Jesús es mi luz
Las familias rectas y la unidad centrada en Cristo en nuestros barrios y ramas fortalecen en gran manera nuestra capacidad de permanecer firmes y leales, y de seguir al Salvador a pesar de las vicisitudes de la vida.
En esta época de Pascua de Resurrección reflexionamos sobre la redención que proporcionó nuestro Salvador Jesucristo, y nos regocijamos en ella1.
El clamor que resuena en todo el mundo a causa de la iniquidad nos provoca sentimientos de vulnerabilidad. Con las comunicaciones modernas, el impacto de la iniquidad, la desigualdad y la injusticia ocasiona que muchos sientan que la vida es intrínsecamente injusta. Por grandes que estas pruebas sean, no deben impedir que nos regocijemos en la divina intercesión que Cristo hizo por nosotros, y que la celebremos. El Salvador literalmente “[logró] la victoria sobre la muerte”. Con misericordia y compasión, tomó sobre Sí nuestras iniquidades y transgresiones, y de ese modo nos redimió y satisfizo las exigencias de la justicia para todos los que se arrepientan y crean en Su nombre2.
Su magnífico sacrificio expiatorio tiene un sublime significado que trasciende el entendimiento humano. Ese acto de gracia ofrece la paz que sobrepasa todo entendimiento3.
¿Cómo hacemos frente, entonces, a la cruel realidad que nos rodea?
A mi esposa, Mary, siempre le han gustado los girasoles. Le encanta cuando los ve brotar en lugares inauditos junto a las carreteras. Hay un camino de tierra que lleva a la casa en la que vivían mis abuelos. Antes de entrar al camino, Mary solía preguntar: “¿Crees que veremos esos extraordinarios girasoles hoy?”. Nos sorprendía el que florecieran tanto en terrenos donde circulaban máquinas de labranza y de remoción de nieve, como donde se acumulaban materiales que hacían la tierra poco ideal para que brotaran flores silvestres.
Una sorprendente característica de los girasoles silvestres tiernos, además de crecer en terreno poco adecuado, es la forma en que el capullo sigue el recorrido del sol por el cielo. Al hacerlo, recibe la energía sustentadora de vida que necesita antes de abrirse en una gloriosa flor amarilla.
Al igual que el tierno girasol, si seguimos al Salvador del mundo, al Hijo de Dios, florecemos y llegamos a ser gloriosos a pesar de las terribles condiciones que nos rodeen. Él es verdaderamente nuestra luz y vida.
En la parábola del trigo y la cizaña, el Salvador dijo a Sus discípulos que los que causaran tropiezo e hicieran iniquidad serían recogidos de Su reino4; pero al referirse a los fieles, dijo: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre”5. Como personas y como discípulos de Cristo que viven en un mundo hostil que se encuentra literalmente en conmoción, podemos prosperar y florecer si nuestro fundamento es el amor por el Salvador y si seguimos con humildad Sus enseñanzas.
Las familias rectas y la unidad centrada en Cristo en nuestros barrios y ramas fortalecen en gran manera nuestra capacidad de permanecer firmes y leales, y de seguir al Salvador a pesar de las vicisitudes de la vida6.
La hora de casa
La función de la familia en el plan de Dios es “traernos felicidad, ayudarnos a aprender principios correctos en un ambiente amoroso y prepararnos para la vida eterna”7. La hermosa tradición de observar principios religiosos en el hogar necesita arraigarse en el corazón de los hijos.
Mi tío, Vaughn Roberts Kimball, era un buen estudiante, aspiraba a ser escritor y era mariscal de campo del equipo de fútbol americano de BYU. El 8 de diciembre de 1941, un día después del ataque a Pearl Harbor, se enroló en la marina de Estados Unidos. Mientras cumplía una asignación en Albany, Nueva York, envió un breve artículo a la revista Reader’s Digest. Le pagaron 200 dólares y publicaron el artículo llamado “La hora de casa” en el ejemplar de mayo de 1944.
En el artículo de Reader’s Digest, él habla desde el punto de vista de un marinero y dice:
“La hora de casa:
“Una tarde en Albany, Nueva York, le pregunté a un marinero qué hora era. Él sacó un enorme reloj y respondió: ‘Son las siete y veinte’. Yo sabía que era más tarde. ‘Tu reloj se detuvo, ¿no es así?’, pregunté.
“‘No’, dijo él, ‘aún tengo la hora de casa. Soy del sur de Utah. Cuando entré en la marina, mi papá me dio este reloj y dijo que me ayudaría a recordar mi casa.
