Atesoren para sí
Instamos a los poseedores del sacerdocio a almacenar lo suficiente para que ustedes y su familia puedan soportar las vicisitudes de la vida.
Mis queridos hermanos, qué gran bendición es estar reunidos con la Primera Presidencia y los Doce Apóstoles. Cada poseedor del sacerdocio aquí presente, ya sea que tenga 12 ó 112 años, puede heredar el orden celestial de vida “mediante la obediencia a las leyes y ordenanzas del Evangelio”1. Es maravilloso reflexionar en ello; y sé que es cierto. ¡Ustedes son quienes están a cargo de su mundo!
Con esta perspectiva por delante, consideremos la siguiente historia: Un joven lleno de aspiraciones y de energía se matriculó en una selecta universidad. En aquel tiempo, tenía el oficio de presbítero en el Sacerdocio Aarónico. Su meta era elevada: deseaba llegar a ser médico. Su objetivo era ambicioso: quería ser rico. Deseaba jugar al fútbol americano, así que fue a hablar con los entrenadores, y con el tiempo consiguió entrar en el equipo. Una vez allí, podía tener reconocimiento y el derecho de alardear como sólo se hace en el mundo del deporte universitario. Tales eran las cosas que tenía en la mente.
Pero no había reparado en algo que terminaría por frustrar sus grandes y vanas ambiciones: no había atesorado para sí. Había subestimado la importancia de una preparación adecuada, de la necesidad de asistir regularmente y del estudio disciplinado, así como de la clase de química de la universidad. Las consecuencias se dieron rápidamente y sin clemencia: Se produjeron antes de los noventa días. Sucedió así:
El día en que su cuerpo de 1,73 metros y de 77 Kg. se encontró en la línea de contacto frente a un jugador gigantesco del mejor equipo de la universidad, supo que se había equivocado de deporte.
Al no estar acostumbrado a un estudio riguroso, sus ojos y su mente se rehusaban a funcionar luego de algunos breves momentos de estar con los libros.
El punto culminante de su fracaso fue el examen final de química. Basta decir que sus respuestas al azar a las preguntas de opción múltiple ni siquiera se aproximaron al promedio regular. Fue un completo fracaso.
Por medio del trabajo arduo, de una misión que le dio una visión correcta de los propósitos de la vida y de una preparación constante y tenaz, logró superar las consecuencias de ese breve periodo de insensatez. No obstante, todavía hoy tengo pesadillas sobre aquella clase de química.
Afortunadamente, el Señor nos ha demostrado cómo evitar semejante insensatez. Nos dijo:
“Escuchad, oh pueblo de mi iglesia… Escuchad, pueblos lejanos; y vosotros los que estáis sobre las islas del mar, oíd juntamente.
“Preparaos, preparaos para lo que ha de venir, porque el Señor está cerca”2.
La doctrina de la segunda venida del Mesías proporciona uno de los mayores incentivos para prepararnos y para vivir de una manera correcta. El Padre Celestial sabe que la promesa de recompensar a Sus hijos los alienta a realizar obras de rectitud, y que la promesa de castigos logra que se tenga temor de hacer lo malo. Tales son las revelaciones tocantes a la segunda venida de nuestro Señor3.
Esas revelaciones hablan de señales y de maravillas en la tierra y en los cielos. Predicen tiempos de grandes problemas y acontecimientos futuros de un alcance y de una duración enormes. Y lo más importante, recibimos estas promesas divinas:
“…el Señor tendrá poder sobre sus santos, y reinará en medio de ellos”4.
“…a fin de que mediante mi providencia, no obstante las tribulaciones que os sobrevengan, la iglesia se sostenga independiente de todas las otras criaturas bajo el mundo celestial”5.
Y, “…si estáis preparados, no temeréis”6.
Esas promesas llevan a los poseedores del sacerdocio a prepararse a sí mismos y a su familia para la aparición del Señor7. No hay necesidad de sentir ansiedad por los acontecimientos que precederán a la Segunda Venida. Más bien, sintámonos sumamente agradecidos por comprender lo que nos aguarda. Apreciemos el hecho de que somos nosotros quienes estamos a cargo de nuestra vida en calidad de agentes del Señor, responsables de todo aquello que Él nos ha confiado8. La fórmula del éxito es sencilla: Sean fieles. No se agobien. Atesoren para sí.
Sean fieles. Como poseedores del sacerdocio, ponemos en práctica el gesto suave y la palabra amable. Somos hombres que oramos, que santificamos el día de reposo y que conocemos la palabra de Dios. Pagamos los diezmos, ayunamos y damos ofrendas de ayuno generosas. Guardamos nuestros convenios y nos consagramos a edificar el reino de Dios.
Y, hermanos, ¡atesoramos para nosotros mismos! Al hacer esas cosas, “el Señor tendrá poder sobre sus santos, y reinará en medio de [nosotros]”9.
