2000–2009
La restauración de todas las cosas
Abril 2006


La restauración de todas las cosas

Creemos que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una restauración de la Iglesia original que estableció Jesucristo.

Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días nos preocupamos por todos los hijos de Dios que viven o que han vivido sobre la faz de la tierra. “Nuestro mensaje”, declaró la Primera Presidencia en 1978, “refleja el amor que sentimos por la humanidad y el interés en su bienestar eterno, sin importarnos sus creencias religiosas, su raza o nacionalidad, sabiendo sin lugar a dudas que somos hermanos y hermanas debido a que somos hijos e hijas del mismo Padre Eterno”1. Tal como el élder Dallin H. Oaks dijo hace unos años:

“La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días tiene muchas creencias en común con otras iglesias cristianas, pero también tenemos diferencias, y son esas diferencias las que explican por qué enviamos misioneros a otros cristianos, por qué edificamos templos, además de las capillas, y por qué nuestras creencias nos brindan tanta felicidad y fortaleza para hacer frente a las dificultades de la vida y de la muerte”2.

Hoy deseo testificar de la plenitud del Evangelio restaurado de Jesucristo, la cual contribuye de manera positiva a las creencias religiosas de otras denominaciones, sean cristianas o no. Originalmente, esa plenitud fue establecida por el Salvador durante Su ministerio terrenal, pero entonces se produjo un alejamiento.

Algunos de los primeros apóstoles sabían que se produciría una apostasía antes de la segunda venida del Señor Jesucristo. De hecho, Pablo escribió a los tesalonicenses al respecto: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía3.

Durante la apostasía se perdieron las llaves del sacerdocio, y algunas de las preciadas doctrinas de la Iglesia que organizó el Salvador fueron alteradas, entre las que destacan el bautismo por inmersión4; la recepción del Espíritu Santo mediante la imposición de manos5; la naturaleza de la Trinidad, respecto a que son tres Personajes diferentes6; que toda la humanidad resucitará merced a la Expiación de Cristo,“así… justos como… injustos7; la revelación continua, en cuanto a que los cielos no están cerrados8; y la obra del templo tanto por los vivos como por los muertos9.

El período siguiente se llegó a conocer como el Oscurantismo. Dicho alejamiento de la verdad fue predicho por el apóstol Pedro cuando declaró que “es necesario que el cielo reciba [a Jesucristo] hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo antiguo”10. La restitución sólo sería necesaria si se hubieran perdido esas cosas preciadas.

Durante los siglos siguientes, hombres religiosos admitieron que se había producido un alejamiento o una apostasía gradual de la Iglesia que organizó Jesucristo. Algunos de esos hombres padecieron enormemente por sus creencias durante la etapa que se denominó la Reforma, un movimiento del siglo XVI que tenía por objeto reformar el cristianismo occidental, lo cual desembocó en la separación de las iglesias protestantes de la corriente principal del cristianismo.

Entre aquellos reformadores estaba el reverendo John Lathrop, vicario de la Iglesia de Egerton en Kent, Inglaterra. Dicho sea de paso, el profeta José Smith es descendiente de John Lathrop. En 1623, este hombre dimitió de su cargo porque cuestionaba la autoridad de la Iglesia Anglicana para actuar en el nombre de Dios. Al leer la Biblia, se dio cuenta de que las llaves apostólicas no estaban en la tierra. En 1632 se convirtió en ministro religioso de una iglesia independiente e ilegal y fue encarcelado. Su esposa falleció mientras él estaba en la cárcel y sus hijos, huérfanos, suplicaron al obispo que lo liberara. Éste accedió a su liberación a cambio de que Lathrop dejara el país, lo cual hizo, y con 32 miembros de su congregación se embarcó con destino a los Estados Unidos11.

Roger Williams, pastor del siglo XVII que fundó Rhode Island, se negó a seguir como pastor religioso en Providence alegando que no había “ninguna iglesia de Cristo debidamente constituida sobre la tierra, ni persona alguna autorizada para administrar ninguna de las ordenanzas de la Iglesia, ni las [podía] haber hasta que [fuesen] enviados nuevos apóstoles por el gran Director de la Iglesia, cuya venida yo busco”12.

Ésos son tan sólo dos eruditos religiosos que reconocieron la existencia de una apostasía de la Iglesia organizada por Jesucristo y la necesidad de restaurar las llaves del sacerdocio, las cuales se habían perdido. El apóstol Juan vio en una visión la época cuando “[volaría] por en medio del cielo… otro ángel, que [tendría] el evangelio eterno para predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo”13. Esta profecía se ha cumplido. Dado que nosotros creemos que el Evangelio de Jesucristo ha sido restaurado en su plenitud por el profeta José Smith en nuestros días, deseamos dar a todos la oportunidad de conocer y aceptar este mensaje.

