Para los más pequeños
Un huerto lleno de bendiciones
¡Zum! ¡Zum! ¡Zum! Una atareada abeja amarilla se posó sobre una flor al lado de Andrea, quien se levantó de un salto y salió corriendo. A Andrea no le gustaban las abejas, así que se fue a otra parte del huerto para quitar las malas hierbas que crecían al lado de una frondosa planta de tomates.
Andrea sentía el calor del sol en la espalda; podía oír a su mamá cerca, junto a las hileras de maíz. De pronto, oyó más zumbidos: ¡Zum! ¡Zum! ¡Zum!, y salió corriendo a buscar a su mamá.
“¡Hay muchas abejas, mami!”, dijo. “Quiero trabajar en el huerto sin las abejas”.
“Necesitamos las abejas para que el huerto crezca”, dijo la mamá. “Jesús creó las abejas para que polinicen las plantas y así podamos tener nuestros alimentos favoritos”.
“¿Sin las abejas no tendríamos nuestro huerto?”, preguntó Andrea. Pensó en todas sus plantas favoritas; le gustaban las lindas flores; le gustaban las fresas (frutillas) y los tomates. Estaría triste si viviera en un mundo sin todo eso.
“Estoy contenta porque Jesús hizo las plantas”, dijo Andrea. “¡Y también estoy feliz porque hizo las abejas!”