La importancia de las bendiciones del sacerdocio
De un discurso de la conferencia general de abril de 1987.
Una bendición del sacerdocio es un otorgamiento de poder sobre asuntos espirituales.
En una bendición del sacerdocio un siervo del Señor ejerce el sacerdocio, según se lo inspire el Espíritu Santo, para invocar los poderes del cielo en beneficio de la persona a quien se bendice. Esas bendiciones las confieren los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec, el cual tiene las llaves de todas las bendiciones espirituales de la Iglesia (véase D. y C. 107:18, 67).
Ejemplos de bendiciones del sacerdocio
Hay muchas clases de bendiciones del sacerdocio. Al darles varios ejemplos, recuerden que estas bendiciones están a disposición de todos los que las necesiten, pero que se dan sólo cuando las piden.
En las bendiciones para sanar a los enfermos, primero se hace la unción con aceite, como indican las Escrituras (véase Santiago 5:14–15; Marcos 6:13; D. y C. 24:13–14; 42:43–48; 66:9). Las bendiciones patriarcales las confiere un patriarca que haya sido ordenado.
Las personas que deseen una guía para tomar decisiones importantes pueden recibir una bendición del sacerdocio, al igual que las que necesiten fuerza espiritual adicional para superar un problema personal. Los hijos que se alejan del hogar por diversos motivos, como los estudios, el servicio militar o un viaje prolongado, con frecuencia le piden una bendición a su padre.
Las bendiciones que se dan en las ocasiones que acabo de describir a veces se llaman bendiciones de consuelo o de consejo, y generalmente las da un padre o esposo, u otro élder de la familia. Tales bendiciones se pueden escribir y guardar en los registros familiares como guía espiritual para la persona que ha recibido la bendición.
También se dan bendiciones del sacerdocio cuando se ordena a alguien al sacerdocio o al apartar a un hombre o una mujer para un llamamiento en la Iglesia. Probablemente éstas sean las bendiciones más frecuentes.
Muchos hemos pedido una bendición al afrontar una nueva responsabilidad en el trabajo. Yo recibí una de esas bendiciones hace muchos años que me brindó consuelo inmediato y guía continua.
La trascendencia de las bendiciones del sacerdocio
¿Qué trascendencia tiene una bendición del sacerdocio? Pensemos en un joven que se va a ir de casa en busca de fortuna en el mundo. Si su padre le diera una brújula, podría emplearla para que lo guiara en el camino; si le diera dinero, podría usarlo para obtener poder sobre asuntos mundanos. Una bendición del sacerdocio es un otorgamiento de poder sobre asuntos espirituales. Aunque no se puede tocar ni pesar, tiene gran importancia para ayudarnos a vencer obstáculos en nuestro sendero hacia la vida eterna.
Para un poseedor del Sacerdocio de Melquisedec, hablar en nombre del Señor al dar una bendición es una responsabilidad muy sagrada. Como el Señor nos ha dicho en la revelación moderna: “Mi palabra… será cumplida, sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo” (D. y C. 1:38). Si un siervo del Señor habla bajo la inspiración del Espíritu Santo, sus palabras son “la voluntad del Señor… la intención del Señor… la palabra del Señor… [y] la voz del Señor” (D. y C. 68:4).
Pero si la bendición sólo representa los propios deseos y opiniones del poseedor del sacerdocio, sin inspiración del Espíritu Santo, entonces depende de si representa o no la voluntad del Señor.
Los dignos poseedores del Sacerdocio de Melquisedec pueden dar bendiciones a su posteridad. En las Escrituras se encuentran registradas muchas bendiciones de ese tipo, entre ellas las de Adán (véase D. y C. 107:53–57), las de Isaac (véase Génesis 27:28–29, 39–40; 28:3–4; Hebreos 11:20), las de Jacob (véase Génesis 48:9–22; 49; Hebreos 11:21) y las de Lehi (véase 2 Nefi 1:28–32; 4).
En la revelación moderna se manda a los padres que son miembros de la Iglesia que lleven a sus hijos “ante la iglesia”, donde “los élderes… les impondrán las manos en el nombre de Jesucristo y los bendecirán en su nombre” (D. y C. 20:70). Por este motivo los padres llevan a sus bebés a la reunión sacramental, donde un élder, generalmente el padre, les da el nombre y una bendición.
Las bendiciones del sacerdocio no se limitan a aquéllas que se expresan verbalmente al imponer las manos sobre una persona específica, sino que a veces se pronuncian sobre un grupo de personas. Antes de morir, el profeta Moisés bendijo a todos los hijos de Israel (véase Deuteronomio 33:1). El profeta José Smith “pronunció una bendición sobre las hermanas” que trabajaban en la construcción del Templo de Kirtland, y también bendijo “a la congregación”1.
También se pronuncian bendiciones del sacerdocio sobre lugares. Las naciones se bendicen y se dedican para la predicación del Evangelio. Los templos y los centros de reuniones se dedican al Señor por medio de una bendición del sacerdocio; también se pueden dedicar otros edificios cuando se emplean al servicio del Señor. “Los miembros de la Iglesia pueden dedicar sus hogares como edificios sagrados donde el Santo Espíritu pueda morar”2. Los misioneros y otros poseedores del sacerdocio pueden dejar una bendición del sacerdocio en las casas donde han sido recibidos (véase Alma 10:7–11; D. y C. 75:19). Jóvenes, quizás se les pida una bendición así dentro de poco tiempo; espero que se estén preparando espiritualmente.
Experiencias con bendiciones del sacerdocio
Mencionaré otros ejemplos de bendiciones del sacerdocio.
Hace unos cien años, Sarah Young Vanee terminó su capacitación como partera; antes de que empezara a ayudar a las mujeres de Arizona, un líder del sacerdocio la bendijo para que “siempre hiciera sólo lo correcto y lo mejor por el bienestar de sus pacientes”. En un período de cuarenta y cinco años, la hermana Vanee trajo al mundo unos 1.500 bebés sin que se perdiera ni un solo niño ni una sola madre. “Cuando me encontraba frente a un problema difícil”, dijo ella, “siempre había algo que me inspiraba y de algún modo sabía lo que debía hacer”3.
En 1864, Joseph A. Young fue llamado a una misión especial para atender asuntos de la Iglesia en el este de los Estados Unidos. Su padre, el presidente Brigham Young, lo bendijo para que fuera y regresara a salvo. Cuando volvía, tuvo un grave accidente de tren. “El tren quedó aplastado”, contó él, “incluso el vagón en el que yo viajaba, hasta el asiento junto al mío, [pero] yo salí sin un rasguño”4.
Al hablar de bendiciones del sacerdocio, me inundan los recuerdos: recuerdo a mis hijos pidiéndome una bendición que los ayudara a través de las experiencias más angustiosas de su vida; siento gozo al recordar las promesas inspiradas que les hice y su fe fortalecida por el cumplimiento de ellas. Me enorgullece la fe de esta nueva generación cuando pienso en un hijo que al estar preocupado por un examen profesional y no poder recurrir a su padre que estaba lejos, pidió una bendición al poseedor del sacerdocio de la familia que tenía más cerca: el esposo de su hermana. Recuerdo a un joven converso turbado que pidió una bendición para que le ayudara a cambiar el camino de autodestrucción que seguía su vida. La bendición que recibió fue tan extraordinaria que me quedé asombrado al oír las palabras que yo mismo pronuncié.
No vacilen en pedir una bendición del sacerdocio cuando necesiten poder espiritual.