2006
La voz del Espíritu
Junio de 2006


Mensaje de la Primera Presidencia

La voz del Espíritu

Reconozco profundamente la responsabilidad que tengo de enseñar cosas sagradas. Sé muy bien que el mundo va cambiando y que llegará a ser muy diferente del mundo que yo he conocido. Los valores han cambiado. El respeto y la decencia fundamental por las cosas buenas están desapareciendo y una oscuridad moral se hace cada vez más evidente. La juventud es, de muchas maneras, la esperanza para el futuro, como los diamantes valiosos que brillan mejor ante un fondo oscuro.

Hago referencia a un pasaje de las Escrituras que se encuentra en Doctrina y Convenios: “…dad oído a la voz del Dios viviente”1. La voz del Espíritu es accesible para todos. El Señor dijo: “…el Espíritu da luz a todo hombre [y a toda mujer]… que escucha la voz del Espíritu”. Y además dice que “…todo aquel que escucha la voz del Espíritu, viene a Dios, sí, el Padre”2. Algunas personas tratan de encontrar la vida plena. Pablo aclaró que es “el espíritu [el que] vivifica”3. En efecto, el Salvador dijo: “…las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”4.

El gozo es un don

Se podría preguntar: Entonces, ¿cuáles son los frutos del Espíritu? Pablo nos contesta al decir que son “…amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”5. El gozo que buscamos no es un placer emocional pasajero, sino que es un gozo interior constante derivado de una larga experiencia con Dios y confianza en Él. Las enseñanzas de Lehi a su hijo Jacob declaran: “…existen los hombres para que tengan gozo”6. Para lograr ese gran objetivo debemos “[dar] oído a la voz del Dios viviente”.

En calidad de testigo viviente, quiero testificar del gozo que viene al escuchar al Espíritu, porque yo lo he sentido. Tal como los nefitas, las personas que viven el Evangelio aprenden a vivir “de una manera feliz”7. Por todo el mundo, en los muchos países en donde se encuentra establecida la Iglesia, los miembros podrían agregar sus testimonios al mío. Existen evidencias en abundancia que reafirman la promesa de paz, esperanza, amor y gozo como dones del Espíritu. Nuestras voces en unión hacen un llamado a todos los hijos de Dios para que también participen de esos dones.

Las voces del mundo

Pero escuchamos otras voces. Pablo declaró: “Tantas clases de idiomas [voces] hay… en el mundo”8, que compiten con la voz del Espíritu. La voz del Espíritu, aunque apacible, siempre está presente. Isaías dijo: “Y el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre”9. El adversario trata de sofocar esta voz con una multitud de voces estridentes, persistentes, persuasivas y atractivas:

  • Voces negativas que hacen pensar en supuestas injusticias.

  • Voces quejumbrosas que aborrecen los desafíos y el trabajo.

  • Voces seductoras que ofrecen tentaciones sensuales.

  • Voces suaves que nos adormecen con seguridad carnal.

  • Voces intelectuales que profesan discernimiento y superioridad.

  • Voces de orgullo que ponen su confianza en el brazo de la carne.

  • Voces aduladoras que nos llenan de orgullo.

  • Voces cínicas que destruyen la esperanza.

  • Voces amenas que fomentan la búsqueda de placeres.

  • Voces comerciales que nos tientan a gastar “dinero en lo que no tiene valor” y a trabajar “en lo que no puede satisfacer”10.

  • Voces delirantes que siembran el deseo de placeres extremos. No me refiero a los placeres producidos por la droga o el alcohol, sino a la búsqueda de experiencias peligrosas que desafían a la muerte a fin de experimentar nada más que una emoción. La vida, aun la nuestra, es tan valiosa que somos responsables de ella ante el Señor, y no debemos subestimar su valor. Una vez que se acaba, no se puede recuperar.

Se nos bombardea con mensajes

Hoy en día escuchamos constantemente multitudes de voces que nos dicen cómo vivir, cómo satisfacer nuestras pasiones, cómo tenerlo todo. Tenemos fácilmente a nuestro alcance programas de computadora, bases de datos, canales de televisión, módems de computadora interactivos, aparatos que reciben señales de satélite y redes de comunicación que nos sofocan con información. Cada vez hay menos lugares de refugio y serenidad. A nuestros jóvenes se les bombardea con la maldad y con la iniquidad más que a ninguna otra generación. Al contemplar esta situación, acuden a mi mente las palabras del poeta T. S. Eliot: “¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento? ¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en la erudición?”11.

