El arrepentimiento y la conversión
Un alma arrepentida es un alma convertida, y un alma convertida es un alma arrepentida.
El año pasado, mientras el élder David S. Baxter y yo manejábamos rumbo a una conferencia de estaca, nos detuvimos en un restaurante. Después, al regresar al auto, una mujer nos llamó y se nos acercó; su apariencia nos sobresaltó y su arreglo personal (o falta de él) era lo que cortésmente llamaría “extremo”; entonces nos preguntó si éramos élderes de la Iglesia. Le dijimos que sí, y sin mucha reserva contó los eventos de su trágica vida anegada en el pecado. Ahora, a los 28 años de edad, era infeliz; sentía que no valía nada y que no tenía ninguna razón para vivir. Al hablar, la dulzura de su alma comenzó a emerger. En una súplica de lágrimas, preguntó si existía esperanza alguna para ella, alguna salida de esa desesperación.
“Sí”, respondimos, “hay esperanza. La esperanza está vinculada al arrepentimiento. Puedes cambiar; puedes: ‘[venir] a Cristo y [perfeccionarte] en él’”1 y la instamos a no demorar2. Ella sollozó humildemente y nos agradeció con sinceridad.
Al continuar nuestro viaje, el élder Baxter y yo meditamos en cuanto a esa experiencia. Recordamos el consejo que Aarón le dio a una alma sin esperanza, al decir: “Si te arrepientes de todos tus pecados y te postras ante Dios e invocas con fe su nombre… entonces obtendrás la esperanza que deseas”3.
En esta sesión de clausura de la conferencia general, yo también hablo en cuanto al arrepentimiento; lo hago porque el Señor ha mandado a Sus siervos que proclamen el arrepentimiento a todo pueblo4. El Maestro ha restaurado Su evangelio para dar gozo a Sus hijos, y el arrepentimiento es un componente crucial de dicho Evangelio5.
La doctrina del arrepentimiento es tan antigua como el Evangelio mismo. Las enseñanzas bíblicas que se encuentran en los libros de Génesis6 a Apocalipsis7 proclaman el arrepentimiento. Entre las enseñanzas de Jesucristo durante su ministerio terrenal encontramos estas advertencias: “El reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio”8, y “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”9.
En el Libro de Mormón se hacen referencias al arrepentimiento aun con mayor frecuencia10. Al pueblo de la América antigua, el Señor dio este mandamiento: “Otra vez os digo que debéis arrepentiros, y ser bautizados en mi nombre, y volveros como un niño pequeñito, o de ningún modo heredaréis el reino de Dios”11.
Con la Restauración del Evangelio, nuestro Salvador ha recalcado de nuevo esta doctrina. ¡La palabra arrepentimiento en cualquiera de sus formas aparece en 47 de las 138 secciones de Doctrina y Convenios!12.
Arrepentirse del pecado
¿Qué significa arrepentirse? Comencemos por la definición del diccionario, arrepentirse es: “abandonar el pecado… sentir pesar [y] remordimiento”13. El arrepentirse del pecado no es fácil, pero el galardón vale el precio que se paga. El arrepentimiento se efectúa un paso a la vez, y la humilde oración facilitará cada paso esencial. Como requisitos previos al perdón, primero deben existir el reconocimiento, el remordimiento y luego la confesión14. “Por esto sabréis si un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y los abandonará”15. Se debe hacer la confesión a la persona dañada; debe ser una confesión sincera y no sólo una mera admisión de culpa después que las pruebas sean evidentes. Si se ha ofendido a muchas personas, la confesión se debe efectuar a todas las partes ofendidas. Los hechos que pudiesen afectar la situación de uno en la Iglesia o el derecho a los privilegios de la Iglesia deben confesarse de inmediato al obispo, a quien el Señor ha llamado como un juez común de Israel16.
El siguiente paso es la restitución, reparar el daño causado, si es posible. Luego siguen los pasos de tomar la determinación de mejorar y de refrenarse de una recaída, o sea, arrepentirse “con íntegro propósito de corazón”17. Gracias al rescate pagado por la expiación de Jesucristo, el pecador que se arrepiente y continúa libre de pecado recibe un perdón total18. Isaías dijo al alma arrepentida: “Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”19.
El énfasis imperativo que el Señor le da al arrepentimiento es evidente al leer la sección 19 de Doctrina y Convenios: “te mando que te arrepientas; arrepiéntete, no sea que te hiera con la vara de mi boca, y con mi enojo, y con mi ira, y sean tus padecimientos dolorosos; cuán dolorosos no lo sabes; cuán intensos no lo sabes; sí, cuán difíciles de aguantar no lo sabes.
“Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no padezcan, si se arrepienten;
“mas si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo”20.
Aunque el Señor insiste en nuestro arrepentimiento, la mayoría de la gente no siente tal necesidad imperiosa21. Consideran que son personas que tratan de ser buenas; esa gente no tiene malos propósitos22; sin embargo, el mensaje del Señor claramente indica que todos deben arrepentirse, no sólo de los pecados de comisión, sino también de los pecados de omisión. Tal es el caso en Su advertencia a los padres: “Y además, si hay padres que tengan hijos en Sión… y no les enseñen a comprender la doctrina del arrepentimiento, de la fe en Cristo, el Hijo del Dios viviente, del bautismo y del don del Espíritu Santo… el pecado será sobre la cabeza de los padres”23.
