¿Debía escoger el trabajo o la Iglesia?
Kenya Ishii, Japón
Mi esposa y yo nos casamos en 1981, en el Templo de Tokio, Japón. Al principio, la vida de casados no fue fácil. Estaba agradecido por tener un trabajo, pero nos resultaba difícil cubrir todos los gastos. Le pedimos al Padre Celestial que nos ayudara e hicimos todo lo posible para sobrevivir y pagar los diezmos. Sabíamos que si confiábamos en el Señor, Él proveería.
Cierta semana, mi esposa y un amigo me dieron el mismo recorte pequeño de un periódico. Era un anuncio para trabajar como maestro de inglés a jornada completa.
Envié mi currículum vítae a la compañía y me pidieron que fuera a tener una entrevista. Al final de la entrevista, el entrevistador me dijo: “En su currículum indicó que realizó trabajo voluntario como misionero de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Eso significa que usted va a la Iglesia los domingos, ¿verdad?. Si tuviera que escoger entre ir a la Iglesia o trabajar los domingos, ¿qué elegiría?”.
Fue una pregunta difícil, ya que necesitaba un trabajo mejor; pero tras meditarlo, respondí: “Iría a la Iglesia”.
Con un esbozo de sonrisa, el entrevistador dijo: “Bien, entiendo”. Luego me despidió con la promesa de que la compañía tomaría una decisión esa noche y que yo debía llamar para averiguar los resultados. Cuando salí del cuarto pensé que no había pasado la entrevista.
Más tarde esa misma noche, cuando se hizo hora de llamar, marqué el número de la compañía con gran temor.
“¿Qué puede decirme de los resultados de la entrevista?”, le pregunté a la secretaria. “Me fue mal, ¿no es así?”
Su respuesta me dejó atónito pero feliz.
“Nos gustaría pedirle que trabaje para nosotros”, dijo.
Más o menos un mes después, me enteré de la razón por la que había conseguido el trabajo. La secretaria me explicó que el entrevistador era vecino de misioneros de tiempo completo Santos de los Últimos Días. Muchas veces había observado a los misioneros salir en sus bicicletas con mucha energía a trabajar por la mañana.
“Él consideró que usted, dado que pertenece a la misma Iglesia, se esforzaría tanto en su trabajo como los misioneros trabajan para la Iglesia”, dijo. “¡Qué suerte tuvo!”
Desde ese entonces nuestra familia siempre ha tenido lo que ha necesitado.
Cada vez que pienso en esa preciada experiencia, recibo ánimo y consuelo. Sé que Dios a menudo usa a otras personas para bendecir a Sus hijos. No encuentro las palabras adecuadas para expresar cuán agradecido me siento por la inspiración de mi esposa y de mi amigo al darme aquel recorte de diario, por aquellos misioneros que trabajaban arduamente y por su gran ejemplo, y por nuestro misericordioso, amoroso y bondadoso Padre Celestial que tiene el poder milagroso de consagrar nuestras experiencias para nuestro bien.