2010–2019
Preparados de una manera como nunca se había conocido
Octubre 2014


10:11

Preparados de una manera como nunca se había conocido

Ruego que nos preparemos para recibir de manera digna las ordenanzas salvadoras gota a gota y que guardemos los convenios relacionados con ellas con todo el corazón.

Cuando nuestra hija menor regresó a casa después de su primer día de escuela, le pregunté: “¿Cómo te fue?”.

Ella respondió: “Bien”.

Sin embargo, a la mañana siguiente, cuando la desperté para ir a la escuela, se cruzó de brazos y dijo con firmeza: “¡Ya fui a la escuela!”. Aparentemente yo no la había preparado o no le había explicado que ir a la escuela no era algo que se hace sólo una vez, sino que tenía que ir a la escuela cinco días a la semana por muchos, muchos años.

Al considerar el principio de estar preparados, imaginemos la siguiente escena: Están sentados en el salón celestial del templo y observan a las novias y a los novios que entran y salen reverentemente mientras esperan para casarse por el tiempo y por toda la eternidad. Una novia entra en el salón celestial, tomada de la mano de su novio. Lleva puesto un vestido sencillo pero hermoso y una sonrisa serena, cálida y simpática en el rostro. Está bien arreglada, pero sin llamar la atención; toma asiento, mira a su alrededor, y de pronto la embarga la emoción. Parece que sus lágrimas son el resultado del asombro y de la reverencia que tiene por el lugar en el que se encuentra así como por la sagrada ordenanza que le espera a ella y al amor de su vida. Su comportamiento parece decir: “¡Cuán agradecida estoy por estar en la Casa del Señor hoy, lista para empezar una jornada eterna con un amado compañero eterno!”. Parece estar preparada para mucho más que sólo un acontecimiento.

Hace poco, nuestra preciosa nieta adolescente me dejó una nota sobre la almohada que en una parte decía: “Una cosa que me impresiona cuando entro al templo es el espíritu de paz y amor que reina allí… La gente puede ir al templo a recibir inspiración”1. Ella tiene razón. Podemos recibir inspiración y revelación en el templo, así como el poder para sobrellevar las adversidades de la vida. Lo que ella aprenda sobre el templo conforme participe de forma constante al llevar los nombres de sus propios familiares para realizar bautismos y confirmaciones la preparará para recibir otras ordenanzas, convenios y bendiciones tanto para ella como para aquellos que se encuentran al otro lado del velo.

El élder Russell M. Nelson enseñó: “Así como los templos están preparados para las personas, las personas necesitan prepararse para el templo”2.

Al volver a leer sobre el capitán Moroni en el Libro de Mormón, me recuerda que uno de los logros más grandes de Moroni fue el haber preparado meticulosamente a los nefitas para que resistieran la batalla contra el ejército lamanita. Preparó tan bien al pueblo, que leemos: “Pero he aquí, para… mayor asombro [de los lamanitas], [los nefitas] estaban preparados para recibirlos de una manera como nunca se había conocido3.

Esa frase: “preparados… de una manera como nunca se había conocido”, me llamó mucho la atención.

¿Cómo podemos prepararnos mejor para las sagradas bendiciones del templo? El Señor enseñó: “Y además os daré una norma en todas las cosas”4. Consideremos un modelo de las Escrituras para ayudar a prepararnos bien. La preparación de Moroni para afrontar al enemigo exigió diligencia constante y fiel; y este modelo requerirá lo mismo.

Parece que nunca me canso de la hermosa parábola que el Salvador enseñó sobre las cinco vírgenes prudentes y las cinco insensatas. Aunque esta parábola se refiere a estar preparados para la Segunda Venida de nuestro Salvador, también la podemos asociar a estar preparados para las bendiciones del templo, que pueden ser un banquete espiritual para quienes estén bien preparados.

En Mateo 25 leemos:

“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio.

“Y cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas…

“las [que eran] prudentes tomaron aceite en sus vasijas…

“Y tardándose el novio, cabecearon todas y se durmieron.

“Y a la medianoche se oyó un clamor: He aquí el novio viene; salid a recibirle.

“Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas.

“Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan.

“Pero las prudentes respondieron, diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden y comprad para vosotras mismas.

“Y mientras ellas iban a comprar, vino el novio; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.

“Y después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, Señor, ábrenos!

“Mas respondiendo él, dijo: De cierto os digo que no os conozco”5.

No creo que haya ninguna persona, en especial entre aquellas de buen corazón, que no se sienta triste por las mujeres insensatas; y quizás algunas sólo queramos decirles a las otras madres: “¿No pueden compartir un poco para que todas sean felices?”. Pero piénsenlo; éste es un relato que contó el Salvador, y Él es quien llama a cinco de ellas “prudentes” y a las otras cinco “insensatas”.

Al considerar la parábola como un modelo de preparación para el templo, consideren las palabras de un profeta de los últimos días que enseñó que “el aceite de la preparación espiritual no se puede compartir”6. El presidente Spencer W. Kimball ayudó a aclarar por qué las cinco mujeres “prudente” no podían compartir el aceite de sus lámparas con aquellas que eran “insensatas” cuando dijo: “La asistencia a las reuniones sacramentales les agrega aceite a nuestras lámparas gota por gota a través de los años. El ayuno, la oración familiar, la orientación familiar, el control de los apetitos de la carne, la predicación del Evangelio, el estudio de las Escrituras —cada acto de dedicación y obediencia constituye una gota que se agrega a nuestra reserva. Los actos de bondad, el pago de ofrendas y de diezmos, las acciones y pensamientos castos… todos éstos contribuyen sustancialmente a incrementar el aceite con el que podemos reabastecer a medianoche nuestras lámparas vacías”7.