El ser fieles tal vez sea más difícil para la nueva generación; quizás de algunas maneras un desafío aun mayor que el tirar de carros de mano a lo largo de las planicies. Cuando alguien moría en el desierto de la frontera americana, se enterraban los restos físicos de la persona fallecida y los carros de mano continuaban su viaje hacia el oeste, pero los sobrevivientes que se lamentaban guardaban esperanza por el alma eterna de sus seres queridos. Sin embargo, cuando uno muere espiritualmente en el desierto del pecado, es posible que a la esperanza la reemplacen el terror y el temor por el bienestar eterno de ese ser querido.

El mundo ha enseñado a muchas personas de esta nueva generación a quererlo todo y a quererlo ahora; no desean ni ahorrar ni trabajar, y esos deseos de egoísmo e impaciencia los hacen susceptibles a la tentación. En el Libro de Mormón figuran cuatro clases de tentaciones que Satanás emplea:

  • El obtener ganancia.

  • El lograr poder sobre la carne.

  • El hacerse populares ante los ojos del mundo.

  • El buscar las concupiscencias de la carne y las cosas del mundo12.

La táctica de Satanás es la de “desviar sus corazones de la verdad, de manera que sean cegados y no comprendan las cosas que están preparadas para ellos”13. Él se vale de cortinas de humo que obscurecen nuestra visión y de ese modo desvía nuestra atención.

El presidente Heber J. Grant (1856–1945) declaró: “Si somos fieles en guardar los mandamientos de Dios, Sus promesas se cumplirán al pie de la letra… El problema es que el adversario de las almas de los hombres ciega a éstos la mente; les tira polvo a los ojos, por decirlo así, y los ciega con las cosas de este mundo”14.

Escuchemos las voces de rectitud

¿Y cómo es posible saber a qué voces debemos escuchar y creer? Las consecuencias que esto tiene para nosotros como personas son enormes. Para sobrevivir espiritualmente, debemos hacer por lo menos estas cuatro cosas:

Primero, debemos ejercitar el albedrío moral con sabiduría. Amelekí nos dice cómo tomar buenas decisiones: “…Porque nada hay, que sea bueno, que no venga del Señor; y lo que es malo viene del diablo”15. Una y otra vez se nos exige que en todo momento escojamos entre lo que proviene del Señor y lo que proviene del diablo. Del mismo modo que las pequeñas gotas de agua afectan el paisaje, así también las elecciones que tomamos minuto a minuto dan forma a nuestro carácter.

Segundo, debemos tener un propósito. El difunto primer ministro de Israel, David Ben-Gurion, hizo una vez una declaración en cuanto a León Trotsky, uno de los fundadores de la revolución comunista de Rusia. Trotsky, dijo, no fue un líder; fue una persona brillante, pero no fue un líder porque no tuvo un propósito16. En la vida todos debemos tener un propósito. En calidad de miembros de la Iglesia de Cristo, debemos considerar que el nuestro es la salvación17. Alguien ha dicho: “Debes tener algo que defender o te rendirás ante cualquier cosa”.

El grupo más recto de los nefitas tuvo que aprender a prestar estricta atención a fin de comprender la voz que precedió a la aparición del Salvador ante ellos. “…oyeron una voz como si viniera del cielo; y miraron alrededor, porque no entendieron la voz que oyeron; y no era una voz áspera ni una voz fuerte; no obstante, y a pesar de ser una voz suave, penetró hasta lo más profundo de los que la oyeron, de tal modo que no hubo parte de su cuerpo que no hiciera estremecer; sí, les penetró hasta el alma misma, e hizo arder sus corazones”18. Escucharon la voz por segunda vez y no la entendieron. Y al escucharla por tercera vez, “aguzaron el oído para escucharla; y tenían la vista fija en dirección del sonido; y miraban atentamente hacia el cielo, de donde venía el sonido”19. Si hemos de escuchar la voz del Espíritu, debemos también aguzar nuestros oídos y mirar con fe hacia la fuente de la voz, y con resolución poner la mira en el cielo.

Tercero, debemos fortalecer nuestro testimonio. Todos debemos estudiar el plan de salvación y aprender en cuanto a nuestra relación con Dios. Al caminar por medio de la fe, llegará a nuestro corazón la confirmación de experiencias espirituales que fortalecerán nuestra fe y nuestro testimonio.

