Mensaje de las maestras visitantes
El fortalecimiento de la familia por medio de la autosuficiencia temporal
Estudie este material y, según sea apropiado, analícelo con las hermanas a las que visite. Utilice las preguntas como ayuda para fortalecerlas y para que la Sociedad de Socorro forme parte activa de la vida de usted.
El cultivar la autosuficiencia —la habilidad de cuidar de nosotras mismas y de nuestra familia— es la responsabilidad de cada hermana. Llegamos a ser autosuficientes al aprender a amar el trabajo, al buscar inspiración a fin de encontrar la mejor manera de proveer de lo necesario para nosotras mismas, y al encontrar, junto con los integrantes de la familia, la manera de cubrir las necesidades básicas.
Cuando somos autosuficientes, utilizamos nuestras bendiciones y nuestros medios con el fin de prepararnos para hacer frente a los problemas y para evitarlos. Sin embargo, la autosuficiencia aumenta a medida que oramos a fin de recibir el valor para enfrentar con fe las dificultades que seguramente surgirán. La autosuficiencia también nos permite cumplir con nuestro convenio de cuidar de los demás.
En la Sociedad de Socorro se nos enseñan principios y técnicas de autosuficiencia. Las hermanas aprenden a elaborar un presupuesto, a salir de las deudas y a evitarlas, aptitudes laborales, las Escrituras y el Evangelio; a enseñar a otras personas a leer y a aprender; enseñar tecnología, salud física, cómo mantener un buen estado físico, la prevención y la recuperación de las adicciones, la salud social y emocional, la prevención de enfermedades, jardinería, la producción y el almacenamiento de alimentos, la preparación para emergencias y muchas otras cosas que nos ayudarán a llegar a ser autosuficientes1.
Julie B. Beck, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, explica que “el proveer para nosotros y para los demás es evidencia de que somos discípulos del Señor Jesucristo… Cuando [mi suegra] falleció repentinamente el año pasado, dejó evidencia de su vida autosuficiente: tenía una recomendación vigente para el templo, y Escrituras y manuales de estudio del Evangelio muy usados. Nos repartimos con amor las ollas, las sartenes y los platos con los que había preparado miles de comidas. Nos dejó acolchados que había hecho de ropa usada, pues creía en el viejo adagio: ‘Úsalo, gástalo, haz que sirva o arréglatelas sin él’. Vimos el abastecimiento de alimentos que había cultivado, preservado y almacenado, y fueron en especial conmovedores los libritos de contabilidad en los que fielmente registró sus gastos durante muchos años. Debido a que vivió en forma providente, dejó algún dinero que había ahorrado para las emergencias y ¡no dejó ninguna deuda! Más importante aún, es que había enseñado e inspirado a muchas otras personas con las destrezas que había adquirido durante su fiel vida”2.
De las Escrituras
Juan 13:34–35; Santiago 1:27; Mosíah 4:26; Doctrina y Convenios 29:34–35; 38:30; 44:6
De nuestra historia
Las hermanas de la Sociedad de Socorro siempre han participado en la obra de salvar almas temporal y espiritualmente. Cada semana, cuando la Sociedad de Socorro Femenina de Nauvoo se reunía, las hermanas daban un informe sobre las personas que tenían necesidades. Las donaciones de dinero, bienes, talentos y tiempo se extendían para aliviar a los necesitados. Esta obra fundamental de aliviar el sufrimiento ha seguido siendo la labor de la Sociedad de Socorro a través de las generaciones.
Cuando los santos llegaron al valle del Lago Salado, el presidente Brigham Young (1801–1877) aconsejó a las hermanas que ayudaran a los necesitados y que aprendieran destrezas que les permitieran cuidar de sí mismas. Él dijo: “Aprendan a mantenerse ustedes [mismas]; guarden granos y harina, y ahorren para un día de escasez”3. Bajo la dirección del sacerdocio, la Sociedad de Socorro sigue enseñando la autosuficiencia, protegiendo a la familia y alentando la rectitud personal y los actos de caridad, el amor puro de Cristo.