Mensaje de la Primera Presidencia
Las bendiciones del diezmo
La razón por la que Dios nos da mandamientos es para bendecirnos. Él quiere concedernos la vida eterna, el mayor de todos Sus dones (véase D. y C. 14:7). A fin de recibir el don de vivir con Él para siempre como familias en el reino celestial, tenemos que ser capaces de vivir las leyes de ese reino (véase D. y C. 88:22).
Él nos ha dado mandamientos en esta vida para ayudarnos a desarrollar esa habilidad. La ley del diezmo es uno de esos mandamientos preparatorios. La ley requiere que demos al Señor la décima parte de todos nuestros ingresos, y es tan sencilla que hasta un niño la puede entender. He visto a niños entregar al obispo el sobre de los diezmos con la décima parte de las monedas que habían ganado.
Una de las bendiciones que se reciben al pagar un diezmo íntegro es la fe para vivir una ley aún más elevada. Para vivir en el reino celestial, debemos vivir la ley de consagración. Allí tenemos que ser capaces de sentir que todo lo que somos y todo lo que tenemos pertenece a Dios.
Hay por lo menos tres maneras en las que el pagar un diezmo íntegro en esta vida nos prepara para sentir lo que tenemos que sentir a fin de recibir el don de la vida eterna.
Primero, cuando pagamos nuestro diezmo a la Iglesia, nuestro Padre Celestial derrama bendiciones sobre nosotros. Todo aquel que siempre haya pagado un diezmo íntegro sabe que eso es verdad. Las bendiciones a veces son espirituales y otras veces temporales. Se dan en el tiempo del Señor y de acuerdo con lo que Él sabe que es mejor para nosotros.
Cuando se reciben esas bendiciones, aumenta nuestra fe en que Dios es la fuente de todo lo bueno en nuestra vida, y se nos facilita apreciar que la consagración simplemente reconoce la verdad de que todas las creaciones de Dios son de Él. Nos hace sentir gratitud de que Él sólo pida el 10 por ciento de lo que ya nos ha dado; y así estamos mejor preparados para vivir la ley de consagración cuando se nos pida hacerlo.
Segundo, todos los que con regularidad hemos pagado un diezmo íntegro sentimos más confianza de pedirle a Dios lo que nuestra familia y nosotros necesitamos. Él ha prometido más bendiciones de las que podamos recibir cuando hayamos sido fieles a nuestro convenio de pagar nuestro diezmo (véase Malaquías 3:10). De modo que una de las grandes bendiciones del diezmo es la confianza en lo que nos depara el futuro. Sean cuales fueren nuestras circunstancias, las cosas resultarán para nuestro bien. Al cumplir nuestras promesas, Él cumplirá las Suyas. El sentimiento de paz es una de las grandes bendiciones de pagar un diezmo íntegro. Quienes han cumplido con el mandamiento del diezmo pueden testificar que la bendición de la paz es real y valiosa.
Tercero, quienes pagan el diezmo sienten más amor hacia Dios y hacia todos los hijos de Dios. Ese aumento de amor proviene de comprender la forma en que el Padre utiliza los diezmos que donamos para bendecir a las personas en este mundo y por la eternidad.
Mediante Sus siervos autorizados, Él utiliza los diezmos con mucho cuidado. El que paga diezmos ayuda al Señor a construir templos en donde las familias pueden sellarse para siempre; el que paga diezmos ayuda al Señor a llevar el Evangelio a la gente de todas partes. El que paga diezmos ayuda al Señor a aliviar el hambre y el sufrimiento, a Su manera y por medio de Sus siervos. Cualquiera de esos siervos puede decirles la forma en que aumentó el amor porque el diezmo se utilizó para bendecir a las personas; y también es así con el que fielmente paga diezmos.
Faltan varios meses para el ajuste de diezmos. Ruego que ustedes y su familia comiencen ahora a planear y a prepararse para ser dignos de las bendiciones que Dios derrama sobre aquellos que declaran ante Él que pagan un diezmo íntegro.