Historia de la Iglesia
25 No hay tiempo que perder


Capítulo 25

No hay tiempo que perder

Misioneras con guirnaldas de flores

En la tarde del 11 de marzo de 1938, Hermine Cziep reunió a sus tres hijos en torno a una radio en su pequeño apartamento de una habitación en las afueras de Viena, Austria. El canciller de Austria, Kurt Schuschnigg, estaba transmitiendo un discurso a la nación. Las tropas alemanas se habían concentrado a lo largo de la frontera entre sus países. A menos que el gobierno austríaco aceptara la Anschluss [Anexión] —la unión de Alemania y Austria bajo un gobierno nazi—, el ejército alemán tomaría su territorio por la fuerza. El canciller no tenía más opción que la de renunciar y pedirle al país que se sometiera a la invasión alemana.

—Me despido del pueblo austríaco —declaró—. ¡Que Dios proteja a Austria!

Hermine comenzó a llorar. “Ya no somos Austria —dijo a sus hijos—. Es obra de Satanás. La violencia engendra violencia y lo que tienen los nazis no es bueno”1.

Durante los dos días siguientes, pocas personas opusieron resistencia abiertamente al ejército de Adolf Hitler puesto que los alemanes entraron al país y tomaron el control de la fuerza policial. Hitler había nacido en Austria y muchos austríacos apoyaban su deseo de unir a todos los pueblos de habla alemana en un poderoso nuevo imperio llamado el “Tercer Reich”, aunque eso significara renunciar a la independencia nacional2.

El esposo de Hermine, Alois, compartía el recelo de ella hacia los nazis. Había sido presidente de la Rama Viena por más de cuatro años y Hermine sirvió a su lado como presidenta de la Sociedad de Socorro. La rama era pequeña, con solo unos ochenta miembros, y algunos de ellos eran acérrimos partidarios de Hitler y de la Anschluss. Otros miembros de la rama, especialmente aquellos con herencia judía, veían el ascenso de Hitler al poder con temor y aprensión, pero los santos de Viena aún eran una familia y los Cziep no querían que los nazis los dividieran3.

Cuando Hermine y Alois se unieron a la Iglesia como jóvenes adultos, se produjo una ruptura entre ellos y sus padres. En efecto, el padre de Alois, que era católico devoto, había repudiado a su hijo y le dijo en una carta que debía renunciar a su asociación con los Santos de los Últimos Días. “Si decides no hacer caso de mis palabras —escribió su padre— no te volveré a hablar en esta vida y lo que me escribas terminará quemado en el fuego”. Después de aquello, su padre había muerto y, aunque Alois ahora tenía una buena relación con sus hermanos, conocía el dolor que causaba una familia dividida4.

Otros santos de Viena habían experimentado un rechazo similar y muchas de las parejas jóvenes de la rama veían a los Cziep como sus padres. Debido a que Hermine normalmente no tenía dinero para el tranvía, cruzaba la ciudad a pie varias veces a la semana para visitar a las mujeres de la rama. Cuando alguien de la rama tenía un bebé, Hermine llevaba comida para la familia, ayudaba con la limpieza y cuidaba de los niños mayores. Por su parte, Alois a menudo salía en bicicleta a atender algún asunto de la rama después de terminar su trabajo a las siete cada noche5.

Tres días después del discurso del canciller Schuschnigg, banderas nazis rojas y blancas con esvásticas negras inundaban las calles de Viena. Dado que Alois trabajaba para una gran compañía alemana, a él y a sus colegas se les ordenó abandonar el taller para formar una “guardia de honor” mientras Hitler y sus tropas desfilaban por la ciudad. De pie entre la multitud, Alois apenas podía ver el convertible gris de Hitler mientras avanzaba por la calle rodeado de carros policiales y de soldados armados en uniformes impecables. Alrededor de Alois la gente vitoreaba levantando el brazo derecho en el saludo nazi.

Al día siguiente, Alois se unió a miles de conciudadanos que se agolpaban en la Heldenplatz o “Plaza de los Héroes”, a las afueras del Palacio de Hofburg de Viena. Hitler entró a zancadas al balcón del palacio y declaró: “Puedo proclamar ante la historia la entrada de mi país natal al Reich alemán”6.

