El camino de regreso: Cómo abandonar la pornografía
El Señor le ayudará en sus esfuerzos por vencer el hábito de la pornografía.
La pornografía aumenta en popularidad y accesibilidad y muchos la consideran un pasatiempo inofensivo, pero los líderes de la Iglesia nos han advertido una y otra vez sobre su naturaleza destructiva. El presidente Gordon B. Hinckley advirtió: “Manténgase alejados de la grande y terrible ola de la pornografía que está barriendo la tierra y enriquece a unos pocos mientras destruye a los miles que han caído en sus redes. Manténganse lejos de ella”1.
Lamentablemente, algunos han rechazado el consejo de nuestro profeta y han caído en las redes de ese material obsceno para descubrir que, al igual que muchas otras adicciones, el hábito de la pornografía es sumamente difícil de romper.
Pero es posible tener éxito. Como psicoterapeuta que aconseja a numerosos clientes que luchan por salir del hábito de la pornografía, he observado varios denominadores comunes entre los que han logrado salir de ella. Las sugerencias siguientes, si bien no lo abarcan todo, tienen como fin aportar dirección y servir de punto de partida para todo el que desee abandonar el uso de la pornografía.
Reconozca el problema
Muchas personas le restan importancia a la gravedad de su problema a causa de la vergüenza que sienten. Sin embargo, el camino del Señor requiere que admitamos nuestras faltas ante Él (véanse Salmos 32:5; Alma 38:14; 39:13; D. y C. 5:28). La confesión es un ejercicio de honradez con uno mismo puesto que reconocemos ante nosotros mismos lo que ya es notorio para Dios. Toda relación con la pornografía debe admitirse también ante el cónyuge (en el caso de los jóvenes, ante los padres) y el obispo o el presidente de rama.
Muchas de las personas que consumen pornografía temen que el revelarlo a su cónyuge pueda poner en peligro su matrimonio; sin embargo, ciertos estudios indican que la mayoría de los matrimonios permanecen intactos cuando ambas partes están dispuestas a solucionar juntos los problemas. En ocasiones las personas descartan la confesión a su cónyuge por temor a herirle, aunque ese tipo de razones es más una excusa para que el individuo con problemas se proteja de la reacción del cónyuge y de otras consecuencias de su comportamiento y, de ese modo, pueden seguir deleitándose en la pornografía mientras tratan de mantener su actividad en secreto. Pero la falta de sinceridad en una relación puede resultar tan dañina como la pornografía y, de todos modos, muchos cónyuges terminan por descubrir el problema. Es más factible que el cónyuge ofrezca su apoyo cuando su compañero o compañera humildemente confiese el problema y solicite apoyo durante su recuperación.
Aun si fuera posible que alguien escondiera sus acciones por un tiempo, los secretos jamás pueden ocultarse de Dios. Tal como nos dice Jacob: “Él sabe todas las cosas, y no existe nada sin que él lo sepa” (2 Nefi 9:20).
Decir la verdad permite liberar toda esa energía que antes se empleaba en mantener el secreto y brinda alivio a la persona que revela el problema. De hecho, muchos cónyuges aducen que la sinceridad de su compañero o compañera, aunque dolorosa, fue una fuente de alivio pues les confirmó que sus sospechas no estaban basadas en su propia inseguridad. Cuando se comienza por ser sincero y se inicia el proceso del arrepentimiento, la Expiación puede retirar la carga del pecado y dar al cónyuge la fuerza necesaria para perdonar la violación de su sagrada confianza.
Acepte la Expiación
Kaphar es el equivalente hebreo del término expiación, un verbo que significa “cubrir”2. Por consiguiente, la palabra expiación indica que Cristo puede cubrir nuestros pecados al “borrarlos” mediante Su misericordia, si nos arrepentimos (véase Hechos 3:19). Como consecuencia de ese proceso, nuestros pecados “como la nieve serán emblanquecidos” (Isaías 1:18).
Por el contrario, el adversario tienta a los adictos a la pornografía para que traten de esconder, o cubrir, sus pecados, frustrando así el proceso del arrepentimiento y eludiendo la verdadera fuente de curación. Al actuar de este modo, al pecado de la pornografía añaden el de la falsedad, “y así el diablo engaña sus almas, y los conduce astutamente al infierno” (2 Nefi 28:21).
El relato de Adán y Eva ilustra la manera en que Satanás trata de esclavizarnos. Después de transgredir uno de los mandamientos de Dios, Adán y Eva fueron avergonzados por Satanás, que les dijo que se cubrieran y se escondieran. De igual modo, él intenta que huyamos de Dios cuando cometemos un error. Pero el ángel del Señor mandó a Adán: “Te arrepentirás e invocarás a Dios en el nombre del Hijo para siempre jamás” (Moisés 5:8). Adán y Eva aprendieron a convertir el temor y la vergüenza en fe y confianza. Asimismo, las personas que sufren a causa de la pornografía deben convertir su temor y vergüenza en fe y confianza en el Señor y Su Expiación.
