2012
El modo de vestir y la apariencia: ‘Deja que el Espíritu te enseñe’
Octubre de 2012


Para la Fortaleza de la Juventud

El modo de vestir y la apariencia “Deja que el Espíritu te enseñe”

Mary N. Cook

Fotografía © Busath Photography

Como representantes de Cristo, demostramos respeto por nuestro cuerpo “en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar” cuando vivimos de acuerdo con ciertas normas.

Kim siempre ha usado ropa modesta. El otro día le pedí su opinión en cuanto a lo que ella considera que es una falda modesta, una blusa modesta y un traje de baño modesto. En vez de darme medidas exactas para el largo de la falda y el escote, hablamos de los principios de la modestia y de lo difícil que es encontrar ropa modesta que también sea atractiva. Nos divertimos sugiriendo ideas de cómo alargar creativamente una falda. Al final, Kim dijo: “Si no me siento cómoda cuando me pongo una prenda por primera vez, por lo general significa que es inmodesta y no me sentiré cómoda usándola. He aprendido a no comprarla; simplemente la vuelvo a poner en el perchero”.

A medida que Kim se esfuerce por vivir dignamente, el Espíritu Santo la guiará al seleccionar su ropa. Ella vive ampliamente la norma de modestia y no trata de alterar las reglas del vestir y de la apariencia; entiende que su cuerpo es un templo (véase 1 Corintios 3:16) y que tiene la responsabilidad de cuidarlo, de protegerlo y de vestirlo de la manera adecuada.

Cuando se construye un templo, se tiene sumo cuidado de asegurar que esté protegido y hermosamente adornado por dentro y por fuera. Una clave al planificar los templos es entender que el templo representa al Señor: es Su casa. Nosotros respetamos los templos como estructuras sagradas en las que sólo pueden entrar quienes sean dignos de hacerlo. Reverenciamos los templos porque las ordenanzas y los convenios sagrados en los que participamos hacen posible que regresemos a nuestro Padre Celestial.

El cuerpo de ustedes es más preciado que el templo más exquisito de la tierra. ¡Ustedes son amados hijos o hijas de Dios! Estos mismos principios —a quién representamos, el respeto y la reverencia— se aplican aún más al cuidado y protección que ustedes le den a su cuerpo.

A quién representamos

Cada semana, al participar de la Santa Cena, tomamos sobre nosotros el nombre del Salvador. Somos Sus representantes sobre la tierra. Una de las pautas de Para la Fortaleza de la Juventud declara: “Mediante tu modo de vestir y tu apariencia, puedes demostrar [al Señor] que sabes cuán valioso es tu cuerpo; puedes demostrar que eres discípulo(a) de Jesucristo y que le amas”1.

Cuando una joven leyó esa declaración, decidió que ni siquiera quería acercarse a la línea de la inmodestia. Inmediatamente eliminó de su guardarropa cualquier prenda que no fuese compatible con el hecho del ser representante del Salvador. Ella dijo: “Sería más inteligente si ni siquiera me probara nada en las tiendas que supiera que no debo ponerme. ¿Para qué tentarme a mí misma?”. El principio de a quién representamos la ayudó a afianzar esa resolución.

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Ilustración fotográfica por Cody Bell

El respeto

Como representantes de Cristo, demostramos respeto por nuestro cuerpo “en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar” (Mosíah 18:9) cuando acordamos vivir de acuerdo con ciertas normas. El Señor estipula que únicamente aquellos que sean limpios pueden entrar en el templo. La decisión de ustedes de ser virtuosos es una manifestación del respeto que sienten por el Señor y por su cuerpo físico.

También debemos demostrar respeto por el cuerpo de otras personas y ayudarlas a vivir vidas virtuosas. El élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “[Las mujeres jóvenes] tienen que entender que cuando visten ropa demasiado ajustada, demasiado corta o demasiado escotada, no sólo pueden enviar el mensaje equivocado a los jóvenes con los que se relacionen, sino que también perpetúan en su propia mente la falsedad de que el valor de la mujer depende exclusivamente de su atractivo sexual. Esto nunca ha formado ni nunca formará parte de la definición apropiada de una fiel hija de Dios”2.

Mujeres jóvenes, respeten su cuerpo y ayuden a otros, particularmente a los hombres jóvenes, a mantener sus pensamientos y hechos virtuosos. Respeten su cuerpo, sabiendo que una vida recta diaria les da valor eterno.

La reverencia

El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos enseñó: “Del mismo modo que los terrenos del templo ilustran el carácter sagrado y reverente de lo que tiene lugar dentro del edificio, nuestra ropa ilustra la belleza y la pureza de nuestro interior. La forma en que nos vestimos indica si tenemos… el respeto adecuado por las ordenanzas del templo y los convenios eternos, y si estamos o no preparándonos para recibirlos”3.

Para demostrar su reverencia por el sacrificio expiatorio de nuestro Salvador vistan su mejor ropa cuando participen en la ordenanza de la Santa Cena. “Los hombres jóvenes deben vestir con dignidad cuando oficien en la ordenanza de la Santa Cena”4. Mujeres jóvenes, vistan con modestia.

¡Levántense! Sean un ejemplo del modo de vestir modesto en el hogar, en la escuela, en la playa, en los bailes y al participar en deportes. Sigan el ejemplo de Kim al escoger su ropa, dejando que el Espíritu Santo guíe sus decisiones. Háganse la siguiente pregunta: ¿Nos sentiríamos cómodos o cómodas con nuestra apariencia si nos encontráramos en la presencia del Señor?5.

Si tienen en cuenta estos tres principios—a quién representamos, el respeto y la reverencia— al escoger su ropa, realmente “[brillarán]” (Doctrina y Convenios 115:5) como amados representantes del Salvador.

Notas

  1. Para la Fortaleza de la Juventud, folleto, 2011, pág. 6.

  2. Véase M. Russell Ballard, “Madres e hijas”, Liahona, mayo de 2010, pág. 20.

  3. Robert D. Hales, “La modestia: Reverencia hacia el Señor”, Liahona, agosto de 2008, pág. 20.

  4. Para la Fortaleza de la Juventud, pág. 8.

  5. Véase Para la Fortaleza de la Juventud, pág. 8.