“‘Cuando marca las cinco de la mañana, sé que mi papá se levanta a ordeñar las vacas, y por la noche, cuando marca las siete y media, sé que toda mi familia está alrededor de una mesa con abundante comida y mi padre está agradeciendo al Señor por lo que hay en la mesa y pidiéndole que me cuide…’, agregó. ‘Puedo averiguar fácilmente la hora de aquí, pero lo que me interesa es saber la hora que es en Utah’”8.
Poco después de escribir ese artículo, mi tío Vaughn sirvió en un barco en el océano Pacífico. El 11 de mayo de 1945, mientras se encontraba en el portaaviones USS Bunker Hill cerca de Okinawa, el barco fue bombardeado por dos aviones suicidas9. Cerca de cuatrocientos tripulantes murieron, entre ellos mi tío Vaughn.
El élder Spencer W. Kimball extendió sus sinceras condolencias al padre de Vaughn, resaltando la dignidad de su hijo y la certeza del Señor de que “los que mueran en mí no gustarán la muerte, porque les será dulce”10. El padre de Vaughn tiernamente dijo que a pesar de que Vaughn fue sepultado en altamar, la mano de Dios lo llevaría a su hogar celestial11.
Veintiocho años después, el presidente Spencer W. Kimball mencionó a Vaughn en una conferencia general. Él dijo en parte: “Conocí bien a esa familia… Me he arrodillado en oración con [ellos]… La educación en el hogar ha traído bendiciones eternas a esa familia numerosa”. El presidente Kimball invitó a cada familia a “doblar sus rodillas… y a orar por sus hijos e hijas dos veces al día”12.
Hermanos y hermanas, si fielmente llevamos a cabo la oración familiar, el estudio de las Escrituras, la noche de hogar, damos bendiciones del sacerdocio y guardamos el día de reposo, nuestros hijos sabrán qué hora es en casa; estarán preparados para un hogar eterno en el cielo, sin importar lo que les suceda en un mundo difícil. Es de suma importancia que nuestros hijos sepan que en el hogar se les ama y se encuentran seguros.
El esposo y la esposa son compañeros iguales13; sus responsabilidades son distintas pero complementarias. La esposa puede dar a luz los hijos, lo cual bendice a toda la familia; el esposo puede recibir el sacerdocio, lo cual bendice a toda la familia; pero en los consejos familiares, el esposo y la esposa, como compañeros iguales, toman las decisiones más importantes. Deciden cómo se enseñará y se disciplinará a los hijos, cómo se administrará el dinero, dónde vivirán y muchos otros asuntos familiares. Las decisiones se toman juntos, después de procurar la guía del Señor. La meta es llegar a ser una familia eterna.
La luz de Cristo siembra la naturaleza eterna de la familia en el corazón de todos los hijos de Dios. Una de mis escritoras favoritas, que no es miembro de la Iglesia, lo dijo así: “Mucho en la vida es irrelevante, [pero]… la familia es lo que realmente importa, lo que es sustancial, lo que es eterno; a la que hay que cuidar, atender y serle fiel”14.
La Iglesia nos ayuda a centrarnos en el Salvador unidos en familia
Además de la familia, la función de la Iglesia también es importante. “La Iglesia proporciona la organización y los medios para la enseñanza del evangelio de Jesucristo a todos los hijos de Dios. Proporciona la autoridad del sacerdocio para administrar las ordenanzas de salvación y exaltación a todo el que sea digno y esté dispuesto a aceptarlas”15.
En el mundo existe desenfrenada contención e iniquidad, y un gran énfasis en las culturas alternativas y la desigualdad. En la Iglesia, a excepción de las unidades de idiomas extranjeros, los barrios y las ramas sólo tienen límites geográficos; no se dividen por clase ni por categoría16. Nos regocijamos en el hecho de que todas las razas y las culturas se mezclan en una congregación recta. La familia de barrio es importante en nuestro progreso, felicidad y empeño individual para llegar a ser más como Cristo.
Las culturas a menudo dividen a los pueblos y, a veces, son motivo de violencia y discriminación17. En el Libro de Mormón se usa un lenguaje inquietante para describir las tradiciones de padres inicuos que fueron causa de violencia, guerras, malas acciones, iniquidad y hasta de la destrucción de pueblos y naciones18.
En las Escrituras no hay mejor punto de partida que el de 4 Nefi para describir la cultura de la Iglesia que es esencial para todos. Una parte del versículo 2 dice: “…se convirtió al Señor toda la gente sobre toda la faz de la tierra, tanto nefitas como lamanitas; y no había contenciones ni disputas entre ellos, y obraban rectamente unos con otros”. En el versículo 16 dice: “…y ciertamente no podía haber un pueblo más dichoso entre todos los que habían sido creados por la mano de Dios”. El hecho de que no hubiera contenciones se atribuía al “amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo”19. Ésa es la cultura a la que aspiramos.
