Cómo ayudar a los jóvenes a tener experiencias espirituales
Nadie puede obligar a los jóvenes a tener experiencias espirituales, pero tal como estos padres y líderes descubrieron, hay muchas maneras de fomentar experiencias que conduzcan a la conversión.
Cuando Vyacheslav y Zoya Gulko, de Ucrania, empezaron a investigar la Iglesia, su hija, Kira, que tenía 13 años, no estaba muy contenta; se negó a participar en las lecciones misionales y cuando sabía que los élderes irían a su hogar “cerraba enérgicamente la puerta de su habitación”, recuerda su madre.
Los hermanos Gulko, que decidieron unirse a la Iglesia, pensaban que si tan sólo pudieran proporcionarle a Kira una oportunidad de sentir el Espíritu, quizás se le conmoviera el corazón. Ya que el testimonio de la hermana Gulko había nacido cuando asistió al bautismo de otra persona, le pidió a Kira que asistiera a su bautismo, sólo para ayudarla a ponerse ropa seca después del bautismo. Para su sorpresa, Kira aceptó.
“¡Y sucedió!”, recuerda la hermana Gulko. “El Padre Celestial estaba trabajando de manera muy milagrosa”. Kira sí sintió el Espíritu y, una semana después del bautismo de sus padres, accedió a reunirse con los misioneros y empezó a leer el Libro de Mormón. Unas semanas más tarde, la hermana Gulko vio un papelito colgado sobre el escritorio de Kira; en él estaban escritas las palabras de 2 Nefi 2:25. Dos meses y medio después de su bautismo, el matrimonio Gulko asistió al bautismo de su hija. Ahora, veinte años más tarde, Kira está casada; ella y su esposo, Dave, se han sellado en el templo y están criando a sus dos hijos en el Evangelio. Ella ha servido fielmente en varios llamamientos y ha permanecido activa en la Iglesia.
Debido a esa experiencia, Zoya dice que ha aprendido una importante lección que se aplica a los padres que han sido miembros de la Iglesia durante toda su vida, así como lo fue para ella y su marido como miembros nuevos: los padres y los líderes no pueden obligar a sus hijos a aceptar el Evangelio, pero pueden invitarlos a lugares y a crear situaciones donde los jóvenes puedan tener sus propias experiencias espirituales. Esas experiencias pueden, a su vez, conducir a la conversión.
¿Pero, cuál es la mejor manera de proceder para crear esa clase de experiencias? Padres y líderes de alrededor del mundo comparten lo que les ha dado resultado a ellos.
Dar a los jóvenes oportunidades para prestar servicio
El Barrio Granja Viana, de la Estaca Cotia, São Paulo, Brasil, tenía un alto porcentaje de actividad entre los hombres jóvenes, pero los líderes notaron que algunos de ellos enfrentaban desafíos personales y tenían dificultad para cumplir con sus deberes del sacerdocio.
Después de que el obispado y los líderes de los Hombres Jóvenes deliberaron en consejo, decidieron concentrarse más en las actividades de servicio y no tanto en la diversión y el entretenimiento. Eso incluía visitar a los miembros menos activos del quórum, participar en la obra de proselitismo con los misioneros de tiempo completo y administrar la Santa Cena a los miembros del barrio confinados en su hogar. Esas actividades dieron a los jóvenes la oportunidad de actuar de acuerdo con los principios que estaban aprendiendo en seminario y los domingos (véase 2 Nefi 2:26).
Un líder del sacerdocio informa que, con el tiempo, “esas actividades espirituales marcaron toda la diferencia”.
“Nos quedamos sorprendidos cuando un domingo de ayuno en particular, todos nuestros jóvenes dieron su testimonio”, afirma. “Al hacerlo, muchos de ellos derramaron lágrimas recordando el buen espíritu que habían sentido en aquellas ocasiones. Un joven habló de la experiencia que tuvo al administrar la Santa Cena a un miembro anciano del barrio que había estado postrado en cama durante tres años. La esposa, una fiel hermana, recibió a nuestros jóvenes con gozo y esperanza. Después de la ordenanza, ella compartió con ellos la felicidad que siente gracias al Evangelio a pesar de los enormes problemas y desafíos que afrontan. Los jóvenes sintieron el Espíritu y se dieron cuenta de la diferencia que el Evangelio hace en la vida de las personas. Esa experiencia fue tan poderosa que la recordarán por muchos años, tal vez toda la vida”.
Él reconoce que nunca había visto esa clase de reacción a causa de un “partido de fútbol o noche divertida de la Mutual”. Es más, dice, la experiencia le enseñó la importancia de fomentar la clase de actividades en las que los jóvenes puedan sentir el Espíritu.
