Leal y fiel
Inspiración de la vida y las enseñanzas de Joseph Fielding Smith
Nota: La madre del autor, Naomi Smith Brewster, nació el mismo año en que Joseph Fielding Smith fue llamado al Quórum de los Doce Apóstoles y fue la segunda de los hijos de Ethel Georgina Smith, con quien el presidente Smith contrajo matrimonio después de la muerte de su primera esposa.
“Seamos siempre leales y fieles, con el deseo de guardar los mandamientos del Señor, de honrarlo y recordar los convenios que hemos hecho con Él”.
El 6 de abril de 1910, cuando Joseph Fielding Smith, que tenía treinta y tres años, entró en el Tabernáculo de Salt Lake para asistir a la conferencia general, uno de los acomodadores le dijo: “Bien, Joseph, ¿quién será el nuevo apóstol?”.
“No lo sé”, respondió él. “¡Pero no será usted ni seré yo!”1.
Mientras se leían los nombres de los Doce Apóstoles para el voto de sostenimiento, Joseph tuvo súbitamente la impresión de que a continuación se mencionaría su nombre; así fue, y ese día se lo sostuvo como el decimosegundo integrante de ese apreciado quórum.
Su humildad y su sentido del humor se demuestran en lo que sucedió al regresar a casa después de la conferencia y anunció a su familia el nuevo llamamiento; al entrar, saludó a su esposa con una frase que la dejó perpleja: “Creo que vamos a tener que vender la vaca”. Sin duda, ella estaría confundida mientras esperaba una explicación. La sencilla aclaración que él hizo fue: “¡Ya no tendré tiempo para cuidarla!”2. Así empezó su ministerio apostólico, que duró más de seis décadas.
Joseph Fielding Smith, que era nieto de Hyrum Smith, fue el décimo Presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Antes de recibir ese llamamiento, prestó servicio como miembro del Quórum de los Doce Apóstoles durante más tiempo que cualquier otro Presidente de la Iglesia. En el transcurso de los sesenta años que fue miembro de ese quórum de testigos especiales, al principio viajó a caballo y en carreta, y luego en automóvil y avión para enseñar a los santos. Sus discursos y numerosos escritos han sido una bendición para la Iglesia y para todo el que quisiera escuchar sus mensajes inspirados.
Se me invitó a escribir este artículo por el parentesco que tengo con el presidente Joseph Fielding Smith, a quien llamaba cariñosamente “abuelito”. Su vida tuvo gran influencia en mí desde que nací, cuando llevó a cabo la ordenanza para darme mi nombre y una bendición, hasta su muerte, cuando estuve entre los nietos portadores del féretro en su funeral.
Un Profeta preordenado
Como todos los profetas de Dios, Joseph Fielding Smith fue preordenado para venir a la tierra de acuerdo con el tiempo divino del Señor (véase Hechos 17:26). Era el cuarto hijo, pero el primer varón de Julina Lambson Smith que, con el mismo espíritu humilde de Ana, fiel madre del Antiguo Testamento (véase 1 Samuel 1:11), prometió que si el Señor le concedía un hijo, “ella haría todo lo que estuviera en su poder para ayudarlo a honrar a Jehová y a su padre”3. El Señor no sólo respondió su petición, sino que también le manifestó, antes de que el niño naciera, que un día sería llamado a prestar servicio como uno de Sus testigos especiales en el Quórum de los Doce Apóstoles4.
El pequeño Joseph nació el 19 de julio de 1876, hijo de Joseph F. Smith y Julina Lambson Smith. En esa época, su padre era apóstol y consejero del presidente Brigham Young. Cuando tenía nueve meses, los padres lo llevaron a la dedicación del Templo de Saint George, Utah, EE. UU. Con su buen humor, años después comentaba: “Mi primera asignación de la Iglesia fue acompañar a Brigham Young a la dedicación del Templo de Saint George”5.
Al recibir su bendición patriarcal a los diecinueve años, el inspirado patriarca colocó las manos sobre la cabeza del joven Joseph y le dijo: “Tendrás el privilegio de vivir hasta una edad muy avanzada, y es la voluntad del Señor que seas un hombre poderoso en Israel… Ciertamente, estarás en medio del pueblo como profeta y revelador, porque el Señor te ha bendecido y ordenado para ese llamamiento”6.