A medida que la multitud aumentaba, los gritos de “¡Heil Hitler!” llenaban la plaza. Alois se dio cuenta de que estaba siendo testigo de un momento crucial de la historia. El modo en que tales eventos afectarían a los santos de Viena aún se desconocía7.


Al otro lado del mundo, la joven Chiye Terazawa, de veintitrés años, se sentía desanimada. Había estado sirviendo como misionera de habla japonesa casi un mes entero en Honolulu, Hawái. Aunque sus padres provenían de Japón, ella había nacido y crecido en los Estados Unidos y no hablaba japonés. De hecho, al estudiar el idioma con otros misioneros, a menudo se reprochaba a sí misma por no aprenderlo más rápidamente. Prácticamente cada día era una lucha y rogaba a Dios que la ayudara a hablarlo con mayor fluidez8.

Habían pasado cerca de tres años desde que el presidente Heber J. Grant se había sentido inspirado a abrir una misión entre la numerosa población japonesa de Hawái. Si bien él y sus consejeros habían estado ansiosos de reanudar la obra misional entre las personas de habla japonesa, un expresidente de misión que había servido en Japón lo desaconsejó. Él pensaba que había demasiadas barreras culturales que obstaculizaban el éxito.

Aun así, el presidente Grant había seguido adelante con el plan, convencido de que una misión de habla japonesa en Hawái podría establecer ramas fuertes de hablantes de japonés quienes luego podrían compartir el Evangelio con amigos y familiares de Japón9. En noviembre de 1936, llamó a Hilton Robertson, quien también había sido presidente de misión en Japón, para que abriera la misión. El presidente Robertson y su esposa Hazel se mudaron a Honolulu y tres élderes de los Estados Unidos pronto se les unieron10. Chiye llegó a principios de febrero de 1938.

A pesar de sus dificultades con el idioma, Chiye era una misionera entusiasta. Era la primera misionera de tiempo completo estadounidense de origen japonés que servía en la Iglesia y el Evangelio era una parte de su vida que valoraba mucho. Sus padres no eran miembros de la Iglesia, pero habían vivido entre los santos del sureste de Idaho por muchos años. Antes de que su madre muriera durante la pandemia de gripe de 1918, le había pedido al padre de Chiye que la mandara junto a sus cinco hermanos a las reuniones de la Iglesia.

—No los puedes criar tú solo —le había dicho la madre de Chiye—. La Iglesia será su madre para que tú puedas ser su padre11.

Y la Iglesia había hecho bien su parte en Idaho, y luego en California, después de que la familia se mudara a esos lugares. Antes de que Chiye saliera a la misión, los santos de su estaca le hicieron una fiesta de despedida con discursos de líderes locales, un bailarín de tap, un cuarteto de cuerdas y una orquesta de música bailable12.

Por ser la única misionera soltera de la misión, Chiye normalmente trabajaba con la hermana Robertson. Debido a que ninguna de ellas hablaba mucho japonés, a menudo enseñaban a personas de habla inglesa. El presidente Robertson también llamó a Chiye para que organizara la Asociación de Mejoramiento Mutuo de las Mujeres Jóvenes en la misión y para que sirviera como su presidenta. La asignación era abrumadora, pero recibió consejo sobre cómo organizar una AMM cuando Helen Williams, primera consejera de la Presidencia General de la AMMMJ visitó las islas.

Chiye escogió a sus consejeras y a las líderes de las Abejitas y de las Espigadoras. Además, trabajó en estrecha colaboración con Marion Lee —el élder asignado a dirigir a los hombres jóvenes— para planificar la primera reunión de la AMM de la misión13. Aunque la organización era para los jóvenes de la Iglesia, en las reuniones de la AMM se admitía a personas de todas las edades. Sería una noche de canciones japonesas tradicionales, bailes y narración de historias de santos de la localidad y amigos de la rama. Marion hablaría sobre el propósito y objetivo de la AMM y Chiye hablaría acerca de la historia del programa de la AMMMJ.

Programaron la reunión para el 22 de marzo. Chiye tenía miedo de que nadie asistiera. A Marion le preocupaba que el programa que habían planeado fuera demasiado corto. Su compañero dijo que no había nada de qué preocuparse. “El Señor proveerá”, prometió él.