“Las actividades sociales son importantes”, continúa, “pero las experiencias espirituales son críticas para ayudar a los jóvenes a edificar su testimonio”.
Cada domingo, en el Barrio Rennes, de la Estaca Angers, Francia, la hermana Delphine Letort, como presidenta de las Mujeres Jóvenes, daba a cada jovencita presente una tarjeta y le pedía que seleccionara a una compañera que no estuviera en las reuniones y le escribiera. Las mujeres jóvenes escribían acerca de la lección de esa semana, de lo que habían aprendido o lo que las había inspirado, así como una nota amigable y personal. Después, la hermana Letort o una de sus consejeras enviaban las tarjetas por correo a las jóvenes que no habían estado en las reuniones.
La actividad era sencilla pero eficaz, afirma, no sólo como un medio para que las que no se encontraban presentes supieran que se las recordaba, sino también para que las que escribían las notas fueran más conscientes las unas de las otras.
“Por medio de cosas pequeñas se realizan grandes milagros”, dijo ella (véase Alma 37:6). Hemos visto que así ha sido. Las mujeres jóvenes han recibido ánimo y esa experiencia ha contribuido a aumentar su testimonio”.
Poner a los jóvenes en contacto con la palabra de Dios
Alma enseñó que la predicación de la palabra de Dios tiene un efecto poderoso (véase Alma 31:5). David Elmer, líder de los Hombres Jóvenes en Texas, EE. UU., lo sabía y deseaba proporcionar a los jóvenes que supervisaba una gran aventura en escultismo con una valiosa experiencia que sirviera para prepararlos para el futuro.
El hermano Elmer consideró en oración lo que podría compartir y tuvo la inspiración de acudir a un discurso pronunciado por el élder Neil L. Andersen, del Quórum de los Doce Apóstoles. Durante el viaje, el hermano Elmer utilizó ese mensaje para enseñar a los jóvenes, incluso el relato que el élder Anderson compartió acerca de Sidney Going, una estrella de rugby de Nueva Zelanda que postergó una carrera deportiva para servir en una misión. “La misión de ustedes será una oportunidad sagrada de traer a otros a Cristo y ayudar en la preparación para la segunda venida del Salvador”, dijo el élder Andersen1.
El hermano Elmer afirma que la experiencia fue poderosa porque enseñó las palabras de un profeta viviente. Al final del devocional, todos los hombres jóvenes y líderes firmaron su nombre en pelotas de rugby como una promesa de que servirían en misiones y como un recordatorio tangible de lo que habían aprendido y sentido. Esa noche, muchos de los padres y líderes se quedaron despiertos para hablar con los jóvenes sobre cómo sus misiones habían influenciado sus vidas.
“El nuestro es un Dios personal; Él conoce a Sus jóvenes”, dice el hermano Elmer. “Él está al tanto de sus vidas, de sus desafíos y de lo que está pasando con estos muchachos. Uno no sabe la forma en que Él ha estado trabajando en la vida de ellos; de modo que como líderes preparamos y proporcionamos el ambiente para que sientan el Espíritu. Eso se puede hacer mediante las Escrituras y las palabras de los profetas, pero es el Señor, no nosotros, quien obra en sus corazones”.
Ser constantes
El hermano Elmer dice que quiere que los jóvenes recuerden otra cosa del viaje: que su estudio del Evangelio fue constante.
“Pensé que parte de mi responsabilidad era proporcionarles experiencias para que sintieran el Espíritu; y si quería que eso ocurriera, tenía que hacer mi parte para planificar que sucediera”, dice. “El élder David A. Bednar ha enseñado en cuanto a crear modelos espirituales en nuestra vida, modelos como el estudio de las Escrituras, la oración y la noche de hogar2. Mientras estuvimos lejos de casa esa semana, mantuvimos nuestros modelos espirituales; oramos como grupo; asignamos a los jóvenes para que prepararan un devocional de diez minutos por la mañana mientras que sus líderes y padres preparaban el devocional de la noche.
“El punto fue que, a pesar de que nos encontrábamos lejos de casa y que nuestras actividades eran diferentes de lo que normalmente son, nuestros modelos espirituales no se interrumpieron. Puede que los jóvenes recuerden o no lecciones específicas, pero espero que recuerden el modelo que mantuvimos de llevar a cabo devocionales, la oración y el estudio de las Escrituras”.
Myra Bocobo García, de las Filipinas, también conoce el valor de la constancia, y sabe que enseñarla empieza en el hogar. La hermana García y su esposo, Edwin, tienen tres hijos varones y seis hijas entre las edades de los 8 hasta los 22 años, y cada uno de ellos participa en varias actividades edificantes. A pesar de que eso implica que son muchas personas yendo en muchos rumbos diferentes, la familia hace un gran esfuerzo para cenar juntos sistemáticamente.
