2012
Un lugar donde pertenezco
Octubre de 2012


Un lugar donde pertenezco

Dorota Musiał, Polonia

Antes de unirme a la Iglesia, mi vida estaba llena de desdicha. Tras el divorcio de mis padres cuando yo tenía siete años, mi padre fue a la cárcel. Mi madre era alcohólica y perdió todo lo que era importante para ella. A mí me mandaron a vivir con padres tutelares.

Debido a estas circunstancias, maduré mucho más rápido que muchos de mis compañeros. Nunca sentí que llegaría a encontrar mi lugar y por esa razón siempre estaba en estado de rebeldía. Cuando aún era muy joven, empecé a fumar y a hacer otras cosas que ahora entiendo que van en contra de la Palabra de Sabiduría. Tenía la seguridad de que estaba condenada a fracasar en la vida.

Lo único que me producía felicidad era ayudar a las personas, ya fuera limpiando con ellas o escuchando la historia de su vida. Deseaba desesperadamente que otras personas supieran que podían contar conmigo. Un año fui de vacaciones y conocí a una mujer mayor; decidí prestarle servicio simplemente escuchándola. Ella era cristiana y empezó a hablarme de religión.

Yo nunca había creído verdaderamente en Dios. En las ocasiones en que había pensado que quizá sí existía, le echaba la culpa de las cosas difíciles por las que había pasado. Sin embargo, a medida que esta mujer explicaba la importancia de la fe en Dios, comencé a sentir curiosidad. Antes de irme, ella dijo algo que me resultó especialmente interesante: “Los mormones siguen los mandamientos de Dios”.

Nunca había escuchado hablar de los mormones, así que fui a mi casa y empecé a buscar información en internet. Así llegué a mormon.org y encargué un ejemplar gratis del Libro de Mormón. Los misioneros me lo trajeron pocos días después.

No estaba segura de que pudiera empezar a creer en Dios, pero los misioneros me ayudaron a descubrir que no sólo podía creer en Él, sino que también podía llegar a conocerlo. Al comenzar a orar y a estudiar el Libro de Mormón, me encontré en medio de un hermoso trayecto en busca de la felicidad. Dejé de fumar; dejé de culpar a Dios y empecé a agradecerle las cosas buenas de mi vida. Llegué a saber que Su Hijo había sufrido por mis pecados y por todo el dolor que alguna vez había sentido. El 28 de octubre de 2007 fui bautizada en Su Iglesia.

Si no hubiera experimentado personalmente el cambio de la desilusión a la felicidad, no lo creería posible. Actualmente me encanta el llamamiento que tengo en la Primaria y estoy agradecida por haber tenido la oportunidad de ayudar a organizar un proyecto de servicio para una conferencia de jóvenes adultos solteros en Polonia. El ayudar regularmente a otras personas por medio del servicio en la Iglesia ha aumentado la felicidad que encontré en el evangelio de Jesucristo. Todo lo que hago ahora, lo hago con amor puro gracias a Jesucristo. Creo que la vida es hermosa y que, a pesar de los desafíos que tengamos, si seguimos al Salvador, no estaremos perdidos.

La mujer que conocí tenía razón: tener fe en Dios es esencial. No podemos encontrar nuestro lugar en este mundo a menos que lo conozcamos a Él. Estoy agradecida de que finalmente tengo un lugar donde pertenezco.