El poder de los himnos para nutrir el alma
Los himnos tienen una función primordial en la espiritualidad, la revelación y la conversión.
Este magnífico coro brinda sermones inspirados. De hecho, “el canto de los himnos es muchas veces en sí un elocuente sermón”1. Cuando era joven, cantar los himnos de Sión influyó en mi testimonio y en mi conversión al Evangelio restaurado. Crecí en el pequeño pueblo de Mapleton, Utah, y asistí a las reuniones en lo que hoy se conoce como “la vieja capilla blanca”. Mi madre tiene 95 años y todavía vive en Mapleton. Cuando la visito, paso por “la vieja capilla blanca” y un sinfín de dulces recuerdos me embarga. Entre ellos, se encuentra el poder transformador de los himnos que cantábamos en las reuniones del sacerdocio, de la Escuela Dominical y en la reunión sacramental. Mis experiencias fueron similares a las del presidente Hinckley, que cuando era diácono, asistió a una reunión general del sacerdocio con su padre y cantaron “Loor al profeta”2. Más tarde dijo: “tuve una impresión imperecedera: la de que José Smith fue en verdad un profeta de Dios”3. Yo creo que una y otra vez, muchos de nuestros miembros tienen la misma experiencia. Los himnos tienen una función primordial en la espiritualidad, la revelación y la conversión.
Los himnos invitan al Espíritu
Los himnos son “una parte esencial de nuestras reuniones de la Iglesia. [Ellos] invitan la presencia del Espíritu del Señor”4; y con frecuencia lo logran más rápidamente que nada de lo que podamos llegar a hacer. El presidente J. Reuben Clark, hijo, dijo: “Quizás nos acercamos más al Señor a través de la música que por cualquier otro medio, excepto la oración”5.
Dos misioneros que se encontraban en Perú enseñando a un matrimonio de ancianos fueron interrumpidos por la llegada del hijo de éstos, de su esposa y de sus tres hijos. Los élderes les explicaron quiénes eran y qué estaban haciendo; pero la desconfianza que el hijo demostró en los misioneros originó un momento bastante incómodo. El compañero menor oró en silencio: “Padre Celestial, ¿qué hacemos?”; y recibió la impresión de que debían cantar, por lo que entonaron “Soy un hijo de Dios”6. El Espíritu conmovió el corazón de esa familia de cinco personas, y en lugar de dos, fueron siete las personas que se convirtieron, inicialmente influenciadas por un himno.
La música en las reuniones y en las clases de la Iglesia debe crear un espíritu de adoración, de revelación y de testimonio. El obispado o la presidencia de rama tienen la responsabilidad de escoger o de aprobar la música para las reuniones sacramentales. Ellos se aseguran de que la música, las palabras, y los instrumentos musicales sean sagrados, adecuados y que fomenten la adoración y la revelación. La música se convierte en una “actuación” cuando hace que la atención se centre en la interpretación. Hace años, yo estaba encargado de la música en una reunión en la cual un especial número musical fue una “actuación”. Me sentí decepcionado. El espíritu de adoración que había en la reunión decayó.
Los himnos invitan a la revelación
Los himnos “inducen a la reverencia”7. Las palabras reverencia y revelación son como gemelas que disfrutan de su mutua compañía. Cuando la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce invitan a los Setenta y al Obispado Presidente a una reunión con ellos, se nos recuerda llegar temprano y escuchar con reverencia el preludio. El hacerlo, invita a la revelación y nos prepara para la reunión.
El presidente Packer enseñó que un miembro que toque suavemente como preludio la música de un himno del himnario, “calmará nuestro sentimientos y hará que mentalmente repasemos la letra, la que nos enseña las cosas del reino. Si prestamos atención, nos daremos cuenta de que nos comunica las verdades del Evangelio, porque los himnos de la Restauración son, de hecho, un curso de doctrina”8.
Los himnos invitan a la conversión
Los himnos de la Restauración poseen el espíritu de la conversión y son el resultado del sacrificio. Himnos como “Loor al Profeta”9, “Oh, está todo bien”10, “Oh élderes de Israel”11, “Te damos, Señor, nuestras gracias”12, “Oh Dios de Israel13”, y muchos otros, fortalecen las grandes verdades de la Restauración tales como: la divinidad del Padre y del Hijo, el plan de redención, la revelación, las Escrituras de los últimos días, el recogimiento de Israel, el santo sacerdocio, y las ordenanzas y los convenios. Esos himnos que nutren el alma crean una atmósfera que invita el Espíritu que nos conduce a la conversión.
Sin esos himnos de adoración, ¡cuán incompletas y vacías serían nuestras reuniones sacramentales”14! Entre todos los himnos, son sagrados aquellos que enseñan sobre el sacrificio y el derramamiento de la sangre de Jesucristo y sobre Su expiación infinita.
Mis primeros recuerdos del poder sanador del Salvador se relacionan con los himnos sacramentales. Para mí, esta oración es real: “Asombro me da el amor que me da Jesús, confuso estoy por Su gracia y por Su luz”15.
Mi comprensión de las doctrinas de la Expiación se vincula con los himnos. Esta estrofa lo ilustra:
La enseñanza de los himnos a los niños comienza en el hogar
Cantar himnos y escuchar la música apropiada comienza en el hogar. La Primera Presidencia nos ha recordado:
“Como Santos de los Últimos Días debemos llenar nuestra casa de música que nos inspire…
“…esperamos que tenga un lugar prominente en nuestros hogares junto con las Escrituras y otros libros religiosos. Con el canto de los himnos podemos atraer al hogar un hermoso espíritu de paz que inspire amor y unidad en la familia.
“Enseñemos a nuestros hijos a familiarizarse con los himnos: cantémoslos los domingos, en la noche de hogar, al estudiar las Escrituras, antes o después de orar; cantémoslos mientras trabajemos y en cualquier momento en que estemos juntos; hagamos de ellos canciones de cuna para enseñar a nuestros pequeños a tener fe y testimonio”17.
Adorar con más significado mediante los himnos
Las lecciones importantes que he aprendido y que me esfuerzo por aplicar acerca de los himnos son:
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Esforzarme por ser más puntual a las reuniones, sentarme en silencio, oír la música del preludio y sentir la reverencia y la revelación.
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Salir de las reuniones con más reverencia, para permitir que la música que se toca al finalizar la reunión sea una extensión del espíritu de la reunión.
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Cantar los himnos. A menudo veo personas que tienen himnarios a la mano, pero que no cantan.
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Escoger himnos apropiados para la reunión y para los mensajes.
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Usar los himnos para presentar o recalcar en las clases las Escrituras y las verdades del Evangelio.
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Escuchar los himnos con más frecuencia en nuestro hogar, a fin de invitar que reine el Espíritu.
Ruego que eliminemos de nuestra vida toda música inapropiada y que sigamos el consejo de la Primera Presidencia: “Hermanos y hermanas, valgámonos de nuestros himnos para invitar al Espíritu del Señor para que esté presente en nuestras congregaciones, en nuestro hogar y en nuestra propia vida. Aprendámoslos de memoria, reflexionemos en lo que dicen, recitemos o cantemos la letra y permitamos que nos nutran espiritualmente. Recordemos que la canción de los justos es una oración para nuestro Padre Celestial, y ‘será contestada con una bendición sobre [nuestra] cabeza’ ”18. De estas verdades testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.