Cuando llegó el momento de empezar la reunión, algunas personas aún no habían llegado, pero Chiye y Marion decidieron comenzar sin ellas. Los misioneros abrieron el programa con una canción y ofrecieron una oración. El superintendente de la Escuela Dominical, Kay Ikegami, apareció en ese momento con su familia. Poco después de eso, llegó otra familia. Al final de la reunión habían llegado más de cuarenta personas, incluyendo a cada una de las compañeras líderes de Chiye en la AMM. Un hombre incluso cantó tres canciones para llenar el programa y disipar cualquier temor de que fuera una reunión corta.

Chiye y Marion se sintieron aliviados. La AMM de la misión había tenido un comienzo prometedor. “El Señor ha abierto el camino —anotó Chiye en su diario—. Solo espero que consigamos que sea un éxito”14.


Ese verano, J. Reuben Clark, de la Primera Presidencia, se preparó para hablar en una reunión anual de maestros de religión Santos de los Últimos Días de Seminario, Instituto y colegios universitarios.

El presidente Clark, exabogado y exdiplomático, era un firme partidario de la educación. Al igual que a muchas personas religiosas de su generación, le preocupaba que las tendencias seculares reemplazaran a las creencias religiosas en el salón de clases. Le molestaban especialmente los eruditos bíblicos que hacían hincapié en las enseñanzas morales de Jesús por sobre Sus milagros, Su expiación y Su resurrección. Durante su vida adulta, había visto a amigos, colegas e incluso a otros Santos de los Últimos Días llegar a estar tan absortos en las ideas seculares que abandonaron su fe15.

El presidente Clark no quería que le sucediera lo mismo a la nueva generación de santos. Los tres colegios universitarios, los trece institutos y los noventa y ocho seminarios de la Iglesia se fundaron para “formar Santos de los Últimos Días”. Sin embargo, le preocupaba que algunos maestros de esas escuelas perdieran oportunidades de nutrir la fe en el evangelio restaurado de Jesucristo cuando se abstenían de dar su testimonio suponiendo que este predispondría a sus alumnos en la búsqueda de la verdad. Él creía que los jóvenes de la Iglesia necesitaban una educación religiosa basada en los acontecimientos fundamentales de la Restauración y en la doctrina de esta16.

En la mañana del 8 de agosto de 1938, el presidente Clark se reunió con los maestros en Aspen Grove, un hermoso retiro en un apartado cañón de las montañas cerca de Provo, Utah. Al levantarse para hablar, se desató en la zona una tormenta que azotó el hospedaje donde él y los maestros se encontraban reunidos. Sin inmutarse, le dijo a la audiencia que pretendía hablar con franqueza en nombre de los otros miembros de la Primera Presidencia.

—Debemos expresar con claridad lo que deseamos comunicar —dijo—, ya que el futuro de nuestros jóvenes, tanto aquí como en el más allá, así como también el bienestar de toda la Iglesia, están en juego.

Se refirió a la doctrina fundamental del Evangelio restaurado. “En todo esto hay para la Iglesia y para cada uno de sus miembros dos puntos fundamentales que no se pueden pasar por alto, ni olvidarse, ni ocultarse, ni descartarse —agregó—. Primero, que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Unigénito del Padre en la carne”.

—La segunda de las dos cosas —continuó— es que el Padre y el Hijo en realidad, en verdad y en efecto, visitaron al profeta José en una visión en el bosque.

—Sin estas dos grandes creencias —declaró— la Iglesia cesaría de ser la Iglesia17.

Después habló de la importancia de enseñar esos principios a los alumnos. Dijo: “Los jóvenes de la Iglesia tienen hambre de las cosas del Espíritu […]; quieren obtener un testimonio de [su] veracidad”18.

Él pensaba que un testimonio personal del Evangelio debía ser el primer requisito para enseñarlo. “No importa cuánto conocimiento se tenga, ni los estudios que se hayan cursado, ni la cantidad de títulos académicos obtenidos, nada puede reemplazar este testimonio”, aseveró. Además, declaró: “Ustedes no tienen que ubicarse detrás de este joven que tiene experiencia espiritual a fin de susurrarle la religión al oído; pueden ubicarse delante de él, cara a cara, y hablar con él. No tienen necesidad de disfrazar las verdades religiosas con un manto de cosas mundanas”.