Vida familiar: una mezcla de amor y de pruebas
Para él, “…la familia es la organización más importante en esta vida y en las eternidades…”7. Se crió en una familia guiada por el amor, la fe, normas morales elevadas y una ética de trabajo diligente; y constantemente aplicó esos mismos principios a su propia familia. (Véanse los capítulos 4, 15 y 16 de Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph Fielding Smith.)
En 1898 contrajo matrimonio con Louie Emily Shurtliff en el Templo de Salt Lake. Un año más tarde lo llamaron a una misión de dos años a Gran Bretaña, durante la cual su esposa lo apoyó fielmente. A su regreso, ambos reanudaron su vida cotidiana y fueron bendecidos con el nacimiento de dos hijas. Lamentablemente, en el transcurso de un tercer embarazo muy difícil, Louie falleció.
En medio de su aflicción, el presidente Smith oró, diciendo: “…ayúdame te ruego a vivir de tal modo que sea digno de reunirme con ella en gloria eterna, para estar unidos de nuevo y no separarnos nunca más… Ayúdame a criar a mis preciosas pequeñitas de modo que se mantengan puras y sin mancha a lo largo de su vida”8.
A instancias de su padre, el afligido padre de dos niñas buscó guía en la oración para hallar una esposa que fuera también madre para sus hijitas. Sus deseos justos se vieron bendecidos al conocer a Ethel Georgina Reynolds, con quien contrajo matrimonio en el Templo de Salt Lake en noviembre de 1908. Esta maravillosa mujer llegó a ser la madre de sus dos primeras hijas y, con el tiempo, le dio otros nueve hijos.
En una oportunidad, cuando era apóstol y se dirigía a una conferencia de estaca, muy preocupado por las dificultades que enfrentaba la esposa, le escribió una carta en la que le decía: “Estoy pensando en ti y desearía estar constantemente a tu lado estas próximas semanas para ayudar a cuidarte. Tal como están las cosas, te ayudaré en lo que me sea posible y espero que puedas sentir mi influencia. Diles a los niños que sean bondadosos contigo y los unos con los otros”9. A continuación, le dio a conocer los sentimientos profundos de su corazón en forma de un poema, que más adelante llegó a ser uno de nuestros himnos: “Does the Journey Seem Long?” (Nº 127 del himnario en inglés).
Lamentablemente, Ethel falleció en 1937, cuando todavía vivían cinco hijos en el hogar. El élder Smith recibió la impresión de que debía buscar otra esposa y compañera, y en 1938 se casó con Jessie Evans en el Templo de Salt Lake.
Una persona que los conocía muy bien escribió: “A pesar de una diferencia de edad de veintiséis años, y de diferencias de temperamento, experiencia y formación, Joseph Fielding Smith y Jessie Evans Smith eran asombrosamente compatibles… Lo que salvaba la amplia brecha entre esas dos personalidades dispares era el amor y el respeto sinceros que se tenían mutuamente”10 (véanse las páginas 7–24 del manual).
Su interés en aprender por el estudio y también por la fe
En la Iglesia, Joseph Fielding Smith era reconocido como erudito de las Escrituras y del Evangelio. Desde niño, tenía un ávido deseo de buscar “conocimiento, tanto por el estudio como por la fe” (D. y C. 88:118). Antes de cumplir diez años ya había leído dos veces el Libro de Mormón; y cuando sus amigos no sabían dónde estaba, muchas veces lo encontraban en el granero, leyendo las Escrituras11.
Años después, él dijo a una congregación: “…desde que aprendí a leer, he obtenido más placer y satisfacción del estudio de las Escrituras… que de cualquier otra cosa en todo el mundo”12 (véanse los capítulos 10 y 18).
En una oportunidad, el presidente Heber J. Grant (1856–1945) elogió el conocimiento del presidente Smith, diciéndole: “Lo considero a usted el hombre de mayor conocimiento de las Escrituras entre las Autoridades Generales de la Iglesia que tenemos actualmente”13.
