos y ofrendas.

Primero, páguenlos y enseñen el principio por el bien de sus hijos y nietos, la nueva generación que, si no tenemos cuidado, podría crecer en este benéfico y nuevo arreglo económico de la Iglesia sin la más mínima idea de cómo se financian los templos, las capillas, los seminarios y las actividades de que disfrutan. Hagan saber a sus hijos que muchas de las bendiciones de la Iglesia están disponibles porque ustedes y ellos pagan sus diezmos y ofrendas, y que esas bendiciones no se podrían recibir de ninguna otra manera.

Además, lleven a sus hijos a fin de año al ajuste de diezmos, tal como el nieto del presidente Howard W. Hunter asistió con su padre hace muchos años. En esa oportunidad, el obispo expresó su aprobación de que el pequeño hermanito Hunter quisiera pagar el diezmo íntegro. Mientras recibía las monedas, le preguntó al chico si pensaba que el Evangelio era verdadero; al entregar su diezmo íntegro de catorce centavos, el niño de siete años dijo que suponía que el Evangelio era verdadero pero que “es bastante caro“3. Y bien, los edificios, programas y materiales que he mencionado cuestan dinero y el saberlo es una lección muy importante que nuestros hijos deben aprender en su infancia.

Segundo, paguen el diezmo para reclamar con todo derecho las bendiciones prometidas a aquellos que lo hagan. “…y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde“.4El presidente Joseph F. Smith no se cansaba nunca de contar que su madre viuda, Mary Fielding Smith, después de haber perdido al esposo en el martirio de Nauvoo y haber hecho el arduo recorrido al Oeste con cinco niños huérfanos de padre, aun en la pobreza continuó pagando el diezmo. Cuando una persona de la oficina de los diezmos le sugirió que no debía contribuir con el diez por ciento de las únicas papas que había podido cosechar, ella exclamó: “William, ¡debería sentirse avergonzado! ¿Me negaría una bendición? Si no pagara el diezmo, sé que el Señor me retendría Sus bendiciones. Pago el diezmo no sólo porque es una ley de Dios, sino porque espero recibir una bendición por hacerlo. [Necesitouna bendición.] Al obedecer ésta y otras leyes, espero… poder proveer lo necesario para mi familia“5.

No puedo enumerartodoslos medios en que se reciben bendiciones por la obediencia a este principio, pero testifico que se recibiránmuchasen formas espirituales que sobrepasan en mucho el aspecto económico. Por ejemplo, he visto cumplirse en mi vida la promesa de Dios de que reprendería por mí “al devorador“6. Esa bendición de protección contra aquel que querría destruirnos se ha derramado sobre mí y mis seres queridos más allá de mi propia capacidad de obtenerla o de reconocerla adecuadamente. Creo que hemos recibido seguridad divina, por lo menos en parte, debido a nuestra determinación, individual y como familia, de pagar el diezmo.

Tercero, paguen el diezmo como una declaración de que las posesiones materiales y la acumulación de riquezas mundanasno sonlas metas más importantes de su existencia. Es como me dijo hace poco un joven casado y con hijos, que vive con el presupuesto limitado de un estudiante: “Quizás nuestros momentos más cruciales como Santos de los últimos Días sean aquellos en los que tenemos que nadar contra la corriente de la cultura en la que vivimos. El diezmo nos proporciona esos momentos. Vivimos en un mundo que destaca las adquisiciones materiales y cultiva la desconfianza hacia cualquier persona o cosa que pretenda nuestro dinero, pero nos despojamos de todo egoísmo para dar libre, confiada y generosamente. Con esa acción, ciertamente declaramos que somos diferentes, que somos pueblo único, pueblo adquirido por Dios. En una sociedad que afirma que el dinero es nuestro valor más importante, declaramos enfáticamente que no es así“7.

El presidente Spencer W. Kimball se refirió una vez a un hombre que se enorgullecía de sus grandes campos y sus muchas propiedades: bosques y viñedos, rebaños y praderas, estanques, casas y posesiones de todas clases. Se enorgullecía de todo ello, pero hasta el fin de sus días nunca estuvo dispuesto a diezmarlos, ni siquiera a reconocer que eran dones de Dios. El presidente Kimball habló en el funeral de ese hombre y notó que, siendo terrateniente, había sido sepultado en un pequeño rectángulo de tierra que medía “el largo de un hombre alto y el ancho de uno robusto“8. A la pregunta muchas veces repetida de “¿Cuánto dejó?“, podemos estar seguros de que la respuesta siempre sería: “Absolutamente todo“. Por lo tanto, bien haríamos en hacernos tesoros en el cielo, donde la doctrina y no los impuestos dan significado a palabras tales como “patrimonio“, “herencia“, “legado“ y “testamento“9.

