2010–2019
Revelación continua
Octubre 2014


17:30

Revelación continua

El criterio humano y el razonamiento lógico no serán suficientes para obtener respuestas a las preguntas más importantes de la vida. Necesitamos revelación de Dios.

Deseo que en este día todos sintamos el amor y la luz de Dios. Muchos de los que están escuchando el día de hoy sienten la necesidad imperiosa de esa bendición de revelación personal de nuestro amoroso Padre Celestial.

Para los presidentes de misión, podría ser una oración de súplica para saber cómo animar a un misionero que esté teniendo dificultades. Para un padre y una madre que viven en un lugar asolado por la guerra, será la necesidad apremiante de saber si llevar a su familia a un lugar seguro o quedarse donde están. Cientos de presidentes de estaca y obispos están orando hoy para saber cómo ayudar al Señor a rescatar a una oveja perdida. Y para un profeta, será saber lo que el Señor desea que diga a la Iglesia y a un mundo en confusión.

Todos sabemos que el criterio humano y el razonamiento lógico no serán suficientes para obtener respuestas a las preguntas más importantes de la vida. Necesitamos revelación de Dios; y precisaremos no sólo una revelación en épocas de estrés, sino un flujo continuamente renovado. Necesitamos no sólo un destello de luz y consuelo, sino la bendición continua de comunicación con Dios.

La existencia misma de la Iglesia surge de un joven que supo la verdad de ello. El joven José Smith sabía que no podía saber por sí mismo a qué iglesia unirse, por lo que le preguntó a Dios tal como en el libro de Santiago se indicaba que podía hacerlo. Dios el Padre y Su Hijo Amado se aparecieron en una arboleda y contestaron la pregunta que José no tenía la capacidad de responder por sí mismo.

No sólo fue entonces llamado por Dios para establecer la verdadera Iglesia de Jesucristo, sino que con ella se restauró el poder de invocar al Espíritu Santo a fin de que la revelación de Dios pudiera ser continua.

El presidente Boyd K. Packer describió esa marca distintiva de la verdadera Iglesia de esta forma: “La revelación en la Iglesia continúa: el profeta la recibe para la Iglesia; el presidente, para su estaca, su misión o su quórum; el obispo, para su barrio; el padre, para su familia; el individuo, para sí mismo”1.

Ese maravilloso proceso de la revelación comienza, finaliza y continúa conforme recibimos revelación personal. Tomemos como ejemplo al gran Nefi, hijo de Lehi. Su padre tuvo un sueño. Otras personas de la familia de Nefi consideraron el sueño de Lehi como evidencia de confusión mental. El sueño incluía un mandato de Dios para que los hijos de Lehi corrieran el gran riesgo de regresar a Jerusalén para buscar las planchas que contenían la palabra de Dios a fin de que pudieran llevarlas en su viaje a la tierra prometida.

A menudo citamos la valiente declaración de Nefi cuando su padre les pidió que regresaran a Jerusalén. Ustedes conocen las palabras: “Iré y haré lo que el Señor ha mandado”2.

Cuando Lehi escuchó a Nefi pronunciar esas palabras, el pasaje de las Escrituras dice que “quedó altamente complacido”3. Estaba complacido porque supo que Nefi había sido bendecido con la confirmación mediante revelación de que el sueño de su padre era una verdadera comunicación de Dios. Nefi no dijo: “Iré y haré lo que mi padre me dijo que hiciera”. Por el contrario, dijo: “Iré y haré lo que el Señor ha mandado”.

Por la experiencia que ustedes han tenido en su familia, también saben por qué Lehi estaba “altamente complacido”. Su gozo provenía de saber que Nefi había recibido revelación confirmadora.

Muchos padres han establecido reglas familiares de la hora en que un hijo adolescente debe regresar a casa por la noche. Pero piensen en el gozo que sienten los padres cuando se enteran, tal como sucedió con uno de ellos hace unas pocas semanas, de que una hija que se había ido a vivir sola no sólo se puso una hora límite para llegar a su casa, sino que también guardó el día de reposo tal como se le había enseñado en el hogar. La revelación de un progenitor tiene un efecto perdurable en la revelación personal que continúa con el hijo.

Mi madre debe haber entendido ese principio de revelación. Cuando era joven, yo cerraba la puerta del fondo silenciosamente cuando llegaba tarde a casa. Tenía que pasar por el dormitorio de ella para llegar al mío y, por más que fuera despacito en puntas de pie, justo cuando llegaba a su puerta entreabierta, escuchaba mi nombre, con voz muy baja: “Hal, entra por un momento”.

Entraba y me sentaba a la orilla de su cama. La habitación estaba oscura y, si ustedes hubieran podido escuchar, hubieran pensado que eran sólo conversaciones amistosas sobre la vida. Pero hasta el día de hoy acude a mi mente lo que ella me dijo, con el mismo poder que siento cuando leo la transcripción de mi bendición patriarcal.