Mientras la lluvia golpeteaba en las ventanas del hospedaje, el presidente Clark instó a los maestros a que ayudaran a la Primera Presidencia a mejorar la educación religiosa en la Iglesia.

—Maestros, ustedes tienen una gran misión —testificó—. El interés principal de ustedes y casi su único deber es enseñar el evangelio del Señor Jesucristo tal como ha sido revelado en estos últimos días19.

Después del discurso, algunos maestros objetaron el curso que la Primera Presidencia había trazado para la educación de la Iglesia porque creían que restringía su libertad de enseñar como mejor les pareciera. Otros agradecieron el hincapié que se puso en enseñar las verdades fundamentales y compartir el testimonio personal. “Estoy ansioso por llevar adelante la obra —le dijo el Comisionado de Educación de la Iglesia, Franklin West, al presidente Clark—. Le prometo que verá un notable y rápido progreso”20.

Unos meses más tarde, el programa de Seminario introdujo una nueva clase para sus alumnos: “The Doctrines of the Church” [Las doctrinas de la Iglesia]21.


En febrero de 1939, Chiye Terazawa se enteró de que su presidente de misión estaba planeando trasladar a dos misioneras a otra área de Hawái. La noticia la inquietó. Como la AMMMJ marchaba tan bien en Honolulu, ella no quería irse. Se preguntaba a quiénes trasladarían y adónde irían22.

La misión tenía en ese momento cuatro misioneras; todas ellas viviendo y trabajando juntas en Honolulu. Sin embargo, el presidente Robertson había organizado recientemente ramas de santos japoneses en Maui, Kauai y en la Isla Grande de Hawái. Las hermanas que decidió trasladar tendrían la responsabilidad de trabajar con los élderes para edificar una de esas ramas desde el principio23.

El 3 marzo de 1939, el presidente Robertson llamó a Chiye y a su compañera, Inez Beckstead, a su oficina. Les dijo que las enviaría a Hilo, una ciudad en la Isla Grande. Chiye sintió muchas emociones al mismo tiempo y no pudo evitar las lágrimas. Se sentía feliz y aliviada porque ya no tenía que preocuparse de si se quedaba o se iba, pero extrañaría el trabajar en estrecha colaboración con los Robertson y los santos japoneses de Oahu.

Unos días más tarde, Chiye e Inez se despidieron de un gran número de misioneros y santos japoneses en el puerto de Honolulu. Varias mujeres engalanaron a las compañeras con abalorios y guirnaldas. Kay Ikegami les dio algo de dinero para el viaje. Un antiguo santo japonés, Tomizo Katsunuma, les obsequió unas estampillas24.

Una persona que no estaba en el muelle era Tsune Nachie, una querida obrera de templo japonesa que había muerto hacía pocos meses. La mujer de avanzada edad era ampliamente conocida como la “madre de la misión” y había llegado a ser una querida amiga y mentora de Chiye durante el último año. De hecho, en las horas posteriores a la muerte de la hermana Nachie, los Robertson le habían pedido a Chiye que les ayudara a preparar el cuerpo para su sepultura. A la hermana Nachie le habría encantado saber que dos misioneras irían a Hilo. Muchos años antes, ella misma había servido en una misión local allí25.

Chiye e Inez llegaron a Hilo en la mañana del 8 de marzo, un tanto mareadas pero listas para trabajar. Hilo era mucho más pequeña que Honolulu. Chiye e Inez no vieron hoteles ni restaurantes en la ciudad, aparte de un café a orillas del mar. La Rama Hilo tenía unos cinco meses y normalmente asistían alrededor de treinta y cinco personas a las reuniones dominicales, la mayoría de ellas investigadores. Los élderes ya habían organizado la Escuela Dominical y el programa de la AMM para los hombres jóvenes, pero no había AMMMJ ni Primaria. Chiye accedió a dirigir a las mujeres jóvenes mientras que Inez sirvió como presidenta de la Primaria26.

