Para el fortalecimiento de la familia
Creados a la Imagen de Dios: Varón y Hembra
Una serie de artículos que le proporcionará observaciones para el estudio y el uso de “La familia: Una proclamación para el mundo”.
“Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija espiritual de padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos. El ser hombre o mujer es una característica esencial de la identidad y el propósito eternos de los seres humanos en la vida premortal, mortal, y eterna”1.
En el principio
“…el hombre fue en el principio con Dios. La inteligencia, o sea, la luz de verdad, no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser” (D. y C. 93:29).
Poco se ha revelado sobre el proceso por el que llegamos a ser hijos espirituales de Dios, pero entendemos que padres celestiales organizaron cuerpos espirituales para nosotros y que éstos albergaban inteligencia, o luz y verdad, la cual “es independiente para obrar por sí misma en aquella esfera en que Dios la ha colocado” (D. y C. 93:30). Así vemos que el albedrío, es decir, la capacidad y la libertad que tienen los seres inteligentes de elegir entre una cosa u otra —junto con su correspondiente carga de responsabilidad— es un principio eterno.
Progenie de Dios
Muchas religiones enseñan que los seres humanos son hijos de Dios, pero habitualmente su concepto de Él descarta cualquier vínculo que se asemeje a una relación de padre e hijo. El profeta José Smith enseñó sobre una relación mucho más sencilla y sensata: “¡Dios una vez fué como nosotros ahora; es un hombre glorificado, y está sentado sobre su trono allá en los cielos! Ese es el gran secreto. Si el velo se partiera hoy, y el Gran Dios, que conserva este mundo en su órbita… se manifestase a sí mismo… lo veríais en la forma de un hombre, así como vosotros os halláis en toda la persona, imagen y forma misma de un hombre; porque Adán fué creado a la misma imagen y semejanza de Dios, y de El recibió instrucciones, y anduvo y conversó con El, como un hombre habla y se comunica con otro”2.
Pertenecemos a la familia de Dios; somos Sus hijos e hijas, creados a la imagen de padres celestiales. “No se ha revelado ideal más sublime”, enseñó el presidente Boyd K. Packer, Presidente en Funciones del Quórum de los Doce, “que la verdad divina de que somos hijos de Dios, y que somos diferentes, por virtud de nuestra creación, de todas las demás criaturas vivientes. (Véase Moisés 6:8–10, 22, 59.) Ninguna idea ha destruido más la felicidad, ninguna filosofía ha ocasionado más dolor, más aflicción y más daño; ninguna idea ha hecho más para destruir a la familia que la idea de que no somos progenie de Dios, sino sólo animales avanzados, compelidos a ceder a todo deseo carnal”3.
El género es eterno y esencial
El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, ha enseñado que nuestra creación como hijos varones y hembras de Dios “se hizo espiritualmente en la vida premortal, cuando vivías en la presencia de tu Padre Celestial. Antes de venir a la tierra ya eras hombre o mujer”4.
El ser hombre o mujer forma parte de nuestra identidad eterna y es necesario para nuestro progreso eterno. El presidente Packer explicó: “El plan de felicidad requiere la unión digna del varón y de la hembra, del hombre y de la mujer, del marido y de su esposa… Un cuerpo creado a imagen de Dios fue creado para Adán, que fue puesto en el Jardín de Edén. Al principio, Adán estaba solo… pero solo, no podía cumplir con los requisitos de su creación. Otro hombre no podría ayudarlo; ni solo ni con otro hombre podía Adán progresar. Tampoco hubiera podido hacerlo Eva con otra mujer. Así era entonces y sigue siendo así hoy día. Eva, una ayuda idónea para él, fue creada; el matrimonio fue instituido”5.
El albedrío y la atracción por el mismo sexo
En la actualidad abunda la confusión sobre las cuestiones relacionadas con la identidad sexual. Ciertos hombres y mujeres experimentan una atracción por los de su mismo sexo, una gran prueba para quienes desean ser obedientes a los mandamientos de Dios. El élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles, abordó este asunto: “[Satanás] trata de socavar el principio de la responsabilidad individual, de persuadirnos a abusar de los poderes sagrados de la procreación, de que los hombres y las mujeres dignos no se casen ni tengan hijos, y de sembrar la confusión en cuanto a lo que significa ser varón o mujer… Algunos [sentimientos] parecen ser innatos, mientras que otros resultan de las experiencias terrenales. Además, algunos sentimientos son el resultado de una compleja interacción de la naturaleza y de que se fomenten esos sentimientos. Todos experimentamos algunos sentimientos que nosotros no elegimos, pero el Evangelio de Jesucristo nos enseña que, no obstante, tenemos el poder para resistir y reformar nuestros sentimientos (según sea necesario) para garantizar que no nos lleven a abrigar pensamientos indebidos o a participar en un comportamiento pecaminoso”6.
Las pruebas de la vida terrenal no son fáciles, ni se dispuso que lo fueran; pero cualesquiera sean nuestras dificultades, podemos acudir a la doctrina divina, al poder de la Expiación y al Espíritu Santo en busca de ayuda y consuelo.
Recordemos que somos hijos e hijas de Dios, que Él nos creó a Su imagen y que Su plan nos prepara para la vida eterna. Si obedecemos Sus mandamientos, no nos privará de ninguna de las bendiciones que ha prometido.