“El cocinar y preparar con alegría la comida y el comer juntos es una de las mejores maneras de reunir a nuestros hijos”, dice la hermana García. Observa que la hora de cenar es un tiempo para reanimarse, comunicarse unos con otros y reconocer las bendiciones del Señor.
Aprovechar las oportunidades ya existentes para enseñar y escuchar
Jocelyn Fielden, de Nueva Escocia, Canadá, dice que las lecciones más cruciales que aprendió de criar a seis hijos que ahora tienen entre 20 y 30 años no sólo tienen que ver con la enseñanza directa, sino también con “crear un ambiente donde los hijos puedan aprender las verdades por sí mismos”.
“No se apresuren a tomar todas las decisiones por ellos ni a responder todas sus preguntas”, dice. Más bien, ella recomienda dirigir a los hijos “a las Escrituras o al consejo de nuestro profeta para recibir guía y respuestas”. Agrega: “Y estén preparados para hablar sobre lo que ellos descubran”. Además, cuando sus hijos le hacen preguntas, a veces les responde con otra pregunta: “¿Tú qué piensas que deberías hacer?”.
“Confíen en que tomarán las decisiones correctas”, dice. “Cuando, durante los muchos momentos de enseñanza que tenemos todos los días con nuestros hijos, los ayudemos a aprender a reconocer el Espíritu en su propia vida, y cuando sepan cómo se siente el Espíritu, eso será un catalizador para que busquen más experiencias espirituales, fortaleciendo de ese modo sus testimonios de la realidad de nuestro Padre Celestial y de Su Hijo Jesucristo. Produce una onda expansiva: cuanto más sientan la luz y el consuelo que brinda el Espíritu, más desearán tenerlo y más se esforzarán por hacer las cosas que harán que el Espíritu esté presente en forma más abundante en sus vidas”.
Se apresura a señalar que los principios que han sido eficaces para ella en la vida familiar son los que los líderes de la Iglesia han enseñado repetidamente. Por ejemplo, ella dice que aunque cierta enseñanza puede ocurrir durante conversaciones formales, como las que se llevan a cabo en la noche de hogar, el estudio familiar de las Escrituras y la oración familiar, los padres pueden tener la guía del Espíritu para buscar momentos propicios para la enseñanza3.
“El salir a caminar, ir en auto a actividades, jugar al baloncesto, cenar juntos en familia, trabajar juntos, cantar y servir a los demás, son sólo algunas de las actividades donde la enseñanza del Evangelio se ha llevado a cabo en nuestra familia”, explica. “Con frecuencia, el hablar sobre temas del Evangelio ocurre de manera natural cuando participamos en otras actividades”.
Trabajar juntos hacia una meta común
Poco después de que se graduó de la Universidad Brigham Young–Hawai, KaYan Danise Mok regresó a su hogar en Hong Kong y recibió el llamamiento de presidenta de las Mujeres Jóvenes. Mientras se adaptaba a estar de nuevo en casa, iniciar una carrera y continuar sus estudios de posgrado, oró fervientemente para recibir inspiración a fin de ayudar a las jovencitas con las que trabajaba a desarrollar testimonios para prepararlas para el futuro.
Un domingo, mientras enseñaba acerca de la perspectiva eterna, la hermana Mok tuvo la impresión de leer el Libro de Mormón con una jovencita en particular que, casualmente, era la única que había ido a la capilla ese día.
“Mi consejera y yo actuamos de inmediato y fijamos metas para terminar el Libro de Mormón como grupo con la jovencita”, dice la hermana Mok. “Ella aceptó el desafío sin vacilar, ya que completaríamos la meta juntas”.
A partir de ese momento, la hermana Mok, su consejera y esta joven han creado un “sistema de apoyo” en Facebook y por medio de mensajes de texto para recordarse unas a otras de la lectura y para compartir lo que están aprendiendo.
La hermana Mok dice que vio evidencias de un cambio extraordinario en la vida de esta joven como resultado de su estudio de las Escrituras. Y a medida que la hermana Mok leía las Escrituras en su viaje diario en el tren, ella también recibió bendiciones. “Yo también sentí el Espíritu y recibí respuesta a mis oraciones al seguir adelante con mi vida”, dice.
“Por lo que yo he visto, algunos jóvenes se preocupan y no están seguros de poder recibir un testimonio y tener experiencias espirituales como otros han tenido”, continúa. “Al trabajar juntos, les aseguramos con nuestras acciones que esto da resultado y que estamos a su disposición para apoyarlos en cada paso del camino”.