Al Sacerdocio Aarónico: Cómo prepararse para la década de las decisiones
La forma en que hoy portan el sacerdocio los preparará para tomar las decisiones más importantes del futuro.
Qué gozo es estar en su presencia, hermanos, al encontrarse reunidos alrededor del mundo. Me recuerda las palabras del himno: “¡Mirad! Reales huestes ya entran a luchar con armas y banderas, el mal a conquistar”1. En verdad, ustedes son las reales huestes de Dios, fieles y leales.
Esta noche quisiera dirigirme a los miembros más jóvenes de esta hueste real, el Sacerdocio Aarónico: diáconos, maestros y presbíteros que se lanzan al campo de batalla de la vida. Aunque no lo recuerden, se alistaron en esta causa con una sola decisión, la que tomaron hace mucho tiempo en nuestra existencia preterrenal. Allí, en el Gran Concilio de los Cielos, decidieron obedecer la voluntad de nuestro Padre Celestial y de Su hijo Jesucristo. Recuerden esto: ustedes son hijos de Dios que decidieron seguir al Salvador cuando más importaba, y eso los convierte en hombres verdaderamente grandes.
Por motivo de esa divina decisión que determinó su progreso eterno, recibieron un cuerpo físico, ganaron el albedrío de escoger el bien en lugar del mal y ahora están creciendo y preparándose para tomar sobre ustedes todos los atributos de nuestro Salvador. Se han bautizado y han recibido el Espíritu Santo; están aprendiendo a descubrir quiénes son, por qué están aquí y hacia dónde van; y ahora ¡han recibido el Sacerdocio Aarónico!
El Sacerdocio Aarónico es el sacerdocio preparatorio, que se ha dado para esta época de preparación de su vida. La forma en que hoy portan el sacerdocio los preparará para tomar las decisiones más importantes del futuro; entre ellas, recibir el Sacerdocio de Melquisedec, ir al templo, servir en una misión, adquirir una educación, escoger una profesión, elegir una compañera y sellarse en el santo templo por esta vida y por toda la eternidad. Hay un tiempo y una época para todas nuestras decisiones. Asegúrense de tomar las decisiones en el momento y en la época apropiados. Todas estas decisiones que repercutirán en su vida las tomarán en un período relativamente corto y muy ocupado, entre los veinte y los treinta años, durante lo que yo llamo “la década de las decisiones”.
Durante mi entrenamiento para llegar a ser piloto de combate, me preparé para tomar decisiones esenciales en un simulador de vuelo. Por ejemplo, practiqué cuándo tomar la decisión de abandonar un avión si la luz de alarma contra incendios se encendiera y éste comenzara a girar sin control. Recuerdo a un amigo muy querido que no se preparó para ello; siempre encontraba la manera de ausentarse de la práctica en el simulador y se iba a jugar al golf o a nadar. ¡Nunca aprendió los procedimientos de emergencia! Meses más tarde, su avión se incendió y se precipitó al suelo en llamas. Al percatarse de la luz de alarma contra incendios, su joven compañero, que había adquirido una reacción preprogramada, supo cuándo abandonar el avión y lanzarse a salvo en paracaídas; pero mi amigo, que no se había preparado para tomar esa decisión, permaneció en el avión y murió en el impacto.
En la década que tienen por delante, su tiempo de preparación será limitado. Como ustedes son poseedores del Sacerdocio Aarónico, es importante que se preparen ahora; deben adquirir sus propias reacciones preprogramadas para las importantes decisiones que tomarán en la próxima década de su vida; deben saber qué hacer y cuándo hacerlo cuando se encuentren ante una decisión. Recuerden que el no tomar una decisión puede ser tan fatal como el tomar la decisión equivocada. Muchas de las decisiones que tomen, o que no tomen, tendrán consecuencias eternas.
Ahora es el tiempo de convertirse en discípulos de Jesucristo, lo cual significa aceptar Su invitación: “Ven, sígueme”2. Ésa es la decisión que tomamos en la vida preterrenal; ahora debemos volver a tomarla aquí en la tierra, todos los días, en cada situación, al tomar el nombre del Salvador sobre nosotros, al recordar Su sacrificio expiatorio y al guardar Sus mandamientos; es lo que nos comprometimos a hacer al bautizarnos, y tenemos la oportunidad de renovar esos convenios cada vez que participamos de la Santa Cena.