Cuarto, paguen su diezmo y ofrendas por honestidad e integridad, porque pertenecen a Dios. Sin duda, entre las líneas más penetrantes de todas las Escrituras seencuentra la resonante pregunta: “¿Robará el hombre a Dios?… ¿En qué te hemos robado?“, preguntamos. Y él responde: “En vuestros diezmos y ofrendas“.10

El pago del diezmono esuna pequeña dádiva que otorgamos a Dios caritativamente, sino que es el pago de una deuda. El élder James E. Talmage lo describió como un contrato entre nosotros y el Señor, y dijo que imaginaba al Señor diciéndonos: “’Tú tienes necesidad de muchas cosas en este mundo: de comida, ropa y techo para ti y tu familia, de las comodidades comunes de esta vida… Tendrás los medios para adquirirlas, pero recuerda que todas son mías y que exijo de ti el pago de una renta por lo que pongo en tus manos. Sin embargo, como tu vida no será de progreso constante… en lugar de hacer lo que hacen muchos propietarios terrenales que te exigen que… pagues por adelantado, sea cual sea tu fortuna o… perspectivas, a mí me pagarás [sólo] cuando recibas; y me pagarás de acuerdo con lo que recibas. Si un año tus ingresos son abundantes, entonces [tu 10 por ciento será un] poco más; pero si el año siguiente es de dificultades y tu entrada no es lo que era, entonces [tu 10 por ciento será] menos. [Cualquiera sea tu situación, el diezmo será justo]’.

“¿Han encontrado alguna vez en esta tierra a un propietario que estuviera dispuesto a ofrecerles esa clase de contrato [justo]?“, pregunta el élder Talmage. Y continúa: “Cuando considero esa libertad… siento profundamente que casi no me atrevería a levantar los ojos… al cielo… si tratara de defraudar [a Dios] de aquello [que con justicia le pertenece]“11.

Esto nos conduce a una quinta y final razón por la que debemos pagar el diezmo y las ofrendas. Debemos pagarlos como una expresión personal de amor hacia nuestro generoso Padre Celestial. Por Su gracia, Dios ha dado pan al hambriento y ha vestido al pobre. En diferentes épocas de nuestra vida, eso nos incluye a todos, ya sea en un sentido temporal o espiritual. Para cada uno de nosotros,el Evangelio y sus bendiciones han brotado como nace la luz del alba, alejando las tinieblas de la ignorancia y el pesar, del temor y la desesperanza. En una nación tras otra, los hijos del Señor lo han llamado y él les ha respondido. Debido a la difusión de Su Evangelio por todo el mundo, Dios alivia las cargas de la opresión y deja libres a los quebrantados. Su amorosa bondad ha hecho que la vida de nuestros miembros, ricos o pobres, cercanos o distantes, sea “como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan“12.

Expreso mi más profunda gratitud por todas las bendiciones del Evangelio, especialmente por el más grande de todos los dones, el don expiatorio del Hijo Unigénito de Dios. Sé que nunca podré pagar al cielo ninguna porción de esta benevolencia, pero hay muchos modos en que puedotratarde demostrar mi gratitud, y uno de esos es el pago de diezmos y ofrendas que damos de nuestra propia voluntad .Deseocorresponder con algo, pero nunca quiero que sea, según las palabras del rey David, “holocaustos que no me cuesten nada“13.

Testifico que el principio del diezmo es de Dios, que al enseñársenos en la simplicidad de las Escrituras denota su verdadera divinidad. Que podamos reclamar sus bendiciones para siempre, lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Daniel 2:45.

  2. Isaías 29:14.

  3. Citado por David B. Haight en Conference Report, abril de 1981, pág. 57. VéaseLiahona, agosto de 1981, pág. 64.

  4. Malaquías 3:10.

  5. En Conference Report, abril de 1900, pág. 48.

  6. Malaquías 3:11.

  7. Correspondencia personal.

  8. En Conference Report, abril de 1968, pág. 74.

  9. Véase Mateo 6:19 –21.

  10. Malaquías 3:8.

  11. The Lord’s Tenth, (folleto, 1968), págs. 10 –11.

  12. Véase Isaías 58:11; véase también Isaías 58:6 –10.

  13. 2 Samuel 24:24.