Las dos misioneras se mudaron al sótano de una casa de huéspedes para mujeres y hallaron muchas oportunidades de mejorar su japonés. Una de las primeras cosas que hicieron fue preguntarles a los administradores y maestros de una escuela primaria japonesa local si podían hablarles a los alumnos acerca de la Primaria. En ese entonces, los misioneros utilizaban la Primaria como un modo de dar a conocer la Iglesia a los niños y a sus familias. Debido a que las actividades eran divertidas y fomentaban valores cristianos sencillos, atraían a niños de muchas religiones. Chiye e Inez causaron una buena impresión en la escuela y muy pronto decenas de niños estaban asistiendo a la Primaria los miércoles por la tarde27.

Esa primavera, las misioneras decidieron pedir a los niños que representaran The Happy Hearts [Corazones felices], una obra musical que la Mesa Directiva General de la Primaria había recomendado para los festivales de la Primaria en toda la Iglesia. En la obra, un rey y una reina de una tierra imaginaria les enseñan a los niños por qué las cosas que no les agradan como la lluvia, comer verduras y acostarse temprano son en realidad buenas para ellos28.

Cuando Chiye e Inez no estaban tocando puertas, estudiando o reuniéndose con investigadores, a menudo se las podía encontrar practicando canciones, cosiendo trajes y vestuario para la obra, armando accesorios de utilería o rogando a los padres que mandaran a sus hijos a ensayar la obra. Los santos de Hilo y los élderes también ayudaban reuniendo a los niños que faltaban, haciendo decoraciones y ayudando con los ensayos29.

Nueve días antes de la presentación, el ensayo fue un desastre. “Qué descalabro —escribió Chiye en su diario—, pero creo que va a salir bien; al menos, hay esperanza”30.

Los últimos ensayos resultaron mejor y, a medida que se acercaba el día de la presentación, todo comenzó a funcionar. Las misioneras anunciaron el festival en el periódico y terminaron de coser y zurcir el vestuario. Tamotsu Aoki, un empresario local que estaba investigando la Iglesia con su familia, accedió a servir como maestro de ceremonias31.

En la mañana de la presentación, Chiye se despertó temprano y ayudó a reunir flores, helechos y otras plantas para decorar el escenario del centro de reuniones. Luego, mientras los santos y los élderes acomodaban las sillas y preparaban el escenario, salió rápidamente para hacer que los niños se vistieran y maquillaran a tiempo.

A las siete de la tarde, alrededor de quinientas personas se habían reunido para la presentación. Para alivio de Chiye, los niños desempeñaron bien sus papeles. Ella e Inez estaban emocionadas de que tantas personas hubieran asistido al centro de reuniones para apoyar a la Primaria32. Al final del musical, todos escucharon al joven elenco cantar al unísono:

¿Dónde está la tierra de los corazones felices?

¡Aquí y en todas partes!

Hay amplios y relucientes caminos para ti,

o bastará una pequeña calle o un sendero,

para llevarte con seguridad allí33.


En el verano de 1939, Emmy Cziep, de once años, y sus hermanos Mimi, de quince, y Josef, de doce años, disfrutaban de unas vacaciones en Checoslovaquia, un país al norte de su hogar en Viena, Austria.

Los niños y sus padres Alois y Hermine habían visitado allí a la familia durante varios veranos desde la muerte del padre de Alois. Se quedaban con dos de los hermanos de Alois, Heinrich y Leopold y sus familias, en Moravia, una región en la parte central del país34.

Al igual que Austria, Checoslovaquia era un territorio ocupado por los nazis. Poco después de la Anschluss, el ejército de Hitler se había apoderado de Sudetenland, una región de la frontera de Checoslovaquia con una gran cantidad de personas de etnia alemana. Aunque muchos checoslovacos querían defender su país, los líderes de Italia, Francia y Gran Bretaña esperaban evitar otra guerra a gran escala en Europa y estuvieron de acuerdo con la anexión. A cambio, Hitler se comprometió a abstenerse de llevar a cabo más invasiones. Sin embargo, en unos pocos meses había quebrantado su acuerdo y se había apoderado del resto del país35.

Para Emmy, el conflicto parecía muy lejano. Le encantaba estar con sus familiares. Le gustaba jugar a los policías y ladrones con sus primos y chapotear con ellos en un arroyo cercano. Cuando sus padres tuvieron que regresar a Austria en mitad del verano, ella y sus hermanos se quedaron en Checoslovaquia por unas semanas más.