Ahora es el tiempo de organizarse y de prepararse para tener el Espíritu Santo como compañero constante. Eso significa hacer lo que sus padres y sus líderes les han enseñado a hacer: escudriñar las Escrituras, orar por la mañana y por la noche, mantener una apariencia ordenada y pulcra, seguir un horario, establecer metas y lograrlas, ser honestos en sus tratos con los demás, cumplir las promesas y ser dignos del sacerdocio que poseen. Siempre, siempre vivan las normas reveladas por los profetas en el folleto “Para la Fortaleza de la Juventud”.
Ahora es el tiempo de decidir quiénes son sus amigos y de ser dignos de una compañera eterna que sea justa. Es muy sencillo hermanos; como me enseñó mi madre: “Dios los cría y ellos se juntan”. Su grupo de amigos puede inspirarlos a hacer cosas grandiosas o tentarlos a ir por caminos desconocidos y deprimentes. Los verdaderos amigos hacen que sea más fácil vivir el Evangelio; nunca nos piden que escojamos entre sus caminos y los caminos del Señor; nos ayudan a ser la clase de persona que atrae a otros verdaderos amigos; y nos ayudan a llegar a ser la clase de persona con la que una compañera recta elija estar para siempre. Si desean esa clase de amigos, pregúntense a ustedes mismos: ¿Soy esa clase de amigo para los demás? ¿Soy la clase de persona que deseo que sea mi compañera eterna?
Ahora es el tiempo de prepararse para la misión. Según sus circunstancias personales, podrán prestar servicio en una misión de proselitismo de tiempo completo. Aunque eso es importante, más importante aún es ir al templo en el camino hacia la misión. La misión es una oportunidad invalorable para guardar los convenios del templo al vivir la ley de consagración: dar todo su tiempo, dones y talentos al Señor y servirle con todo su corazón, alma, mente y fuerza. Siempre he considerado que los dos años que sirvan serán el diezmo de los primeros veinte años de su vida; pero aunque no puedan prestar servicio en una misión de tiempo completo, pueden prepararse para un día, en el futuro, cuando el momento sea propicio, ir al templo a hacer convenios sagrados a fin de que reciban sus bendiciones eternas.
Ahora es el tiempo de prepararse para la capacitación, la educación y una profesión. Como jóvenes del Sacerdocio Aarónico, se encuentran en el periodo de aprendizaje de la vida. La dedicación que le den ahora a los estudios los habilitará para, en el futuro, cumplir con el consejo del presidente Hinckley de obtener toda la educación posible3. Decidan ahora hacer lo mejor que les sea posible en la escuela y en el trabajo; entonces, cuando se presenten las oportunidades, estarán preparados para recibirlas y aprovecharlas. Debemos recordar que “a todo hombre le es dado un don”4. Cultiven sus dones y talentos. Jóvenes, con espíritu de oración elijan las clases, los programas de capacitación y los trabajos que los prepararán para mejores oportunidades y mayor responsabilidad en el futuro.
Ahora es el tiempo para obedecer. En la vida preterrenal, nuestra obediencia no era selectiva; no seleccionábamos ni elegíamos las partes del eterno plan que obedeceríamos. Aprendí esa lección la primera noche que volamos solos en el entrenamiento de pilotos, cuando a todos se nos dio la instrucción: “No hagan vuelos acrobáticos de noche; son pilotos principiantes que no han sido capacitados en los instrumentos de vuelo”. Un tiempo después, alguien que era un buen piloto, en la mayoría de los casos, y un gran amigo, decidió desobedecer la orden. Al dar giros y volteretas en el cielo nocturno de Texas, miró por la cubierta de la cabina de mando y pensó que veía las estrellas por encima de él, pero en realidad lo que veía eran las luces de las plataformas petrolíferas en tierra. Lo que experimentaba era vértigo; la fuerza de gravedad que se ejercía sobre el avión producía un efecto en el que parecía que éste estaba boca abajo, pero, en realidad estaba boca arriba. Al tirar de la palanca para elevarse en el cielo nocturno, se precipitó hacia tierra y se estrelló contra las luces centellantes del campo petrolero.
Cuando uno está piloteando un avión, si se cambia la posición tan sólo un grado a la vez, el oído interno no detecta el cambio. Hermanos, jóvenes y mayores, al practicar la obediencia selectiva, cambiamos nuestra posición con relación al Señor, y por lo general lo hacemos un grado a la vez. A medida que las fuerzas engañosas del adversario actúan sobre nosotros, no las podemos detectar y sufrimos vértigo espiritual. Aunque parezca que vamos en dirección segura, en realidad vamos camino al desastre. En la vida preterrenal nuestra decisión de seguir al Señor era: o todo o nada. El seguir ese modelo durante nuestra probación terrenal permitirá que cada uno de nosotros regrese a nuestro Padre Celestial.