No se agobien. Como hombres de Dios, nos apartamos del exceso de abundancia y procuramos lo que edifica, ya que “lo que no edifica no es de Dios”10. Si nuestros tratos, relaciones, actividades, afanes o planes nos impiden poner a Dios en primer lugar, tendremos que simplificar nuestra vida y no abrumarnos11. Si tenemos deudas, debemos pagarlas y vivir libres de ellas hasta donde sea posible.
Y, hermanos, ¡atesoramos para nosotros mismos! Entonces, “mediante [la] providencia [del Señor], no obstante las tribulaciones… la iglesia [y su pueblo se sostendrán] independiente[s]…”12.
Atesoren para sí. Nuestras esposas desempeñan un papel fundamental en esta obra, pero ellas necesitan esposos que sean líderes en lo que respecta a la preparación familiar. Los hijos necesitan padres que les inculquen esa tradición recta y de esa manera ellos harán lo mismo con sus propios hijos y sus reservas no escasearán.
Un principio clave del Evangelio es el de prepararse para los días de escasez. El trabajo, la industriosidad y la frugalidad forman parte del orden real de la vida. Recuerden estas palabras de Pablo: “porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo”13.
Sentados ante nosotros se encuentran los tres sumos sacerdotes presidentes que constituyen la Primera Presidencia de la Iglesia.
Del presidente James E. Faust, Segundo Consejero, escuchamos: “El padre y la madre son los responsables del almacén de la familia y tienen que almacenar lo que su propia familia querría tener en caso de emergencia… [y] Dios nos sostendrá a través de nuestras pruebas”14.
Del presidente Thomas S. Monson, Primer Consejero, escuchamos: “Habría muchas más personas capaces de superar las dificultades económicas de su vida si contaran con un plan de almacenamiento suficiente para un año… y si no tuvieran deudas. En la actualidad, observamos que muchos han seguido este consejo al revés: tienen al menos un año de deudas almacenadas y no tienen comida”15.
Del presidente Gordon B. Hinckley, el profeta del Señor, escuchamos:
“El mejor lugar para tener algunos alimentos guardados es dentro de nuestra casa…
“Podemos comenzar modestamente. Empezar por almacenar alimentos para una semana e ir poco a poco aumentando a un mes y después a tres… temo que muchos piensen que el almacenamiento de alimentos para largo plazo esté tan fuera de su alcance, que no hagan ningún esfuerzo al respecto.
“Comiencen poco a poco… y gradualmente diríjanse al logro de un objetivo razonable”16.
La preparación inspirada se fundamenta en los cimientos de la fe en Jesucristo, la obediencia y el llevar una vida frugal. Los miembros no deben llegar a extremos, pero sí deben comenzar.
Instamos a los poseedores del sacerdocio a almacenar lo suficiente para que ustedes y su familia puedan soportar las vicisitudes de la vida. Por favor, asegúrense de que las personas que estén bajo su supervisión reciban estos dos folletos titulados Preparad todo lo que fuere necesario. Exhórtenles a prepararse ahora para los días de dificultad que están por venir.
Líderes del sacerdocio, soliciten la ayuda de la Sociedad de Socorro para fomentar la preparación familiar y la economía en el hogar. Las mujeres de la Iglesia necesitan su apoyo y responderán a su liderazgo.
Alentemos a los miembros a que agreguen con regularidad al almacén de su hogar algunos artículos alimenticios básicos y agua potable. Deben ahorrar dinero, aunque sólo sean unas monedas a la semana. Ese método sencillo les permitirá acumular rápidamente reservas suficientes para varios meses. Con el tiempo, podrán ampliar esos esfuerzos modestos al almacenar suministros para un largo tiempo, incorporando productos esenciales, como cereales, legumbres y otros alimentos básicos que les permitan mantenerse con vida en caso de no tener nada más que comer17.
Si nos esforzamos al máximo, podremos estar seguros de que “la harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá”18. Disfrutaremos de una mayor sabiduría, seguridad, tranquilidad mental y bienestar personal. Estaremos preparados, y por esta razón, “no temer[emos]”19.
Para concluir, quisiera hablarles de la familia de Luca y Patrizia Vaccarono, que viven en un pueblo de los alrededores de Roma, Italia. En una carta reciente, escribieron lo siguiente:
“Tras ciertas experiencias, llegamos a la conclusión de que es importante almacenar los productos que utilizamos. A veces tenemos que cambiar nuestras costumbres al comer ciertos tipos de alimentos…
“La paz que sentimos y el deseo de ser fieles al mandamiento que el Señor nos ha dado por medio del profeta actual nos permite sentir el Espíritu Santo… no sentir temor y comprobar que las señales de los tiempos que anuncian la segunda venida del Señor son una bendición, y no algo que debamos temer. Nos regocijamos en ello… nos motiva a ser fieles, a perseverar hasta el fin, a ser salvos y a obtener la vida eterna”20.
Como comentario final, el hermano Vaccarono escribe lo siguiente: “Perdone que no escriba muy bien en inglés; espero que comprenda lo que he procurado explicarle”. Hermano y hermana Vaccarono, les comprendemos, porque las Escrituras mismas lo declaran: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”21. En el nombre de Jesucristo. Amén.