El 31 de agosto de 1939, los hijos de los Cziep se estaban sentando para almorzar cuando su tío Heinrich irrumpió en la sala con el rostro enrojecido. “¡Tienen que irse ahora! —exclamó—. ¡No hay tiempo que perder!”.

Emmy estaba confundida y atemorizada. Su tío les dijo que, al parecer, Hitler estaba planeando algo. Se habían impartido órdenes de cerrar las fronteras y el tren que pasaba por su ciudad a la una podría ser su última oportunidad de regresar a Viena. Dijo que podría ser imposible tomar el tren, pero los niños tenían que intentarlo si esperaban volver a casa con sus padres.

Temprano esa mañana, Emmy y sus hermanos habían puesto toda su ropa en un recipiente con agua jabonosa para lavarla. Su tía y su tío los ayudaron a estrujar la ropa antes de echarla, todavía mojada, en una maleta. Luego salieron corriendo hacia la estación de trenes.

La estación era una masa de personas frenéticas, todas abriéndose paso a empujones para salir del país. Emmy y sus hermanos se amontonaron en el tren e inmediatamente se encontraron rodeados de una gran cantidad de pasajeros calurosos y sudorosos. Emmy apenas podía respirar. Cuando el tren se detenía en los pueblos a lo largo de la ruta, la gente se abalanzaba a las ventanas entre gritos tratando de subirse, pero no había espacio36.

Estaba oscuro cuando el tren llegó finalmente a Viena. Con los ojos llenos de lágrimas, los Cziep se sentían gozosos de estar juntos de nuevo.

En vez de regresar al pequeño apartamento donde Emmy había pasado toda su vida, fueron a un nuevo apartamento en la Taborstrasse [calle Tabor], una hermosa calle en el centro de la ciudad. Por años, Alois y Hermine habían querido encontrar una casa mejor para su creciente familia, pero sus bajos ingresos, la escasez de viviendas y el control político sobre la asignación de apartamentos lo habían hecho imposible. La economía mejoró después de la Anschluss y los negocios se quintuplicaron en la compañía donde trabajaba Alois.

Con la ayuda de un miembro de la Iglesia que trabajaba para un oficial nazi, Alois y Hermine habían solicitado un nuevo apartamento y recibieron uno con tres dormitorios, una cocina, un baño y una sala. Además, estaba mucho más cerca del centro de reuniones de la rama: a cuarenta y cinco minutos a pie, en lugar de las dos horas a las que estaban acostumbrados37.

Lamentablemente, la buena fortuna se produjo a expensas de los judíos que habían sido los principales habitantes de la Taborstrasse. Poco después de la Anschluss, los nazis y sus seguidores habían vandalizado los negocios de judíos, habían quemado sinagogas y arrestado y deportado a miles de ciudadanos judíos. Muchos judíos que tenían los medios para huir del país abandonaron sus hogares, dejando los apartamentos abiertos para que familias como los Cziep los ocuparan38. Otros judíos permanecieron en la ciudad, entre ellos algunos santos de herencia judía de la Rama Viena, y ellos temían cada vez más por sus vidas39.

El 1 de septiembre, Emmy y su familia pasaron su primera noche juntos en su nuevo apartamento. Mientras dormían, un millón y medio de soldados alemanes invadieron Polonia40.

  1. Collette, Collette Family History, pág. 148; Hatch, Cziep Family History, págs. 51, 54; Luza, Resistance in Austria, págs. 6–7; Wright, “Legality of the Annexation”, págs. 631–632; Suppan, National Conflicts, págs. 367–368. La cita se editó por motivos de legibilidad; la fuente original dice: “Ya no éramos Austria. Ella dijo que era obra de Satanás y que la violencia engendra violencia y lo que tienen los nazis no es bueno”. Tema: Austria

  2. Suppan, National Conflicts, pág. 368; Luza, Resistance in Austria, págs. 13–15; Cziep and Cziep, Interview, pág. 42.

  3. Hatch, Cziep Family History, págs. 64, 77, 81, 200, German-Austrian Mission, Manuscript History and Historical Reports, tomo II, 5 de noviembre de 1933; Cziep and Cziep, Interview, págs. 21–22, 34; Collette, Collette Family History, págs. 170–172.