Ahora es el tiempo de usar nuestro tiempo como es debido. “Esta vida es cuando el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios”5. Les testifico que su tiempo sobre la tierra será suficiente si aprenden a usarlo sabiamente en su juventud. “¡Oh recuerda, hijo mío, y aprende sabiduría en tu juventud; sí, aprende en tu juventud a guardar los mandamientos de Dios!”6.
Ahora es el tiempo de proteger su legado. Casi al final de su vida, Jacob, el profeta del Antiguo Testamento, dio una bendición de padre a cada uno de sus hijos. Rubén era el primer hijo y tenía derecho a la primogenitura: bendiciones especiales reservadas sólo para él; pero, en la bendición que le dio a Rubén, su padre dijo: “Tú eres… impetuoso como las aguas, no serás el principal”7. Piensen por un momento lo que significa la frase impetuoso como las aguas. Cuando el agua se calienta, se evapora; cuando se enfría, se congela; cuando no se canaliza, causa erosión y destruye todo lo que encuentra en su camino.
Como poseedores del Sacerdocio Aarónico, ustedes también tienen un legado. Les doy el desafío de ser obedientes y firmes; de no permitir que su resolución se debilite poco a poco ni que su determinación de seguir al Salvador se evapore. Sean firmes como una roca al vivir el Evangelio. Ninguno de nosotros conoce todas las bendiciones que nos esperan y la única manera de perder esas bendiciones es renunciar a ellas por medio de la desobediencia. No abandonen su legado eterno por las cosas de este mundo. Seamos obedientes y preparémonos ahora para honrar, proteger y recibir nuestro glorioso legado.
Jóvenes, ustedes son la fuerza vital del ejército del Señor, los soldados jóvenes de estos últimos días8. “Porque lo que sembréis, eso mismo cosecharéis”9. Al considerar la gloriosa cosecha que tenemos por delante, les invito a reflexionar sobre cómo tomarán decisiones durante la próxima década.
La ley de la cosecha nos ofrece un modelo para tomar decisiones. Preparen el terreno por medio de la oración, con el conocimiento de que son hijos de Dios. Planten la semilla al consultar a aquellos que les darán consejos sabios; luego, busquen la guía del Espíritu Santo. Permitan que las semillas de la inspiración crezcan; las ideas que nacen necesitan cuidado y tiempo para madurar. La luz de la inspiración traerá la cosecha espiritual que vendrá cuando le preguntemos a nuestro Padre Celestial en oración si hemos tomado la decisión correcta. Si seguimos esa luz, la oscuridad se desvanecerá y la luz se hará “más y más resplandeciente hasta el día perfecto”10, el día en que estaremos en la presencia de nuestro Padre Celestial.
Por último: “Estén allí”. Cada uno de nosotros estaba “allí”, en el Concilio de los Cielos, para escoger el gran plan de felicidad del que ahora disfrutamos. Jóvenes, cuando se hayan comprometido con ustedes mismos, con su familia, su obispo o su jefe, “estén allí”. Cuando sea el momento de estar en la Iglesia, en la mutual o cumpliendo con una responsabilidad del sacerdocio, “estén allí”. Al momento de graduarse de la escuela o de programas de capacitación, “estén allí”; cuando llegue el tiempo de servir en una misión, “estén allí”. Cuando la jovencita a quien más aman se arrodille frente al altar del santo templo de Dios, “estén allí” (y no como testigos). Cuando su familia se reúna en el reino celestial, “estén allí”; cuando el Salvador los espere para recibirlos, al regresar con honor de su vida en la tierra, y su Padre Celestial desee esperarlos para estrecharlos entre los brazos de Su amor, “estén allí”.
Después de la década de las decisiones, vayan hacia adelante y hacia arriba. “¡Levantaos, oh [vosotros] hombres de Dios!”11. Sean esposos y padres fieles; sean verídicos. Levántense y sean dignos de las dignas hijas de Dios que los apoyan y sostienen. Que las honremos a ellas tal como honramos al Señor.
Testifico que su Padre Celestial sabe que están aquí esta noche. Ustedes son parte de Su poderosa hueste real cuyas “filas ya rebosan con hombres de valor que siguen al Caudillo y cantan con vigor: ¡A vencer, a vencer por Él que nos salva! ¡A vencer, a vencer, por Cristo Rey Jesús!”12. Él está allí; Él quiere que estemos con Él; Él nos guía, y nuestra victoria está en Él, de ello testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.