No sé qué era lo que ella pedía en oración al estar esperándome esas noches. Supongo que en parte pedía que yo llegara a salvo, pero estoy seguro de que oraba como lo hace un patriarca antes de dar una bendición. Él ora para que el beneficiario de la bendición reciba sus palabras como las palabras de Dios, y no como las de él. Las oraciones de mi madre en que suplicaba esa bendición surtieron efecto en mí. Ella está en el mundo de los espíritus y ha estado allí por más de 40 años. Estoy seguro de que ha estado altamente complacida porque fui bendecido tal como ella pedía que yo escuchara los mandatos de Dios por medio de sus consejos; y yo he procurado ir y hacer lo que ella esperaba que hiciera.

He visto ese mismo milagro de revelación continua en los presidentes de estaca y los obispos de la Iglesia; y tal como sucede con la revelación a los líderes de familia, la revelación es de valor sólo si aquellos que están siendo guiados reciben una revelación confirmadora.

Vi ese milagro de revelación después de que se desbordó la presa Teton en Idaho, en 1976. Muchos saben la historia de lo que sucedió, pero el ejemplo de revelación continua que recibió un presidente de estaca puede bendecirnos a todos en los días venideros.

Miles de personas fueron evacuadas cuando sus casas quedaron destruidas. El dirigir las operaciones de socorro recayó en un presidente de estaca local, un agricultor. Yo me encontraba en un aula del Colegio Universitario Ricks unos cuantos días después del desastre. Un líder de la agencia federal encargada de desastres había llegado, y él y sus asistentes principales entraron al salón grande en el que el presidente de estaca había reunido a obispos e incluso a algunos ministros de otras religiones locales. Yo estaba allí porque muchos de los sobrevivientes estaban recibiendo cuidado y alojamiento en el campus del colegio universitario del que yo era el rector.

Al comenzar la reunión, el representante de la agencia federal encargada de desastres se puso de pie y comenzó a decir con voz de autoridad lo que era necesario hacer. Tras enumerar cada una de las cinco o seis tareas que dijo eran esenciales, el presidente de estaca respondió suavemente: “Eso ya lo hicimos”.

Después de unos minutos, el hombre de la agencia federal dijo: “Creo que me voy a sentar y observar por un momento”. Él y sus asistentes entonces escucharon mientras los obispos y presidentes de quórum de élderes dieron un informe de lo que habían hecho. Describieron las indicaciones que habían recibido y seguido de sus líderes. También hablaron sobre lo que se habían sentido inspirados a hacer al seguir las instrucciones de encontrar a familias y ayudarlas. Ya era tarde; todos estaban demasiado cansados para demostrar mucha emoción, salvo el amor que sentían por las personas.

El presidente de estaca dio unas cuantas instrucciones finales a los obispos y luego anunció la hora de la siguiente reunión de informe que se efectuaría temprano por la mañana.

A la mañana siguiente, el líder del equipo federal llegó 20 minutos antes la hora establecida para que empezara la reunión de informe y asignaciones. Yo estaba cerca y escuché que le dijo en voz baja al presidente de estaca: “Presidente, ¿qué le gustaría que yo y los integrantes de mi equipo hiciéramos?”.

Lo que ese hombre vio lo he visto en momentos de emergencia y pruebas por todo el mundo. El presidente Packer tenía razón. La revelación continua llega a los presidentes de estaca para elevarlos por encima de su propia sabiduría y capacidad. Y, más allá de eso, el Señor da a aquellos a quienes el presidente dirige una confirmación de que sus mandatos provienen de Dios por medio del Espíritu Santo a un ser humano imperfecto.

He tenido la bendición de ser llamado a seguir a líderes inspirados durante gran parte de mi vida. Siendo todavía joven, fui llamado a ser consejero del presidente de quórum de élderes. También he sido consejero de dos presidentes de distrito, de un Obispo Presidente de la Iglesia, miembro del Quórum de los Doce Apóstoles y consejero de dos Presidentes de la Iglesia. He visto la revelación que se les da a ellos y luego confirmada a los que los siguen.

Esa revelación personal de aceptación, que todos anhelamos, no se recibe fácilmente ni se recibe simplemente por pedirla. El Señor dio la siguiente norma para tener la capacidad de recibir ese tipo de testimonio de Dios. Es una guía para quienes buscan la revelación personal que todos debemos buscar.

“Deja también que tus entrañas se llenen de caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de la fe, y deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios; y la doctrina del sacerdocio destilará sobre tu alma como rocío del cielo.

“El Espíritu Santo será tu compañero constante”4.