  4. Collette, Collette Family History, págs. 154, 157; Hatch, Cziep Family History, págs. 45, 47, 62.

  5. Cziep and Cziep, Interview, págs. 20, 34; Hatch, Cziep Family History, págs. 78, 203.

  6. Bukey, Hitler’s Austria, págs. 28–31; Suppan, National Conflicts, pág. 368; Overy, Third Reich, págs. 172–175; Cziep and Cziep, Interview, pág. 40; Hatch, Cziep Family History, págs. 64–70.

  7. Cziep and Cziep, Interview, pág. 40; Hatch, Cziep Family History, pág. 81.

  8. Chiye Terazawa, entrada de, Pasadena Ward, no. 477, en Pasadena Ward, Record of Members Collection, BHI; Terazawa, Mission Journal, Feb. 7, 10, 17, and 24, 1938; David Kawai a Nadine Kawai, 1 de abril de 2013, BHI.

  9. J. Reuben Clark, “The Outpost in Mid-Pacific”, Improvement Era, septiembre de 1935, tomo XXXVIII, pág. 533; Britsch, “Closing of the Early Japan Mission”, pág. 276; Alma O. Taylor a First Presidency, 21 de marzo de 1936, First Presidency Mission Files, BHI.

  10. Britsch, “Closing of the Early Japan Mission”, pág. 263; David O. McKay a Hilton A. Robertson, 27 de noviembre de 1936; Hilton A. Robertson, Japanese Mission Annual Report, 1937, First Presidency Mission Files, BHI.

  11. Terazawa, Mission Journal, Jan. 13 and 16, 1938; Feb. 7, 1938; John A. Widtsoe, “The Japanese Mission in Action”, Improvement Era, febrero de 1939, tomo XLII, pág. 89; David Kawai a Nadine Kawai, 1 de abril de 2013, BHI.

  12. “Japanese Church Worker Bid Adieu”, Pasadena (CA) Post, 10 de diciembre de 1937, pág. 3.

  13. Terazawa, Mission Journal, Feb. 7–Mar. 10, 1938; Robertson, Diary, 8 de febrero de 1938; Marion L. Lee, Mission Journal, 8 de marzo de 1938.

  14. Terazawa, Mission Journal, Mar. 22, 1938; Marion L. Lee, Mission Journal, 22 de marzo de 1938. La primera cita se editó por motivos de legibilidad; la fuente original dice “el Señor proveería”.

  15. Esplin, “Charting the Course”, págs. 104–105; “A Pertinent Message to Youth,” Historical Department, Journal History of the Church, 9 de junio de 1937, pág. 5; “Preserve the Gospel in Simplicity and Purity”, Historical Department, Journal History of the Church, 13 de junio de 1937, pág. 6; Quinn, Elder Statesman, pág. 208. Tema: Seminarios e Institutos

  16. By Study and Also by Faith, págs. 599–603; Church Board of Education, Minutes, 3 de marzo de 1926; Merrill Van Wagoner a J. Reuben Clark, 22 de agosto de 1938; J. Reuben Clark a Merrill Van Wagoner, 22 de agosto de 1938, First Presidency Miscellaneous Correspondence, BHI; “Preserve the Gospel in Simplicity and Purity”, Historical Department, Journal History of the Church, 13 de junio de 1937, pág. 6; Quinn, Elder Statesman, pág. 208; Esplin, “Charting the Course”, pág. 105.

  17. Esplin, “Charting the Course”, pág. 105; J. Reuben Clark, “The Charted Course of the Church in Education” [El curso trazado por la Iglesia en la educación], Improvement Era, septiembre de 1938, tomo XLI, págs. 520–521.

  18. J. Reuben Clark, “The Charted Course of the Church in Education” [El curso trazado por la Iglesia en la educación], Improvement Era, septiembre de 1938, tomo XLI, pág. 521.

  19. J. Reuben Clark, “The Charted Course of the Church in Education” [El curso trazado por la Iglesia en la educación], Improvement Era, septiembre de 1938, tomo XLI, págs. 571–573.

  20. Esplin, “Charting the Course”, págs. 106–108.

  21. Church Board of Education, Minutes, 2 de febrero de 1938; The Doctrines of the Church, Salt Lake City: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1939.

