Historia Familiar: paz, protección y promesas
Tomado del discurso: “Reunir, sanar y sellar familias”, pronunciado en la Conferencia de Historia Familiar RootsTech en Salt Lake City, Utah, EE. UU., el 14 de febrero de 2015.
Conforme su familia participe reuniendo registros, sanando corazones y sellando a los miembros de la familia, ustedes y su posteridad serán bendecidos para siempre jamás.
La historia de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es una historia acerca de familias. Cuando digo familias, no me refiero al concepto moderno de una mamá, un papá y los hijos.
Utilizo el término en la manera que el Señor lo usa, como un sinónimo de parientes o de familias de múltiples generaciones, ya que cada persona tiene una familia. El plan de nuestro Padre Celestial para Sus hijos se centra en ese tipo de familia: con hijos que obtienen fortaleza de los antepasados de muchas generaciones atrás y con padres que procuran bendecir a su posteridad por generaciones futuras.
En ese sentido, en el Libro de Mormón también se cuentan historias de familias. Al leer esos relatos, nos damos cuenta de que las familias no han cambiado mucho a lo largo de los siglos. Aun aquellas personas que vivieron en otro tiempo y en otro lugar son muy parecidas a nosotros, y el deseo de Dios de que Sus hijos vivan en familias felices y eternas no ha cambiado.
¿Por qué preservó el Señor el registro de esos relatos? ¿Qué deseaba Él que aprendiéramos de ellos? ¿Hay allí lecciones que podrían ayudarnos en nuestro esfuerzo por reunir, sanar y sellar a nuestra familia?
Una lección de Lehi
Creo que la primera familia en el Libro de Mormón, la familia de Lehi, nos brinda una gran lección que quizás no hayamos notado. La familia de Lehi nos puede enseñar mucho sobre los registros familiares: por qué son importantes para el Señor y por qué deberían ser importantes para nosotros.
Cuando empieza el relato, Lehi y Saríah están criando a sus hijas y a cuatro hijos en Jerusalén y llevan una vida relativamente cómoda en esa gran ciudad. La vida de ellos cambió para siempre cuando el Señor mandó a Lehi que llevara a su familia al desierto.
Lehi obedeció, y él y su familia dejaron atrás sus posesiones materiales y se aventuraron en el desierto. Después de viajar por un tiempo, Lehi le dijo a su hijo Nefi:
“He aquí, he soñado un sueño, en el que el Señor me ha mandado que tú y tus hermanos volváis a Jerusalén.
“Pues he aquí, Labán tiene los anales de los judíos, así como una genealogía de mis antepasados; y están grabados sobre planchas de bronce” (1 Nefi 3:2–3; cursiva agregada).
Gracias a ese mandamiento, nuestras familias son bendecidas con la siguiente gran declaración de fe y obediencia de Nefi: “Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque sé que él nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles una vía para que cumplan lo que les ha mandado” (1 Nefi 3:7).
Las planchas de bronce eran un registro; contenían las Escrituras, pero también contenían la historia familiar de Lehi. El Señor sabía lo importante que sería conservar ese registro para las muchas generaciones venideras.
¿Se han preguntado alguna vez por qué el Señor no mandó a Lehi, en vez de a sus hijos, a que regresara por el registro? Él era el patriarca de la familia; fue a él a quien el Señor le mostró la visión. ¿No hubiera tenido Lehi más influencia en Labán que sus hijos?
No sabemos por qué el Señor mandó a los hijos de Lehi a que regresaran a Jerusalén, pero sí sabemos que tuvieron dificultad para cumplir con lo que el Señor les pidió que hicieran. La tarea fue difícil y puso a prueba su fe, pero aprendieron lecciones valiosas que los beneficiarían durante su viaje en el desierto. Quizás lo más importante, aprendieron que cuando el Señor manda, Él realmente prepara la vía.
Podríamos preguntarnos: “¿Qué es lo que el Señor desea que nuestros hijos aprendan al ‘volver’ para recuperar los registros de nuestra familia? ¿Cómo prepara Él la vía para ellos? ¿Hay experiencias que Él desea que tengan? ¿Los estamos invitando a que tengan esas experiencias? ¿Qué bendiciones espera dar Él a los hijos e hijas de ustedes a través del servicio en el templo y en su historia familiar?
Cuando Nefi y sus hermanos volvieron a la tienda de su padre, Lehi “tomó los anales que estaban grabados sobre las planchas de bronce, y los examinó desde el principio”. Ahí encontró “los cinco libros de Moisés”, “las profecías de los santos profetas” y “la genealogía de sus padres, por lo que supo que descendía de José… que fue vendido a Egipto”. Y cuando Lehi “vio todas estas cosas, fue lleno del Espíritu” (1 Nefi 5:10, 11, 13, 14, 17).
Entonces Lehi enseñó a su familia lo que había aprendido de las planchas. Se podría decir que su tienda se convirtió en un centro de historia familiar y de aprendizaje, así como deben serlo nuestros hogares.