Al aceptar la Expiación, confesamos nuestros pecados y nos sometemos a las consecuencias de nuestras elecciones. Si intentamos sancionarnos por el pecado mediante la culpa o la vergüenza impuestas por nosotros mismos, estaremos tratando, equivocadamente, de usurpar la autoridad del Salvador. Jesucristo tiene el derecho de ofrecer misericordia y el derecho de juzgar. Nuestro derecho consiste en someter nuestro corazón a Dios y aceptar Su misericordia y Su justicia de acuerdo con la ley divina. Aunque no seamos merecedores de la misericordia, la gracia de Dios, un corazón quebrantado y un Espíritu contrito pueden hacernos dignos de la misma. Este poderoso cambio de corazón, que santifica a los hijos de Dios que se hallaban en el mal camino, es un don que se logra por medio de la fe y la confianza en Él, y por el poder de Su Expiación. La redención del pecado mediante este proceso suele llevar su tiempo, pero al final sabremos que nuestros pecados son perdonados cuando el Espíritu así lo atestigüe a nuestra alma.
Actúe conscientemente
El rey Benjamín aconsejó sabiamente: “[Cuidad de] vosotros mismos, y vuestros pensamientos, y vuestras palabras y vuestras obras” (Mosíah 4:30). La persona que desee vencer un hábito pornográfico debe reconocer patrones y debilidades en su vida que puedan generar su deseo de participar en la pornografía.
Una persona se dio cuenta de que cada vez que experimentaba una emoción negativa trataba de huir de su desasosiego pensando en la pornografía. Como resultado de ese hallazgo, cada vez que sentía una emoción negativa comenzó a ofrecer una oración silenciosa en la que pedía ayuda para soportar la experiencia y resistir el impulso de escapar.
Un relato del Libro de Mormón ayudó a este hombre a comprender la forma en que el Señor podía ayudarle con su problema. Se dio cuenta de que cuando el pueblo de Alma se hallaba cautivo, el Señor prometió que sus cargas serían aliviadas (véase Mosíah 24:14); no prometió que las retiraría por completo. Igualmente, este hombre no esperó que el Señor eliminara las emociones negativas de su vida, sino que le ayudara a sobrellevarlas de una manera sana.
Si dedicamos tiempo a reflexionar, seremos conscientes de lo que nos sucede, en especial si lo pedimos por medio de una oración sincera.
Haga ajustes
A fin de sobreponerse a los hábitos de la pornografía, las personas deben realizar muchos ajustes en su comportamiento y actitud. A menudo han “dejado de sentir” (1 Nefi 17:45; Moroni 9:20) y deben aprender a conectarse nuevamente con sus sentimientos y con Dios, a ser humildes de nuevo, y a confiar. La función del Espíritu Santo es crucial en este empeño y ayuda a las personas a experimentar “un potente cambio” de corazón que les insta a “hacer lo bueno continuamente” (Mosíah 5:2; Alma 5:12, 14; véase también Alma 5:26).
También puede recibirse ayuda de quienes nos rodean. Tal como enseñó el presidente Spencer W. Kimball (1895–1985), el Señor suele valerse de otras personas para llevar a cabo sus justos designios3. Los obispos o los presidentes de rama, los familiares y profesionales calificados pueden ayudarnos a abandonar con éxito un hábito pornográfico. Como dice el dicho, el Señor ayuda a los que se ayudan. Se espera que nos valgamos de aquellos medios que están a nuestra disposición.
Otro ajuste necesario es el de recuperar el hábito de estudiar diaria y continuamente las Escrituras. Grande es la fuerza que se recibe cuando nos deleitamos regularmente con la palabra de Cristo. El libro de Alma enseña que la palabra tiene “un efecto más potente en la mente del pueblo que la espada o cualquier otra cosa” (Alma 31:5). Del mismo modo, Nefi dijo a sus hermanos: “Quienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones ni los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción” (1 Nefi 15:24).
El poder de la palabra se evidencia en nuestra vida cuando vivimos los principios que aprendemos en nuestro estudio personal de las Escrituras. El Señor aportará a nuestros esfuerzos sinceros la fuerza necesaria para perseguir nuestros deseos justos. Él nos recibe cuando nosotros recibimos Su palabra.
También se deben realizar ajustes a cómo elegimos interpretar nuestras experiencias. El cambio más difícil de todos puede que sea el de nuestra manera de pensar. El simple hecho de decirle a alguien que no piense en la pornografía resulta paradójico en sí. Para dejar de concentrarse en algo se debe saber qué es lo que hay que evitar, por lo que hay que reconocer aquello que se esfuerzan por olvidar.
Muchos de los que logran abandonar la pornografía dicen que resulta más útil centrarse en las metas positivas que son incompatibles con el ver pornografía que desviar toda la energía a no pensar en la pornografía. Si, por el contrario, las personas deciden concentrarse en ser honradas, pueden entonces pensar con frecuencia en la honradez. Esa estrategia evita el enfoque de eliminar la pornografía y, consiguientemente, en pensar en ella, lo cual dispararía un mayor uso de esta acividad.