En la Iglesia restaurada contamos ahora con apóstoles, profetas, pastores, maestros y evangelistas, los cuales Pablo mencionó al dirigirse a los efesios14. El Salvador estableció esos oficios del sacerdocio cuando organizó Su Iglesia en el meridiano de los tiempos. Reconocemos los dos órdenes del sacerdocio y sus correspondientes oficios: el sacerdocio menor es el Sacerdocio Aarónico, nombre que recibe de Aarón; y el sacerdocio mayor es el Sacerdocio de Melquisedec, que recibe su nombre de Melquisedec, a quien Abraham pagó el diezmo. El Sacerdocio Aarónico fue restaurado el 15 de mayo de 1829 por Juan el Bautista, y el Sacerdocio de Melquisedec fue restaurado antes de haber transcurrido un mes por los apóstoles de la antigüedad, Pedro, Santiago y Juan, a José Smith y Oliver Cowdery. Por ello los poseedores actuales del sacerdocio afirman tener el poder para actuar en el nombre de Dios por medio del sacerdocio, “el poder que se respeta tanto en el cielo como en la tierra”15.

En el Templo de Kirtland, el 3 de abril de 1836, Moisés se apareció a José Smith y a Oliver Cowdery, y les entregó las llaves del recogimiento de Israel. Después, Elías se apareció y entregó la dispensación del Evangelio de Abraham, “diciendo que en nosotros y en nuestra descendencia serían bendecidas todas las generaciones después de nosotros”16. Tras él se presentó Elías el profeta, quien les entregó las llaves de esta dispensación, llaves que incluyen el poder para sellar y atar en el cielo lo que se ate en la tierra en el interior de los templos17. De ese modo, los profetas de dispensaciones anteriores del Evangelio entregaron sus llaves al profeta José Smith en ésta, la “dispensación del cumplimiento de los tiempos”, de la que habló el apóstol Pablo a los efesios18.

Me siento agradecido por que el Señor consideró establecer nuevamente la ley del diezmo y las ofrendas entre Su pueblo. Cuando guardamos la ley del diezmo, las ventanas de los cielos se abren de par en par para nosotros, y recibimos grandes bendiciones cuando tenemos la fe para observar dicha ley.

A lo largo de la historia de la tierra, la adoración en el templo ha sido una parte importante de la devoción de los santos, pues mediante ella muestran su deseo de acercarse más a su Creador. El templo fue un lugar de aprendizaje para el Salvador cuando se hallaba en la tierra; era parte integral de Su vida. Las bendiciones del templo vuelven a estar a nuestro alcance en la actualidad. Algo exclusivo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la enseñanza que relaciona los templos con la trascendencia eterna de lo que sucede en ellos. Tenemos templos majestuosos y hermosos en gran parte de la tierra, y en ellos se realiza una obra sumamente sagrada. El presidente Gordon B. Hinckley ha dicho de ellos: “Hay muy pocos lugares en la tierra donde las preguntas del hombre sobre la vida reciban respuestas de la eternidad”19. Los solemnes misterios en cuanto a de dónde venimos, por qué estamos aquí y a dónde vamos obtienen una respuesta más plena en los templos. Vinimos de la presencia de Dios y estamos en la tierra para prepararnos para volver a Su presencia.

Pero mayor importancia tiene el que, dentro de los templos, los esposos y las esposas realizan convenios eternos sellados por la autoridad del sacerdocio. Los hijos que nacen de esa unión, si son dignos, pueden disfrutar de una relación eterna como parte de una familia y como hijos de Dios. El apóstol Juan escribió: “Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son?… Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo”20.

El Señor ha dicho que Su obra consiste en “llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”21, de lo cual se desprende que toda persona, viva o muerta, tendrá la oportunidad de oír el Evangelio, ya sea en esta vida o en el mundo de los espíritus. Pablo dijo a los corintios: “De otro modo, ¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?”22. Por esa razón realizamos ordenanzas en los templos a favor de nuestros antepasados que han fallecido. No por ello se restringe la capacidad de elegir ni el albedrío de nadie. Aquellos por quienes se realiza la obra pueden aceptarla o no, como ellos decidan.

