El día de reposo es una delicia
¿Cómo pueden asegurarse de que su comportamiento en el día de reposo les traiga gozo y regocijo?
Queridos hermanos y hermanas, estos dos días de conferencia han sido maravillosos. La música inspiradora y las oraciones elocuentes nos han elevado; nuestro espíritu ha sido edificado por los mensajes de luz y verdad. En este domingo de Pascua de Resurrección, nuevamente damos gracias sinceras y unánimes a Dios por tener un profeta.
La pregunta que debemos hacernos es: después de lo que he oído y sentido durante esta conferencia, ¿en qué voy a cambiar? Cualquiera que sea la respuesta, permítanme invitarlos a examinar sus sentimientos acerca del día de reposo y de lo que hacen ese día.
Me intrigan las palabras de Isaías, pues llamó al día de reposo “delicia”1; y me pregunto: ¿realmente el día de reposo es una delicia para ustedes y para mí?
Descubrí la delicia del día de reposo por primera vez hace muchos años cuando, al ser un cirujano muy ocupado, sabía que el día de reposo era un día de sanación personal. Al final de cada semana tenía las manos irritadas de tanto restregarlas con jabón, agua y un cepillo de cerdas duras; y también necesitaba tomarme un descanso de la presión de una profesión tan exigente. El domingo me brindaba ese alivio tan necesario.
¿A qué se refería el Salvador cuando dijo que “…el día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo”?2. Creo que Él deseaba que entendiésemos que el día de reposo era Su regalo para nosotros, el cual nos garantiza un descanso real de los rigores de la vida diaria y supone una oportunidad de renovación física y espiritual. Dios nos dio este día especial no para divertirnos ni para realizar trabajos cotidianos, sino para descansar de nuestras obligaciones con desahogo físico y espiritual.
En hebreo, la expresión día de reposo significa “descanso”. El propósito del día de reposo se remonta a la Creación del mundo cuando, después de seis días de trabajo, el Señor descansó de la obra de la creación3. Cuando más tarde reveló los Diez Mandamientos a Moisés, Dios nos mandó: “Acuérdate del día del reposo para santificarlo”4. Posteriormente, el día de reposo se observó como un recordatorio de la liberación de Israel de su cautiverio en Egipto5. Tal vez lo más importante es que el día de reposo fue dado como un convenio perpetuo, un recordatorio constante de que el Señor santificará a Su pueblo6.
Además, en el día de reposo ahora tomamos la Santa Cena en memoria de la expiación de Jesucristo7, con lo cual, una vez más, hacemos convenio de que estamos dispuestos a tomar Su santo nombre sobre nosotros8.
El Salvador se identificó a Sí mismo como Señor del día de reposo9. ¡Es Su día! Nos ha pedido repetidas veces que guardemos el día de reposo10 o que lo santifiquemos11. Estamos bajo convenio de hacerlo.
¿Cómo santificamos el día de reposo? En mi juventud estudiaba las listas que otras personas habían recopilado de lo que se podía y lo que no se podía hacer en el día de reposo. No fue sino hasta más adelante que aprendí de las Escrituras que mi conducta y mi actitud en el día de reposo constituían una señal entre mi Padre Celestial y yo12. Con ese entendimiento, ya no necesité más listas de lo que se podía y no se podía hacer. Cuando tenía que tomar una decisión en cuanto a si una actividad era o no era apropiada para el día de reposo, simplemente me preguntaba a mí mismo: “¿Qué señal quiero darle a Dios?”. Esa pregunta hizo que mis opciones respecto al día de reposo fueran bien claras.
Si bien la doctrina relativa al día de reposo tiene un origen antiguo, ésta ha sido renovada en los últimos días como parte de un nuevo convenio con una promesa. Presten atención al poder de este decreto divino:
“Y para que más íntegramente te conserves sin mancha del mundo, irás a la casa de oración y ofrecerás tus sacramentos en mi día santo;
“porque, en verdad, éste es un día que se te ha señalado para descansar de tus obras y rendir tus devociones al Altísimo…
“Y en este día… [prepara] tus alimentos con sencillez de corazón, a fin de que tus ayunos sean perfectos… [y] que tu gozo sea cabal…
“Y si hacéis estas cosas con acción de gracias, con corazones y semblantes alegres… la abundancia de la tierra será vuestra”13.
¡Imaginen el alcance de esta afirmación! Se promete la plenitud de la Tierra a quienes santifiquen el día de reposo14. No es de extrañar que Isaías lo llamara “delicia”.
¿Cómo pueden asegurarse de que su comportamiento en el día de reposo les traiga gozo y regocijo? Además de ir a la Iglesia, participar de la Santa Cena y ser diligentes en sus llamamientos, ¿qué otras actividades ayudarían a que el día de reposo fuera una delicia para ustedes? ¿Qué señal le darán al Señor para mostrarle el amor que sienten por Él?
El día de reposo supone una oportunidad maravillosa para fortalecer los lazos familiares. Después de todo, Dios desea que cada uno de nosotros, por ser Sus hijos, regrese a Él como santos investidos, sellados en el templo a nuestros antepasados y a nuestra posteridad como familia15.