  22. Terazawa, Mission Journal, Feb. 23–24 y Feb. 28–Mar. 1, 1939.

  23. Terazawa, Mission Journal, July 20, 1938, y Feb. 22–Mar. 7, 1939; Hilton A. Robertson, Japanese Mission Annual Report, 1938, págs. [1]–2; Hilton A. Robertson, Japanese Mission Annual Report, 1939; Hilton A. Robertson a First Presidency, 11 de enero de 1939, First Presidency Mission Files, BHI; Robertson, Diary, 11 de enero de 1939; Walton, Mending Link, págs. 21–24.

  24. Terazawa, Mission Journal, Mar. 3 and 7, 1939; Beckstead, Journal, 7 de marzo de 1939.

  25. Terazawa, Mission Journal, Dec. 3–4, 1939; Japanese Mission, Hawaii District Missionary Journal, 18 de octubre de 1938; Parshall, “Tsune Ishida Nachie”, págs. 129–130; John A. Widtsoe, “The Japanese Mission in Action”, Improvement Era, febrero de 1939, tomo XLII, pág. 89.

  26. Terazawa, Mission Journal, Mar. 8–9, 1939; Beckstead, Journal, 7 de marzo de 1939; Barrus, “The Joy of Being Inez B. Barrus”, pág. 11; Japanese Mission, Hawaii District Missionary Journal, 8 de marzo de 1939; Hilton A. Robertson, Japanese Mission Annual Report, 1938, págs. [1]–2; Hilton A. Robertson a First Presidency, 11 de enero de 1939, First Presidency Mission Files, BHI.

  27. Barrus, “The Joy of Being Inez B. Barrus”, págs. 11–12; Terazawa, Mission Journal, Mar. 10, 22, and 29, 1939; John A. Widtsoe a First Presidency, 7 de noviembre de 1938; Hilton A. Robertson, Japanese Mission Annual Report, 1938, pág. [1], First Presidency Mission Files, BHI; John A. Widtsoe, “The Japanese Mission in Action”, Improvement Era, febrero de 1939, tomo XLII, pág. 89; “News from the Missions”, Liahona, the Elders’ Journal, 1 de marzo de 1932, tomo XXIX, pág. 450. Tema: Primaria

  28. Beckstead, Journal, 12 de abril de 1939; Japanese Mission, Hawaii District Missionary Journal, 15 de abril–20 de mayo de 1939; Woolsey y Pettit, Happy Hearts, págs. 1, 4; “The Primary Page”, Children’s Friend, septiembre de 1939, tomo XXXVIII, pág. 405.

  29. Beckstead, Journal, 12 de abril – 20 de mayo de 1939; Terazawa, Mission Journal, May 3–20, 1939; Japanese Mission, Hawaii District Missionary Journal, 15 de abril – 20 de mayo de 1939.

  30. Terazawa, Mission Journal, May 11, 1939.

  31. Terazawa, Mission Journal, May 17–19, 1939, “Entertainment Will Be Given”, Hilo (HI) Tribune Herald, 19 de mayo de 1939, pág. 2; Japanese Mission, Hawaii District Missionary Journal, 18–20 de mayo de 1939.

  32. Terazawa, Mission Journal, May 20, 1939; Beckstead, Journal, 20 de mayo de 1939; Japanese Mission, Hawaii District Missionary Journal, 20 de mayo de 1939.

  33. Woolsey y Pettit, Happy Hearts, pág. 28.

  34. Collette, Collette Family History, págs. 157–159. Tema: Checoslovaquia

  35. Overy, Third Reich, págs. 175–182, 187–188; Heimann, Czechoslovakia págs. 78–81.

  36. Collette, Collette Family History, págs. 157, 159–161.

  37. Collette, Collette Family History, págs. 161, 162–164; Hatch, Cziep Family History, págs. 54, 77–80.

  38. Botz, “Jews of Vienna”, págs. 320–327; Offenberger, “Jewish Responses”, págs. 60–80; Collette, Collette Family History, pág. 163; Hatch, Cziep Family History, pág. 80.

  39. Hatch, Cziep Family History, págs. 77, 81, 200.

  40. Hatch, Cziep Family History, pág. 79; Overy, Third Reich, pág. 197. Tema: Segunda Guerra Mundial