El apóstol Juan vio en una visión la época en que un ángel descendería a la tierra como parte de la restauración del Evangelio. Ese ángel fue Moroni, el que se apareció a José Smith y le indicó dónde se hallaban unas planchas de oro con escritos antiguos. José Smith procedió a traducir esas planchas por el don y el poder de Dios, y todo ello se publicó con el nombre del Libro de Mormón. Éste es un registro de dos grupos de personas que vivieron hace siglos en el continente americano. Poco se sabía de ellos antes de la publicación del Libro de Mormón, pero lo realmente importante es que el Libro de Mormón es otro testamento de Jesucristo que ha restaurado preciadas verdades relativas a la Caída, a la Expiación, a la Resurrección y a la vida después de la muerte.

Antes de la Restauración, los cielos habían estado cerrados durante siglos, pero con los profetas y apóstoles otra vez sobre la tierra, los cielos se abrieron de nuevo con visiones y revelaciones. Muchas de las revelaciones que recibió José Smith se publicaron en un libro que llegó a conocerse como Doctrina y Convenios, el cual arroja mayor luz sobre los principios y las ordenanzas, y constituye una valiosa fuente de consulta sobre la estructura del sacerdocio. Además, tenemos otro libro de Escrituras: la Perla de Gran Precio. Éste incluye el libro de Moisés, que José Smith recibió por revelación, y el libro de Abraham, que tradujo de un papiro egipcio que había adquirido. Aparte de obtener mucha más información sobre Moisés, Abraham, Enoc y otros profetas, de ambos documentos aprendemos muchos detalles adicionales sobre la Creación. Aprendemos que el Evangelio de Jesucristo se enseñó a todos los profetas desde el principio, incluso desde la época de Adán23.

Creemos que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la restauración de la Iglesia original que estableció Jesucristo, que se edificó “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo”24. Esta Iglesia no procede de la división de ninguna otra iglesia.

Creemos que el Evangelio de Jesucristo ha sido restaurado en su plenitud, pero éste no es motivo para que nadie se sienta superior a ningún otro hijo de Dios. Antes bien, ello conlleva una obligación mayor, como es la de aplicar la esencia del Evangelio de Cristo en nuestra vida, a fin de amar, servir y bendecir a los demás. De hecho, tal y como la Primera Presidencia declaró en 1978, creemos que “los grandes líderes religiosos del mundo como Mahoma, Confucio y los Reformadores, al igual que los filósofos como Sócrates, Platón y otros, recibieron una porción de la luz de Dios. Dios les concedió verdades morales para iluminar a naciones enteras y para llevar un mayor nivel de entendimiento a las personas”25. Por ello, respetamos las creencias religiosas sinceras de los demás y apreciamos que se tenga la misma cortesía y respeto por las creencias que nosotros valoramos.

Tengo un testimonio personal de la veracidad de los convenios, las enseñanzas y la autoridad restaurados por conducto del profeta José Smith. Esta certeza me ha acompañado toda la vida. Me siento agradecido por que la restauración de la plenitud del Evangelio tuvo lugar en nuestra época, pues en ella se halla el sendero que conduce a la vida eterna. Ruego que nos acompañen la fortaleza, la paz y el interés de Dios el Padre y el amor y la gracia eternos del Señor Jesucristo. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. “Declaración de la Primera Presidencia sobre el amor de Dios por todo el género humano”, 15 de febrero de 1978.

  2. “La Apostasía y la Restauración”, Liahona, julio de 1995, pág. 95.

  3. 2 Tesalonicenses 2:3; cursiva agregada.

  4. Véase Marcos 1:9–10.

  5. Véase Hechos 8:14–17; 19:3–6.

  6. Véase Mateo 3:17; Hechos 7:55; D. y C. 130:22.

  7. Hechos 24:15.

  8. Véase Daniel 2:28; Amós 3:7; D. y C. 121:26.

  9. Véase Abdías 1:21; Malaquías 4:6; 1 Corintios 15:29; Apocalipsis 7:15.

  10. Hechos 3:20–21.

  11. Véase Mark E. Petersen, The Great Prologue, 1975, págs. 34–35.

  12. Véase William Cullen Bryant, editor, Picturesque America; or, the Land We Live In, 2 tomos, 1872–1874, tomo I, pág. 502; véase también LeGrand Richards, Una Obra Maravillosa y un Prodigio, pág. 26.

  13. Apocalipsis 14:6.

  14. Véase Efesios 4:11.

  15. James E. Talmage, Artículos de Fe, pág. 227.

  16. D. y C. 110:12.

  17. D. y C. 110:13–16.

  18. Efesios 1:10.

  19. “Why These Temples?”, Temples of The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1999, pág.14.

  20. Apocalipsis 7:13, 15.

  21. Moisés 1:39.

  22. 1 Corintios 15:29.

  23. Moisés 5:58; 8:19; Abraham 2:10–11.

  24. Efesios 3:20.

  25. Declaración de la Primera Presidencia, 15 de febrero de 1978.