De ello saco un consejo para todos nosotros. No tomen a la ligera el sentimiento de amor que tienen por el profeta de Dios. A dondequiera que voy en la Iglesia, sin importar quién sea el profeta en ese momento, los miembros me dicen: “Cuando regrese a las Oficinas Generales de la Iglesia, ¿podría por favor decirle al profeta cuánto lo amamos?”.

Eso es mucho más que adorar héroes o la admiración que a veces sentimos por personajes heroicos. Es un don de Dios; con ese don recibirán más fácilmente el don de la revelación confirmadora cuando él hable al ejercer su oficio como profeta del Señor. El amor que sienten es el amor que el Señor tiene por quienquiera que sea Su portavoz.

No es fácil sentirlo continuamente, porque el Señor a menudo pide que Sus profetas brinden consejos que para la gente son difíciles de aceptar. El enemigo de nuestra alma procurará llevarnos a que nos ofendamos y a que dudemos de que el llamamiento de profeta proviene de Dios.

He visto cómo el Espíritu Santo puede conmover un corazón blando a fin de proteger a un humilde discípulo de Jesucristo con revelación confirmadora.

El profeta me envió a conferir el sagrado poder de sellar a un hombre en una pequeña ciudad lejana. Sólo el profeta de Dios posee las llaves para decidir quién debe recibir el sagrado poder que el Señor dio a Pedro, el apóstol de más antigüedad. Yo había recibido ese mismo poder para sellar, pero sólo podía conferirlo a otra persona bajo la dirección del Presidente de la Iglesia.

De modo que, en el salón de una capilla lejos de Salt Lake, coloqué mis manos sobre la cabeza de un hombre escogido por el profeta para recibir el poder para sellar. Sus manos mostraban las marcas de haber labrado la tierra toda una vida para sobrevivir a duras penas. Su diminuta esposa estaba sentada cerca de él. A ella también se le notaba las marcas de años de arduo trabajo junto a su esposo.

Pronuncié las palabras que dio el profeta. “Bajo la delegación de autoridad y responsabilidad de”, y luego el nombre del profeta, “quien posee en la actualidad todas las llaves del sacerdocio sobre la Tierra, confiero el poder para sellar a”, y pronuncié su nombre y luego el nombre del templo donde iba a prestar servicio como sellador.

Lágrimas corrieron por sus mejillas, y vi que su esposa también sollozaba. Esperé a que se tranquilizaran. Ella se puso de pie y se acercó a mí. Levantó la mirada y luego tímidamente expresó que se sentía feliz, pero también triste. Dijo que le había encantado asistir al templo con su esposo, pero que ahora sentía que no debía ir con él porque Dios lo había escogido para un deber tan glorioso y sagrado. Luego añadió que se sentía incapaz de ser su compañera en el templo debido a que no podía leer ni escribir.

Le aseguré que su esposo se sentiría honrado con su compañía en el templo por el gran poder espiritual que ella tenía. Le expresé lo mejor que pude, con el poco conocimiento que tenía de su idioma, que Dios le había revelado cosas que iban más allá de cualquier conocimiento terrenal.

Ella sabía, por el don del Espíritu, que Dios, mediante Su profeta, le había confiado un deber celestial al esposo que ella amaba. Sabía por sí misma que las llaves para otorgar ese poder para sellar las poseía un hombre a quien nunca había visto y que sin embargo sabía que era el profeta viviente de Dios. Sabía, sin necesidad de que se lo dijeran testigos vivientes, que el profeta había orado en cuanto al nombre de su esposo. Sabía por sí misma que Dios había extendido ese llamamiento.

También sabía que las ordenanzas que su esposo llevaría a cabo unirían a las personas por la eternidad en el reino celestial. Había recibido la confirmación en la mente y en el corazón de que la promesa que el Señor le hizo a Pedro todavía continuaba en la Iglesia: “…todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos”5. Lo sabía por sí misma, por revelación de Dios.

Volvamos al punto de partida. “La revelación en la Iglesia continúa: el profeta la recibe para la Iglesia; el presidente, para su estaca, su misión o su quórum; el obispo, para su barrio; el padre, para su familia; el individuo, para sí mismo”6.

Les testifico que es verdad. El Padre Celestial escucha sus oraciones. Él los ama y los conoce por su nombre. Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y nuestro Redentor. Los ama mucho más de lo que ustedes son capaces de comprender.

Por medio del Espíritu Santo, Dios derrama revelación abundante a Sus hijos. Él habla con Su profeta en la Tierra, que actualmente es Thomas S. Monson. Testifico que él posee y ejerce todas las llaves del sacerdocio en la Tierra.

Al escuchar en esta conferencia las palabras de aquellos a quienes Dios ha llamado a hablar en Su nombre, ruego que reciban la revelación confirmadora que necesitan para hallar el camino en su viaje de regreso a casa, para morar con Él en una familia sellada para siempre. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.