2011
El presidente Monson desea verlo
Junio de 2011


El presidente Monson desea verlo

George Sharkey, Escocia

Hace quince años me diagnosticaron la enfermedad de Parkinson. Cuatro años más tarde, mi salud continuaba deteriorándose y usaba una silla de ruedas. Me sentía sumamente frustrado por mi condición, ya que toda la vida había sido una persona muy activa.

Por aquella época fui a una conferencia en Dundee, Escocia, a la que asistió el presidente Thomas S. Monson, en ese entonces consejero de la Primera Presidencia. Al terminar la reunión, se me acercó un miembro.

“¿Hermano Sharkey?”

“¿Sí?”

“Vaya al frente para ver al presidente Monson”.

Yo no tenía intenciones de hacerlo, pero a los pocos minutos el hermano regresó.

“Hermano Sharkey”, dijo, “el presidente Monson lo está esperando”.

“Pero ni siquiera me conoce”, respondí.

“Aun así, desea verlo. Él se enteró de la enfermedad que usted tiene”.

Accedí y fui a ver al presidente Monson. Me saludó cordialmente y preguntó si deseaba una bendición del sacerdocio. Le dije que sí.

Fuimos a un salón y el presidente Monson preguntó quién deseaba yo que me ungiera. Pregunté si podían buscar a mi obispo. Mientras alguien fue a buscarlo, uno de los compañeros de viaje del presidente Monson le recordó que si no partían pronto, no llegarían a tiempo al aeropuerto de Edimburgo.

El presidente Monson sonrió y, refiriéndose a sí mismo y a mí, dijo: “Cuando se tiene nuestra edad, uno aprende a establecer prioridades. Llegaremos a tiempo”.

Cuando llegó mi obispo, él y el presidente Monson efectuaron la ordenanza. La bendición que el presidente Monson me dio no fue una bendición para que sanara, sino para que pudiera manejar mi enfermedad y los trastornos que la acompañan. También fue una bendición para que mi familia me ayudara a sobrellevar la enfermedad.

Ahora, una década más tarde, aún sufro de Parkinson pero, para los 74 años que tengo, estoy bien. Efectivamente he conseguido formas de controlar la enfermedad. Me siento bien y no he usado una silla de ruedas desde el día en que recibí la bendición. Mi médico me llama su “paciente estrella”.

Siempre le estaré agradecido al presidente Monson por su bondad al hablar conmigo y bendecir a un hombre al que no conocía; pero también estaré agradecido por lo que me enseñó en cuanto a ejercer el sacerdocio.

Poseemos llaves y oficios diferentes en la Iglesia, pero poseemos el mismo sacerdocio. El acto de bondad del presidente Monson me enseñó que no se trata de quién posee el sacerdocio, sino de cómo lo ejercemos para bendecir a los hijos del Padre Celestial.