Hacemos del día de reposo una delicia cuando enseñamos el Evangelio a nuestros hijos. Nuestra responsabilidad como padres es sumamente clara. El Señor dijo: “Y además, si hay padres que tengan hijos en Sión… y no les [enseñan] a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo por la imposición de manos, al llegar a la edad de ocho años, el pecado será sobre la cabeza de los padres”16.
Hace años, la Primera Presidencia hizo hincapié en la importancia del tiempo familiar de calidad, y declaró:
“Hacemos un llamado a los padres para que dediquen sus mejores esfuerzos a la enseñanza y crianza de sus hijos con respecto a los principios del Evangelio, lo que los mantendrá cerca de la Iglesia. El hogar es el fundamento de una vida recta y ningún otro medio puede ocupar su lugar ni cumplir sus funciones esenciales en el cumplimiento de las responsabilidades que Dios les ha dado.
“Aconsejamos a los padres y a los hijos dar una prioridad predominante a la oración familiar, a la Noche de Hogar para la familia, al estudio y a la instrucción del Evangelio, y a las actividades familiares sanas. Sin importar cuán apropiadas puedan ser otras exigencias o actividades, no se les debe permitir que desplacen los deberes divinamente asignados que sólo los padres y las familias pueden llevar a cabo en forma adecuada”17.
Cuando medito en este consejo, casi deseo volver a ser un padre joven. Actualmente los padres disponen de recursos maravillosos para ayudarlos a que el tiempo en familia sea más significativo durante el día de reposo y el resto de la semana. Tienen LDS.org, Mormon.org, los videos de la Biblia, el Canal Mormón, la Biblioteca Multimedia, la revista Liahona y muchísimos recursos más. Esos recursos son muy útiles para ayudar a los padres en su sagrado deber de enseñar a sus hijos. Ninguna otra obra es más trascendental que la crianza recta y con propósito de los hijos.
Al enseñar el Evangelio, ustedes aprenderán más. Así es como el Señor los ayuda a comprender Su Evangelio. Él dijo:
“Y os mando que os enseñéis el uno al otro la doctrina del reino.
“Enseñaos diligentemente… para que seáis más perfectamente instruidos… en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios”18.
Esa clase de estudio del Evangelio hace del día de reposo una delicia; y esa promesa se aplica independientemente del tamaño de la familia, de cómo esté integrada o de dónde viva.
Además de pasar tiempo con la familia, ustedes pueden experimentar una verdadera delicia durante el día de reposo al hacer la obra de historia familiar. Buscar y encontrar nombres de familiares que nos han precedido en la Tierra —quienes no tuvieron la oportunidad de aceptar el Evangelio en vida— puede brindar un gozo inmenso.
He sido testigo de ello. Hace varios años, mi querida esposa, Wendy, decidió aprender a hacer la investigación de historia familiar. Al principio, su progreso era lento, pero poco a poco aprendió lo fácil que es hacer esta obra sagrada, y nunca la he visto más feliz. Ustedes tampoco tienen que viajar a otros países, ni siquiera a un centro de historia familiar; en casa, con la ayuda de una computadora o un dispositivo móvil, pueden encontrar almas que anhelan recibir sus ordenanzas. Hagan del día de reposo una delicia al encontrar nombres de sus antepasados y liberarlos de la prisión espiritual19.
Hagan del día de reposo una delicia al prestar servicio a otras personas, especialmente a quienes no se sientan bien o estén solos o necesitados20. Levantar el ánimo de ellos también levantará el de ustedes.
Cuando Isaías describió el día de reposo como una “delicia”, también nos enseñó cómo hacerlo deleitable. Él dijo:
“Si [te] retraes… de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamas delicia… y… veneras [a Jehová] no andando en tus propios caminos, ni buscando tu propia voluntad ni hablando tus propias palabras,
“entonces te deleitarás en Jehová”21.
El no buscar nuestra “propia voluntad” en el día de reposo requiere autodisciplina y tal vez tengan que dejar de hacer algo que les guste, pero si escogen deleitarse en Jehová, no se permitirán tratarlo como otro día cualquiera. La rutina y las actividades recreativas se pueden hacer en otro momento.
Piensen en esto: al pagar el diezmo, devolvemos una décima parte de nuestro ingreso al Señor. Al santificar el día de reposo, reservamos un día de cada siete como Suyo. Así pues, tenemos el privilegio de consagrar nuestro dinero y nuestro tiempo a Quien nos da la vida día tras día22.
La fe en Dios conduce a tener amor por el día de reposo; la fe en el día de reposo conduce a tener amor por Dios. Ciertamente, un día de reposo sagrado es una delicia.
Ahora, al término de esta conferencia, sabemos que, dondequiera que vivamos, debemos ser ejemplos de los creyentes entre nuestra familia, vecinos y amigos23. Los verdaderos creyentes santifican el día de reposo.
Concluyo con la súplica y despedida de Moroni con las que finaliza el Libro de Mormón cuando escribió: “…venid a Cristo, y perfeccionaos en él, y absteneos de toda impiedad, y si os abstenéis de toda impiedad, y amáis a Dios con toda vuestra alma, mente y fuerza, entonces… sois santificados en Cristo”24.
Con profundo amor, dejo estas palabras como mi oración, testimonio y bendición. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.