Amigas por correspondencia y referencias
Mi compañera me entregó un sobre y me dijo: “Hermana Jones, creo que es para usted”. Examiné el remitente y me agradó ver el nombre de mi prima escrito con nitidez en la esquina. Acababa de ser trasladada a una nueva ciudad al otro extremo del sur de Francia y no creía que nadie de mi casa, en los Estados Unidos, conociera aún la nueva dirección. Abrí el sobre y leí la breve nota en la que mi prima me decía que, después de ocho años sin tener contacto alguno, hacía poco había recibido un correo electrónico de su amiga por correspondencia que vivía en Francia.
Mi prima me explicaba que aunque ella y Céline habían recibido sus direcciones durante sus respectivos estudios de inglés y francés en la secundaria, en realidad nunca se habían escrito entre sí; así que estaba muy sorprendida por haber recibido el mensaje electrónico de Céline. No sabía si ella vivía en el sur de Francia donde yo me hallaba sirviendo, pero incluyó su nombre y dirección y me pedía que, si me era posible, me pusiera en contacto con ella.
Dado que yo era nueva en la región, le entregué la nota a mi compañera y le pregunté si la amiga por correspondencia de mi prima vivía en nuestra misión. “No sólo vive dentro de los límites de la misión”, respondió, “¡sino que vive en nuestro distrito!”. Animadas, llamamos a Céline para presentarnos y ella accedió a reunirse con nosotras. Hicimos un breve viaje en tren hasta Montauban.
Al bajarnos del tren, Céline y sus padres nos dieron una calurosa bienvenida. Nos invitaron a ir a su casa y nos pidieron que compartiéramos nuestro mensaje con ellos. Mientras les enseñábamos sobre el Libro de Mormón y el profeta José Smith, el Espíritu testificó de la veracidad del Evangelio restaurado. La familia expresó su aprecio por los valores que enseña la Iglesia y, al final de una larga charla, les entregamos un ejemplar del Libro de Mormón y partimos después de ofrecer una oración y de prometer que volveríamos.
Aquélla fue la primera de varias visitas que hicimos a Céline y a su familia. Mi misión terminó mientras aún estaban en el proceso de aprender sobre la Iglesia; pero antes de despedirme de Céline, le pregunté por qué había decidido ponerse en contacto con mi prima después de ocho años. Su respuesta me sorprendió: “Estaba limpiando el cajón de un mueble cuando me encontré la dirección en un papel que creía haber perdido y sentí la fuerte necesidad de escribirle”.
De regreso a nuestro apartamento, miraba por la ventana del tren, maravillada por tener un Padre amoroso que permitió que apareciera una dirección extraviada y se recuperara una vieja conexión en el momento preciso en que fui trasladada por sorpresa a una nueva ciudad durante las últimas seis semanas de mi misión. Él se acuerda de todas las personas y hará que ocurran milagros aun con algo tan pequeño y sencillo como la dirección de una amiga por correspondencia.