Es verdadero, ¿no es así? Entonces, ¿qué importa lo demás?
Nuestra convicción del Salvador y de Su obra en los últimos días se convierte en el poderoso lente a través del cual juzgamos todo lo demás.
Mi tema el día de hoy se basa en algo que el presidente Hinckley dijo en la conferencia general de abril de 1973.
Yo acababa de regresar a casa después de servir en mi misión y parecía que había tanto en mi porvenir. ¿Sería capaz de tomar siempre las decisiones correctas durante mi vida?
Entonces, el que en aquel tiempo era el élder Gordon B. Hinckley, habló de su encuentro con un joven oficial naval de Asia. El oficial no había sido cristiano, pero durante un entrenamiento en los Estados Unidos, había aprendido en cuanto a la Iglesia y se había bautizado. Ahora se preparaba para regresar a su tierra natal.
El presidente Hinckley le preguntó al oficial: “Los de su pueblo no son cristianos, ¿qué sucederá cuando regrese a casa convertido en cristiano y, particularmente, en un cristiano mormón?”.
La expresión del oficial se ensombreció, y contestó: “Mi familia estará muy desilusionada… En cuanto a mi futuro y mi carrera, quizás se me niegue toda oportunidad”.
El presidente Hinckley preguntó: “¿Está dispuesto a pagar un precio tan alto por el Evangelio?”.
Con los ojos obscuros humedecidos por las lágrimas, le contestó con una pregunta: “Es verdadero, ¿no es así?”.
El presidente Hinckley respondió: “Sí, es verdadero”.
A eso, el oficial le respondió: “Entonces, ¿qué importa lo demás?”1.
A lo largo de los años, he reflexionado en esas palabras: “Es verdadero, ¿no es así? Entonces, ¿qué importa lo demás?”. Estas preguntas me han ayudado a poner los asuntos difíciles en la perspectiva correcta.
La causa en la cual trabajamos es verdadera; respetamos las creencias de nuestros amigos y vecinos; todos somos hijos e hijas de Dios y podemos aprender mucho de otros hombres y mujeres de fe y de bondad, como el presidente Faust nos enseñó tan bien.
No obstante, sabemos que Jesús es el Cristo y que ha resucitado. En nuestra época, por medio del profeta José Smith, el sacerdocio de Dios ha sido restaurado. Poseemos el don del Espíritu Santo; el Libro de Mormón es lo que declaramos que es; las promesas del templo son ciertas. El Señor mismo ha declarado la misión única y singular de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días de ser una “luz al mundo y… un mensajero… [para preparar] el camino delante de [Él]”2 mientras “[rueda] el evangelio hasta los extremos de [la tierra]”3.
Es verdadero, ¿no es así? Entonces, ¿qué importa lo demás?
Por supuesto, para todos nosotros, hay otras cosas que importan. Cuando oí el discurso del presidente Hinckley a la edad de veintiún años, tenía que concentrarme en mis estudios; necesitaba empleo para seguir en la escuela; de alguna manera tenía que encontrar la forma de convencer a una señorita especial que debía arriesgarse a casarse conmigo, y disfrutaba de otras actividades sanas.
¿Cómo encontramos nuestro camino a través de las muchas cosas que son importantes? Simplificamos y purificamos nuestra perspectiva. Algunas cosas son malas y se deben evitar; algunas son agradables; otras son importantes y algunas cosas son absolutamente indispensables. El Salvador dijo: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”4.
La fe no es sólo un sentimiento, sino una decisión; junto con la oración, el estudio, la obediencia y los convenios, edificamos y fortalecemos nuestra fe. Nuestra convicción del Salvador y de Su obra en los últimos días se convierte en el poderoso lente a través del cual juzgamos todo lo demás; y entonces, cuando nos encontramos en el crisol de la vida, tenemos la fortaleza de tomar el curso correcto.
El presidente Hinckley lo dijo de la siguiente manera: “Cuando el hombre es motivado por grandes y poderosas convicciones de la verdad, es cuando se autodisciplina, no por las demandas que la Iglesia ejerce sobre él, sino a causa del conocimiento que lleva en el corazón”5.
¿Estamos lo suficientemente motivados por grandes y poderosas convicciones de la verdad? ¿Reflejan nuestras decisiones esa motivación? ¿Estamos llegando a ser quienes queremos llegar a ser? Es verdadero, ¿no es así? Entonces, ¿qué importa lo demás?
Sabemos lo que es correcto. Hace algunos años, mi esposa Kathy se encontraba con nuestros nietos mientras los padres habían salido. Nuestro nieto de cuatro años empujó con fuerza a su hermano menor; después de consolar al pequeñito que lloraba, ella se volvió al niño de cuatro años y le preguntó suavemente: “¿Por qué empujaste a tu hermanito?”. Él miró a su abuelita y le respondió: “Lo siento, Mimi; perdí mi anillo de HLJ y no puedo hacer lo justo”. Debemos tener cuidado porque las excusas pueden obstruir nuestro progreso.
En el corazón de los Santos de los Últimos Días de las naciones de todo el mundo se encuentran “grandes y poderosas convicciones de la verdad”. Esta fortaleza de fe impulsa hacia adelante la obra del reino.
Hace muchos años, mi esposa y yo nos encontrábamos junto a una valiente hermana de Francia cuando su esposo, que tenía menos de cuarenta años, cruzó el velo. La responsabilidad de enseñar y de guiar con rectitud ella sola a sus cuatro pequeñitos parecía una tarea abrumadora; sin embargo, dieciséis años después, sus hijos han regresado de misiones y su hija está sellada en el templo.
Conozco a un hermano de Brasil que se unió a la Iglesia a los dieciséis años; era el único miembro de su familia. Cuando llegó el tiempo para salir en una misión, sus padres se opusieron. Durante la misión, nunca recibió noticias de ellos y al terminar, regresó a casa de su obispo. Sin embargo, este relato tiene un final feliz, ya que ahora tiene una bella familia, es cirujano dental y sus padres desean que él despierte el interés de sus hermanos en la Iglesia.
Conozco a un hermano de un país latinoamericano que, después de su bautismo, tomó la determinación de que no sólo sería honrado en el pago de los diezmos, sino que también pagaría íntegramente sus impuestos, lo cual era algo que sus competidores en los negocios no hacían. El Señor lo bendijo por su honradez.
Muchos sacrificios se efectúan discretamente: ex misioneros que no aplazan la responsabilidad de buscar a su compañera eterna; mujeres rectas que desean hijos y que dedican su vida a criarlos con amor y en la verdad; familias que con prudencia limitan las influencias de los medios de comunicación y de internet, los cuales pueden empañar su espíritu; cónyuges que logran darse tiempo para estar juntos en el templo.
Los hijos también pueden desarrollar ese lente de fe. Hace poco, en Seúl, Corea, conocí a unos jóvenes que, a causa del riguroso horario escolar, llegan muy tarde a casa todos los días, pero aún así, asisten a seminario a las 6:00 de la mañana, cinco días a la semana. Sé de un niño beisbolista de ocho años, la estrella del equipo, que por su propia cuenta, le explicó al entrenador el motivo por el cual él no iba a participar en la final, que se iba a llevar a cabo en domingo.
Solamente Dios conoce muchos de los actos discretos de profunda fe, pero éstos quedan registrados en el cielo. Es verdadero, ¿no es así? Entonces, ¿qué importa lo demás?
El Salvador dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”6.
Testifico que es verdadero y que sí importa. En el nombre de Jesucristo. Amén.