Todo saldrá bien
Información de última hora: el último examen médico de la hermana Coston, ocho años después del diagnóstico, no reveló señales de cáncer.
Tenía los ojos llenos de lágrimas mientras me dirigía en el auto hacia el hospital para someterme a nuevas pruebas. Se me había diagnosticado un cáncer tras el nacimiento de mi hija hacía dos años. Me habían practicado una intervención quirúrgica y había recibido tratamiento, y estaba a punto de averiguar si dicha terapia había surtido efecto. “Padre Celestial, he aprendido mucho de esta experiencia. Te ruego que me retires esta prueba. Quiero criar a mi hija y un día prestar servicio en una misión junto con mi esposo. Por favor, sáname”.
Las lágrimas me rodaban por mi rostro. De repente, mi oración se convirtió en la letra de la canción “Oración de un niño”1. Había algo que me impulsaba a hablar en voz alta.
Ora; Él está.
Habla; Él te escucha.
Eres Su Hijo;
Su amor te rodea.
Él te contesta.
Me sobrevino un enorme sentimiento de amor. Sentí que mi Padre Celestial me conocía y que se preocupaba por mí y me escuchaba. Sentí que todo saldría bien.
Al día siguiente recibí los resultados. Las pruebas no mostraban señal alguna de cáncer. Fue como si se me hubiera quitado una pesada carga. No obstante, al día siguiente me llamó el doctor y me explicó que, a pesar de lo que indicaban los resultados anteriores, las pruebas sanguíneas mostraban un grado elevado de actividad cancerígena. “¿Cómo podía ser?”, me preguntaba. Si eso era cierto, ¿por qué había sentido que mi Padre Celestial había contestado mi oración?
Procuré dejar de lado las dudas al regresar para someterme a otras pruebas. Esos resultados mostraban que no sólo seguía teniendo cáncer, sino que se había extendido. No podía evitar poner en tela de juicio la experiencia que había tenido en el auto. No podía negar lo que había sentido, pero comenzaba a dudar sobre la interpretación que le di a ello.
Esa nueva información fue devastadora y me hizo reflexionar muy seriamente. Sentía que todavía era necesario que aprendiera algo de esta prueba. Al meditar en ello, me daba cuenta de que cumplía con las formalidades de un miembro activo Santo de los Últimos Días, pero que a veces hacía las cosas por costumbre más bien que por sinceridad. No me encontraba en el nivel espiritual que deseaba; era necesario que volviera a los principios fundamentales, así que comencé a concentrarme en los aspectos que me acercarían más a Jesucristo. Necesitaba Su fortaleza para superar las pruebas.
Al esforzarme más en los asuntos espirituales, aumentó mi fe en Jesucristo y en Su plan para mí. Me di cuenta de que la experiencia que tuve mientras conducía hacia el hospital en realidad fue una respuesta a mi oración. Al reconocer y aceptar esa respuesta (que todo saldría bien), admito que mi Padre Celestial no siempre especifica cuándo se resolverá todo. Quizá nunca me recupere del todo físicamente, pero estoy aprendiendo a aceptar Su voluntad. Mi vida está verdaderamente en Sus manos.
Han pasado siete años desde que se me diagnosticó el cáncer. He tenido muchas intervenciones quirúrgicas y tratamientos, sin embargo, aún tengo cáncer. No obstante, la vida continúa y estoy agradecida por ello. Junto con las pruebas han llegado bendiciones, entre ellas nuestra segunda hija. Pero más que nada, la respuesta del Señor de que “todo saldrá bien” me sigue reconfortando.