Cuarto, debemos escudriñar las Escrituras, las cuales son “la voz del Señor y el poder de Dios para salvación”20. El Señor también dijo de Su palabra, tal como se encuentra en las Escrituras: “Porque es mi voz la que os las declara; porque os son dadas por mi Espíritu”21.

Permítanme sugerirles una solución sencilla para escoger la voz que elegimos escuchar: Escuchemos y sigamos la voz del Espíritu. Ésa es una solución antigua, aun eterna, y quizás no sea popular en una sociedad que siempre busca cosas nuevas. Se requiere la paciencia en un mundo que exige la satisfacción instantánea de sus deseos. Esa solución es silenciosa, tranquila y sutil en un mundo que está prendado de lo que es estridente, incesante, de ritmo apresurado, ofensivamente rimbombante y tosco. Esa solución requiere que seamos contemplativos mientras que nuestros semejantes buscan el estímulo físico. (Eso podría parecer una tontería en una época en que no vale la pena recordar muchas de las cosas que son ofensivas y sin valor a las cuales estamos expuestos.) Esa solución es un mensaje unificado, constante y eterno en un mundo que rápidamente se aburre en la ausencia de la intensidad, la variedad y la novedad. Esa solución requiere que caminemos por medio de la fe en un mundo gobernado por el sentido de la vista22. Con el ojo de la fe hemos de percibir las verdades eternas y espirituales que no se ven, mientras que la mayoría de las personas dependen únicamente de las cosas temporales que solamente se pueden saber por medio de los sentidos físicos.

Debemos aprender a meditar en las cosas que atañen al Espíritu, a responder a Sus susurros y a filtrar la estática generada por Satanás. Al estar en armonía con el Espíritu, “[oiremos] a [nuestras] espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él”23. El escuchar “la voz del Dios viviente” nos dará “paz en este mundo y la vida eterna en el mundo venidero”24. Ésos son los mayores de todos los dones de Dios25.

Ideas para los maestros orientadores

Una vez que se prepare por medio de la oración, comparta este mensaje empleando un método que fomente la participación de las personas a las que enseñe. A continuación se citan unos ejemplos:

  1. Encienda la radio y sintonice diferentes estaciones. Señale cómo algunas estaciones de radio tienen una recepción clara y otras tienen estática. Compare la estática con las voces del mundo, y la recepción clara con el estar en armonía con la voz del Espíritu. Comparta algunos de los consejos del Presidente Faust en cuanto al escuchar el Espíritu.

  2. Para analizar la mejor manera de escuchar la voz del Espíritu, converse con la familia en cuanto a las once voces que el presidente Faust dice que interfieren con la recepción del Espíritu, o sobre las cuatro maneras en que se nos enseña a “sobrevivir espiritualmente”. Pida a los miembros de la familia que compartan experiencias que hayan tenido al reconocer la voz del Espíritu y seguirla.

  3. Pida a los miembros de la familia que lean los siguientes pasajes de las Escrituras que menciona el presidente Faust: Juan 6:63; 2 Corintios 3:6; D. y C. 50:1; 84:46–47. Invítelos a encontrar el tema común en esos versículos. Lea porciones de este mensaje que describan las bendiciones que se reciben al seguir la voz del Espíritu. Testifique del poder del Espíritu en su propia vida.

Notas

  1. D. y C. 50:1.

  2. D. y C. 84:46–47.

  3. 2 Corintios 3:6.

  4. Juan 6:63.

  5. Gálatas 5:22–23.

  6. 2 Nefi 2:25.

  7. 2 Nefi 5:27.

  8. 1 Corintios 14:10.

  9. Isaías 32:17.

  10. 2 Nefi 9:51.

  11. “Choruses from ‘The Rock’”, The Complete Poems and Plays, 1930, pág. 96.

  12. Véase 1 Nefi 22:23.

  13. D. y C. 78:10.

  14. Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Heber J. Grant, 2002, pág. 31.

  15. Omni 1:25.

  16. Véase Academy of Achievement, “Interview: Shimon Peres”, Internet, http://www.achievement.org.

  17. Véase D. y C. 46:7.

  18. 3 Nefi 11:3.

  19. Véase 3 Nefi 11:4–5.

  20. D. y C. 68:4.

  21. D. y C. 18:35.

  22. Véase 2 Corintios 4:18; 5:7.

  23. Isaías 30:21.

  24. D. y C. 59:23.

  25. Véase D. y C. 14:7.