Mis oraciones se convirtieron en bendiciones
Hace años, volví a activarme en la Iglesia tras seis meses de inactividad. Tenía una increíble sed espiritual, pues volvía a estar en el camino correcto. Al cabo de unos meses sentí el deseo de servir al Señor como misionera. Para ello me entrevisté con el obispo, que me ayudó a prepararme; tuve que aguardar a estar verdaderamente lista, y mientras tanto el obispo me aconsejó que informara a mis padres de mis planes.
Mis padres son miembros de la Iglesia, pero llevaban más de nueve años siendo menos activos. Desde el día que les hablé de mi deseo, la oposición se hizo más patente. Acordamos que si aprobaba el difícil examen de la escuela en la que había sido aceptada, me dejarían ir a la misión en el plazo de un año.
Aquel año fue el más difícil de mi vida. Mi madre pensaba que me olvidaría de mi deseo de ir a la misión, pero después de ir a la escuela durante varios meses, se dio cuenta de que realmente me estaba preparando para ser misionera, así que me quitó la ayuda económica que recibía de ella. Entonces, mis oraciones se convirtieron en grandes bendiciones.
Mi Padre Celestial me inspiró a buscar empleo, lo cual hice. Después de encontrar tres trabajos posibles, escribí las solicitudes y supliqué al Señor que me permitiera recibir, al menos, una respuesta afirmativa, ya que había hecho todo lo que Él me había mandado.
La respuesta sólo tardó tres días. Una de las compañías me llamó para que fuera a una entrevista, tras la cual comencé a trabajar aquel mismo día. El problema era que no ganaba lo suficiente para cubrir todos mis gastos. Después de orar a Dios, me sentí inspirada a confiar en Él y no temer, por lo que pagué mi diezmo sin temor alguno.
A las pocas semanas el dueño de mi apartamento vino a verme. “Puede que venga a hablar del alquiler”, pensé; pero él me dijo: “¡Ya no tendrá que pagar el alquiler hasta que termine el curso!”.
No lo podía creer. Esa bendición me permitió pagar lo que necesitaba y, más importante aún, me ayudó a prepararme económicamente para la misión. Los milagros ocurrían en mi vida justo en el momento preciso.
Ya he terminado la misión y siento una inmensa gratitud por poder orar a nuestro Padre Celestial. Me siento muy feliz al saber con certeza que Él vive y ama a Sus hijos. Si le escuchamos, veremos muchos milagros en nuestra vida.
Berengere Caviale pertenece a la Rama St. Quentin En Yvelines, Estaca París, Francia.