Lo que creemos
El vivir de manera providente nos prepara para el futuro
Los Santos de los Últimos Días creen en estar preparados y en ser autosuficientes. Creemos en prepararnos desde el punto de vista académico para el empleo, en prepararnos económicamente para cuando surjan dificultades financieras y en prepararnos temporalmente para desastres naturales u otra clase de desafíos; pero, lo que es más importante, creemos en prepararnos espiritualmente para la segunda venida de Jesucristo y para vivir de nuevo con nuestro Padre Celestial. A este método de preparación se le llama vivir de manera providente.
El vivir de manera providente refleja nuestra verdadera naturaleza eterna: hemos de “actuar por [nosotros] mismos, y no para que se actúe sobre [nosotros]” (2 Nefi 2:26). El Señor desea que seamos responsables e independientes (véase D. y C. 78:14); desea que vivamos de manera providente a causa de lo que llegamos a ser en el proceso: personas responsables, generosas, maduras, bondadosas; pues cuanto más autosuficientes seamos, mejor podremos ayudar a nuestra familia y a los demás. ¿Cómo podemos alimentar a los hambrientos si nosotros mismos tenemos hambre? ¿Cómo podemos impartir conocimiento si nosotros mismos carecemos de conocimiento? ¿Cómo podemos edificar la fe de los demás si a nosotros mismos nos falta fe?
Los principios de la vida providente incluyen lo siguiente:
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Preparación. “…preparaos para lo que ha de venir, porque el Señor está cerca” (D. y C. 1:12).
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Laboriosidad. “No serás ocioso” (D. y C. 42:42).
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“Conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (D. y C. 88:118).
Cuando los miembros de la Iglesia hacen todo lo que está dentro de sus posibilidades para proveer de lo necesario para sí mismos pero aún así no pueden satisfacer sus necesidades básicas, acuden primeramente a sus familiares en busca de ayuda. Si eso resultara insuficiente, la Iglesia puede ayudar. Los obispos y los presidentes de rama pueden utilizar recursos del “almacén del Señor” para ayudar a los miembros (véase D. y C. 82:18–19). Toda ayuda de la Iglesia tiene como fin ayudar a los miembros a ayudarse a sí mismos y a fomentar el trabajo en sus vidas.
Podemos esforzarnos por llegar a ser autosuficientes en los siguientes aspectos:
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Fortaleza espiritual: Confiar en el Señor, obedecer los mandamientos, orar y estudiar las Escrituras a diario, servir a los demás.
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Salud física: Obedecer la Palabra de Sabiduría, hacer ejercicio, dormir lo suficiente, mantener buenas condiciones de salubridad e higiene.
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Preparación académica: Obtener una buena educación, adquirir destrezas profesionales, estudiar “de los mejores libros” (D. y C. 88:118).
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Empleo: Esforzarse por proveer de lo necesario para sí mismos y para su familia.
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Almacenamiento en el hogar: Almacenar agua potable y gradualmente aumentar un abastecimiento de alimentos que se consuman de manera regular, y una provisión de alimentos que se puedan almacenar por largo tiempo, tales como granos y frijoles (porotos, alubias).
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Finanzas: Pagar los diezmos y las ofrendas; evitar las deudas innecesarias; gradualmente juntar una reserva económica.