Mensaje de las maestras visitantes
Honrar nuestros convenios
Con espíritu de oración, estudie este material y, según sea apropiado, analícelo con las hermanas que usted visita. Utilice las preguntas como ayuda para fortalecer a sus hermanas y para hacer que la Sociedad de Socorro forme una parte activa en su propia vida.
El programa de las maestras visitantes es una expresión de nuestro discipulado y una manera de honrar nuestros convenios al servirnos y fortalecernos unas a otras. Un convenio es una promesa sagrada y perpetua entre Dios y Sus hijos. “Al reconocer que somos hijos del convenio, sabemos quiénes somos y lo que Dios espera de nosotros”, dijo el élder Russell M. Nelson, del Quórum de los Doce Apóstoles. “Su ley se escribe en nuestros corazones. Él es nuestro Dios y nosotros somos Su pueblo”1.
Como maestras visitantes podemos fortalecer a las hermanas que visitamos en su empeño por guardar sus convenios sagrados. Al hacerlo, las ayudamos a prepararse para las bendiciones de la vida eterna. “Toda hermana de esta Iglesia que haya hecho convenios con el Señor tiene el mandato divino de ayudar a salvar almas, de guiar a las mujeres del mundo, de fortalecer los hogares de Sión y de edificar el reino de Dios”2, dijo el élder M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles.
Cuando hacemos y guardamos los convenios sagrados, nos convertimos en instrumentos en las manos de Dios; entonces podremos expresar nuestras creencias y fortalecer mutuamente nuestra fe en el Padre Celestial y en Jesucristo.
De las Escrituras
1 Nefi 14:14; Mosíah 5:5–7; 18:8–13; Doctrina y Convenios 42:78; 84:106.
De nuestra historia
El templo es “…un lugar de acción de gracias para todos los santos”, le reveló el Señor al profeta José Smith en 1833. Es “…un sitio de instrucción para todos aquellos que son llamados a la obra del ministerio en sus varios llamamientos y oficios; a fin de que se perfeccionen en el entendimiento de su ministerio, en teoría, en principio y en doctrina, en todas las cosas pertenecientes al reino de Dios sobre la tierra” (D. y C. 97:13–14).
A principios de 1840, las hermanas de la Sociedad de Socorro de Nauvoo, Illinois, se ayudaron mutuamente a prepararse para las ordenanzas del templo. En las ordenanzas del sacerdocio mayor que los Santos de los Últimos Días recibieron en el Templo de Nauvoo, “se [manifestó] el poder de la divinidad” (D. y C. 84:20). “A medida que los santos guardaron sus convenios, ese poder los fortaleció y los sostuvo en las aflicciones de los días y años que siguieron”3.
Actualmente en la Iglesia, hombres y mujeres fieles de todo el mundo prestan servicio en el templo y continúan hallando fortaleza en las bendiciones que sólo se reciben por medio de las ordenanzas del templo.