Su sed de conocimiento no implica que no participara en deportes y juegos cuando era niño, e incluso después, cuando era adulto. Disfrutaba de jugar al béisbol y de muchos otros de los juegos que les gustaban a los jóvenes de una sociedad rural. Ya adulto, llegó a ser ávido jugador de frontón; además, asistía regularmente a los eventos deportivos de sus hijos y participaba en los deportes de las reuniones familiares. Recuerdo con ternura un partido de softbol en el que mi abuelo pegó un batazo en línea que fue a dar a la cámara de un tío que estaba sacando fotografías del otro lado del campo de juego.
Un compasivo defensor de la fe
Incluso antes de recibir su llamamiento de apóstol, Joseph Fielding Smith era reconocido como un defensor de la fe, lo cual hacía que algunas personas lo juzgaran a veces como un hombre severo. Aunque era inflexible en el deseo de ser leal a sus convenios y de exhortar a todos a abrazar el evangelio restaurado de Jesucristo, su carácter tenía un rasgo bondadoso que sus familiares y amigos reconocían fácilmente. Con respecto a eso, el presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) comentó: “En muchas ocasiones hemos dicho que ya que los Doce serán jueces de Israel, a cualquiera de nosotros nos alegraría quedar en las manos de él, pues su juicio sería bondadoso, misericordioso, justo y santo”14.
El presidente Smith demostró esa bondad en una reunión en la que se hablaba de un accidente ocurrido con un vehículo de la Iglesia; lo había causado un hombre mayor que manejaba un camión cargado de verduras que no estaba asegurado. Después de analizar el caso, se recomendó que la Iglesia llevara el asunto ante un tribunal. Sin embargo, el presidente Smith dijo: “Sí, podríamos hacerlo. Y si litigamos con todo el peso de la ley, quizás hasta logremos quitarle la camioneta al pobre hombre; y entonces ¿cómo se ganaría la vida?”. El comité canceló la recomendación y dejó de lado el asunto15.
Sentí el amor que otras personas tenían por él al acercarme al presidente Harold B. Lee (1899–1973) en el cementerio de Salt Lake, después de la dedicación del sepulcro del presidente Smith, cuando le dije: “Presidente Lee, como miembro de la familia, deseo que sepa cuánto apreciamos la bondad que usted le ha demostrado a mi abuelo”. Él me respondió dulcemente, mirándome a los ojos: “¡Yo amaba a ese hombre!”.
Un siervo leal y fiel
El ministerio del presidente Smith se caracterizó por la obediencia al mandato de las Escrituras de predicar el arrepentimiento (véase, por ejemplo, D. y C. 6:9; 11:9). Él dijo: “He considerado que ha sido mi misión, habiendo recibido esa impresión, pienso yo, del Espíritu del Señor en mis viajes para visitar las estacas de Sion, decir a las personas que ahora es el día para arrepentirse, y hacer un llamado a los Santos de los Últimos Días de que recuerden sus convenios…”16, exhortándolos a ser leales y fieles en todas las cosas (véase el capítulo 5).
En casi todo el transcurso de sus noventa y seis años de vida, el presidente Smith oraba para mantenerse leal y fiel, y perseverar hasta el fin. De hecho, el presidente Boyd K. Packer, actual Presidente del Quórum de los Doce Apóstoles, hizo la siguiente observación: “Aun después de cumplir los noventa años, oraba para poder ‘cumplir sus convenios y obligaciones y perseverar hasta el fin’”17.
“Leal y fiel” era para el presidente Smith mucho más que una frase repetida a menudo; era una expresión sincera de la esperanza que tenía para todos: los miembros de la Iglesia que habían hecho convenios y, de hecho, para todos los hijos de nuestro Padre Celestial. “Primero y ante todo…”, imploró, “debemos vivir para el reino de Dios y Su justicia. Seamos siempre leales y fieles, con un deseo de guardar los mandamientos del Señor, de honrarlo y de recordar los convenios que hemos hecho con Él. Éste es mi ruego en favor de todo Israel”18 (véanse los capítulos 19–22).
Al meditar con oración sobre sus inspiradas enseñanzas, el testimonio de ustedes se fortalecerá y serán bendecidos con una comprensión mayor de las verdades puras y sencillas del evangelio de Jesucristo. Este curso de estudio acrecentará su deseo de vivir siendo “leales y fieles”.