¿Pueden ver el modelo de preparación —gota a gota— que puede ayudarnos a medida que pensamos cómo podemos ser más diligentes en nuestra preparación a fin de recibir ordenanzas sagradas para nosotros mismos y para otras personas? ¿Qué otras cosas pequeñas y sencillas podemos hacer para agregar valiosas y espirituales gotas de aceite a nuestras lámparas de preparación?

El élder Richard G. Scott nos enseñó que “la dignidad personal es un requisito esencial para gozar de las bendiciones del templo… El carácter digno se forja mejor con una vida de decisiones correctas y consistentes centradas en las enseñanzas del Maestro”8. Me encanta la palabra consistente; ser consistente es ser firme, constante y fiable. ¡Qué gran descripción del principio de dignidad!

En el Diccionario Bíblico en inglés, se nos recuerda que “sólo el hogar se puede comparar en santidad con el templo”9. ¿Se ajusta nuestro hogar a esa descripción? Una encantadora jovencita de nuestro barrio fue a nuestra casa hace poco. Sabiendo que su hermano recién había regresado de su misión, le pregunté cómo se sentía al tenerlo de vuelta en casa. Ella dijo que era fantástico, pero que a veces le pedía que bajase el volumen de la música; y agregó: “Y ni siquiera era música mala!”. Quizás valga la pena examinarnos a nosotras mismas de vez en cuando para asegurarnos de que nuestro hogar sea un lugar donde estemos preparadas para sentir el Espíritu. Al preparar nuestros hogares para que sean lugares que inviten al Espíritu, estaremos preparadas para sentirnos “en casa” cuando entremos en la Casa del Señor.

A medida que nos preparemos para entrar dignamente en el templo y seamos fieles a los convenios del templo, el Señor derramará sobre nosotros “una multiplicidad de bendiciones”10. Hace poco, mi buena amiga Bonnie Oscarson cambió el orden de un pasaje de las Escrituras cuando dijo: “A quien mucho se requiere, mucho más le será dado”11. ¡Estoy totalmente de acuerdo! Debido a que vamos al templo a recibir bendiciones eternas, no deberá sorprendernos que se requiera una norma más elevada para merecer esas bendiciones. Nuevamente el élder Nelson enseñó: “Por motivo de que el templo es la Casa del Señor, las normas para ser admitidos en ella las ha establecido Él. Uno entra allí como invitado del Señor. Tener la recomendación para el templo es un privilegio inestimable y una señal tangible de obediencia a Dios y a Sus profetas”12.

Se espera que los atletas de categoría mundial y los estudiantes de posgrado pasen horas, días, semanas, meses e incluso años preparándose. Se necesitan gotas diarias de preparación para que salgan vencedores. Del mismo modo, se espera que aquellos que deseen hacerse acreedores de la exaltación en el reino celestial vivan una norma más elevada de obediencia que resulta de practicar la virtud de la obediencia día tras día y gota a gota.

A medida que agregamos aceite de manera consistente y diligente, gota a gota, a nuestras lámparas espirituales, haciendo estas cosas pequeñas y sencillas, podemos tener nuestras lámparas “arregladas y encendidas”13 con una preparación asombrosa. Mi querido esposo, que es presidente de estaca, recientemente me dijo que él casi siempre puede saber cuando una persona está preparada y es digna de entrar al templo porque “iluminan el cuarto” cuando vienen a pedir la recomendación para el templo.

En la oración dedicatoria del Templo de Kirtland, el profeta José Smith pidió al Señor “que todas las personas que pasen por el umbral de la casa del Señor sientan tu poder… y que crezcan en ti y reciban la plenitud del Espíritu Santo… y se preparen para recibir cuanto fuere necesario”14.

Es mi ruego que, para nosotros, el ir al templo sea mucho más que un acontecimiento que ocurre sólo una vez. Ruego que nos preparemos para recibir de manera digna las ordenanzas salvadoras gota a gota y que guardemos los convenios relacionados con ellas con todo el corazón. Al hacerlo, sé que tendremos derecho a recibir las bendiciones prometidas de la plenitud del Espíritu Santo y el poder del Señor en nuestro hogar y en nuestra vida. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Nota personal de Aydia Kaylie Melo a Linda K. Burton, 31 de agosto de 2014.

  2. Russell M. Nelson, “Preparémonos para las bendiciones del templo”, Liahona, octubre de 2010, pág. 41.

  3. Alma 49:8; cursiva agregada; véanse también los versículos 6–7.

  4. Doctrina y Convenios 52:14.

  5. Mateo 25:1–2, 4–11; Traducción de José Smith, Mateo 25:12 (en Mateo 25:12, nota de pie de página a).

  6. Marvin J. Ashton, “A Time of Urgency”, Ensign, mayo de 1974, pág. 36.

  7. Spencer W. Kimball, La Fe Precede al Milagro, 1972, págs. 256–257.

  8. Véase Richard G. Scott, “Recibe las bendiciones del templo”; Liahona, julio de 1999, pág. 29.

  9. Bible Dictionary, “Temple”.

  10. Doctrina y Convenios 104:2.

  11. Véase de Bonnie L. Oscarson, “Greater Expectations”, (transmisión vía satélite de seminarios e institutos de religión, 5 de agosto de 2014); lds.org/broadcasts; véanse también Lucas 12:48; Doctrina y Convenios 82:3.

  12. Russell M. Nelson, “La preparación personal para recibir las bendiciones del templo”, Liahona, julio de 2001, pág. 38.

  13. Doctrina y Convenios 33:17.

  14. Doctrina y Convenios 109:13, 15.