Para la Fortaleza de la Juventud
Siempre lo recuerdo
La manera en que mantenemos sagrado el día de reposo es una manifestación externa de nuestro convenio de siempre recordar a Jesucristo.
Recuerdo que cuando tenía 11 años, el obispo me acompañó reverentemente hasta la capilla de nuestro nuevo edificio y se sentó junto a mí frente a la mesa de la Santa Cena. Me dijo: “Larry, un día serás ordenado al oficio de diácono en el Sacerdocio Aarónico. ¿Te das cuenta la bendición y el deber especiales que ello será?”. Me dijo que tendría la responsabilidad sagrada de actuar como el Salvador lo hizo al repartir los santos emblemas de la Santa Cena a los miembros de la congregación. Quedé asombrado con la magnitud del llamamiento del sacerdocio que iba a recibir.
El obispo me pidió que memorizara las dos oraciones de la Santa Cena y que pensara acerca de cómo se aplicaban a mi vida. Me dijo que debía esforzarme por hacer las cosas que la oración nos pide que hagamos si iba a actuar en nombre del Salvador al repartir los sacramentos a los demás. Luego de llegar a casa, mi padre me ayudó a encontrar las oraciones de la Santa Cena en Doctrina y Convenios (20:76–79) y en el Libro de Mormón (Moroni 4; 5). Las leí con cuidado por primera vez en mi vida y presté mucha atención cuando las repetían en la Iglesia. Medité las palabras a medida que repartían el pan; sin embargo, capté el profundo significado del convenio sacramental cuando escuché las siguientes palabras en la bendición del agua: “que siempre se acuerdan de él”. Me pregunté: “¿Me acuerdo siempre de Él? ¿Qué significa siempre? ¿Cómo puedo recordarlo siempre?”. Cada vez que escucho esas oraciones sagradas de la Santa Cena reflexiono sobre esas mismas preguntas.
La manera en que mantenemos sagrado el día de reposo es una manifestación externa de nuestro convenio de siempre recordar a Jesucristo. El día de reposo debería establecer el cimiento para que lo recordemos a Él los otros seis días de la semana.
El domingo es un día para aminorar la marcha, hacer una pausa y recordar. Asistimos a las reuniones de la Iglesia; reflexionamos sobre nuestras bendiciones, fortalezas e imperfecciones; procuramos el perdón; participamos de la Santa Cena y meditamos sobre el sufrimiento que el Salvador padeció por nosotros. Tratamos de que las cosas que nos impedirán adorarlo no nos distraigan, porque “en este día”, como dijo el Señor, “no harás ninguna otra cosa” (D. y C. 59:13). Cualquier actividad en la que participemos durante el día de reposo debería estar en comunión con el espíritu de recordar a Cristo. Si estamos haciendo algo en el día de reposo que nos aleja de nuestra intención de recordar al Salvador y ministrar como Él lo haría, entonces quizás deberíamos reconsiderar lo que hacemos. Recuerda que el día de reposo es un día que se ha señalado no solamente “para descansar de tus obras”, sino también para “rendir tus devociones al Altísimo” (D. y C. 59:10).
Debemos planear nuestra vida de manera que no exista excusa para alejarnos ni de la santidad ni de ninguna parte del día del Señor. Es un día para estar en Sus asuntos, un día en el que nuestra vida puede ser bendecida y renovada al tener experiencias sagradas en forma individual y con nuestra familia; es un día para enriquecer nuestro espíritu.
Dedica un poco de tiempo a crear un plan bien pensado de las cosas que harás para hacer que realmente el día de reposo sea sagrado y santo en tu vida. Luego, lleva a cabo tu plan.
Recuerda la maravillosa promesa del Señor a aquellos que honran de manera apropiada el día de reposo: “Y si hacéis estas cosas con acción de gracias, con corazones y semblantes alegres… la abundancia de la tierra será vuestra” (D. y C. 59:15–16). ¿Podemos permitirnos el no tener esas bendiciones en nuestra vida y en la vida de los miembros de nuestra familia?
Creo en honrar el día de reposo. Con osadía, pero con humildad, testifico que el observar el día de reposo es un mandamiento de Dios, quien vive y ama a cada uno de nosotros. Testifico que si seguimos y vivimos el mandato divino de mantener santo el día de reposo, el Señor, a Su vez, nos bendecirá, nos dirigirá y nos inspirará para solucionar los problemas que enfrentemos.