Es fácil ver por qué el Señor quería que la familia de Lehi tuviera esos registros: dieron a sus descendientes un sentido de identidad, vinculándolos a patriarcas fieles del pasado y plantando en sus corazones “las promesas hechas a los padres” (D. y C. 2:2; José Smith—Historia 1:39). Esos registros eran tan importantes para la fe de las generaciones futuras que el Espíritu advirtió a Nefi que sin ellos, toda “una nación [degeneraría y perecería] en la incredulidad” (1 Nefi 4:13).
La experiencia de otro pueblo en el Libro de Mormón demuestra cuán cierto es que cuando los registros se pierden, se pierde la verdad, y las consecuencias para las generaciones futuras pueden ser desastrosas.
Los mulekitas salieron de Jerusalén alrededor de la misma época que la familia de Lehi; sin embargo, a diferencia de la familia de Lehi, ellos “no habían llevado anales consigo”. Para la época en la que Mosíah los descubrió, unos cuatrocientos años después, “su idioma se había corrompido… y negaban la existencia de su Creador” (Omni 1:17); habían perdido su identidad como pueblo del convenio.
Mosíah enseñó a los mulekitas su idioma para que pudieran aprender de los anales que él poseía. Como resultado de ello, los mulekitas experimentaron una transformación de una sociedad aquejada de problemas y sin Dios a una sociedad que entendía el plan de felicidad de Dios para ellos y para su familia.
Volver con nuestra familia
El conocimiento de quiénes somos en relación con Dios y los unos respecto a los otros cambia la manera en que pensamos, actuamos y tratamos a otras personas. Los registros son una parte fundamental de nuestra identidad y nuestra perspectiva. El mirar hacia atrás nos prepara para seguir adelante.
Padres, ¿han invitado a su familia a “volver”? ¿Se ha separado a su familia de los registros, o unos de otros, de alguna manera? ¿Se ha roto el lazo familiar entre el presente y el pasado? ¿Qué ocurrió en la historia de su familia que causó esa separación? ¿Fue la inmigración, un conflicto familiar, la conversión al Evangelio o sencillamente el paso del tiempo? ¿Se han esforzado recientemente por encontrar a sus antepasados en FamilySearch.org?
La casa de Israel ha sido dispersada y en muchos aspectos eso incluye la dispersión de nuestra familia y de nuestros registros. Nuestra responsabilidad es reunirlos y, cuando sea necesario, sanar las heridas de la separación. Al procurar diligentemente hacer volver el corazón de nuestros hijos a sus padres, nuestro corazón también se volverá a nuestros hijos1 y descubriremos juntos la paz y la sanación que proviene de esta obra (véase D. y C. 98:16).
Así como Lehi envió a sus hijos de regreso a Jerusalén para obtener los registros sagrados, enviemos de regreso a nuestros hijos para que obtengan nuestros registros familiares. Así como el Señor preparó una vía para Nefi, Él ha proporcionado internet y otras tecnologías que permitirán que nuestros hijos reúnan y sanen a nuestra familia. Él ha proporcionado templos donde podemos llevar los nombres que encontremos y hacer que nuestra reunión sea permanente mediante las ordenanzas de sellamiento.
Gozo en el desierto
Cuando mi esposa, Sharol, y yo nos casamos, decidimos que tendríamos cuatro hijos. El Señor tenía un plan diferente; nos dio cuatro hijas.
Hemos viajado con nuestras hijas a través del desierto. Ahora están casadas y con hijos y viajan por su propio desierto. ¿Ha sido todo fácil a lo largo del camino? No. Hemos tenido nuestra cuota de murmuraciones y ha habido muchas dificultades.
El desierto de la vida puede ser difícil para las familias. Cuando la gente pregunta: “¿Cómo están tú y tu familia?”, a menudo contesto: “Por el momento, no estamos en una crisis. Gracias por preguntar”.
Sin embargo, hay también momentos de gozo verdadero a lo largo del camino. Como patriarcas y matriarcas, pasamos mucho tiempo fortaleciendo a nuestros hijos para enfrentar el desierto. Los profetas de nuestros días han prometido que la obra de historia familiar proporciona “protección… contra la influencia del adversario”2 y una “conversión [al Salvador profunda y perdurable]”3. ¡Qué forma poderosa de reunir, sanar y sellar a nuestra familia!
Como el patriarca de nuestra familia, les he pedido a mis hijas que “vuelvan” a buscar los registros, llevar los nombres al templo y enseñar a nuestros nietos. Les he pedido que participen en nuestra historia familiar a fin de que lleguen a saber de quiénes provienen.
Una promesa
Les prometo que al invitar a sus hijos a “volver” y buscar los registros de su familia, juntos se “[regocijarán] en extremo”, como Lehi y Saríah, y darán “gracias al Dios de Israel”. Al buscar sus registros, serán “[llenos] del Espíritu”, ya que descubrirán “que [son] deseables; sí, de gran valor”; y sabrán que “fue en la sabiduría del Señor que los [llevaran con ustedes]” mientras viajaban “por el desierto hacia [su] tierra de promisión” (1 Nefi 5:9, 17, 21–22).
La Iglesia está aquí para apoyar y fortalecer a su familia en este viaje. Les prometo que conforme su familia participe reuniendo registros, sanando corazones y sellando a los miembros de la familia, ustedes y su posteridad, es decir, su familia, serán bendecidos para siempre jamás.