Acostumbro sugerir a la gente que piense sinceramente en sus tentaciones. Una persona que probó este planteamiento se dio cuenta de que las mujeres que aparecen en los materiales pornográficos no actuarían así en la vida real. Dicha persona aprendió que las imágenes que veía se retocaban por computadora y no representaban la realidad. También averiguó que algunos de esos actores se abandonaban al alcohol o a las drogas para nublar sus sentimientos, lo cual les permitía participar en esas actividades degradantes. Debido a la sinceridad con que este hombre consideró la pornografía y sus esfuerzos por reconocerla por lo que es en realidad, su atracción disminuyó considerablemente y fue capaz de cultivar con mayor acierto su capacidad para discernir el bien del mal (véase Génesis 3:5; Moisés 4:11).
Sea responsable
Muchos son los que le restan importancia a su conducta mediante el uso de frases como: “Lo vi por casualidad”, “No me di cuenta”, “Me tomó de sorpresa”. Cuando somos responsables, aceptamos la responsabilidad por nuestro comportamiento y estamos dispuestos a cambiar nuestro entorno para que dejemos de actuar como hasta entonces. Por ejemplo, la persona que es tentada por la pornografía que hay en Internet podría acceder a la instalación de filtros en su computadora, a dejar la puerta del cuarto abierta cuando utilice la computadora o a orientar el monitor hacia donde otras personas puedan verlo4. De este modo, dicha persona evitaría estar aislada en situaciones en las que podría caer en la tentación.
Analicemos el relato del rey David que, “en el tiempo que [salieron] los reyes a la guerra… se quedó en Jerusalén” (2 Samuel 11:1). Debería haber estado con su ejército, pero en vez de eso “se paseaba sobre el terrado” y vio a Betsabé bañándose (véase 2 Samuel 11:2); entonces cometió el error de sucumbir a la tentación de la lujuria. Del mismo modo, los que luchan con la pornografía deben evitar cualquier situación potencialmente comprometedora.
Abandone el comportamiento
Las personas con problemas de hábitos relacionados con la pornografía precisan comprender un aspecto de sus pecados que, por lo general, suele no tratarse: El pecado y la lujuria sí proporcionan un placer temporal; si no lo hicieran, tendrían poco poder para atraparnos. El presidente Hinckley reconoció que aquellos que consumen pornografía pueden considerarlo excitante. “Pero”, agregó, “les destruirá”5. Esa destrucción puede tomar meses o incluso años, pero siempre sucede. Al contemplar la iniquidad de su pueblo, Mormón dijo: “El Señor no siempre iba a permitirles que hallasen felicidad en el pecado” (Mormón 2:13).
Es posible que uno de los pasos más importantes que se puede dar en el camino del arrepentimiento sea confiar lo suficiente en el Señor, de manera de abandonar la pornografía. Eso mismo es el arrepentimiento: un cambio de corazón y mente y la disposición para abandonar un comportamiento que es contrario a la voluntad de Dios. Dicho abandono reemplaza la satisfacción temporal con la satisfacción permanente en una relación matrimonial sana y significativa, con la proximidad a Dios y con el respeto propio que emana de una vida recta.
Hay esperanza
Si usted tiene un problema relacionado con la pornografía, ¡sepa que hay esperanza! El abandonarlo y verse libre de su influencia requerirá dedicación, fortaleza y perseverancia. Parte de la batalla se ganará al rendirse en vez de luchar cuando permita que su voluntad sea “absorbida en la voluntad del Padre” (Mosíah 15:7). Algunas batallas se librarán en las salas silenciosas del alma, donde sólo usted sabrá de sus pequeñas victorias a lo largo del camino que conduce a la recuperación6. El deseo de abandonar la pornografía es una causa justa que el Señor apoya siempre y cuando usted haga su parte.
Rory C. Reid pertenece al Barrio Pilgrims Landing 3, Estaca Lehi, Jordan River, Utah.
¿Qué es la pornografía?
Las definiciones jurídicas, académicas o de otra índole varían ampliamente, pero en un sentido práctico, la pornografía es cualquier medio audiovisual o escrito creado para estimular sexualmente. Si la obra no hubiese sido creada con tal fin pero de todos modos provoca un estímulo sexual, la misma constituye pornografía para esa persona.
Si usted se plantea si determinada obra es pornográfica, la pregunta en sí sugiere que ese material le hace sentirse incómodo; esto mismo es señal inequívoca para que se evite.
El arrepentimiento: un proceso purificador
“Satanás se esfuerza por convencer a la gente de que los pecados se pueden ocultar, aun cuando es él quien hace que salgan a la luz en las circunstancias más comprometedoras. Su objetivo es esclavizar a los hijos de Dios. Todas sus tentaciones apetecibles y seductoras tienen como fin la destrucción del individuo…
“Habla con tu obispo; él te mostrará cómo debes arrepentirte y te ayudará a hacerlo. Si oras y actúas, serás guiado a otras personas que te apoyarán. El arrepentimiento es un proceso de purificación. Es difícil, pero tiene un fin, un fin glorioso de paz y perdón reconfortantes, y el milagro de un nuevo comienzo.”
Élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, “Para quedar libre de las pesadas cargas”, Liahona, noviembre de 2002, pág. 8