Jóvenes
Oración y paz
Una noche discutí con mi madre y me sentí muy mal, por lo que decidí orar. Aunque estaba de mal humor y no quería ser “espiritual”, sabía que orar me ayudaría a sentirme más feliz y a tener menos ganas de discutir. Después de que mi mamá salió de la habitación, comencé a orar: “Querido Padre Celestial, esta noche he venido a Ti porque…”. No. Abrí los ojos y descrucé los brazos; eso sonaba raro. Lo intenté de nuevo: “Padre Celestial, necesito…”. Eso también me sonó extraño; sentí que Satanás me instaba a no orar para pedir ayuda al Padre Celestial.
De pronto sentí la impresión de decir: ¡Gracias! De modo que así lo hice y comenzaron a venir a mi mente las muchas cosas por las cuales podía agradecer a mi Padre Celestial. Cuando terminé de darle las gracias, abordé el problema en cuestión.
Después sentí una paz maravillosa dentro de mí, ese sentimiento cálido y espiritual de saber que nuestro Padre Celestial y mis padres me aman y que soy una hija de Dios. Logré pedir disculpas a mi madre y aceptar su disculpa.