El Quórum de Diáconos
El primero de una serie de artículos sobre los quórumes del sacerdocio y sus propósitos. En éste los miembros del Obispado Presidente comparten algunos pensamientos sobre los quórumes de diáconos.
¿Por qué la Iglesia organiza a jóvenes de 12 y 13 años en quórumes de diáconos?
Obispo H. David Burton, Obispo Presidente (arriba, en el centro): Una razón muy importante es el uso eficaz de las llaves del sacerdocio, las cuales otorgan autoridad a los que presiden para dar guía y ser una bendición en su vida. El presidente de un quórum emplea esas llaves para bendecir la vida de los miembros de su quórum así como a las personas que reciben el servicio que los miembros de ese quórum presten.
Obispo Richard C. Edgley, Primer Consejero del Obispado Presidente (arriba a la izquierda): El élder L. Tom Perry, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo en la reunión de capacitación mundial de junio de 2003 que un quórum es tres cosas: es una clase, es una hermandad y es una organización de servicio (véase “La administración de la estaca”, pág. 7; véase también Stephen L Richards, en Conference Report, octubre de 1938, pág. 118). Los quórumes reúnen a los jóvenes para cumplir con esos tres propósitos. Considero que, en los quórumes, ponemos mucho énfasis en el liderazgo en el aula y no tanto en los aspectos de la hermandad y del servicio, los cuales también son importantes.
Obispo Burton: El aula, si bien es tremendamente importante, es el lugar donde se aprende la “teoría”. El “laboratorio” donde se aplica dicha teoría es el servicio que se brinda fuera del aula. El énfasis principal debiera recaer en cómo desempeñan los jóvenes sus deberes (véase D. y C. 20:57, 59, 60).
¿Cuál debe ser la función del asesor del quórum de diáconos?
Obispo Keith B. McMullin, Segundo Consejero del Obispado Presidente (arriba a la derecha): Una manera de ampliar los aspectos de la hermandad y el servicio del quórum es permitir que el presidente de dicho quórum ocupe su debido lugar. Tendemos a otorgar más autoridad al asesor del quórum de diáconos que al presidente del quórum.
Obispo Burton: El asesor debe cultivar la habilidad de ser un “líder en la sombra” y de alguna forma, sin tomar el lugar del presidente del quórum, motivar a los jóvenes a desempeñar sus deberes. Demasiado a menudo, lo que se hace en el quórum depende del asesor actual y no de los diáconos.
Obispo McMullin: A mi juicio, a menudo nuestros quórumes de diáconos simplemente hacen lo que sus asesores esperan de ellos. Cuando los asesores comprendan el significado de elevar y bendecir a los jóvenes en su oficio en el sacerdocio, veremos un poder mayor; pero mientras sigamos viendo a los diáconos como unos niños a los que hay que entretener por medio de alguna que otra actividad relacionada con su sacerdocio, nuestros jóvenes tenderán a permanecer en ese nivel.
Obispo Edgley: Piense en lo que sucedería en un quórum de diáconos si hubiera sillas suficientes en el aula para todos los miembros del quórum y no sólo para los que asisten con regularidad, y si, además, en el respaldo de cada asiento estuviera escrito el nombre de un miembro del quórum. Las sillas vacías serían demasiado obvias para la presidencia del quórum. Éste no es más que un ejemplo de lo que podría hacerse para reavivar en la presidencia del quórum y en el quórum mismo la necesidad de tender una mano a los demás.
¿Cómo pueden los líderes adultos y los asesores ayudar a los diáconos a tener experiencias espirituales cuando muchos de los deberes del diácono pueden parecer bastante rutinarios?
Obispo Edgley: A esa edad, hay que guiar a los jóvenes para que tengan experiencias espirituales. Éstas no suceden por sí mismas. Recuerdo que mi padre me llevó a presenciar una bendición del sacerdocio a favor de un miembro menos activo. Yo no pude participar sino tan sólo estar allí y sentir el Espíritu, pero mi padre me explicó la ordenanza y permitió que disfrutara de esa experiencia espiritual.
Obispo McMullin: No hay nada de rutinario en repartir la Santa Cena cuando uno es iluminado por el Espíritu. Si se le enseña a un diácono de modo inspirador sobre los emblemas del pan y del agua, sobre lo que significan personalmente para él y para toda persona que los acerca a sus labios, entonces la Santa Cena se convierte en una experiencia sagrada cada día de reposo (véase 3 Nefi 18:5–6; D. y C. 20:77, 79). Pero, lo que normalmente veo en nuestros poseedores del Sacerdocio Aarónico es que les preocupa más en qué fila repartir la Santa Cena o a qué persona de las del estrado deben ofrecérsela primero. Así es como puede llegar a ser rutinaria, hasta el grado de perder el carácter que la hace especial. Si los asesores les enseñaran los detalles administrativos con antelación suficiente, éstos dejarían de distraerles.
¿Cuáles son los mayores desafíos a los que se enfrentan los diáconos actualmente y qué puede hacer un quórum para ser de ayuda?
Obispo Edgley: El mayor desafío de un diácono es el sentirse aceptado por los demás, el saber quién es en realidad y sentir que es importante. Empezamos a perder a los jóvenes a la edad de diácono, pues van allí donde sientan esa aceptación y si, por ejemplo, miramos la cultura de las drogas, vemos que ésta siempre los acepta. Tenemos que hacer que se sientan aceptados en el entorno adecuado, con los amigos adecuados: y ese lugar es el quórum. Precisan sentir que pertenecen, que están a salvo y que son importantes. Ése es el lado de hermandad del quórum.
Obispo Burton: Debemos recordar que el Sacerdocio Aarónico es un sacerdocio preparatorio en términos muy reales. Demasiado a menudo se convierte en un fin en sí mismo. Si nuestros asesores y obispos recordaran que ésta es la preparación para la vida y para recibir el Sacerdocio de Melquisedec, tal vez podríamos centrarnos en preparar a los jóvenes para las ordenanzas de salvación del sacerdocio mayor.