Un significado más amplio de la palabra arrepentirse
La doctrina del arrepentimiento es mucho más amplia que la definición del diccionario. Cuando Jesús dijo “arrepentíos”, Sus discípulos anotaron ese mandato en griego empleando el verbo metanoeo24. Esa palabra poderosa tiene una gran importancia. En esta palabra, el prefijo meta significa “cambio”25. El sufijo se relaciona con cuatro términos griegos importantes: nous, que significa “la mente”26; gnosis, que significa “conocimiento”27; pneuma, que significa “espíritu”28; y pnoe, que significa “aliento”29.
Por consiguiente, cuando Jesús dijo “arrepentíos”, Él nos pidió que cambiáramos nuestra mente, nuestro conocimiento y espíritu, e incluso nuestro aliento. Un profeta explicó que tal cambio de aliento es respirar con un reconocimiento de gratitud hacia Él que nos concede cada aliento. El rey Benjamín dijo: “Si sirvieseis a aquel que os ha creado… y os está preservando día tras día, dándoos aliento… momento tras momento, digo que si lo sirvieseis con toda vuestra alma, todavía seríais servidores inútiles”30.
Sí, el Señor nos ha mandado arrepentirnos, cambiar nuestro comportamiento para venir a Él y ser más semejantes a Él31, lo cual requiere un cambio total. Alma enseñó esto a su hijo: “Aprende sabiduría en tu juventud”, dijo, “aprende en tu juventud a guardar los mandamientos de Dios… deja que todos tus pensamientos se dirijan al Señor; sí, deja que los afectos de tu corazón se funden en el Señor para siempre”32.
El arrepentirse por completo es convertirse plenamente al Señor Jesucristo y a Su santa obra. Alma enseñó ese concepto cuando planteó estas preguntas: “Os pregunto, hermanos míos de la iglesia: ¿Habéis nacido espiritualmente de Dios? ¿Habéis recibido su imagen en vuestros rostros? ¿Habéis experimentado este gran cambio en vuestros corazones?”33. Ese cambio ocurre cuando “nacemos de nuevo”, convertidos y concentrados en nuestra jornada al reino de Dios34.
Los frutos del arrepentimiento
Los frutos del arrepentimiento son dulces. Los conversos arrepentidos se dan cuenta de que las verdades del Evangelio restaurado gobiernan sus pensamientos y hechos, determinan sus hábitos y moldean su carácter. Son más fuertes y más aptos para abstenerse de toda impiedad35; además, los apetitos carnales inmoderados36, la adicción a la pornografía o a las drogas nocivas37, las pasiones desenfrenadas38, los deseos carnales39 y el orgullo40, se debilitan con una conversión completa al Señor y una determinación de servirle y de emular Su ejemplo41; la virtud engalana sus pensamientos y la confianza en sí mismos aumenta42; el diezmo se percibe como una bendición de felicidad y protección y no como un deber o un sacrificio43; la verdad nos atrae más y aquello digno de alabanza nos llama más la atención44.
El arrepentimiento es el régimen del Señor para el progreso espiritual. El rey Benjamín explicó que: “El hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Santo Espíritu, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor, y se vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor y dispuesto a someterse a cuanto el Señor juzgue conveniente imponer sobre él, tal como un niño se somete a su padre”45. Hermanos y hermanas, ¡eso es la conversión! ¡El arrepentimiento es la conversión! Un alma arrepentida es un alma convertida, y un alma convertida es un alma arrepentida.
El arrepentimiento para los que han fallecido
Cada persona viva puede arrepentirse. Pero, ¿qué de aquellos que han muerto? Ellos también tienen oportunidad de arrepentirse. En las Escrituras se declara que: “los fieles élderes de esta dispensación, cuando salen de la vida terrenal, continúan sus obras en la predicación del evangelio de arrepentimiento… entre aquellos que están… bajo la servidumbre del pecado en el gran mundo de los espíritus de los muertos.
“Los muertos que se arrepientan serán redimidos, mediante su obediencia a las ordenanzas de la casa de Dios,
“Después que hayan padecido el castigo por sus transgresiones, y sean lavados y purificados, [ellos] recibirán una recompensa según sus obras”46.
El profeta José Smith reveló además que “la tierra será herida con una maldición, a menos que entre los padres y los hijos exista un eslabón conexivo de alguna clase… sin [nuestros muertos] nosotros no podemos perfeccionarnos, ni ellos pueden perfeccionarse sin nosotros… [En esta] dispensación que ya está comenzando, es menester que una unión entera, completa y perfecta, así como un encadenamiento de dispensaciones, llaves, poderes y glorias se realicen”47.
“¿Cristo me manda que brille?”48. ¡Sí, y a ustedes también! Él también desea que, como herreros, forjemos eslabones celestiales soldados a fin de vencer la maldición49 de la fragmentación familiar. Se creó la tierra y se proveyeron los templos para que las familias estén juntas para siempre50. Muchos, si no la mayoría de nosotros, podríamos arrepentirnos y convertirnos más a la obra del templo y de historia familiar a favor de nuestros ancestros. Y así vemos que nuestro arrepentimiento es necesario y esencial para el arrepentimiento de ellos.
A todos nuestros familiares fallecidos, a la mujer de 28 años de edad atrapada en los pantanos del pecado y a cada uno de nosotros, declaro que es posible adquirir la dulce bendición del arrepentimiento que llega por medio de la completa conversión al Señor y a Su santa obra.
Sé que Dios vive. Jesús es el Cristo y ésta es Su Iglesia. Su profeta hoy día es el presidente Gordon B. Hinckley, de ello testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.