Los valores y las creencias culturales arraigadas conforman lo que somos. Las tradiciones de sacrificio, gratitud, fe y rectitud se deben atesorar y conservar. Las familias deben disfrutar y proteger las tradiciones que cultiven la fe20.
Uno de los aspectos más importantes de toda cultura es el idioma. En la zona de San Francisco, California, donde viví, había siete unidades de idioma extranjero. Nuestra doctrina con respecto a los idiomas se explica en la sección 90, versículo 11 de Doctrina y Convenios: “Porque acontecerá que en aquel día todo hombre oirá la plenitud del evangelio en su propia lengua y en su propio idioma”.
Cada vez que los hijos de Dios le oran a Él en su lengua materna, lo hacen con el corazón. Está claro que el lenguaje del corazón es de mucho valor para las personas.
Mi hermano mayor, Joseph, es médico, y por muchos años ejerció en la región de la bahía de San Francisco. Un miembro de la Iglesia samoano entrado en años y que era paciente nuevo, acudió a su consultorio. Tenía un dolor muy intenso y extenuante. Se determinó que tenía piedras en los riñones y se le recetó el tratamiento adecuado. Ese fiel miembro dijo que su meta original era sencillamente saber lo que le ocurría a fin de poder orar en samoano al Padre Celestial en cuanto a su problema de salud.
Es importante que los miembros entiendan el Evangelio en el idioma de su corazón a fin de que oren y actúen conforme a los principios del mismo21.
Aun con la diversidad de idiomas y las hermosas y edificantes tradiciones culturales, debemos entrelazar los corazones con unidad y amor22. El Señor ha declarado enérgicamente: “…estime cada hombre a su hermano como a sí mismo… Sed uno; y si no sois uno, no sois míos”23. Si bien valoramos la diversidad cultural apropiada, nuestra meta es estar unidos en la cultura, las costumbres y las tradiciones del evangelio de Jesucristo, en todo aspecto.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días nunca ha sido más fuerte
Reconocemos que algunos miembros tienen dudas e inquietudes al procurar fortalecer su fe y su testimonio. Debemos tener cuidado de no criticar ni juzgar a los que tengan inquietudes, ya sean grandes o pequeñas. Al mismo tiempo, los que tengan inquietudes deben hacer todo lo posible por cultivar su fe y fortalecer su testimonio. Dedicarse paciente y humildemente al estudio, la meditación, la oración, a vivir los principios del Evangelio y hablar con los líderes respectivos, son la mejor forma de aclarar dudas e inquietudes.
Hay quienes han asegurado que hoy en día más miembros abandonan la Iglesia y que hay más dudas e incredulidad que en el pasado. Eso sencillamente no es cierto. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días nunca ha sido más fuerte. La cantidad de miembros que pide que su nombre sea eliminado de los registros de la Iglesia siempre ha sido pequeña y en años recientes ha sido mucho menor que en el pasado24. El aumento de las cifras en números medibles como los miembros investidos que poseen una recomendación vigente para el templo, los adultos que pagan un diezmo íntegro y los que prestan servicio en misiones, ha sido espectacular. Permítanme reiterar, la Iglesia nunca ha sido más fuerte. Sin embargo, “recordad que el valor de las almas es grande a la vista de Dios”25. Tendemos la mano a todos.
Si la cruel realidad que afronten ahora parece oscura, pesada y casi imposible de sobrellevar, recuerden que en la penosa oscuridad del Getsemaní y en la tortura y el dolor incomprensibles del Calvario, el Salvador llevó a cabo la Expiación, la cual quita las cargas más terribles que se puedan llevar en esta vida. Lo hizo por ustedes y por mí. Lo hizo porque nos ama y porque obedece a Su Padre. Seremos rescatados de la muerte, incluso desde las profundidades del mar.
Lo que nos protegerá en esta vida y en la eternidad serán la rectitud personal y familiar, las ordenanzas de la Iglesia y el seguir al Salvador. Ése es nuestro refugio contra la tempestad. Los que se sientan solos, pueden vivir con firmeza en rectitud sabiendo que la Expiación los protegerá y bendecirá más de lo que puedan entender por completo.
Debemos recordar al Salvador, guardar nuestros convenios y seguir al Hijo de Dios como el tierno girasol sigue la luz del sol. El seguir Su luz y ejemplo nos traerá gozo, felicidad y paz. Como dice el Salmo 27 y uno de mis himnos favoritos en inglés: “Jehová es mi luz y mi salvación”26.
Este fin de semana de Pascua de Resurrección, como uno de los apóstoles del Salvador, doy mi testimonio solemne de la resurrección de Jesucristo. Sé que Él vive, conozco Su voz. Testifico de Su divinidad y de la realidad de la Expiación; en el nombre de Jesucristo. Amén.